lunes, 30 de mayo de 2011

LA TERAPIA DEL MARTILLO


Hace unos diez años que leí El viaje del escritor (Ma Non Troppo, 2002), de Christopher Vogler, una de las personas que más ha influido en el cine de Hollywood que llevamos viendo los veinte últimos años y, por extensión, en prácticamente toda la ficción audiovisual que hemos consumido en tiempos recientes.

En los años 90, Vogler escribió un breve documento conocido como Guía práctica para el héroe de las mil caras de Joseph Campbell. El documento circuló ampliamente por los departamentos creativos de Hollywood y se convirtió en la guía y hasta el molde por el que la mayoría de los guionistas empezaron a escribir las películas a partir de ese momento. Casi cualquier blockbuster o película popular, desde Matrix hasta las de Píxar, sigue escrupulosamente (o lo intenta) el esquema de Vogler.

Vogler lo que hacía era aplicar las enseñanzas de El héroe de las mil caras (1949), de Joseph Campbell, al cine de Hollywood. Campbell hacía un análisis psicoanalítico comparado de las mitologías mundiales, buscando en sus elementos comunes aquellas verdades ocultas que podrían explicar su valor simbólico. Para Campbell, los aparentemente dispares y (muchas veces) disparatados mitos de todas las tribus y culturas del mundo tenían no solo una base compartida, sino una función esencial para el ser humano desde un punto de vista psicológico. Como él escribe: «Siempre ha sido función primaria de la mitología y el rito suplir los símbolos que hacen avanzar el espíritu humano, a fin de contrarrestar aquellas otras fantasías humanas constantes que tienden a atarlo al pasado». Simplificando, los mitos son formas simbólicas establecidas en una comunidad que ayudan a que sus miembros venzan en la batalla psicológica contra los demonios internos espirituales que tienden a hacernos caer en la melancolía, la desesperación o la pasividad. Vogler entendía que el cine actuaba como mitología moderna y que por tanto atendía a las mismas funciones y necesidades simbólicas, de modo que los esquemas de Campbell podían servirnos para entender mejor las películas y cómo funcionaban en un nivel profundo.

Por supuesto, Joseph Campbell ya era un estudioso muy popular en Estados Unidos antes de que Vogler escribiera su pequeño tratado. George Lucas había repetido muchas veces que fue una de las inspiraciones fundamentales para La guerra de las galaxias, e incluso había presentado una serie de televisión basada en la obra del estudioso, The Power of Myth. Sin embargo, Vogler causó un gran y renovado impacto porque supo explicar con meridiana claridad exactamente cuáles eran las etapas, funciones y personajes relevantes en la aplicación del «viaje del héroe» a la ficción audiovisual contemporánea. En 1998 amplió su breve tratado y lo publicó en forma de libro, y fue así como llegué a El viaje del escritor.

Durante algún tiempo, El viaje del escritor fue muy importante para mí. Es uno de esos libros que explica las cosas con tal sencillez y con tal precisión que no puedes evitar el asentimiento total. Después de leerlo, ya no vuelves a ver igual ninguna película. Es como si en vez de ver lo que ven tus ojos estuvieras viendo todo el tiempo lo que hay debajo. Ya no ves el escenario, ves la tramoya, y no puedes evitarlo: has perdido la inocencia para siempre. Después de leer a Vogler, solo podía reconocer el viaje del héroe por todas partes. Pero no solo, obviamente, en las películas heroicas, sino también en las demás. Daba lo mismo una película de Robert Zemeckis que una de David Lynch, o incluso de Rossellini. Si las pasabas por el descodificador, todas eran lo mismo.

Hoy en día ya no siento tanto interés por los manuales de guión y los análisis de historias, pero aún así, sigo recomendando El viaje del escritor cuando alguien tiene alguna duda para resolver un argumento o salir de una escena donde se ha atascado. Creo que seguir a pies juntillas el esquema de Vogler produce historias sin alma, formulaicas. Y él también lo creía: en el prefacio de El viaje del escritor advierte sobre el peligro de caer en esto. El problema es que un método de análisis te puede servir para entender cómo funciona un objeto de estudio dado: una película, un guión. Pero si el método de análisis es la base sobre la que construimos un objeto, entonces este se convertirá solo en un discurso expositivo de una teoría previa. Es decir, un artefacto sin vida y sin alma, que es exactamente lo contrario de lo que pretenden ser los mitos. A pesar de ese peligro, conocer todos estos mecanismos es extraordinariamente útil desde el punto de vista práctico para cualquiera que esté intentando escribir una historia. Hay que conocer perfectamente el terreno para saber cuándo debemos seguir el camino marcado y cuándo podemos apartarnos del mismo y explorar el territorio virgen. Y, como veis, además parece imposible escapar de la metáfora del viaje cuando escribimos sobre historias.

Desde que descubrí el método Vogler, invariablemente he descubierto que, una y otra vez, el punto donde tienen más problemas todos los escritores -inéditos o publicados; esto es algo que se percibe cuando te pasan una sinopsis de dos folios para una novela gráfica o cuando estás en el cine viendo una película de 200 millones de dólares- es el punto más crucial de la película: la odisea (el calvario), también llamado ordeal. Ese es el momento en el que el héroe se convierte en héroe, y, contrariamente a lo que mucha gente suele creer, no coincide con el final de la película, sino con su momento intermedio exacto. Grosso modo, el guión debería dividirse en tres grandes bloques: primer acto, segundo acto y tercer acto. El primer y el tercer acto, en un ideal de equilibrio, deberían sumar entre ambos la misma extensión que el segundo. Es decir, el segundo es tan largo como todo el resto de la película junta, y eso hace que mucha gente lo considere dividido a su vez en dos subactos (por eso hay gente que habla de cuatro actos, no de tres). El primer acto es la partida del viaje: la presentación de los personajes, el mundo y el conflicto a resolver, y la motivación para emprender el viaje por parte del (reticente) héroe. El tercer acto es el regreso a casa con lo que Vogler llama «el elixir», la solución mágica a los problemas de la comunidad que provocaron la partida del héroe en el primer acto. Entonces, ¿qué es lo que pasa en el segundo acto? Que el héroe consigue el elixir, que el héroe se convierte en héroe y se dota de los poderes y capacidades de salvar a su pueblo. ¿Y cómo lo consigue? Enfrentándose a su mayor desafío, su mayor miedo, su doble tenebroso, su sombra, y venciéndolo. Ese momento se produce exactamente en la mitad del segundo acto y supone una muerte simbólica del héroe, y su posterior renacimiento. Es el momento más oscuro, el de mayor desesperación. Si fuéramos cínicos y quisiéramos contar una historia antimítica, sin valor psicológico, la historia acabaría ahí, con la muerte del héroe, sin obtener el elixir, sin volver a casa, sin salvar al pueblo. Pero la historia nunca acaba ahí, el héroe siempre se levanta y, ya en otro nivel, vuelve para salvarnos y darnos aquello que necesitamos de la historia que estamos viendo, leyendo o escuchando.

