viernes, 29 de noviembre de 2013

FACTOR BEOWULF


Para un autor de cómics como yo, que ha dedicado gran parte de su tiempo a escribir sobre cómics, encontrarse con las reseñas que hacen los demás sobre tus propios cómics es una situación como mínimo pintoresca. Ahora toca estar del otro lado, toca recibir. Y mis expectativas para un texto desde esa perspectiva son completamente distintas que mis expectativas como crítico o como lector de textos críticos sobre las obras de otros. Me explico. Como habréis observado en este blog, estoy dando una brasa considerable con el Beowulf que hemos hecho David Rubín y yo. Y si nos seguís en twitter, veréis que allí también insistimos mucho en la promoción. Comprendo que desde fuera puede parecer que uno está cantando sus propias alabanzas y que proclama sus logros con pura arrogancia. La realidad es bien distinta, os lo aseguro. Uno se autopromociona en las redes sociales porque ésas son las herramientas que tiene a mano y es necesario hacerlo para sobrevivir, y además porque con esos gritos y golpes en el pecho ahuyenta un poco el terror pánico que le atenaza. Porque sí, amigos, la verdad es que da igual lo que hayas hecho y lo seguro que estés de cómo lo has hecho, cuando llega el momento de exponerse al público las dudas se amontonan y acaban por aplastarte y te arrastras dominado por el terror buscando un rincón oscuro donde esconderte y llega un momento en que después de trabajar como un animal durante meses casi preferirías tirarlo todo a la basura y no exponerte a un ridículo que ya casi das como seguro.

Por tanto, gritar mucho te ayuda a ahuyentar un poco el miedo, como cuando uno entra a solas en una casa oscura y desconocida.

Y una cosa que espera que le den las reseñas es un poco de tila, también. Leer que a la gente le ha gustado lo que has hecho te tranquiliza y te anima un poco. Con que a una sola persona le haya gustado, ya no te sentirás tan gilipollas. Ya habrás hecho algo que ha valido la pena. Así pues, las reseñas favorables te tranquilizan un poco.

En última instancia, llegas a pensar que da igual por qué le gusta a la gente, lo importante es que les guste. Sea por lo que sea.

Y os confesaré un secreto. A veces uno lee críticas favorables ante las que se siente completamente ajeno. Agradece las buenas palabras, pero siente que están hablando de otra obra, de otra cosa que no tiene nada que ver con lo que uno ha hecho.

Eso tampoco está necesariamente mal. Creo firmemente que cada lector debe hacer suya la obra, y que cada lectura es tan válida como cualquier otra. No pretendo escribir mensajes cifrados que hay que interpretar correctamente en cierto sentido.

Pero a veces se da un raro fenómeno. A veces te encuentras una crítica que, más allá de que sea o no favorable, explica las cosas que te pasaban por la cabeza cuando estabas trabajando en tu libro con tan meridiana claridad y con tanta precisión que sientes que lo han pillado todo. Y en estos casos incluso aprendes un montón sobre tu propio trabajo, al verlo tan perspicazmente analizado por alguien que ha sabido entender de dónde venías y a dónde ibas, y que ha sabido poner por escrito los mecanismos más íntimos con los que has dado vida a tu trabajo. Esos textos se quedan contigo y te acompañan, y volverán a cobrar vida en tu próximo trabajo, que afrontarás con mayor lucidez gracias a esa reflexión que te han regalado. Porque de esto se trata: de un regalo que te hacen como un autor, tal vez el mejor que puedan hacerte.

Todo esto es un largo preámbulo para decir que eso es lo que he sentido leyendo la crítica de Beowulf que aparece en Factor Crítico, firmada por Roberto Bartual. Cuando alguien me pregunte por mi visión de Beowulf, podré sencillamente remitirle a ella. Así que como anoche aquí tuvimos la cena de Acción de Gracias, hoy sólo me queda acabar diciendo: Gracias por el regalo que nos has hecho, Roberto.

BEOWULF EN FACTOR CRÍTICO.

[Según me cuentan, ayer David triunfó a lo grande en su presentación de Beowulf en la librería Universal de Barcelona; no olvidéis que esta tarde lo tendréis en Alita Cómics de la Coruña a partir de las siete de la tarde].


Absence y David Rubín, ayer durante la presentación
en la librería Universal de Barcelona.
(Foto de José Antonio Serrano, Guía del Cómic)

GRAF: UN ACONTECIMIENTO


Si hoy y mañana pudiera estar en Madrid, estaría en Graf.

Graf es un festival de cómic independiente que ocupará durante dos días diversos espacios de la ciudad. Su primera edición se celebró en Barcelona hace unos meses, y ahora llega a Madrid. Ese carácter itinerante es ya una seña de identidad distintiva que demuestra que este salón es otra cosa.

En un momento de depresión generalizada, tanto moral como económica y donde lo fácil es caer en el desaliento porque todos los mensajes que nos llegan nos impulsan a ello, es cuando tiene más importancia que nunca que la gente se organice a pequeña escala y que emprenda dinámicas positivas por sí misma, sin esperar que nadie venga a rescatarla desde instancias institucionales. Es lo que ha hecho el equipo de Graf, que ha querido organizar un evento donde se reúna gente de cómic que está haciendo cómic, y no grandes cadenas y franquicias que explotan conceptos relacionados más o menos periféricamente con el cómic. Es un salón de autores, y es un salón de pequeñas editoriales dedicadas al cómic. No he tenido la suerte de estar allí todavía, pero sospecho que es el sitio donde se podrá oler un aroma parecido al que aquí en Estados Unidos desprenden sitios como SPX, MoCCA Fest o Brooklyn. En definitiva: otro salón.

Habrá un montón de charlas y conciertos desperdigados por numerosos espacios del centro de Madrid. Consultad el programa. Mañana es el día grande, con los stands de venta al público abiertos en Espíritu 23 (c/Espíritu Santo 23). Yo no puedo ir, así que hacedme el favor de ir cada uno dos veces por mí. Y comprad. Compradlo todo. Es lo que yo haría.

