El 27 de noviembre de 2008 me reuní con Paco Roca en un café de Madrid para hacerle una entrevista que posteriormente saldría publicada en ABCD, el suplemento cultural de ABC. Paco acababa de recibir el premio nacional del cómic por Arrugas, y todavía no había publicado su siguiente obra. Desde entonces, ha publicado Las calles de arena, El invierno del dibujante y Memorias de un hombre en pijama (entre otras), ha visto cómo se estrenaba una película de animación basada en Arrugas y ha inaugurado una exposición retrospectiva en el MuVIM de Valencia. Ahora que se acaba de fallar el último premio nacional del cómic, concedido a Alfonso Zapico por Dublinés, me he acordado de esta entrevista con Paco, que recupero en su versión completa y sin editar, más larga que la que se publicó en el periódico en su día.
El premio no te ha sorprendido, ¿verdad? Pocas veces ha habido tanta unanimidad en destacar a un cómic como el cómic del año.
Hombre, claro que te sorprende. Siempre tienes la ilusión del nominado. Con este premio está claro que se valoraba una obra, no una trayectoria, pero siempre te asusta estar junto con Carlos Giménez o con Miguel Gallardo, que tienen una larga obra. También pensaba que después de ganar tantos premios, no le darían este.
Yo creo que es algo que va más allá de la calidad del cómic. Hombre, yo me imagino que el cómic está bien, porque si no, no le habrían dado tantos premios, pero yo creo que influye mucho el tema que toca, que es algo de actualidad, y que en España tocaba premiar ahora algo así. En Francia esto no ocurriría. Allí podría ganar un premio nacional XIII o un cómic de género. Me parece que en España estamos todavía un poco por detrás, porque nos sentimos obligados a premiar algo que sea para adultos, con un tema social, y para eso, el candidato perfecto podía ser María y yo o Arrugas.
Pero aparte, creo que el tema nos afecta a todos. Porque el tema de María y yo, el autismo, tal vez sea más particular, pero el tema del alzheimer, y más en general de la vejez, nos toca a todos. Mucha gente se lo ha leído y reconoce en sus personajes a su abuela o a su madre, o ha tenido una sensación parecida cuando ha llevado a su madre a una residencia. A todo el mundo le ha parecido muy cercano. También porque el cómic es muy apropiado para contar temas tan dramáticos que llegan más allá de los sentimientos. Hay muchas personas que me han contado cuestiones de sentimientos que van mucho más allá de lo que yo quería contar en el cómic.
Ha sido una casualidad que coincidiesen los dos en un año, pero el cómic social ya existía antes. Píldoras azules, por ejemplo. Pero yo no creo que en realidad exista un cómic social como género, creo que existe más como una vivencia personal ante un problema. De hecho, Arrugas no habla de la vejez y del alzheimer, habla de la soledad de las personas, y María y yo también habla de los sentimientos, de la relación de un padre con su hija y del problema de que la hija ve el mundo de otra forma. Pero yo creo que no son cómics que funden un género.
Con Arrugas he aprendido mucho sobre cómo hacer un cómic precisamente porque no tenía referentes. Cuando abordas un cómic de aventuras o de otro género, sí que tienes en la cabeza ciertas soluciones, ya sea inspiradas por el cómic o por el cine. A mí me cuesta imaginarme una escena de acción que no esté influenciada por Spielberg o por Miller. En el caso de contar una historia sobre personas mayores que están sentadas, te tienes que inventar un lenguaje. Así que en cierta forma he tenido que replanteármelo todo. Eso sí, partes de una estructura clásica para contar una historia, que es la estructura de las aventuras, lo más clásico posible, que es la historia de un personaje que llega a un entorno diferente y se encuentra con un guía que le lleva por ese nuevo mundo, la clásica estructura de la Divina Comedia. Ahí está el miedo al llegar al sitio, el miedo al piso de arriba, el intento del personaje por no caer ahí... Esa estructura sí que es lo más clásica posible. Pero en cuanto al lenguaje y los personajes tenías que replantearte las cosas, porque los tópicos no funcionaban, no habrían hecho creíble la historia.