Sin embargo, es fácil matar a un héroe (simbólicamente o no), pero no es tan fácil resucitarlo y devolverlo a la batalla. Es por eso que tantas películas nos gustan durante «la primera hora» y luego se nos vienen abajo. Se detienen, pierden impulso, de pronto parece que ya nada tiene sentido y que a partir de cierto momento todo es gratuito y los acontecimientos se precipitan sin fuerza ni consecuencia alguna hacia un final que es más un término que una conclusión. En ese momento, podemos sospechar que los guionistas no han sabido resolver el calvario.

Esto es algo que me parece fascinante. No voy a entrar a cuestionar este tipo de historias o este tipo de cine. Hoy en día creo que hay muchas cosas distintas que contar y que no todas tienen que adherirse estrictamente al viaje del héroe. Pero eso no quiere decir que no puedan seguir contándose historias que sigan con toda ortodoxia el viaje del héroe y que este no siga siendo un planteamiento válido para dotar de sentido -que no de contenido- a grandiosos artefactos audiovisuales llenos de efectos especiales que necesitan la excusa de una historia para que los aceptemos como una experiencia narrativa y no solo audiovisual. A lo que iba: yo no voy a ver Thor porque quiera ver una historia sorprendente, original y que me deje perturbado. Voy a ver Thor porque quiero ver a dioses asgardianos dándose de hostias en mundos fantásticos, y para sostener eso durante dos horas de espectáculo, necesito una historia sencilla, conocida y eficaz. Un cuento que me han contado mil veces, pero que sea lo bastante robusto como para sostener lo que de verdad importa: las hostias en 3D. No pido nada más que eso. Es más: creo que una película como Thor con un guión extraordinariamente original y subversivo sería un fracaso (artístico) absoluto. No es eso lo que toca.

Lo que no entiendo es que sea un fracaso (artístico) absoluto cuando solo tiene que ser convencional.

Es decir, millones de dólares invertidos en tecnología audiovisual que hasta hace dos días no existía y que funciona fantásticamente se van al garete porque parece ser que no hay profesionales capaces de hacer algo que lleva décadas haciéndose con plantilla (desde Vogler) y siglos intuitivamente (desde las fogatas), y para lo cual solo necesitas la tecnología de un papel y un bolígrafo. Hoy no estamos aquí para quejarnos de que se hagan películas con fórmula, hoy estamos aquí para decir que ya ni siquiera las fórmulas se saben aplicar correctamente.

El ordeal o calvario de Thor en su película se produce entre el momento en que Thor no es capaz de levantar su martillo hasta el momento en que el martillo se le levanta solo.

La metáfora parece bastante transparente.

Y, en efecto, hoy en día la mayor parte de las películas de Hollywood se han convertido en herramientas de autoayuda para una población que lleva décadas presa del psicoanálisis y que nos transmite su neurosis al resto de occidente. El viaje del héroe repetido de forma más expresa en el cine reciente es el viaje del hombre blanco maduro que ha perdido las cualidades humanas apropiadas y se ha convertido en una persona arrogante, egoísta, iracunda y/o insolidaria y que a través de las peripecias de la película aprende a convertirse en mejor persona. En resumidas cuentas: el hombre blanco amo del mundo que se siente culpable por ser el amo del mundo.

En el caso de Thor, el dios del trueno acumula todos esos feos rasgos de carácter (y además, es violento), y por eso pierde su condición divina y se sume en su calvario. Hasta ahí, aunque sea simple, el argumento se puede aceptar. El problema es, como suele ser, la manera de resolverlo. Thor parece aceptar inmediatamente toda su culpa -como un alcohólico en proceso de recuperación paso a paso- y se humaniza siendo más majete y recogiendo los platos de la comida. Inmediatamente, llega el Destructor a la Tierra y nuestro héroe, sin buscar otras alternativas, decide sacrificarse ante él por los demás, obteniendo así la redención y volviendo a su condición natural de dios, pero siendo mejor persona. A partir de ahí, ya solo quedan flecos, el mecánico regreso a casa y aplastamiento del villano. No hay nada más que resolver, porque todo se ha resuelto ya, y lo peor es que nada nos importa porque hemos visto que era todo una farsa: en realidad no se ha resuelto nada.

El héroe debe levantarse a través de acontecimientos, no solo porque haga examen de conciencia. O porque reciba una arenga que le «haga reaccionar», como sucedía por ejemplo en Spiderman 2, donde Peter Parker perdía sus poderes por una crisis de fe y los recuperaba porque su tía May le soltaba un discurso inspirador gracias al cual superaba su depresión. (Salvo por esto, debo decir que Spiderman 2 es una de mis películas de superhéroes favoritas; fantásticas las batallas con Octopus).

Creo que el problema viene, en gran medida, de este deslizamiento de la ficción hacia la terapia, que cada vez es más expreso, desde las comedias tipo Una terapia peligrosa (los títulos españoles siempre desnudan a las películas americanas) o Mejor... imposible hasta las películas de superhéroes para todos los públicos. Campbell, efectivamente, veía en los mitos los recursos simbólicos necesarios para equilibrar nuestra psique, pero una traslación literal de estas funciones al tejido de la ficción la convierte en una mera sesión de psicoanalista que se da por buena si, simplemente, nos han repetido los cuatro principios de autoayuda que nos ayudarán a mejorar como personas. Porque, efectivamente, si mejoramos nuestra conducta, mejoraremos nuestra mentalidad, y con eso mejoraremos nuestra vida y la de los demás y todos seremos más felices. Y eso está en nuestra mano, depende única y exclusivamente de nuestra voluntad. Si queremos, podemos. Y mediante este salto del mito a la terapia, acabamos aceptando que nuestra responsabilidad individual es también una responsabilidad civil. No cambies el mundo, no cambies las condiciones socioeconómicas, acéptalo tal y como es, intégrate, equilíbrate. Evita la política. Ningún acontecimiento externo te va a hacer sentir mejor, la revolución tiene que ser interior. Un discurso, una reflexión, una toma de conciencia bastan para cambiarte a ti mismo y para cambiar tu mundo.