TODO SOBRE GRAF

lunes, 25 de noviembre de 2013

BEOWULF: PRIMERA SANGRE


Beowulf ya está libre y corretea por el mundo, persiguiendo a Grendel. Desde el pasado viernes os podéis tropezar con él en cualquier librería, y este fin de semana David Rubín estuvo presentándolo por todo lo alto en el Salón del Cómic de Getxo, con el apoyo de una exposición de originales incluida. Lamentablemente no he podido estar allí, pero por lo que me cuentan Beowulf fue muy bien recibido y David se hinchó a firmar ejemplares y a hacer sus ya legendarias dedicatorias.

Pero el bólido Beowulf no se para en Getxo. Pilotado por David, podréis encontrarlo en un montón de sitios en las próximas fechas, y os aseguro que merece la pena aprovechar la ocasión de verle en directo. De momento, este próximo jueves (Thanksgiving, en mi calendario local) lo tendréis en Barcelona, y el viernes (Black Friday, por cierto) en su propia casa, en A Coruña. Pero ahí no se acaba la cosa y la gira continuará por Madrid, Zaragoza, Bilbao y más ciudades. La información la tenéis en el cartel que encabeza esta entrada.

Por cierto, que podéis disfrutar de una copiosa entrevista con David en Zona Negativa realizada por Pedro Monje. Si os interesa Beowulf, no os la perdáis: David Rubín en Zona Negativa.
Y ahí no acaba la cosa. Borja Crespo también entrevista a David Rubín en Guía del Cómic.

Además, han empezado a aparecer las primeras reseñas y comentarios sobre Beowulf en la red. Enlazo aquí algunos de los que he podido ver (y agradezco mucho a todo el mundo que se ha tomado la molestia de dedicar un tiempo y un esfuerzo a poner por escrito sus impresiones sobre el libro):

Beowulf en Neuronas Asesinas.
Beowulf en The Watcher and the Tower.
Beowulf en Troya escampada.
Beowulf en La isla de las cabezas cortadas.
Beowulf en Que no sabes...

viernes, 22 de noviembre de 2013

EL DÍA DE BEOWULF


Hoy es el día. Después de la Semana de Beowulf, hoy es el Día B en el que podéis encontrar nuestra novela gráfica a la venta en las librerías. Para mí es la culminación de un sueño tan antiguo que casi ni me creo que se haya hecho realidad por fin. En este momento me siento muy agradecido a David Rubín, el compañero de armas que lo ha hecho posible y que se ha entregado tan completamente a esta historia, haciéndola completamente suya. Confío en que su trabajo os impresione tanto como me ha impresionado a mí. Ahora Beowulf ya es vuestro.

Espero que os guste.

Para eso lo hemos hecho.

Y recordad que hoy mismo, y durante todo el fin de semana, David estará en el Salón del Cómic de Getxo, firmando ejemplares de Beowulf (y de sus otras obras, claro), participando en coloquios y presentando una exposición de originales.


Foto de la exposición de Beowulf en Getxo,
tomada del twitter de Borja Crespo (@ElTioCreespy)

Y si os apetece leer algo más sobre Beowulf, un par de cositas que han aparecido recientemente:
Reseña de Mikel Bao en Rodeado de Papel.
En la sección Buffet Libre de numerocero.es, David Rubín y yo repasamos algunas de las influencias que hemos recibido en Beowulf.

jueves, 21 de noviembre de 2013

BEOWULF Y TOLKIEN


En la primera entrevista que nos han hecho sobre Beowulf a David Rubín y a mí, nos han preguntado por Juego de tronos y El Señor de los Anillos. Supongo que era inevitable. Sobre Juego de tronos no tengo nada que decir: sólo he visto el primer episodio de la serie de televisión y no he leído ninguna de las novelas. Respecto a El Señor de los Anillos, lo leí junto con El Hobbit e incluso El Silmarillion con esa pasión irrepetible con la que uno lee entre los 16 y los 18 años, y no he vuelto sobre el tema. Intenté releerlo cuando salieron las películas de Peter Jackson, pero no pude pasar de las descripciones de hobbits subiendo y bajando laderas en la Comarca, muy al principio del primer libro. En cuanto a las películas, me gustaron entre muy poco y nada. La que más disfruté fue la segunda, Las dos torres, que creo que es precisamente en la que más se revela la influencia de Beowulf sobre Tolkien. Cuando vi el salón del rey Théoden de Rohan sentí que tenía ante mí el verdadero Héorot de Hrothgar, caudillo de los skyldingos. Las dos torres se estrenó en 2002, que es el año en el que yo debía de estar empezando a gestar el proyecto de Beowulf con Javier Olivares, así que no sé si de alguna manera aquellas imágenes nos influirían. Digo que no lo sé porque sinceramente no lo recuerdo. La verdad es que el universo estético de Javier Olivares está tan alejado del de Peter Jackson que me cuesta ver la relación.

Sin embargo, debo decir que Tolkien sí que ha ejercido sobre mí una influencia consciente a la hora de abordar Beowulf con David Rubín. Pero no ha sido a través de El Señor de los Anillos, sino a través de una conferencia que dio en 1936, titulada Beowulf: The Monsters and the Critics. Todavía faltaban años para que publicase sus célebres obras de ficción, y por entonces era un profesor universitario que acudía en defensa intelectual del asediado héroe geat.

El artículo de Tolkien se considera un hito en los estudios sobre Beowulf, porque hizo que el poema se viera con otros ojos. A mí también me enseñó a descubrir algunas cosas importantes en él. Tolkien escribía desde su inmenso amor por Beowulf y atacaba a los críticos que lo consideraban una obra importante por su valor histórico, pero de dudosa calidad literaria, y desde luego inferior a los poemas épicos grecolatinos.

