Capitán América: el primer Vengador (2011, Joe Johnston), protagonizada por Chris Evans, demuestra que una película de superhéroes no tiene por qué ser una gran película para ser buena. Como película, a Capitán América le falla la estructura grandiosamente, pero como película de superhéroes, es simplemente grandiosa. Lo que importa es el personaje, y en Capitán América está el Capitán América en plenitud, tal vez más pleno que nunca. Tampoco los tebeos de superhéroes se han hecho famosos por sus buenas historias, sino por sus espectaculares personajes. Sirvan como ejemplo las aventuras originales del Capitán América. En la primera aparición del Cráneo Rojo (Captain America Comics #1, 1941), el Capitán América salta por la ventana para buscar al villano en la noche, sin ninguna pista ni preparación previa. En el último segundo, da la orden a Bucky de quedarse en casa. «Mejor pensado... ¡será mejor que me ocupe de esto yo solo! ¡Espera aquí, Bucky!» Pero el impaciente joven no es capaz de quedarse esperando, por supuesto. Cuatro viñetas después lo vemos asomado a una claraboya, acompañado de un texto de apoyo: «Mientras los espías asesinos [se refiere a la banda de Cráneo Rojo, por supuesto] hacen planes... ¡Bucky descubre accidentalmente su base!» Lamentablemente, el impetuoso muchacho es capturado por el villano y sus secuaces, aunque por fortuna, página y media después es liberado por el propio Capitán América, que irrumpe en la base enemiga (tras llamar a la puerta, eso sí) y empieza a repartir cera a base de bien. Para esta segunda invasión del cubil de Cráneo Rojo el guionista considera que ya es completamente innecesario dar ninguna explicación. ¿Y qué? ¡Vendió millones!
El caso es que, como película, Capitán América tiene una apariencia episódica que le resta fuerza individualmente, pero que encaja con la perfecta traslación del Universo Marvel a la pantalla que está conduciéndonos poco a poco hacia el estreno de Los Vengadores (y que, superado ese umbral, tal vez acabe llevándonos a Marvel Team-Up y quién sabe qué otras alucinaciones adolescentes). Es decir, a estas alturas los Marvel Studios saben perfectamente que están creando un universo, y no una colección de «buenas historias». Así, falta drama en Capitán América; falta drama, por ejemplo, en el final de Cráneo Rojo. Pero todos sospechamos que en realidad el drama sólo se ha diferido: lo retomaremos en Los Vengadores. Vemos Capitán América como una mera precuela, esta vez sí, estrenada antes de su continuación. O sea: es intertextual, requisito indispensable de la continuidad de los universos superheroicos. Por eso hoy decimos: por fin Hollywood lo ha pillado, los superhéroes eran así.
Lo episódico también remite a la que parece otra de las fuentes de esta película, los seriales de aventuras de los años 30 y 40 (de los cuales el propio Capi llegó a protagonizar uno). En todo momento, Capitán América: El primer Vengador es puro pulp desvergonzado, como debe ser, cargado de humor pero sin caer en la parodia obvia. A veces diríamos que es una versión sobria del Batman de Adam West. Esta película sabe que hay que ser atrevido, que llegados a cierto horizonte, uno no se puede andar con contemplaciones, y que eso significa que si cuesta justificar que una figura como el Capitán América combata a los ejércitos nazis, cuesta menos justificar que combata a una secta hipernazi de supervillanos ultratecnológicos. Un loco puede ser un objeto de risa, pero dos locos instauran un nuevo orden mundial, y la locura de Capitán América es tan absoluta y sensata que nos invita a participar de ella. Lo hacemos con gusto. Al fin y al cabo, llevamos años (los viejos lectores de superhéroes) participando de esa grandiosa locura que inventó Jack Kirby. El Capitán América es creación original de Jack Kirby y Joe Simon, pero fue Jack Kirby quien desarrolló con los años, especialmente durante los 60, un estilo de hacer tebeos superheroicos muy particular, donde los ejércitos de matones enmascarados que circulaban sobre megamotos armados con cañones de protones formaban parte del paisaje cotidiano, en el Nueva York moderno o en el Teatro de Operaciones Europeo de la 2ª Guerra Mundial. Y ése es exactamente el mundo que vemos en Capitán América: El primer Vengador, el mundo de Jack Kirby, la lógica dinámica de Jack Kirby. Cuando vemos al Capitán América, solo, montado en su moto, asaltar una fortaleza de Cráneo Rojo defendida por centenares de agentes de Hydra, y cuando le vemos pasar a través de ellos como un torbellino derribando bolos, estamos viendo a Kirby en imagen real, estamos compartiendo el universo de un verdadero visionario del arte contemporáneo.