Acepta la terapia.

Asiente.

Y el martillo se levantará solo, ingrávido, y volverás a ser tú mismo, con todo tu poder.

53 comentarios:

gerardo dijo...

Joder, Santiago, brillante. Vi Thor el sábado pasado y no me gustó nada, me pareció carente de épica y aburridilla. Y es por lo que comentas, tienes toda la razón. Eso es la base de la peli, por eso es fallida. Luego están los detallitos, claro, el cásting, algunos diálogos, la historia de ¿amor?, las alusiones a i-pods y facebook forzadísimas para que se vea que la peli es muy moderna... Pero al final es tan sencillo como no saber aplicar una fórmula.

Octavio B. (señor punch) dijo...

muy interesante y sin dejar de darte la razón en la descompensación absoluta que desinfla al producto, creo que tu análisis se centra, con brillantez, en el contenido/guión/esquema-de-la-narración, pero obvia la zona fuerte de Brannagh, la del realizador, el escenógrafo que es capaz de montar un perfecto circo kitch (claro que sí, en la "zona asgard" solamente, pero ahí está para solaz y esparcimiento). Y ese desaforo visual y compositivo (hablo del montaje, del uso épico del 3D, etc) a la hora de narrar la andanada de martillazos. Tmpoco creo despreciables esos conflictos Padre/Hijo (que podrían dar para mucho, muchísimo más, pero creo qeu en la pincelada que podemos ver está la mano del director shakesperiano)
Creo que Brannagh, con los mimbres que le dan y con las órdenes restrictivas que le ofrecen para trabajar en un blockbuster, saca oro de donde puede, que no es todo el metraje. En este sentido, ¿por qué resulta un realizador mucho más plano en cuanto nos baja al dios a la tierra? porque ahí ya no hay nada que cortar: como muy bien explicas supone el naufragio de la empresa... y con todo, por lo bueno que ofreció , y si no recuerdo mal porque se recupera en el fin de fiesta, pues Thor me ha entretenido. Bastante.

max dijo...

Bravo, Santiago, brillante análisis de los mecanismos de la ficción. En mi opinión Campbell se hizo popular a base de tomar a Jung y desnudarlo de todo misterio. Y por eso es ahí donde falla Hollywood, y también muchos tebeos: la aplicación mecánica de las fórmulas mitológicas no lleva más que al aburrimiento más soberano. La ordalía del héroe, su muerte simbólica, tiene que pasar necesariamente por algo demasiado terrible y demasiado oscuro para ser enunciado. Llámalo -solo por aproximación- caos, demencia, vacío... Ningún guionista mediocre puede transmitir eso.
Si no transmites eso, todo se vuelve banal, artificio y mentirijilla.

Octavio B. (señor punch) dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Octavio B. (señor punch) dijo...

por cierto, entro por actualización de comentarios y al leerme de refilón... Branagh, sin doble N,que es en el nombre propio Kenneth... lapsus

Simon dijo...

Haréis que al final me vea la película (no la he visto, así que lo que viene a partir de aquí es algo tangencial).

Dicho lo cual... me gustaría aportar un matiz sobre la reflexión final. Yo sí creo que cualquier "revolución" o cambio pasa primero por una revolución interior,y que los mitos precisamente están allí para ayudar al individuo que pasa por ese trance a no desfallecer. Lo que tú destacas sobre Campbell, vaya. O lo que de algún modo se propone Morrison con sus Invisibles, ya que mencionas a Matrix. El avance, sea psicológico o social, implica romper la homeostasis para dar salida a tensiones que ya no se pueden contener ni reprimir.

El problema es asociar introspección o espiritualidad con indulgencia, esa pasividad zen que tiene mucho de masoquismo encubierto, y que parece potenciado en la cultura popular de forma vomitiva. Ésa es mi impresión, al menos. Creo que en esas historias no se muestra un cambio interior real del personaje, sólo una imposición externa de una cierta conducta que mágicamente mejora el ánimo de la persona. No he visto Thor, pero por lo que me describes, lo verdaderamente revolucionario, para mí, hubiera sido que Thor descubriera de qué le venía toda esa frustración y agresividad y decidir qué hacer con todo ello (que, en cualquier caso y llegados a ese punto, seguro que no será reprimirlo detrás de una máscara de sonrisas y buenos modales).

En fin, disculpen la intromisión. Es un tema que me obsesiona, creo que ya desde infante, cuando veía algún anime en que te recomendaban sonreír cuando estabas triste (!). En vez de entender la conducta como síntoma de la mente, se pretende lo contrario. Me parece que Campbell se tiraría de los pelos.

Santiago García dijo...

Gracias a todos por los comentarios. Gerardo y Octavio, que os centráis más en la película: quiero que quede claro que mi intención no ha sido hacer una reseña de la película. Para que conste, tiene elementos sueltos que me gustan y lo pasé bien a ratos, no es el horror. De lo que me interesaba plantearme aquí era por qué, teniendo esos mimbres, el cesto no acababa de armarse, y creo que eso tiene mucho que ver con el tratamiento de la historia que, además, se repite constantemente en las películas de superhéroes y muchos otros blockbusters de Hollywood. Claro que se podría haber hablado de muchas otras cosas, pero hoy era esto lo que me interesaba.