Por un lado estaban los que criticaban la simplicidad del Beowulf, especialmente estructural (sobre esto volveré al final de esta entrada). Por otro, Tolkien identificaba cierto sentimiento de vergüenza en los críticos por la importancia que el poema da a los monstruos, esos personajes tan poco nobles y respetables que según ellos no deberían tener un lugar tan destacado dentro de una obra de aspiraciones universales. Según parecía, los dragones no eran un tema digno para la épica. Lo cual no deja de ser una idea estúpida que hoy en día sigue resonando cada vez que alguien nos dice que en una serie de zombis, por ejemplo, los zombis son lo de menos, que lo importante es el drama de las personas, o que en realidad lo interesante de una película de monstruos es que es una alegoría de nuestra sociedad. Parece que sin la coartada metafórica, los monstruos son injustificables para quienes buscan la respetabilidad. Pero Tolkien sabe muy bien que en Beowulf los monstruos no son alegóricos, y que si el poema se hubiera limitado a narrar las hazañas humanas que quedan anotadas al margen del relato, éste tal vez habría sido menos memorable. Son los monstruos los que han seguido inspirando a poetas jóvenes a lo largo de los años, y es el fantástico dragón el que me atrae a mí a Beowulf antes que a nuestro sobrio Mío Cid. De hecho, no pude evitar pensar si no será esa cualidad extravagante de la semilla original del Beowulf la que ha propiciado que en la tradición literaria anglosajona lo fantástico haya florecido hasta nuestros días, mientras que en España siempre hemos estado tan apegados al realismo, y que eso explica que hoy la ficción británica se identifique con Doctor Who y la española con Cuéntame.

El texto de Tolkien también me ayudó a relacionar más directamente Beowulf con la tradición que yo mejor entiendo, que es la de los superhéroes. Insospechadamente para Tolkien, por supuesto, ya que cuando escribió su conferencia en 1936 todavía no existía ni siquiera Superman, que aparecería en 1938. Pero con Tolkien entendí que hay algunas diferencias significativas entre la saga de Beowulf y la Guerra de Troya o la Odisea. Para empezar, los protagonistas de Beowulf son hombres, y no dioses, y viven en el tiempo, no en la eternidad. Su aventura está marcada desde el principio por el final, y eso cubre de derrota y melancolía todas sus victorias. «The wages of heroism is death», escribe Tolkien. Para continuar, en Beowulf se escenifica una batalla maniquea entre el bien y el mal, representado éste por Grendel y los demás monstruos. En las epopeyas griegas, los héroes y dioses batallan los unos con los otros, pero no representan al bien y el mal absolutos, sino sus propios intereses particulares. En Beowulf está verdaderamente el inicio del (super)héroe moderno, de nuestros días, mucho más que en Aquiles o Ulises.

Aún más, Tolkien menciona dos características de Beowulf que lo emparentan con el modo en que se ha desarrollado el relato moderno de superhéroes, que es a través de series que se entretejen en universos ficticios compartidos. Por un lado, la saga de Beowulf se divide en tres episodios muy diferenciados. Al inicio del último, cuando Beowulf vuelve a su país y le cuenta sus aventuras a su rey Hygelac, hace un perfecto resumen de sus andanzas en Dinamarca. Es reiterativo, sí, lo cual muchos considerarían otro de sus defectos formales desde el punto de vista literario. Pero por otra parte, me hizo pensar: ¿y si en realidad se trata del clásico resumen de los episodios anteriores que hoy en día encontramos al principio de cada entrega de una serie? ¿Y si lo que hoy vemos como un poema unificado pudiéramos concebirlo como los tres capítulos supervivientes de una larga serie? Y aún más, una serie que forma parte de un universo ficticio mucho mayor, donde encajarían algunas de las batallas y sagas heroicas que se mencionan marginalmente en diferentes momentos del Beowulf. Algunos estudiosos habían criticado que Beowulf se centrase en Grendel y demás criaturas, en lugar de ocuparse de episodios «más interesantes» que se relatan de pasada, como la batalla de Finnesburg. Pero Tolkien señala que ése no es el tema de Beowulf y que además su autor no necesita tocarlo, ya que podía considerar que su público lo conocía mediante otros poemas que también circularían en la misma época. Evidentemente, Beowulf es un superviviente de su tiempo, pero no se puede pensar que  fuera único en su momento. Tal vez en alguno de aquellos otros poemas también se aludiera de pasada a las hazañas del propio Beowulf, igual que en un tebeo de Marvel un asterisco nos remite a otra aventura inserta dentro del mismo tejido de ficción.

Pero si hubo algo en The Monsters and the Critics que me ayudó a entender de una forma más profunda Beowulf y que me afectó a la hora de escribir el tebeo fue que Tolkien lo describiera como una elegía. Vivimos en una época que está completamente dominada por teorías narrativas basadas en el guión audiovisual, donde la estructura es fundamental y todo tiene que escribirse económicamente con el fin de desarrollar arcos de los personajes a través de una serie de giros que impulsan la historia hacia su conclusión lógica, tanto argumental como psicológica y emocional. La consecuencia es la reiteración de historias formulaicas y completamente predecibles donde parece que sólo funcionan una y otra vez los mismos elementos, y eso cuando funcionan, porque muchos guionistas no son capaces ni de aplicar correctamente las recetas que predican. Frente a este papanatismo, Beowulf se alza como esa especie de megalito narrativo del que hablaba Seamus Heaney y su imponente y tersa épica resulta sorprendentemente refrescante mil años después. Resulta que los personajes de Beowulf difícilmente tienen una psicología comparable a la que se espera de un personaje moderno, su personalidad no está convenientemente pulida, y sus actos no responden a ninguna lógica que podamos entender. Y, por otra parte, los episodios están torpemente engarzados, sin que haya una lógica narrativa que lleve de uno a otro y finalmente a una conclusión plausible. Tenemos más bien la impresión de que se hubieran amalgamado unas piezas que no acaban de encajar juntas. Tolkien explica esto aludiendo al sentido luctuoso del poema, que considera no una historia, sino un lamento fúnebre. Es decir, el equivalente verbal de una estela funeraria, una obra escultórica. Y, por tanto, algo que posee una estructura estática. No se trata tanto de contarnos la historia de Beowulf como de mostrarnos tres escenas de su vida a través de las cuales podemos recordarlo. Pero no es una obra secuencial, aunque evidentemente haya una secuencialidad inevitable en el propio lenguaje. Como dice Tolkien: «Por supuesto, debemos apartar de nuestra cabeza la idea de que Beowulf sea un 'poema narrativo', o que cuenta o intenta contar una historia secuencialmente». Esto me abrió las puertas a una nueva manera de entender nuestra novela gráfica que nos lanzaba además un desafío que acepté gustoso: el de entender que aunque exista la secuencia en el cómic, no es eso lo que lo define. Si hacíamos Beowulf como queríamos, que era acercándonos lo más posible al poema original, podríamos convertirlo en una antihistoria, o un cómic no secuencial. O como dirán otros tras consultar su manual: un guión mal escrito. Que es algo que necesitamos desesperadamente en estos tiempos.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

BEOWULF EN GETXO



Este viernes sale Beowulf, y David Rubín lo presenta a lo grande en el Salón del Cómic de Getxo: firmas, coloquio, exposición... Si estáis por allí cerca, no dejéis pasar la oportunidad. Ya me gustaría a mí poder estar allí.