Esta historia podía haber sido contada de muchas formas, pero quería que empezaras a leerla y te enganchase, igual que te engancha una historia de misterio o de aventuras, en la que continuamente están pasando cosas y una cosa te lleva a la otra. Quizás eso haya sido uno de los elementos que ha hecho que haya funcionado, que tiene una estructura de misterio, de género, para contar una historia de sentimientos.
Sí, cuando escribo una historia me esfuerzo porque pueda gustarle a mis amigos que no leen cómic, o a mis padres. La estructura es muy francesa, digamos, muy cuadriculada, la historia es muy lineal, la forma de narrar, incluso el estilo de dibujo es muy amable. No es lo que tocaría a una historia así. Lo que yo quiero es que llegue. Quizás con otro estilo hubiera sido más dramático, podía haber contado cosas que hubieran sido más fuertes. Pero prefería perder ese tipo de cosas con un dibujo menos virtuoso y llegar a muchísima más gente.
Quizás sea un poco más humorístico, porque aparte quería que quedase amable, que no fuese demasiado sombrío, a pesar de que en algunas escenas me chirriase un poco, como cuando sube al piso de arriba, que me parecía demasiado blandito; pero por otro lado, ese tipo de dibujo venía bien para poder contar los sentimientos de los personajes. Es un estilo de dibujo casi como de Uderzo, muy francés. Pero eso me permitía hacer que los personajes gesticulasen mucho más. Al final, la gracia del cómic era la vida que pudiesen tener los personajes, casi todo son primeros planos o planos medios.
Yo creo que en el guión. El dibujo, más o menos, es diferente, más humorístico, pero me muevo dentro de un estilo muy francés. Pero el guión, sí, era difícil encontrar el punto porque no quería que fuese sensiblero, no quería que cayese en los tópicos sobre la vejez, y ante todo que fuese optimista. Sí, iba a contar un drama, pero quería que acabase con una pequeña esperanza, con una luz al final del túnel. Apenas hay personajes que sean muy negativos, quizás el más negativo sea Miguel, y al final se convierte en otra cosa. Igual es que mi visión de las cosas es más optimista que pesimista. Encontrar ese punto en que funcionase lo que estaba contando, pero con un punto de humor, pero con respeto, tenías que mantenerte en ese equilibrio. De hecho, en las residencias hay historias muy duras, historias de suicidios, de sexo entre ancianos que se aprovechaban de mujeres que tenían demencia, de malos tratos... Hay una enorme cantidad de historias sórdidas en las residencias, pero me parecía que eso era ya salirse de tono.
De hecho, Arrugas es muy lineal, tiene crestas, momentos más altos y momentos más bajos, pero lo que quería era quedarme corto. Ante el miedo de poder pasarme de sensiblero, porque hubiese perdido toda la credibilidad, prefería que fuese algo muy frío, y aún así a veces me he pasado. Ese equilibrio fue lo más difícil.
Está claro que se pueden contar historias de muchos tipos, pero para mí lo primero es entretener, y lo segundo transmitir tu mensaje. Si no entretienes, me parece muy difícil que tu mensaje vaya a llegar.
Bueno, localizar esta historia no aportaba nada. Mis historias anteriores sí, tenían que pasar en un lugar determinado que era determinante para la historia. La residencia de Arrugas podía estar situada en cualquier sitio. Además, sí, es cierto que el mercado francés te exige ciertas cosas. Incluso tuve que afrancesar algunas páginas para que el editor estuviese contento. Por ejemplo, cuando Emilio tiene el flashback y vuelve al aula donde estudió de niño, en la versión española había un crucifijo y un mapa de Europa. Me dijeron que el crucifijo lo quitase, porque Francia era laica desde hacía mucho tiempo, y que el mapa de Europa tal vez podría cambiarlo por uno francés. Cambié eso, cambié el menú de nochevieja para que fuese un menú de nochevieja típico francés, y los horarios de la residencia. Pero es la mentalidad francesa. En España a ningún editor se le ocurriría decirle a un autor francés que cambie ese tipo de cosas.