Max: no me atrevo a entrar en el tema jungiano, aunque sospecho que tienes razón. Por eso creo que el origen de toda historia, de todo cómic y película, tiene que ser principalmente un estado emocional. Y un estado emocional intenso y, preferiblemente, incomprensible, que el autor intente resolver un tanto a ciegas, y que eso es lo que debe finalmente ser el motor de lo que se transmite a la página o a la pantalla. Los análisis deben ser a posteriori, y no previos. El oficio es bueno para armar el trabajo sobre la marcha, pero nunca debe de ser lo único que lo sostenga, o se cae en el tópico. Se me ocurre ahora un autor que siempre ha empezado por la teoría y ha acabado por la práctica: Scott McCloud. Su Zot!, por ejemplo, es como un ejercicio de puesta en práctica de los arquetipos jungianos.

Simon Fun: estoy completamente de acuerdo con lo que dices. Espero que se entienda que en ningún momento lo que digo se contradice con lo que planteas tú. Estamos hablando de usos de los mitos, y lo que quiero decir al final es que en tiempos recientes se está haciendo un uso excesivamente deliberado y terapéutico del esquema del viaje del héroe, que además tiene como consecuencia un apoliticismo para mí nada inocente. El viaje del héroe no lo inventaron ni Vogler ni Campbell, y ha estado en prácticamente todas las películas de Hollywood del siglo XX. Pero desde que Vogler hizo su tratado, parece que se escribe con el manual en la mano, y eso ha ido debilitando la fórmula, en mi opinión.

Sin haber visto la película, apuntas un detalle interesante. Thor se plantea como un carácter imperfecto, rabioso e iracundo (un retrato muy típico que vemos en muchas películas recientes) que debe perfeccionarse, suavizándose y humanizándose, para alcanzar su verdadero potencial. Pero, como muy bien preguntas: ¿de dónde viene esa rabia? De ningún sitio. Thor no tiene ningún complejo ni trauma previo: es un vikingo libre, feliz, jubiloso, un macho alfa en plena posesión de su poder. Entonces, se supone que el comportamiento en sí es "erróneo" y debe ser corregido para amoldarse a las normas de la civilización humana. No sé si me explico y si esto te encaja con lo que venías a decir.

gerardo dijo...

Sí, sí, Santiago, queda claro, sólo que sin ser una reseña creo que haces un análisis muy lúcido de la película... de un aspecto de ella, al menos, que creo que es el central. A mí tampoco me ha parecido un horror, la verdad. Aburridilla, plana. Arranca muy bien, y como dice Octavio, Asgard es una delicia. Pero luego es quitarle el martillo a Thor... y buf. En todo caso aquí el camino del héroe, el proceso de aprendizaje, es muy de chichinabo. Se supone que cambia por influencia de Jane Foster, pero está muy mal llevado, es completamente inverosímil. Y bueno, como dices, tampoco es que Thor antes fuera un cabronías, vamos, que yo creo que el sacrificio que hace al final lo habría hecho también al principio. Lo único que aprende es que si no obedece a su padre se queda sin postre, en definitiva.

PS: Palabra de verificación: ¡"santi"!

Octavio B. (señor punch) dijo...

sí, la peli es un punto de partida en tu post, pero bueno, que yo me quedé muy a gustito con ella al menos en cierto grado, así que lo suelto :)

Octavio B. (señor punch) dijo...

mmm, antes de irme, sobre el héroe, me viene a la cabeza (vale, tenemos a Rubín reciente, pero...) Miller, especialmente el de Sin City. QUé diferente FM de este tipo de Hollywood, ¿eh? Y qué curioso que tan a menudo y rápido se tacha a Miller de Facha y sin embargo se pasa por este tipo de blockbusters sin preguntarse dos veces si...

Santiago García dijo...

Octavio, te das cuenta de que acabas de encender la Peposeñal, ¿verdad?

Octavio B. (señor punch) dijo...

jajajaja!!!!

Joaquín Ágreda Yécora dijo...

Una reflexión muy interesante, Santiago. Creo que pones el dedo en la llaga al detectar el punto débil de tantas películas de corte heroico en los últimos tiempos: la regeneración del personaje principal. Ese automatismo, sin esfuerzo ni coste alguno, que le permite levantarse y trascender, así, sin más, su vieja naturaleza y convertirse en redentor de su mundo. Muy atinado.
Respecto a Vogler, no lo he leído, aunque he leído sobre su libro. De esas referencias interpreto que Vogler convierte en fórmula lo que en Campbell es una reducción consciente de un material que el antropólogo reconoce como muy rico, e insondable, mucho más amplio y anterior que la producción de Hollywood desde los años 70.
Max: no creo que Campbell reste misterio a Jung. Es que Jung, hasta quizá su último libro “El Hombre y sus Símbolos”, es indescifrable por voluntad propia. Campbell es más legible, pero también conjuga ciencia con un profundo asombro, a veces arrebatado, hacia lo misterioso. Quizá eso lo hizo más “popular”.
“El Héroe de las Mil Caras” es un corolario de una obra de Campbell mucho más extensa y profunda, de proporciones épicas en tamaño físico y ambición antropológica, que se llama “Las Máscaras de Dios”. En ella repasa y analiza al detalle, pero con visión de conjunto, la mayor parte de las mitologías humanas desde la prehistoria hasta James Joyce y Thomas Mann, a partir de las evidencias arqueológicas, antropológicas y psicológicas presentes en su época. Si en “las Máscaras” se explaya en lo que de diverso tienen los relatos culturales de toda época, en “El Héroe” recoge velas y se centra en sus aspectos comunes. De ahí surge su teoría del Monomito. Y una de las cosas que parece obviar Vogler (según me dicen) es que ese esquema circular no es para Campbell un resumen exacto de los grandes mitos. Es decir, que muchas historias mitológicas, muchísimas, no siguen todos esos pasos ni terminan con la victoria del héroe, ni con la obtención del elixir ni con el matrimonio sagrado. Es decir, que no siempre (quizás pocas veces) el final es feliz. Que la aventura tiene un coste terrible para el héroe (dentro de los mitos griegos, Sísifo o Prometeo ejemplificarían este hecho), y que muchas veces el resultado es la muerte o algo peor. Los mitos no generan esperanza sólo a través del Happy Ending, sino también y sobre todo, a partir del fracaso absoluto. Y eso es lo que no termina de captar Hollywood, ni nosotros, su público.

Santiago García dijo...