Y es sólo el principio. Pronto, más, eventos.

CONCURSO BEOWULF


En entrecomics.com

BEOWULFIANA


Entretengo la espera impaciente hasta la salida de Beowulf con algunas curiosidades que me pasan los amigos. El coleccionismo más o menos informal de beowulfos es contagioso, y una vez que se entra en contacto con el personaje y se abren los ojos y los oídos, es difícil no descubrir su rastro por todas partes. El otro día, Javier Olivares me transmitía un par de descubrimientos que había hecho recientemente. El primero es la película de animación que encabeza este post. Sólo sé de ella que parece ser de 1998 y que en menos de media hora condensa toda la historia. El Grendel parece inspirado en la Cosa del Pantano y dotado de ciertas cualidades metamórficas, lo cual no creo que sea la mejor idea del mundo cuando en la escena culminante de su batalla con Beowulf implica... ups... casi lo destripo. En fin, podéis verlo vosotros mismos, pero mucho ojito, CONTIENE SPOILERS (de una historia estrenada hace apenas mil años).

Más que me manda Javier: la versión ilustrada de Beowulf que hizo el británico Charles Keeping en 1982, y que contiene algunas de las más sorprendentes escenas de batalla entre Beowulf y Grendel y Beowulf y la Madre. Lo podéis disfrutar más a fondo en el blog Book Graphics.



David Rubín, por su parte, me envía la noticia de que el canal Syfy está preparando una serie de televisión basada en Beowulf. Tiene pinta de que puede ser algo que pretenda aprovechar la estela de Juego de tronos, lo cual me hace gracia porque al final Beowulf acaba reapareciendo bajo la sombra de muchas producciones modernas de fantasía heroica que, en su origen, partieron de la semilla de Beowulf, dado que Beowulf es el punto de partida original de toda esa corriente en la literatura anglosajona.

Convertir una historia tan esquemática como la de Beowulf en serie implica necesariamente una serie de transformaciones. Tómese como ejemplo paradigmático e insuperable la serie de cómics de DC Beowulf Dragon Slayer de 1975, sobre la que escribí abundantemente en esta entrada que invito a revisar: MATADOR DE DRAGONES, ENTRE OTRAS COSAS. (Advertencia: las transformaciones en este caso añaden al material original vampiros y platillos volantes).

Por cierto que el Beowulf de DC volvió a la vida recientemente, compartiendo la cabecera Sword of Sorcery con Amethyst, Princess of Gemworld, pero mi experiencia con los cómics DC tras el relanzamiento de The New 52 ha sido tan deprimente que no he querido ni tocarlo.


Hay tantos cómics inspirados en Beowulf que con ellos casi se podría escribir una historia del medio, porque cada uno dice más de la época en la que se gestó que del propio poema en el que se basan. Tomemos como ejemplo la novela gráfica Beowulf (1984, First Comics) de Jerry Bingham. Estamos hablando de novela gráfica en el sentido de «novela gráfica» que le dio la colección del mismo nombre inaugurada por Marvel dos años antes e imitada inmediatamente por sus competidores del momento. Es decir, álbumes al estilo europeo de presentación más lujosa que el comic book habitual de principios de los 80, pero básicamente con el mismo o muy parecido contenido al que se podía encontrar en los tebeos de grapa. A Jerry Bingham probablemente algunos lo recordarán como el dibujante que se parecía mucho a Neal Adams y que dibujó una aventura de Batman continuando la historia de Batman más famosa de Neal Adams que parecía como si la hubiera dibujado Neal Adams pero no. Este Beowulf es muy hijo de su tiempo: un tebeo de superhéroes a lo Thor que busca una obvia solemnidad ya desde los créditos (ojo, que Ken Bruzenak no es letterer, «rotulista», sino calligrapher, «calígrafo»). Me parece curioso que una de las maneras en las que Bingham pretende elevar su adaptación es suprimiendo los bocadillos de diálogo, tal vez porque piense que el texto narrativo es más literario y por tanto tiene más categoría. El caso es que al final acaba saliendo una cosa que lo que de verdad parece es lo que habría pasado si Marvel hubiese comprado los derechos de Príncipe Valiente en algún momento de los 70 y lo hubiera continuado dibujado por John Buscema y émulos aleatorios sobre textos de Roy Thomas.


Y en otra época completamente distinta de la historia del cómic tenemos la miniserie de tres números Beowulf (2006, Antarctic Press) de David Hutchison y Doug Dlin, que es un amerimanga de ciencia-ficción con supersoldados futuristas y experimentos genéticos. Diría que es intento cínico de explotación del personaje, pero hay que reconocer que el autor no oculta sus intenciones desde el texto introductorio: «¿Por qué decidí crear una versión estilo manga de esta aventura épica clásica? Había observado un interés renovado por Beowulf en otros medios, además la noticia de que iban a hacer una película». Se refiere, obviamente, a la adaptación de Robert Zemeckis de 2007. En fin, al menos lo tuvieron a tiempo para el estreno.

Por cierto que sobre esta película de Zemeckis y sobre El guerrero número 13, una de las versiones más potentes de Beowulf, escribí hace tiempo en Mandorla. Si queréis entreteneros hasta que llegue el viernes y podáis tener en las manos la versión que hemos hecho David Rubín y yo, pasaos por esta entrada: BEOWULFS.

