Hacer tebeos es una tarea solitaria. Por eso los dibujantes acudimos con tanta alegría a cualquier celebración colectiva, festivales, inauguraciones, charlas o jornadas, porque nos gusta salir del estudio y ver que hay otras personas de verdad ahí fuera con las que te has comunicado a través de esos papeles en los que has invertido tantas horas de tu vida. Cada acto público es nuestra pequeña acampada de Sol, una revolución amable en nuestra vida de ermitaños.
Pero la soledad muchas veces no es solo una circunstancia social. A menudo, también nos sentimos solos creativamente. ¿Habrá alguien ahí fuera que me entienda? ¿Otro autor que esté haciendo algo parecido a mí, que sintonice con mis ideas, que pueda comprender mis frustraciones y aspiraciones? ¿Un verdadero camarada de la viñeta?
Por eso, cuando hace un par de semanas me pidieron que participara en la presentación de El Héroe (Astiberri) de David Rubín en la librería Generación X de Madrid, no lo dudé ni un instante. No solo porque el acto me hacía salir de casa, sino porque me hacía salir de casa para acudir al encuentro de un autor al que considero un camarada de la viñeta. Por actitud ante los tebeos, por inquietudes y aspiraciones, hacía tiempo que me sentía cercano a David. Pero después de leer y releer El Héroe y de releer el resto de la obra de David, me resulta evidente que lo que está intentando hacer Rubín y lo que estamos intentando hacer Pepo Pérez y yo, por ejemplo, con El Vecino, se levanta sobre el mismo horizonte. Me refiero a que tanto David como Pepo y yo venimos (entre otras cosas) de los superhéroes, de Kirby y de Miller y de Superman vs. Spider-Man y, también, a que no es ahí a donde nos dirigimos, sino a algo distinto, a algo nuevo, personal, a algo propio, algo que incluye aquello pero a lo que sentimos que estamos sumando nuestra propia experiencia, nuestra propia vida, nuestra propia sensibilidad. No creo que David Rubín quiera reproducir aquellas secuencias de acción del Capitán América de Kirby ni perpetuar el DK2. Sé que no es eso lo que Pepo y yo pretendemos con El Vecino. Queremos absorber lo que nos han enseñado nuestros mayores, los que han venido antes que nosotros, y aprendiendo de ellos queremos llegar a contar nuestra propia historia.
Pero quiero que quede claro que el sentimiento de comunidad excede al hecho de compartir unas referencias concretas. En el caso de David y de Pepo y de mí, tenemos tótems comunes, pero El Héroe lleva prólogo de Paco Roca, y creo que resultaría difícil encontrar a Jack Kirby o Frank Miller en las páginas de Las calles de arena y El invierno del dibujante (¡no menciono Arrugas porque ahí sí que es evidente que hay una clara inspiración en Batman The Dark Knight Returns!). Es decir, que lo que nos une no es tanto (o exclusivamente) de dónde venimos, sino también (y en mayor medida) a dónde vamos. Y si he de ser sincero, creo que tanto David como Pepo y yo, como Paco Roca, como Carlos Vermut, Fermín Solís, Marcos Prior, Sergi Puyol, Mireia Pérez, Pere Joan, Max y otros cuantos no sabemos muy bien a dónde vamos, pero sí que vamos juntos, o al menos que nos hemos perdido por los mismos andurriales.
Así que bueno, a lo mejor no llegamos a ninguna parte, pero al menos nos podremos devorar unos a otros cuando nos quedemos sin víveres.
Mientras llega ese momento de canibalismo comiquero, confieso que también había un motivo exclusivamente vanidoso para aceptar la invitación: quería tener el orgullo de estar en esa presentación porque sospecho que El Héroe puede ser un tebeo histórico. Algún día miraremos atrás y diremos: «¿Recordáis las movilizaciones del 15M que cambiaron el sistema político y financiero en España?», y responderemos: «Ah, sí, aquello fue el mismo mes que salió El Héroe de David Rubín, ¿verdad?» Quizás exagere (en lo del tebeo o en lo de las movilizaciones), pero mi sentimiento es que este libro merece las exageraciones. Es un tebeo exagerado, al fin y al cabo.
La exageración ha sido siempre uno de los rasgos de la obra de David. Nunca ha hecho nada a medias, nunca ha sido comedido, sopesado, equilibrado. Siempre ha tirado por el lado de lo extremo: lo muy sentimental, lo muy emotivo, lo muy violento, lo muy íntimo, lo muy grandioso. En El Héroe hace muchísimas cosas que yo nunca me atrevería a hacer. Yo me lo pensaría demasiado. Él, cuando ha terminado de pensarlo, ya lo tiene dibujado sobre la página y ya está con la siguiente. No es una virtud ni un defecto, es una forma de ser, y esa espontaneidad es la que le da esa energía insoportable a este tebeo que es como una bomba de colores que te explota en la cara.