Yo creo que en algunas cosas sí. No hay tantas limitaciones. Si lo que quieres hacer tiene que estar ambientado por necesidades del guión en España, lo puedes hacer. De hecho, Hijos de la Alhambra estaba ambientado aquí. Lo que pasa es que sí tienes que pensar que el protagonista tiene que ser francés. Pero sí es cierto que es algo que tienes que tener en cuenta, sobre todo si el libro lo producen ellos. Otra cosa es que lo publiques en España y ellos adquieran los derechos una vez publicado aquí, evidentemente. Pero si es producido para Francia, alguna vez piensas en pequeñas concesiones, siempre y cuando no cambien el guión, como en el caso de Arrugas. Pero creo que es la mentalidad francesa, que son en cierta manera un poco chauvinistas.
La verdad es que yo he tenido bastante suerte. No tengo la sensación de haber entrado en el mercado francés porque ha sido muy fluido. He empezado publicando en España y vendiendo los derechos a Francia, y luego he pasado a publicar directamente en una editorial francesa. Ahora que he estado en Italia, he tenido la sensación de que los italianos son muy parecidos a los españoles: para ellos, los autores extranjeros son los mejores, como nos pasa a nosotros aquí, que pensamos que cualquier autor extranjero es mejor que los españoles. Sin embargo, los franceses siempre consideran que lo que haces está un escalón por debajo, salvo que llegues a ser un número uno como Guarnido o Miguelanxo Prado, en cuyo caso ya te toman por autor suyo, te consideran autor francés. Pero hasta llegar ahí, sí es más difícil. De hecho, Arrugas ha tenido mucha difusión en medios en España y en Italia, pero en Francia no tanto.
Sí, pero podía haber ido mejor. Prácticamente lo que se ha vendido en España es lo que se ha vendido en Francia. También porque en España se ha vendido muchísimo. Pero en Francia ha salido en una colección minoritaria. Ha superado sus expectativas, pero no ha sido el bombazo. Cada álbum en cada país tiene su momento. Para Arrugas era su momento en España y en Italia, pero no era su momento en Francia. Tal vez porque Persépolis y otros cómics que puedan tocar temas como éste ya los ha habido desde hace por lo menos cinco años, y entonces, por lo que sea, no ha llegado al calado que ha tenido en España.
Sí, está claro. En Francia, si eres un autor extranjero, tienes que ir poco a poco. Notas que cada vez tienes más nombre, pero no es un mercado fácil. Entrar es complicado, pero una vez dentro, ir escalando no es fácil.
Sí, al final es una industria. De hecho, cuando acabé Arrugas en Delcourt me dijeron que hiciera lo que quisiera. No querían que la publicase en la misma colección porque, según ellos, no era bueno para la editorial ni bueno para mí, porque es una colección donde tienes libertad total para hacer lo que quieras, pero en Francia lo que venden son las series. A mí no me apetece hacer series. Para Delcourt, la colección de novela gráfica es una cuestión de prestigio, pero las ventas no se pueden comparar con La mazmorra o con otras series. Para ellos lo rentable sería que hiciera una serie, pero a mí no me gusta el formato serie. La novela gráfica da menos dinero, pero yo estoy contento.
Es una obra inspirada en algo que me pasó un día yendo a casa de una amiga en Valencia, donde vivo. Me perdí por el barrio del Carmen. A mí me da mucho miedo perderme, así que esta la historia de un tipo que se pierde en un barrio y no puede salir nunca de él. Esa es la estructura, pero de lo que realmente va es del destino, de si podemos o no cambiar el destino. Dostoievski decía en Memorias del submundo que todo es cuantificable, que incluso los sentimientos y las pasiones de las personas se pueden medir, y que midiendo esas pasiones podemos saber dónde vamos a acabar diez o veinte años después. Yo también creo que observando con detenimiento a un niño podríamos saber si dentro de unos años va a tener un monovolumen, un 4x4 o un utilitario, porque al final nuestro margen de decisión es bastante escaso. De hecho, se titula Las calles de arena, parafraseando un relato de Borges que se titula El libro de arena y que trata también del destino.
Es más una historia de un dibujante. Si Arrugas es la historia de un guionista que a ningún dibujante le gustaría hacer, esto es más la historia de un dibujante. También está hecho pensando un poco en el mercado francés. En Arrugas el dibujo estaba muy al servicio de la historia, y me apetecía ahora hacer algo con un dibujo más llamativo, que visualmente sea más atractivo. Ahora es una historia coral con más cambios de escenarios. A la hora de dibujar ha sido más agradable de dibujar que Arrugas.