YA QUEDA MENOS.

martes, 19 de noviembre de 2013

BEOWULF: DESDE EL PRINCIPIO

Los clásicos de la literatura occidental se distinguen por dos características: nadie los ha leído y todo el mundo sabe cómo empiezan. ¿Quién no reconoce «Canta, diosa, la cólera de Aquiles» o «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme» o, por supuesto, «Un automóvil cruza la ciudad a gran velocidad... A través de sus ventanillas traseras, distinguimos el semblante decidido y enérgico de nuestro héroe...»? Bueno, pues algo parecido pasa con el Beowulf, cuyas primeras palabras tienen la resonancia solemne del génesis de la lengua inglesa: «Hwæt wē Gār-Dena in geār-dagum...» Que, como podréis imaginar, es algo completamente incomprensible para cualquier persona de habla inglesa contemporánea. Es por eso que Beowulf es una de esas obras que a la vez que son un cimiento cultural para toda una lengua, también son prácticamente desconocidas de forma directa y sólo se difunden a través de traducciones.

Y bueno, si hay algo que os puedo asegurar de primera mano es que cuando hay traducciones por medio, empiezan los conflictos.

El otro día una amiga me enviaba esta noticia. El titular podría traducirse por «¡Escuchad! La primera frase de Beowulf se ha malinterpretado durante 200 años». Su contenido viene a decir que el doctor George Walkden de la Universidad de Manchester argumenta que la célebre primera palabra del poema ha venido traduciéndose de forma equivocada por lo menos desde que en 1837 uno de los Hermanos Grimm (¡ni más ni menos!) metió la pata al interpretarla. La norma venía siendo traducir ese Hwæt como ¡escuchad!, ¡atented! o ¡estaos quietos un momento, coño!, una especie de interpelación que sirve para atraer la atención del público hacia la historia de los gloriosos daneses y sus reyes de los tiempos de antaño. En su lugar, el profesor Walkden propone que la entendamos como si dijera cómo supimos de los daneses y sus reyes de antaño. O algo así.

Puede parecer una minucia, una diferencia casi incomprensible si uno no ha desarrollado una cierta hipersensibilidad hacia los microdetalles filológicos que se debaten en los departamentos especializados, pero lo cierto es que Beowulf está hecho de palabras, y por tanto alterar su materia es alterar realmente la obra. Y cualquiera que se acerque a él ha de tener esto muy en cuenta.

La traducción canónica de Beowulf ahora mismo es la del poeta Seamus Heaney, premio Nobel de Literatura en 1995 y fallecido este mismo año, hace apenas unos meses. Es la que yo he utilizado como referencia para el tebeo que he hecho con David Rubín.


Seamus Heaney también le dio muchas vueltas a la traducción de la primera palabra del poema, y optó por algo que no es exactamente el tradicional Listen!, sino un lacónico So. Así, con punto y sin admiración. Una especie de Bueno. O Venga. Una cosa mucho más de andar por casa, que es tal vez algo chocante a la hora de poner en marcha la máquina épica más antigua de la lengua inglesa.

En la introducción a su Beowulf, Heaney da una fascinante explicación de cómo abordó el trabajo y lo que tuvo que asumir para llevarlo a cabo en un proceso de 35 años. Escribe: «Pero entre el momento en que uno siente que está preparado para abordar un tema y el verdadero momento en que se escribe la primera frase se produce siempre un hiato problemático. Por decirlo de otra manera: desde el punto de vista del escritor, las palabras de un poema necesitan lo que la poeta polaca Anna Swir llamó "el equivalente del derecho biológico a la vida"». Habiendo necesitado casi el mismo tiempo que Heaney para llevar a cabo este Beowulf en viñetas, le doy toda la razón. Es más: diría que casi todo lo que escribo tiene sus raíces en ideas muy antiguas, muchas de ellas de décadas, y algunas incluso me acompañan desde que puedo recordar. Han pasado mucho tiempo en mi cabeza hasta que han alcanzado el derecho biológico a la vida.

Pero al hablar específicamente de la traducción, Heaney expresa su preocupación por ser capaz de alcanzar el tono adecuado para trasladar el inglés antiguo al inglés contemporáneo. El poeta utiliza una metáfora deliciosa: «El empeño de convertirlo en inglés moderno me parecía semejante al empeño por demoler un megalito con un martillo de juguete». Heaney revela cómo finalmente encontró la clave volviendo sobre sus raíces familiares y su educación de irlandés católico, y cómo ese so viene directamente de la cocina de sus padres.

En cierta manera, ésa es la única forma de asumir una obra como el Beowulf, esa especie de megalito de palabras, inquebrantable e impermeable, y completamente incomprensible desde nuestra mentalidad moderna: convirtiéndolo en una experiencia íntima, familiar. Yo he tenido el privilegio de poder hacer eso, y de hacerlo a través de las imágenes de David, que son como una manera mística de descifrar ese lenguaje antiguo y desconocido y hacer que lo entendamos con nuestros ojos, pero manteniendo a la vez todo el misterio original en nuestro cerebro.

Lo único malo es que este nuevo descubrimiento, como me dijo mi amiga, «¡lo cambia todo!» De manera que, por supuesto, he tenido que reescribir todo nuestro Beowulf para acomodar la nueva interpretación del Hwæt, y David está dibujándolo otra vez todo desde el principio. Pero no os preocupéis, que va ya muy avanzado y yo creo que le da tiempo a llegar a las librerías este viernes. Sin problema.

lunes, 18 de noviembre de 2013

BEOWULF EN CARNE Y HUESO


Mi amigo Manuel Bartual me manda esta foto. Como maquetista y diseñador de Astiberri, ya ha recibido copias del Bewoulf desde la imprenta. Parece que todo ha salido como tenía que salir. El viernes podréis comprobarlo en persona en las mejores librerías de España.

BEOWULF THE WARRIOR



Esta semana sale a la venta Beowulf, el tebeo que he hecho con David Rubín, por si no os lo había contado todavía, y me vais a permitir que la convierta en «La Semana Beowulf en Mandorla», con descuentos en todos nuestros departamentos para espadas, yelmos, caballos con ricos jaeces y sanguinolentos brazos de monstruos. Así que de aquí al viernes 22 voy a hacer algunas entradas con curiosidades sobre el héroe geat y sus diferentes versiones e interpretaciones.