Todo lo que hay en El Héroe ya estaba en los tebeos anteriores de David Rubín. Esa mezcla de nombres clásicos, elementos mitológicos y pop, y momentos intimistas hechos puré en un paisaje mental completamente anacrónico y personal, ya estaba en El circo del desaliento y en La tetería del oso malayo. Pero el David que afronta El Héroe ya no es el chaval que aprendía a marchas forzadas con aquellas historietas. Estamos tan acostumbrados a que los historietistas asciendan con 25 años y se retiren con 35 que nos cuesta entender que se puedan hacer obras de aprendizaje y que solo a partir de los treinta y tantos, y ya con unas cuantas páginas acumuladas y publicadas, pueda uno empezar a crecer en serio. Nos parece hasta raro que alguien como Pere Joan se muestre tan espléndidamente maduro y creativo pasados los 50, que es una edad perfecta para empezar a ser un artista (y una persona, diría yo) con verdadero fundamento. El David Rubín de El Héroe está trabajando en lo mismo que el de sus dos primeros libros con Astiberri, cierto, pero sus capacidades como autor son muy superiores, gracias precisamente a ese camino que ya ha recorrido.
Hay un detalle significativo de cómo Rubín ha crecido como artista. En El circo y La tetería, como en Cuaderno de tormentas, el desdoblamiento entre el narrador y lo narrado era expreso, siempre manifestado sobre la página. David sentía la necesidad de señalarle al lector no solo que iba a leer unas historias, sino que, además, eran sus historias, y así el David Rubín autor se introducía como personaje y figura dentro del libro. En El Héroe no es necesario hacerlo (aunque un impulso de última hora le llevó a añadir la página prólogo donde se figura como niño recibiendo la inspiración kirbyana), porque el personaje y el autor por fin se pueden fundir completamente en un solo dibujo. El relato, por supuesto, no es solo el del héroe, sino el del héroe encadenado, porque Heracles solo puede ser Heracles si tiene que romper las cadenas. Así se titulaba una serie de DC de los 70 que estoy seguro de que David ni siquiera conocía: Hercules Unbound, y así empezaba, con un Hércules que rompía sus cadenas para vagar luego por un mundo postapocalíptico en el que mito y fantasía se mezclaban con la libertad con la que solo se pueden mezclar en los caprichos infantiles. El Heracles de Rubín, al fin y al cabo, es una persona frustrada por la incapacidad de hacer lo que quiere y como quiere, por la servidumbre forzosa a dueños egoístas y caprichosos que le enfrentan a tareas ingratas y estériles, repetitivas. El Heracles de Rubín se hace mayor, y ve que se le pasa la vida esperando el día de romper las cadenas y ser un héroe. El héroe que él sabe que no es aunque los demás le vitoreen.
El Heracles de Rubín, qué coño, estaría hoy, en estos momentos, acampado en la Puerta del Sol.
No voy a insistir más ni voy a intentar hacer una crítica elaborada, porque a estas alturas seguro que tú estás más cansado de leer estas líneas que yo de escribirlas. Además, me reservo para el segundo volumen, que sospecho que va a ser mucho mejor que este primero. Creo que este Héroe es solo el primer golpe que nos deja tambaleándonos, pero que el segundo es el que nos va a tumbar. Veremos. Mientras tanto, el que sienta curiosidad por escuchar a David Himself hablando de este tebeo puede escuchar la grabación de la presentación en Generación X (agradezco enormemente la colaboración y amabilidad de Ismael y todo el equipo de la librería, sitios como este ayudan un montón a que sigamos haciendo tebeos, y no solo porque los vendan). Aunque se oye razonablemente bien, el vídeo tiene la calidad de imagen de una snuff movie, lo cual contribuye a darle un aire aún más underground que creo que no le viene nada mal. Es una serie de seis que he agrupado en una lista de reproducción. Aquí dejo el primero.
5 comentarios:
Honrada reseña, esta frase es cojonuda:
"Así que bueno, a lo mejor no llegamos a ninguna parte, pero al menos nos podremos devorar unos a otros cuando nos quedemos sin víveres."
Joder, cómo mola. No se me ocurre comentario de más enjundia, lo siento. Sólo que coincido totalmente, que estamos en un momento cojonudo, de efervescencia creativa, de talento, y sí, de libertad. Que sí, que no hay industria, cielos, qué tragedia. Que el Capitán Trueno vendía 100.000 ejemplares semanales, y lo que quieran, pero yo tengo la sensación, desde cinco o seis años, de que el cómic español al fin está despertando, más allá de los clásicos y de los francotiradores solitarios que se partían la cara tras el ocaso de las revistas por seguir publicando. Un tebeo como El héroe era, simplemente, inconcebible. Es que a nadie se le pasaba por la cabeza hacer algo así, con ese formato y con ese estilo. O El Vecino, o El laberinto de las tortugas, o El invierno del dibujante. Así que nada, a seguir dándole caña.
Un saludo.
The Watcher.
Un comentario muy pertinente, ojalá que sirva también para que otros no se sientan tan solos.
Y la presentación, de lujo, de las buenas. Pena del cámara borracho.
Excelente presentación-entrevista que realizas de "El Héroe" de David Rubín.
Gracias, por colgar el vídeo para los que no pudimos asistir.
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