Muy acertado lo que dices, Joaquín. Tal vez el problema de aplicar la "fórmula Vogler" en Hollywood empiece por el hecho de que lo que él hace a partir de Campbell es, en efecto, un "resumen", y un resumen contiene los rasgos comunes, pero los rasgos comunes de un conjunto no están presentes en todos sus miembros a la vez. O sea, que en estas películas de Hollywood vemos repetirse una y otra vez el mismo mito, y no una diversidad de los mismos.

Y también haces bien en sacar a colación el tema de la muerte, porque si entendí bien a Campbell en su día (hace años que me leí "Las máscaras del héroe"), una de las funciones principales del mito era precisamente prepararnos para la muerte, y de ahí las muertes simbólicas.

En fin, esto del mito es fascinante, un tema tan viejo y tan inagotable, ¿eh?

Simon dijo...

Santiago: Sí, ya imaginaba que tirabas por ahí. Supongo que lo del héroe apolítico es algo "normal"; en estos tiempos es difícil relacionar a un defensor del status quo y pintarlo con una bondad real y valerosa, no como una máscara superficial.

En esto no tengo más que señalar dos mangas shonen que se están comiendo el terreno de los superhéroes en esto de las mitologías populares: One Piece está protagonizado por piratas, cuyos enemigos son, aparte de bandas rivales, el propio gobierno del mundo entero (ahí es nada). Y en Naruto, cuyo planteamiento inicial es una versión romántica y fantástica de relatos ninja, la maduración del protagonista pasa por comprender que, de querer ser un héroe, deberá refundar el sistema en el que vive para que exista algo de paz verdadera.

Creo que en parte si estos dos tebeos tienen tanto éxito es por eso, porque han recolocado a los héroes en un sitio donde puedan volver a tener fuerza mítica. Enlazando con lo que decía Octavio, es lo mismo que hace Frank Miller, pero donde éste hace tragedia (me viene a la mente el hermoso sacrificio de Hartigan), aquellos hacen épica...

Pepo Pérez dijo...

Es lo que tiene hacer visible el sentido profundo, como hizo Campbell con la imprescindible colaboración de Vogler. En nuestra sociedad la industria cultural, los medios, inmediatamente lo banalizan, lo convierten en fórmula. En un simulacro para ser exactos, que deja de tener el sentido original y se convierte en un artefacto sin vida.

En Thor sucede todo lo que dices a partir del "ordeal", y por eso ahí flaquea la peli, aunque remonte al final gracias sobre todo a las imágenes. Lo que no había captado yo es la separación de la "revolución" individual de la revolución o transformación social (para eliminar por completo esta última), pero tienes razón. Se están quedando del mito heroico sólo lo que les interesa, el cambio individual pero no social. Un cambio además, como dices, impostado, que no viene de dentro del héroe sino "de fuera", y que resulta ser un cambio nada problemático sino totalmente integrador. Como quien se toma el Prozac y sigue los consejos del terapeuta, vaya. Autoayuda, como muy bien dices.

Joaquín Ágreda Yécora dijo...

Pepo: es lo que ciertos historiadores de la psicología llaman "derecha" e "izquierda" psicoanalítica, dependiendo si el énfasis del psicólogo está en cambiar la psique del individuo enfermo para integrarlo "sano" en el cuerpo social o, por el contrario, en cambiar una sociedad enferma para que integre a un mayor número de miembros sin devorarlos.

Pepo Pérez dijo...

Joaquín tiene razón, Vogler no es Campbell. Vogler parte de Campbell, por supuesto, pero lo usa para trabar un "argumento cerrado y completo" que no estaba en Campbell sino de manera dispersa y fragmentada. Vogler encaja los principales símbolos destacados por Campbell en un patrón lineal aplicable a la escaleta del guión de una película, y por eso tiene tantísimo éxito en Hollywood.

Sobre la transformación individual (verdadera, auténtica) como preludio a la transformación social es algo que está en los autores contemporáneos que realmente entienden el mito heroico y saben aplicarlo si es que les interesa contar este tipo de relatos. Uno de ellos es, aunque tal vez pueda sorprender esta afirmación viniendo de mí, es Miller, en efecto. Su gracia es que entendiendo plenamente los símbolos del "viaje" heroico, los aplica justo al revés que tantas pelis formulaicas: disfrazándolos con una superficie contradictoria, la "armadura sucia" a la que se refiere en sus héroes, y con ello consiguiendo enterrar de nuevo el sentido profundo de las metáforas. Como debe ser si es que quieres que la metáfora funcione, claro. No explicarla sino ocultarla.

Casi toda la obra de Miller está atravesada por el deseo de remitificar esa transformación individual, pero no quedarse en ella sino -siguiendo a Campbell- usar la capacidad, el conocimiento adquiridos en ella como puente para la transformación social. El regreso a la comunidad para ayudarla con los dones recibidos en la transformación. Por poner un solo ejemplo que tengo entre manos, el DK2 cuenta básicamente la historia de una transformación individual, la de Superman: de agente del orden establecido a agente de la revolución social. Una tranformación que le cuesta sangre, sudor y lágrimas, pues no ha recibido más palos en toda su vida que en esta historia. Al final comprende, gracias por cierto a la ayuda de dos mujeres más fuertes que él, Wonder Woman y la hija de ambos.

Una vez que ha comprendido que Batman tenía razón, el Superman transformado se aplica a ayudar a la revolución que quiere acabar con la tiranía del villano corporativo (el capital) oculto tras un presidente virtual, claramente inspirado por Bush Jr. Y esto ni más ni menos fue entendido por no pocos como "otra apología más" del "fascismo" en Miller.
Pero en realidad está bien que el sentido aparezca tan oculto que pueda causar semejante confusión. Así es más efectivo. Como éxito artístico y como llamada metafórica "a los corazones valientes".

Joaquín Ágreda Yécora dijo...

Sobre la banalización de la que habla Pepo: La Guerra de las Galaxias ha tenido resonancias personales intensas para varias generaciones de espectadores de todo el mundo, y su lectura como canon a mimetizar, por ejemplo, en Eragón no consiguió sobrevivivir a su campaña publicitaria en la temporada de estreno. Eragon copia una estructura para entonces clásica, mientras que La Guerra de las Galaxias fue una propuesta arriesgada totalmente contraria al cine de éxito que se hacía hasta 1977.