Como pieza histórica de la literatura inglesa que es, Beowulf ha sido motivo de inspiración para numerosas adaptaciones de todo tipo, y muchas de ellas en el formato de cuento infantil ilustrado. Ya he contado en otras ocasiones que fue una de esas versiones, la contenida en el libro Mitos y leyendas de Anne Terry White, ilustrado por los Provensen, la que introdujo Beowulf en mi vida a una muy temprana edad. No voy a insistir en ello, porque ya me explayé aquí.

Hace unas semanas, mientras buscaba viejas ediciones de Pertierra para Javier Olivares en una de las tiendas de antigüedades de la zona, tropecé por sorpresa con otra de esas versiones ilustradas para niños del poema. Un ejemplar en muy buen estado de Beowulf the Warrior, una versión publicada por la Oxford University Press de Londres en 1954 (aunque mi copia es de una reimpresión de 1975). El texto está adaptado por el novelista Ian Serraillier, autor de muchas otras versiones juveniles de clásicos de la literatura, y las ilustraciones son del belga Mark Severin.

Sólo por la portada ya merecía la pena: ese rojo y ese verde salvajes que quieren devorarse el uno al otro, y ese héroe simple y de mirada desquiciada, más que inflexible, tienen una fuerza abrumadora.

El interior tiene tiene un carácter delicado, casi de miniatura, con un trabajo intenso de rayado y una cierta cualidad decorativa antinaturalista que recuerda en cierta manera al trabajo de los Provensen en Mitos y leyendas, aunque sin color. Tal vez porque es una tendencia muy propia de la ilustración de los 50 y 60. Como dice Javier Olivares: nunca se acaban los grandes ilustradores de aquella época.

Me llama también la atención que Severin haya sido muy comedido en su utilización de motivos fantásticos, que son finalmente los que más fascinan a los niños. El dragón sólo aparece en una imagen, y Grendel y su Madre tampoco se pasean demasiado por sus páginas, aunque es memorable la ilustración en la que los guerreros geats vuelven a Héorot con la cabeza del monstruo. Un monstruo que, por cierto, la única vez en la que aparece representado tiene la apariencia porcina de un demonio medieval. Me gusta ese Grendel, casi me parece un simpático cascarrabias.

Los patrones geométricos basados en la naturaleza dominan toda la adaptación, con una especie de abstracción figurativa, y creo que uno de los mayores hallazgos en este sentido es el diseño de la armadura del propio Beowulf, tan estilizada que posee una modernidad eterna.

Beowulf the Warrior sigue todavía en imprenta, y si a alguno le interesa puede comprar una edición nueva.

Aquí os dejo unas muestras del Beowulf de Severin.










viernes, 15 de noviembre de 2013

PRIMER VISTAZO A LAS MENINAS


Astiberri ha publicado un adelanto de Las Meninas, la novela gráfica que estoy haciendo con Javier Olivares. En él podréis encontrar una breve presentación de la obra, que incluye ciertos datos de interés, como por ejemplo que la fecha prevista de salida es abril de 2014, y que ésta coincidirá con una exposición de originales que se presentará en el Museo ABC de Madrid. Sobre todas estas cuestiones, como os imaginaréis, iré dando la brasa conveniente y reiteradamente en el futuro. De momento, si alguien siente curiosidad por el tebeo en el avance también se puede encontrar un puñadito de páginas terminadas. Un primer vistazo.

AVANCE DE LAS MENINAS.

jueves, 14 de noviembre de 2013

¡YO TAMBIÉN PUEDO SER SOCIALMENTE ACEPTABLE!



El otro día, revisando mi colección de tebeos de Thor para la entrada que escribí sobre Thor: The Dark World, me tropecé con este anuncio (Thor #125, 1966). Una pequeña maravilla que ya incluye en tres viñetas toda la desmitifación, autoparodia y deconstrucción que han sido el gran argumento del cómic de superhéroes de los últimos 25 años como mínimo.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

EL MUNDO DE BEOWULF


«El regreso de Beowulf, un western con vikingos y monstruos» es como se titula el reportaje de José María Robles para El Mundo que ya se puede leer online. Con declaraciones de David Rubín y de servidor y un adelanto de las primeras páginas. Vamos abriendo bocaza, que queda poco más de una semana para tener el libro en las manos.

lunes, 11 de noviembre de 2013

NOSOTROS LOS ASGARDIANOS


El fin de semana pasado estuve viendo Thor: The Dark World (2013, Alan Taylor) y muy bien todo, muy divertida, me lo pasé en grande. Mejor que la primera (que todos modos a mí ya me gustaba, y me gusta más cada vez que la vuelvo a ver), más grandiosa y espectacular y a la vez más cómica. En la saga de Thor han sabido entender que para que un superhéroe funcione hoy en día tiene que contener su propia parodia, y en The Dark World ofrecen varias escenas de verdadero humor superheroico basado en el contraste entre lo épico del personaje (un dios del trueno, nada menos) y el entorno prosaico del mundo moderno. Un tipo de humor con el que estoy muy familiarizado como coautor de El Vecino. Es cierto que los fabricantes de franquicias superheroicas tienen que plantearse muy seriamente abandonar los finales con gran nave espacial/columna de fuego arrasando la ciudad, que ya está muy repetido (Los Vengadores, Man of Steel...) y que el final apocalíptico, al tener en este caso ambientación británica, me hizo pensar que lo que estaba viendo era un episodio de Doctor Who con un presupuesto demencial. Si hasta había un Doctor de por medio. Pero claro, puede que ahí esté parte del secreto de las pelis que está produciendo Marvel: en que son como grandes episodios de Doctor Who protagonizados por coloridos superhéroes. En todo caso, Thor: The Dark World supone una vuelta al tono adecuado después de la salida de madre que fue Iron Man 3, lo cual me hace pensar que gran parte del desvío de esa peli probablemente se debiera al excesivo peso que ha cobrado la estrella de Robert Downey Jr.