Pues al principio estaba ambientado en Valencia, pero al final piensas que si no estás tan sujeto a la realidad, puedes hacer cosas incluso más surrealistas. Entonces, aunque la base del barrio es el Carmen, al final he cogido cosas que me gustan de diversas ciudades.
Sí, bueno, en el segundo plazo que me dieron tenía que haberlo terminado en marzo pasado. Esta es una historia que tenía desde antes de Arrugas. Lo que pasa es que lo paré porque pensé que Arrugas era mejor para entrar en el mercado francés. Así que tenía la historia desde hacía mucho tiempo, la paré, hice Arrugas, y cuando la retomé no tenía ni idea de cómo iba a funcionar Arrugas, así que no me influyó demasiado, pero sí que una vez que he visto el álbum de Arrugas he echado marcha atrás y he intentado arreglar algunas cosas, pero creo que me influirá más en otras cosas futuras.
Por suerte, como Las calles de arena lo tengo más o menos terminado, ahí no me ha podido afectar. Pero sí que te da miedo, porque no quieres defraudar a la gente, lo mejor sería retirarse y no hacer nada más. Pero también te planteas que hasta aquí ha sido una etapa, y a partir de aquí me lo han facilitado todo. Porque llegar a esta posición supone mucho trabajo, pero los premios son como un atajo. Si te lo tomas así, me quita presión de tener que ganar un premio en Lucca, un premio nacional... Todo eso ya está, tengo más libertad para relajarme. Además, los premios tienen la importancia que tú quieras darle. Si no te influyen mucho cuando no los ganas, tampoco te tienen que afectar cuando ganas.
Sí, eso me da mucho más miedo. Porque 11.000 ejemplares de Arrugas va más allá del mundo del cómic, y eso es así porque ha tenido mucha difusión en los medios por el tema que toca. Y seguramente Las calles de arena no va a vender eso, porque es un tema que a priori no va a interesar en general.
Es que esto va mucho más allá de lo que está en tu mano. Puede que Las calles de arena sea mucho mejor narrativamente, mucho mejor el guión, mucho mejor el dibujo, pero no llegue a tocar ese tema que lo convierta en un best-seller. Te gustaría, y lo intentas, y seguramente cuando no salga me frustrará, pero es algo que no puedes valorar. De todas formas, sí que tengo la sensación de que ya he hecho algo que va más allá de los premios, que es lo que más me importa. A la semana de recibir el premio en Lucca, me escribió un correo Vittorio Giardino, para decirme que casi llora con Arrugas, que hacía años que un cómic no le impresionaba tanto, y que su madre había muerto de alzheimer muchos años antes. Cuando recibes algo así, te emocionas. Ya sabes que no vas a volver a hacer una historia que haga llorar a alguien, si es que hacer llorar es un valor añadido.
Yo no estoy de acuerdo. Lo que pasa es que para muchos autores franceses el cómic es diferente que para mí y otros autores. Ellos, como los americanos, forman parte de una industria, y eso provoca cierta crisis, porque en cuanto acabas un proyecto empiezas otro, a veces tienes que hacer dos al año, y pierdes ese sentimiento con el que empezaste a hacer cómic. Cuando llegas a ese planteamiento se produce la crisis, porque los cómics dejan de servir la necesidad de contar para servir a la necesidad de ganarse la vida. Es el problema cuando el cómic se convierte en un negocio.
Sí, para mí el cómic tiene tantas posibilidades que ahora me apetece contar muchas cosas, pero a mi ritmo. A mí me gusta el camino de Jason Lutes, que le dedica diez años a hacer Berlín porque es lo que necesita. O Giardino, que con más de sesenta años está haciendo ahora las cosas más interesantes. O Will Eisner, que con 90 años seguía haciendo cosas. El cómic debería ser como la literatura, en la que muchos autores empiezan a hacer cosas interesantes cuando se jubilan.
Mientras que los novelistas empiezan a hacer cosas interesantes a partir de los 40, los historietistas se retiran a esa edad.
Pero yo creo que eso es porque hasta ahora, en el cómic importaba más el virtuosismo gráfico que contar una historia. Pero eso está cambiando. Cuando tienes cosas que contar, sigues manteniendo esa ilusión.
Yo creo que sí. Ésa es mi ilusión.
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