Santiago García dijo...

Es que La Guerra de las Galaxias no es un producto del método Vogler, sino más bien todo lo contrario, un inspirador. El propio Vogler lo cuenta en "El viaje del escritor", que mientras la veía por vez primera iba descubriendo el mito.

Fantásticas aportaciones, por cierto. Lo de Naruto me ha dejado desconcertado, Simon. Yo me pillé los primeros episodios, ahora me quedo pensando que tal vez debería haber continuado.

Y con lo de Superman en Dark Knight 2, completamente de acuerdo, Pepo. No podría explicarlo mejor.

Pepo Pérez dijo...

El imperio contrataca siempre me ha parecido una peli rara de cojones. Porque, en vez de contar una "historia completa", cuenta el "segundo acto" del viaje del héroe. Y termina justo en el ordeal o calvario, el momento más arriesgado para dejar en suspenso la historia. A mí es la que más me gusta con diferencia. Es casi experimental.

TEBEOBIEN dijo...

Estos últimos comentarios (gracias, Joaquín, Pepo), me han ayudado a poner en orden mis ideas. El asunto estriba en quién, como autor, entiende la auténtica dimensión del Viaje Heroico y quién no. Para Hollywood, es muy sencillo enmascarar el auténtico significado subyacente del mito (que no deja de ser revolucionario, no sólo personalmente, claro, también socialmente). Y esto es así porque Campbell, sí, es jungiano, pero quién se la puso realmente dura fue Frazer y ‘La rama dorada’. Y Frazer era católico. Como Campbell. Quiero decir, que la asunción del mito del héroe a través de una ‘trazabilidad religiosa’ nos conduce a películas como ‘Avatar’, que es profundamente cristiana (por tanto revolucionaria), tanto que propone una vuelta al Edén original, en sentido literal. El ‘mal del libro de autoayuda’ denota no tanto una conspiración pro-establishment asentada en Hollywood (que oye, también), como la torpeza-ceguera de artistas asalariados por un sistema que no permite veleidades ‘librepensadoras’, que ya sabemos dónde conducen. Comunistas!

TEBEOBIEN dijo...

y si, cameron 'es' hollywood, pero hace lo que le sale de los cojones, etc.

TEBEOBIEN dijo...

ah, una cosa más que se me ha venido a la cabeza: en 'avatar', cristo-sully encabeza una rebelión de 'hombres libres' para derrocar al invasor, en 'el rey león' cristo-simba derroca al usurpador para volver al viejo orden: él es el rey (y león, tras ser el cordero, menudo evangelio con funny animals). dos maneras diametralmente opuestas de entender la raíz del mito!

Pepo Pérez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mikel dijo...

Estupendo el post, Santiago! Y todos los comentarios, muy interesantes, saludos a todo el mundo!

David dijo...

Como dice Mikel, buena entrada y buenos comentarios (aunque no los he leído todos), pero este me ha parecido tremendo:
"Octavio, te das cuenta de que acabas de encender la Peposeñal, ¿verdad?"
Qué risas!
Un saludo a todos.

Simon dijo...

Jaja, bueno, es que Naruto se toma su tiempo para ir distanciándose de lo formulaico. El protagonista descubre su verdadero papel (un chaval destinado a destruir o redimir el sistema de los ninja) en una saga muy tardía, alrededor del capítulo 370 en adelante (hasta la saga de Pain), pero una vez que aparece esta idea, reescribe la percepción de todo el manga y especialmente la figura de Sasuke, convertido casi como en el resultado lógico de un sistema tan altamente militarizado.

TEBEOBIEN dijo...

'el hombre tranquilo', cojones, 'el hombre tranquilo' sí que es el ejemplo molón que rumiaba ya ayer en la cama antes de dormir!
ahí si que el reencuentro del héroe consigo mismo provoca una revolución social (nivel innisfree, pero revolución, al cabo)! y además, como se deben hacer las cosas en medios visuales, enseñando, sin hablar.
además, a través del amor, ahí, con dos cojones.

TEBEOBIEN dijo...

buenos días, por cierto!

Santiago García dijo...

Hombre, Tebeobien, me alegro de que hayas sacado a colación "El hombre tranquilo" porque precisamente aprovechando la visita de David, que sé que tiene un conocimiento enciclopédico del cine clásico americano (os recomiendo mucho visitar su blog http://safarinocturno.blogspot.com/), iba a preguntarle por la interpretación del "ordeal" en aquellas películas. Que estoy seguro de que en su mayoría verbalizaban menos y actuaban más.

¡Simon, supongo que te das cuenta de que ese "alrededor del capítulo 370" es de lo más disuasorio! La verdad es que el cómic a veces es para los muy fans...

Mikel, es un honor. Señores: Mikel es la principal autoridad española en temas asgardianos y relacionados con Thor. Visitad su blog (http://rodeadodepapel.blogspot.com/), sobre todo tipo de manifestaciones culturales, donde podéis encontrar, entre otras cosas, abundante información sobre el Dios del Trueno y su película.

Mikel dijo...

Jajaja! Gracias Santiago, pero estás exagerando un poco! De todas maneras te agradezco la propaganda; ya te habrías imaginado que, por citar, "habías encendido la Thor-señal", jaja!

David dijo...

Oye, yo de conocimiento enciclopédico, nada... no engañes al personal (ja,ja). Pero gracias por la recomendación.
Mi opinión sobre lo que apuntas.
Bueno, yo no he leído el libro de Campbell, ni tampoco el de Vogler. Leí ayer el Memo cuando me leí tu entrada... y bueno, no voy a discutir que esto puede alargarse mucho, pero cuando comentaste que encontrabas lo del héroe hasta en las pelis de Rossellini... Es que antes que Campbell, Georges Polti ya dijo que había 36 situaciones dramáticas, no más (variaciones y vueltas sobre ellas que queramos dar). En una página de guionistas que solía visitar comentaban que era bueno tener otras estructuras de guión aparte de la de Campbell, porque los ejecutivos de Hollywood conocían tanto la de "El viaje del héroe" que todo el rato lo usaban incluso en estructuras en las que a lo mejor no cuadraba.
Sigo...

David dijo...