En Hooded Utilitarian hacen un comentario de Thor: The Dark World con el que simpatizo bastante, y que además hace una metalectura del conflicto argumental de la película que me parece diabólicamente inspirada, interpretando la batalla central como una lucha entre la soleada Marvel de Joss Whedon y la tétrica DC de Christopher Nolan.

En todo caso, yo lo que pretendía hacer aquí no era escribir una crítica de cine, sino simplemente reflexionar brevemente sobre un elemento que me llamó la atención, y que ha sido tal vez uno de los aspectos más polémicos entre los fans de la adaptación fílmica del Thor de los tebeos. Me refiero al casting de Idris Elba como Heimdall.

Vaya por delante que cuando decía más arriba que me parece que The Dark World supone una vuelta al tono adecuado no estoy haciendo ninguna valoración moral. Simplemente creo que el tono adecuado es el de mantener una escrupulosa y sólida fidelidad a los tebeos originales en los que se inspiran estas películas. Pero no porque sí, no porque yo sea lector de estos tebeos desde siempre y quiera verlos trasladados tal cual a la pantalla. Es que la experiencia me está demostrando que realmente cuanto más se apoyan en la fuente original, más interesantes y originales les salen las películas. En la industria del cine es muy típico que quieran comprarte el concepto para luego reelaborarlo desde cero como algo completamente distinto que funcione en el cine. Podría contar historias sobre las propuestas que nos han hecho a Pepo Pérez y a mí para adaptar El Vecino a la pantalla que lo dejan bien a las claras, pero en todo caso creo que es evidente que esto es lo que ha pasado históricamente con los superhéroes hasta tiempos muy recientes. En el caso de las películas de los estudios Marvel, sin embargo, y muy concretamente en las de Thor, hay una voluntad de reconstruir el concepto siguiendo fielmente la forma en que se ha desplegado en los tebeos.

Por ser más concretos: el Asgard del cine es glorioso, y es exactamente el Asgard que Jack Kirby dibujó siempre en los tebeos. Un Asgard hortera, chillón y brillante, una especie de Las Vegas cósmico sumido en un caos de magia tecnológica y tecnología mágica, donde se mezclan las espadas y los cañones de plasma, los caballos y los drakkars voladores. Donde nada tiene lógica ni sentido, y todo está unido únicamente por la fuerza de la mano del Padre de Todos Kirby. Su Asgard era un parque temático vikingo levantado por unos extraterrestres que hubieran observado la Tierra con un telescopio, y ésa es la sensación que transmite el Asgard de las películas, un universo Disney donde se han colapsado La Guerra de las Galaxias y El Señor de los Anillos.


Un drakkar volador en Journey Into Mystery #120, 
dibujado por Jack Kirby. En la película también salen, 
pero no he encontrado ninguna foto 
para ponerla aquí como comparación, 
tendréis que ir a verlo al cine, sorry.

De la segunda película a ésta hay algunos actores que han corrido mejor suerte que otros. Idris Elba (The Wire, Luther, Prometheus, Pacific Rim, Mandela), que allí tenía un papelito como Heimdall, el guardián de Bifrost, ha pasado de Secreto Mejor Guardado a Next Big Thing, lo que ha hecho que en esta segunda película tenga aún más papel. Con Idris Elba saltó la polémica ya en la primera película: ¿un asgardiano negro? ¿un dios nórdico afrobritánico? ¿Qué clase de decisión absurda era ésa y qué traición a la tradición de los cómics era ésa? ¿Hasta qué punto la dictadura de lo políticamente correcto podía llegar a intoxicar una obra de ficción?



Arriba, el Heimdall de Kirby. Debajo, el Heimdall de Elba.

Todo el mundo sabe que los asgardianos son dioses nórdicos escandinavos y rubios, completamente arios, ¿no?

Bueno, salvo Hogún el Hosco, claro.



Arriba, el Hogun de Kirby;
debajo, el Hogun de Tadanobu Asano.

Cuando leía los tebeos de Thor, siempre tuve la impresión de que Hogun era un mongol o un huno, aunque también era asgardiano. Supongo que eso es lo que pensamos todos, y por eso han elegido a un asiático para el papel.

De modo que para Lee y Kirby también podía haber asgardianos de otras razas.

Pero, ¿qué son exactamente los asgardianos? Odín dice expresamente en The Dark World que no son dioses, y si lo dice el Padre de Todos tiene que ser verdad. Son entonces una nación de superhombres cósmicos. Los habitantes de uno de los nueve reinos que componen la realidad. En las dos primeras películas de Thor, como en los tebeos de la Marvel, les hemos visto relacionarse con los habitantes de otros de esos reinos o naciones que componen la realidad. Principalmente con los habitantes de Midgard, la Tierra, pero también con los de Jotunheim (los Gigantes de Hielo) y con los de Svartalfheim (los Elfos Oscuros). La relación de los asgardianos con los terrestres ha sido de cooperación y hasta de paternalismo. Son nuestros protectores, y nosotros les ayudamos dentro de nuestras posibilidades. Con los Gigantes de Hielo y con los Elfos Oscuros las relaciones han sido más conflictivas. Más tendentes a la guerra abierta y el genocidio, por así decirlo.

Por lo que hemos podido ver, hay una diferencia bastante evidente entre los habitantes de Asgard y los habitantes de Jotunheim o Svartalfheim. En Asgard hay blancos, negros y asiáticos. En Jotunheim, todos los Gigantes del Hielo son iguales, como hechos en serie. Es un reino monorracial, cuyos habitantes parecen unidos en una especie de anónimo colectivo. Lo mismo puede decirse de los Elfos Oscuros de Svartalfheim. De todas las naciones de los Nueve Reinos, sólo los asgardianos son plurales.

Bueno, los asgardianos y los midgardianos.

Nosotros.

Creo que resulta bastante claro que los asgardianos somos «nosotros, los americanos», con nuestras complejidades internas y nuestra diversidad, enfrentados a un mundo de bloques monolíticos y sin fisuras que están dispuestos a abocarnos a la oscuridad. Un mundo de enemigos que funcionan como un gran colectivo formado por miembros intercambiables para enfrentarnos al cual sólo contamos con la ayuda de los aliados que comparten nuestro sistema y con los que somos compatibles (incluso románticamente): los humanos. Quizás la alegoría subyacente de la alianza transatlántica occidental quede incluso reforzada en este caso por la ambientación británica de esta segunda entrega.

