El policía infiltrado es acuchillado como una res y luego asesinado lentamente con un soplete por los carniceros de la banda. Pero ojo, no nos lo tomemos a la ligera porque «debemos estar conscientes de que nadie debe quitarle la vida a un ser humano y si lo hace, pagará ante la ley».
La advertencia está rotulada con letra mecánica, como si la hubiera superpuesto a la viñeta una autoridad exterior a la de los creadores del propio cómic. Y no se nos advierte sólo sobre la execrable inmoralidad del asesinato, por supuesto, sino también sobre otras lacras delictivas. Cierto, la jamona de los muslos olímpicos se está metiendo todo lo que le entra por las narices, pero no es una situación divertida, como nos recuerda el pertinente aviso:
A la altura de la página 63, cuando una víbora viva sale por una incisión practicada en la tripa de un torturado, la cuenta de homicidios y atrocidades es tan mareante que la voz de la conciencia se siente obligada a hacer notar su sobria presencia una vez más:
Está todo sacado de Relatos de presidio nº 679 (2007), obra de Norman Klint, Boris Lagarde, Alfonso Olivos, César Castro, Bazaldúa e Iván Santillán (espero no haberme olvidado de nadie), uno de los tebeos que leen los chalanes (o ayudantes de albañil) aquí en México D. F. Lo de los chalanes me lo contó Juanvi, y a juzgar por los anuncios de silicón que se incluyen en sus páginas, no debe de ser una leyenda.
Llevo once días en la capital de México y, como todo aficionado al cómic que se precie, lo primero que me compré al llegar aquí fue un pequeño alijo de las famosísimas historietas populares para adultos que se pueden encontrar en cualquiera de los numerosísimos quioscos, librerías de viejo y puestos callejeros que hay en esta ciudad. Ésa es una de las primeras cosas que sorprenden al llegar de Europa: aquí, el quiosco no ha muerto. Y en él sigue vivo, por supuesto, el cómic de quiosco. Aquí eso significa, en gran medida, Marvel México. Hay tebeos de Spiderman, Iron Man, Hulk y compañía en casi todos los quioscos. Y me dan unos buenos sustos, porque siempre me creo que son comic books de la Marvel gringa hasta que me acerco y percibo algún detalle que me revela que no, que están traducidos al español. La mimetización de la edición original es absoluta, incluso en los clásicos. Véase por ejemplo esta portada de The Avengers #95, reeditado en comic book de grapa como parte de la serie «Marvel Clásico».
El dominio de Marvel es incontestable, a pesar de que Vid tiene DC y otras franquicias, incluidos numerosos clásicos mexicanos como Memín, y además cuenta con una red de librerías propias que se pueden encontrar por todo el país (y hasta debajo del suelo, en el metro de la capital). Los personajes no están vivos únicamente en las páginas de los cómics, sino también en una enorme cantidad de productos de merchandising y anuncios que hacen que los superhéroes yanquis formen parte del paisaje cotidiano. Spiderman y Batman son los que uno se encuentra no menos de una docena de veces cada vez que sale a la calle, pero no es extraño tropezar con cualquier otro donde menos se lo esperaría. La Cosa de la foto de abajo, por ejemplo, formaba parte del escaparate de una tienda de productos de salud (aquí abundan muchísimo) instalada también en un vestíbulo del metro.
El sábado tuve ocasión de visitar una feria del cómic que se instala cada semana cerca de donde vivo, en el centro cultural Miguel Sabido. «Del cómic al libro», fantástico lema.
Pagas cinco pesos (al cambio, 30 céntimos de euro) y accedes a un reducido espacio lleno de tenderetes donde te puedes encontrar una enormidad de camisetas, muñecos, parafernalia de todo tipo y, por supuesto, tebeos. Tebeos viejos. Para mí, supuso un reencuentro directo con Novaro y una experiencia emocional de intensidad sísmica bastante apreciable. Pero de eso ya hablaremos más adelante, supongo.
Hace un par de días, el gran Juanvi Chuliá, mi cicerón en México, mi hermano azteca, me llevó a hacer una pequeña gira por algunas de las tiendas de cómics de la ciudad. Mucho material diverso (ya iré hablando de tebeos cuando ponga en orden mis lecturas y mis pensamientos), y muchas sorpresas. La primera, descubrir que, a pesar del imperio del quiosco, en algunas librerías de cómics la palabra «novela gráfica» no es desconocida. Un ejemplo: Badabing, un pequeño local sito en Estocolmo 18, en la Zona Rosa, uno de los barrios modernos de la ciudad.
Aunque Kaliman ocupa el escaparate (a la espera de que lleguen sus nuevos cómics, un póster es todo lo que tienen del clásico superhéroe mexicano), el banderín ya anuncia que la tienda tiene inquietudes diversas.
En Badabing, un cierto aire internacional convive con los omnipresentes superhéroes (incluso tenían un Amazing Spider-Man #33 original colgado de la pared, a 2.000 pesos de precio ni más ni menos), en lo que parece un escenario definido por la tensión entre el querer y el poder. El interior es muy acogedor y la presencia de la mesa y las sillas es una señal de las actividades que suelen realizarse en el local: charlas, presentaciones, cine, etc.
¿Qué se entiende por novela gráfica en México? Una imagen vale más que mil palabras:
Es decir, novela gráfica aquí es lo mismo que lo que es en España, es la novela gráfica de Astiberri, Sinsentido, Norma y demás. La novela gráfica mexicana está en pañales, pero hay interés. El concepto, al menos, flota en el ambiente. En un ambiente cargado de superhéroes que vuelan con una salud envidiable. Tanto que, en algunas tiendas, como en Fantástico (Félix Cuevas 18, metro Zapata) tienen cuatro o cinco mesas cubiertas con las novedades gringas de cada semana. Es como estar en una librería de Estados Unidos. Y estando tan lejos de casa, hasta hace ilusión tener en las manos la última portada de Daredevil de David Aja o la primera entrega de Whispers in the Walls de David Muñoz, Tirso Cons y Javi Montes.
Y ya que hablo de cómics de quiosco y de superhéroes populares, cuento también que aquí no se tarda en notar que el manga también está en pleno auge. De hecho, nuestra ruta comiquera la iniciamos en una «plaza del manga». Las «plazas» son edificios convertidos en centros comerciales, normalmente especializados (telefonía, informática, etc.). También hay uno cuyos tres pisos están dedicados de forma casi absoluta a puestecitos de manga, anime, videojuegos y cómics diversos. Allí descubrí que los mexicanos nos llevan ventaja en el cómic digital: se venden CDs con montones de cómics grabados en jpg. La distribución por internet, amigos, está ya obsoleta. Vuelve el disco.
En fin, este país es una gozada por muchos motivos, como sabréis lo que habéis estado aquí y como os imaginaréis los que no, pero al aficionado al cómic no le falta entretenimiento. Como en tantas otras cosas, la oferta aquí es amplísima, variada y ruidosa. O sea, una verdadera fiesta. Cuando tenga tiempo (que no garantizo que sea a menudo; como comprenderéis, tengo muchas pirámides a las que subir y de las que bajar) intentaré ir contando cosillas. Pero olvidaos de reseñas de novedades durante unos meses. Esto, también, es un aviso pertinente. Y otro: si algún amable lector tiene pistas para exploradores comiqueros de este gran país, por favor, que las comparta. Estamos deseando conocerlas, güeys.