Hay un libro por aquí, que no he leído y del que no recuerdo el título...la semilla no sé qué (¡qué desastre soy! Bueno, lo estuvo ojeando en su día y estaba muy bien, porque era un ensayo que trataba de relacionar los motivos comunes que tenían películas de diferentes géneros.. Era de una chica de aquí, pero como no apunté en su día el título.
Sobre el ordeal en aquellas películas... Joaquín Agreda comenta que Star Wars fue una propuesta arriesgada mientras que Eragon copiaba una estructura clásica. No sé... Star Wars era un refrito de muchas cosas (westerns, pelis de piratas)... y su estructura era también clásica.
Yo creo que una cosa que no hemos mencionado por aquí y que también es muy importante son las costuras de la historia. Todavía recuerdo un artículo de Peréz Navarro en un tebeo de Indiana Jones en plan... la aventura hubiera funcionado da igual que fuera en el espacio, en un buque pirata o qué sé yo (no me voy a levantar a buscarlo, que no sé dónde está)... Pues incluso cuando leí aquello de crío, no estaba tan de acuerdo. La aventura funcionaba también porque ahí estaba el látigo, el sombrero stetson... No sé... Por otra parte, ¿por qué unas pelis funcionan y otras no, da igual qué estructuras tengan? Pues como dijo William Goldman en uno de sus libros: "Nadie sabe una mierda"... Y no sé, creo que tiene algo de razón.
Un saludo.

Octavio B. (señor punch) dijo...

Tebeobien ya ha tocado un punto que era el que yo quería citar hoy: la naturaleza de toda redefinición mitológica hollywoodiense y su raíz cristiana. Porque creo que en el "héroe" cristiano y cómo fue "aprovechado" socialmente hay ecos lógicos en el cine y su uso, digamos domesticado, de lo heroico.
En el fondo la industria del cine supone una sociedad asentada, de naturaleza económica pero ligada por una raíz moral utilizada de un modo muy poco revolucionario. En términos generales, claro. En la figura de un Jesús-Dios-Hijo sacrificado hay una idea primigenia de cambio. Se supone un sacrificio para llegar a algo nuevo. Ahora bien, en la industria del cine (que es la del entretenimiento en occidente el último siglo, y por tanto un elemento de cohesión social muy poderoso y vinculado a un determinado estatus quo social) el sacrificio (de orden cristiano) no busca el cambio a un nuevo orden sino que viene a subrayar que ese orden ya ha sucedido. No insta al cambio sino que supone la corroboración de que ese cambio ya fue y condujo a “Esto”. El héroe como símbolo de una meta (social, económica, moral, lo que sea) antes que como motor que impele, a través de su tránsito dios-hombre-muerte-dios, a buscar ese cambio.
Este adocenamiento es natural en todo sistema social dominante (y eso es Hollywood, o al menos un mecanismo de propaganda de un sistema más amplio), después de todo y si nos vamos al pasado lejano, las sociedades europeas medievales (feudales, posfeudales y monárquicas) se perpetuaron en la pugna por quién ostentaba la representación temporal de esa idea de lo divino… el problema de la religiones como poder temporal, y de las sociedades establecidas, es que ya se sienten dueñas del cambio que el Mesías/Dios ha venido a predicar en otro tiempo, generalmente desde la lejanía mítica, claro, de orden fabulesco. El poder usa al mito para su propia justificación y permanencia, vamos, y Hollywood no va a proponer esquemas sin pasarlos por su doma, porque es lo que es. Será en autores singulares donde veamos esa idea de la necesidad del cambio a través de ficciones metafóricas.
Por lo demás, es inevitable sobrevolar estos conceptos para asistir a espectáculos de ‘solaz y esparcimiento’, si no se quiere estar sistemáticamente contrariado con toda forma de cultura mass-media. Nos divertimos con la serie B de ci-fi en los cincuenta, aunque seamos conscientes de un sustrato nada inocente, después de todo…

Pepo Pérez dijo...

La semilla inmortal, de Balló y Pérez. Creo que es al que te refieres, David. Está bien ese libro...

Octavio B. (señor punch) dijo...

Estatus Quo, claro, los de "In the army now"... estatu, singular :P

David dijo...

La semilla inmortal!!!
Gracias, google. No era de una chica. De Xabier Pérez y Jordi Balló sobre los argumentos universales en el cine. Sólo lo ojeé (y hace muchos años), pero lo que leí me gustó.

David dijo...

Ah! He llegado tarde. Sí. Pepo, era ese. Gracias.

TEBEOBIEN dijo...

cierto, david, polti. pero es que es habitual que una industria (por muy 'artística' que sea) busque atajos. mirad si no el predicamento de la 'poética' de aristóteles, que oye, sí, pero. o las mierdas posteriores de syd field (con todo el cariño, syd). y no, claro, la fórmula no es exacta por mucho que lo quieras estandarizar.
volviendo a la idea que más me gusta del post de santiago, no es que sea cuestión de ponernos nostálgicos, es que, en el caso de hollywood, su producción se ha vuelto definitivamente idiota. y lo que es peor, piensa que su audiencia lo es. o lo que es 'más-peor' aún, quiere que su audiencia lo sea. idiota y obediente.
y por eso 'el hombre tranquilo' me parece ejemplar para poner sobre el tapete un ejemplo de película que no explicita el viaje del héroe, pero que tiene mandanga, buena mierda, en cada uno de sus fotogramas. y donde el renacimiento espiritual personal conlleva una sacudida al orden social.

Mikel dijo...

Coincido en lo de "La semilla inmortal", yo también lo tengo por algún rincón de casa; muy interesante libro.

Pepo Pérez dijo...

Octavio, sacas un tema importante, el de las lecturas sobre el mito crucial de Occidente, el de Cristo. A ver, con dos pinceladas: aquí hay una clave que es la diferente interpretación de la cultura protestante frente a la católica. Ford, y Campbell, y Miller, fueron educados en la educación católica (no me refiero ahora a practicar la religión; Campbell la abandonó y Miller no cree en Dios pero no reniega de la cultura en que fue criado, básicamente porque según él no te puedes desprender de ella).