Visto así, ¿es realmente el casting de Idris Elba como Heimdall una traición al original, o más bien el descubrimiento de una nueva capa con la que explotar aún más el potencial intrínseco del original? Yo apuesto por lo segundo. Y diría que ser fiel no consiste en mimetizar las características más evidentes de la fuente que adaptamos, sino en entender el verdadero funcionamiento de sus mecanismos secretos. Y os aseguro que a esto le he dado muchas vueltas mientras trabajaba en la adaptación de Beowulf con David Rubín.

¿Alguien duda de que este Asgard multirracial de Hollywood es realmente el que visualizaban Stan Lee y Jack Kirby? Aún diría más, el que visualizaba especialmente Jack Kirby, sin la influencia de Lee. Para resolver las dudas no hace falta más que echar un vistazo a la continuación natural del Thor de Marvel que Kirby practicó en DC con los New Gods, y descubrir a la fascinante figura del Black Racer:



Los dioses son de todos los colores.

MÁS EN MANDORLA:

La terapia del martillo: sobre la primera película de Thor.

Y sobre otras películas de Marvel:

Revenge of the nerds: Iron Man 2.
«Yo soy Tony Stark»: Iron Man 3.
Tan cerca de América, tan lejos de Kirby: Captain America: The First Avenger.
Primeras lecciones: X-Men: First Class.

No es de Marvel, pero lo añado como extra para quien necesite más:

BEOWULF EN FRANCIA

Ya falta menos para que Beowulf llegue a las librerías españolas... y también a las francesas. Astiberri ya ha anunciado que Casterman ha adquirido los derechos para la publicación en Francia del tebeo que hemos hecho David Rubín y yo.

David ya tiene varios libros publicados en el mercado francobelga (el último, su segundo volumen de Le héros, que estoy seguro de que va a triunfar a lo grande), pero para mí es el primero, así que me hace una ilusión especial. Y más ilusión todavía me hace que sea en Casterman, la editorial de Tintín, que es una de las tres patas sobre las que se levanta mi relación con los tebeos desde que era niño. Todavía no me creo que voy a estar en el mismo catálogo que Hergé. El libro aparecerá en 2014.

Confío en que no sea la única aventura internacional de Beowulf. Ya iré informando si hay otras novedades. De momento, no os olvidéis de que el 22 de noviembre Beowulf estará a la venta en España.

martes, 5 de noviembre de 2013

LOS MEJORES TEBEOS DEL MUNDO


Fantagraphics ha lanzado un kickstarter, y yo os animo a apoyarlo.

Los lectores de Mandorla saben que éste no es un blog dedicado a la actualidad, a las noticias ni a reenlazar cosas que se ven por otros sitios. Éste es un blog dedicado a... uh... a mí mismo como persona cuya vida gira en torno al cómic. Y es precisamente por eso por lo que llamo la atención sobre este kickstarter.

Como el mismo Gary Groth explica, Fantagraphics ha tenido un año muy difícil, principalmente por la muerte de uno de sus miembros fundadores, Kim Thompson, tal vez la persona que más ha hecho por introducir el cómic internacional en Estados Unidos. A esto se han añadido dificultades económicas que hacían peligrar el plan editorial para la primera mitad de 2014. Una de las posibles salidas que se ofrecían a la compañía de Seattle era la que parece el destino de toda empresa capitalista: entregarse a manos (y dineros) ajenos. Pero como ellos mismos dicen: We don't want to sell out, so we need you to buy in.

O dicho de otra manera, si hay que venderse, ¿qué mejor que hacerlo a los propios lectores?

Este kickstarter plantea así una cierta integración del crowdfunding en la normalidad del funcionamiento cotidiano. El objetivo no es financiar ningún proyecto extraordinario, el objetivo es sólo que todo siga funcionando con normalidad y que Fantagraphics pueda publicar los 39 libros que tiene previstos para la primavera del año que viene. Ojo con esos títulos, porque hay obras de Peter Bagge, Jaime Hernandez, Gilbert Hernandez, Olivier Schrauwen, Simon Hanselmann y Jim Woodring, entre otros, además de ediciones históricas de Charles Schulz, Hal Foster y Carl Barks, por mencionar algunos.

Pero, sinceramente, el motivo que tengo para apoyar este kickstarter no es tanto lo que vendrá como lo que me han dado ya. Lo que les debo, en suma. Como decía antes, hago este llamamiento porque este blog va sobre mí como historietista y como lector de tebeos, y lo que soy hoy en día tanto en una cosa como en la otra no lo sería si no llevara 30 años leyendo los cómics publicados por Fantagraphics. Sin The Comics Journal, sin los Hermanos Hernandez, sin Daniel Clowes, sin Chris Ware, y sin tantísimos otros. Siempre que cierra una empresa dedicada a la industria cultural decimos que se pierde algo irreparable, pero en algunas ocasiones es realmente verdad. Si Fantagraphics desapareciera, desaparecería una de las entidades que más han influido realmente en la cultura contemporánea, y no digamos en la visión del cómic moderno que tenemos en todo el mundo. No estoy exagerando nada. No creo que otros hubieran hecho lo mismo que han hecho ellos durante tantos años. No puedo imaginar cómo sería el cómic actual sin el esfuerzo continuado (obstinado, diría) de Gary Groth, Kim Thompson y su equipo durante este tiempo.

Por eso, por todo lo que les debo, siempre que Fantagraphics necesite ayuda y yo esté en disposición de prestársela, podrán contar con ella.

Y si tú estás leyendo Mandorla, imagino que sentirás al menos una cierta afinidad con el tipo de cómics que aquí suelo comentar, y eso probablemente te convertirá en público potencial de Fantagraphics. Si de todas maneras te vas a comprar uno, o dos, o tres de los libros que tienen previstos publicar el año que viene, ¿por qué no se los compras directamente a ellos a través del kickstarter en lugar de ahorrarte cuatro perras pidiéndoselos a amazon?

Pero date prisa, que muchas de las recompensas más jugosas ya están volando.