Pero los católicos son minoría en EEUU frente a la mayoría protestante. Y la cosmovisión de unos y otros no coincide en aspectos claves. Donde un católico suele subrayar la necesidad del sacrificio (de aceptar por tanto los límites humanos; ya sabéis, un tío en una cruz, un revolucionario fracasado) para la transformación social (el héroe se sacrifica por amor a los demás) un protestante suele ver una oportunidad para superar todos los límites, todas las barreras, y seguir avanzando por el mismo camino hacia una frontera infinita, un horizonte sin fin ni límites. Esto último, por cierto, es básicamente el capitalismo.

Y creo que es esta última visión a la que se refiere Santiago cuando habla del sacrificio como "terapia de autoayuda". Y punto.

Santiago García dijo...

Para rematar el cóctel, Pepo, no olvidemos que los superhéroes -como Thor- fueron creados por judíos.

A mí "La semilla inmortal" no es un libro que me mate. Demasiado catálogo para mi gusto.

Si me pongo a contestar a todas las buenas ideas que estáis soltando, me escribo un tratado. Bravo por vosotros.

Pepo Pérez dijo...

No hay más razón para el cambio individual, quería decir: terapia de grupo ante la gran pantalla para poder seguir adelante POR EL MISMO CAMINO. Para qué cambiar de camino, de orden social, si por el que vamos es de puta madre. Solamente tenías que tomarte la pastillita y "curarte". Ahora ya estás mejor, más integrado. Ahora molas más.

TEBEOBIEN dijo...

efectivamente. por eso el hollywood del s. XX fabricado por emigrantes europeos católicos (italianos e irlandeses) tiene esos valores mucho más presentes. por mucho que se diga que hollywood es una industria 'judía'... que ha generado varias biografías de cristo, no lo olvidemos.

Pepo Pérez dijo...

Sí, la cultura judía, fundamental en tantos y tantos superhéroes. Eso lo complica todavía más. Mucho más, ja ja...

David dijo...

Tebeobien tiene razón en lo de los emigrantes, pero aunque se diga, Hollywood era una industria "judía"... lo que pasa es que los judíos se dieron cuenta de que lo que interesaba era llegar a todos los públicos, no sólo al público judío (como las pelis que hacían en Nueva York antes de irse a Los Angeles). Había un documental (que una vez más no recuerdo el nombre, lo siento!) y este sí lo vi completo y me pareció buenísimo, que trataba sobre los productores judíos en el Hollywood clásico. Su influencia en las películas, cómo lo prioritario era llegar al público gentil.
En ese mismo sentido... en los tebeos de la Marvel, siempre se celebraba la Navidad.
Y ahora dejaré el comentario y habrá quince más..

TEBEOBIEN dijo...

no, claro, david, la pasta era judía, pero ya lo dices tú: el público es el público.
y es que pienso que el 'sentir religioso' judío ha sido material humorístico más que otra cosa, desde los marx a larry david. y luego el holocausto, claro.
chistes y holocausto, ese cóctel.

Octavio B. (señor punch) dijo...

sí, Pepo, soy consciente, Hollywood y USA en general es más protestantismo que cristianismo. Es interesante buscar diferencias... y difícil: protestantismo es muchas cosas (calvinismo, luteranismo, anglicanismo... al menos, en la historia, que es donde me los mamé en su día). En principio y hasta donde alcanza mi conocimiento del tema, los matices no afectan tantísimo al espíritu "sacrificado" de Cristo,(así en Calvino, por ej,ese sacrificio nos salva... a algunos, en consonancia con la Predestinación... puede ser un matiz interesante para estudiar el espíritu heroico en hollywood)Bueno, no quiero enfangarme en estas cosas, pero vamos, que sí, tienen que haber diferencias, más o menos sutiles. Pero en principio el protestantismo se despega del papado, lo terrenal a través de reformas "ligeras" (no iconos, no Virgen María...), no tanto de Cristo como símbolo de sacrificio.Tampoco lo juraría, la verdad... no estoy "muy metido" en estas cosas, para qué negarlo :)


Ah, y marvel era (al menos al principio, y todo se pega) la casa de cuentos de un judío bigotudo, claro... pero no sé si la influencia judía es muy rastreable en Marvel (algo muy pop, que lleva a loláico la mitología), y más interesante aún, si, de haberla, se ha traspapelado a la Marvel cinematográfica... que ya va un puñado de pelis del universo marvel, cualquier año nos orquestan las Secret Wars... esa serie con un Dios caprichoso y temible, que usa a los hombres y galactus para planterales un destino cerrado... al que se rebelan y superna a través del malo (que además es medio brujo... uyyyy, vamos a sacar pólvora de todo este darle al chicharrón, os lo digo yo...)

Pepo Pérez dijo...

Con la diferencia de visión entre protestantes y católicos me refería a la cultura reciente y específica de Estados Unidos, sobre todo.

En cuanto a los héroes Marvel, creo que hay que ir caso por caso. No es lo mismo Thor (Lee-Kirby) que Spiderman, que en sí mismo es un caso singular. Pues aunque Spiderman lo dialogara un judío, Lee, quien argumentaba y llevaba el timón en la época fundacional del personaje, Ditko, no lo era. Y la personal idiosincracia de Ditko marcó completamente al personaje.

Octavio B. (señor punch) dijo...

una pregunta al viento, siempre se habla de la relación Sh mitos, divinidades, Hércules.. no lo desdigo, por supuesto, pero leyendo lo último que escribe Pepo, de cómo singularizando veremos lógicamente matices.. ¿cabe señalar algún tebeo clásico de Sh que se aleje de lo moral?¿Quizá Plastic Man por la vía del humnor? Conste que no leí casi casi nada de esa obra, ¿eh? lo pongo como posible ejemplo, y a lo mejor al final como que no, que realmente no podemos disociar el género, al menos en sus edades doradas, de lo mesiánico y tal...

TEBEOBIEN dijo...

al hilo de todo lo que me comentamos, extraigo otra reflexión: nietzsche, dios ha muerto mis cojones, jojojo

Jeune Albert dijo...

Hola con retraso, Grandes comentariso de todos. Otro libro sobre estos temas aperte de "La semilla inmortal" y que está bastante bien es "El Guión" de Robert McKee, centrado también en el cine, con análisis concretos de escenas de películas