El nombre de Jack Kirby no aparece debidamente acreditado como cocreador del personaje principal de la película, pero su trabajo está en todas partes. Si lo que Jack Kirby enseñó en sus tebeos es verdad, algún día su nombre perdurará y será conocido como perdura y es conocido su trabajo.
Lo que nos enseñó Jack Kirby, por supuesto, está perfectamente representado en la película, y por eso funciona ésta. Y no me refiero ahora al espectáculo de acción arrolladora, sino al espíritu del protagonista. Spiderman ha popularizado el lema «todo gran poder conlleva una gran responsabilidad», que es uno de los cimientos del Universo Marvel, pero el Capitán América lo complementa con otro mensaje, un mensaje intensamente americano: «No te rindas nunca». Steve Rogers es el hombre que no se rinde, el hombre que puede ser vencido, pero que nunca es derrotado, el ejemplo viviente de levantarse después de la caída. Y también, creo, es la representación idealizada que el propio Kirby hizo de sí mismo. Es común pensar que la Cosa es un trasunto de Kirby en Los Cuatro Fantásticos, pero probablemente el personaje que más directamente le ha representado en sus tebeos de superhéroes fuera el Terrible Turpin de The New Gods. En el número 8 (abril 1972) de esta serie, «The Death Wish of Terrible Turpin», Turpin, un policía chapado a la antigua, intenta detener los desmanes del dios Kalibak en la ciudad. Turpin, rechoncho fumador de puros como el propio Kirby, recibe un castigo insoportable, pero ni una sola vez flaquea en su convencimiento de «arrestar» al «super "Muk-Muk"». Y sigue adelante hasta que, literalmente, ya no puede más. Pero no importa, su esfuerzo ha dado tiempo a que Orion y Lightray lleguen a escena y controlen al brutal Kalibak. Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad, sí, pero es nuestro espíritu de lucha, nuestra voluntad, el que nos da todo nuestro poder, nos dice Kirby. Es un poco el reverso norteamericano y popular del Triunfo de la voluntad. Y tal vez en su mentalidad de chico de barrio Kirby fuera incapaz de identificarse con una criatura apolínea y simbólica como el Capitán América, pero sin duda éste representaba para él ese espíritu de combate que le acompañó en el frente en Europa y en el frente del tablero de dibujo durante tantos años de servicio a las viñetas.
New Gods #8 (1972), Jack Kirby (tintas de Mike Royer)
En Capitán América: El primer Vengador, está todo esto, y hay más cosas, como la representación de América como «la tierra de las oportunidades». Peter Parker pasa de alfeñique a superhombre por un azar, por un capricho del destino. Sin embargo, el pusilánime Steve Rogers se convierte en el supersoldado porque lo desea fervientemente. Es decir, no desea convertirse en soldado, ojo, sino que desea ayudar a sus congéneres y detener la carnicería, y si tu voluntad es fuerte, América te ofrece la oportunidad, nos dice esta película. Y te lo crees porque, si bien el guión no es bueno, sin embargo la película sí está bien escrita. Y en ningún momento está tan bien escrita como en el origen.
Hay que decir que el origen siempre ha sido lo mejor del Capitán América. De hecho, ha sido casi lo único que tenía el Capitán América. Después de una andadura gloriosa durante los años 40 (y menos gloriosa y mucho más breve en los 50), el Capitán América se insertó en el Universo Marvel en 1964 (The Avengers #4). A partir de ese momento, su origen -tal y como se había contado durante la Edad de Oro- se volvió a contar con mucha frecuencia, pero el personaje vagó de aventura en aventura sin llegar a formar nunca un verdadero mundo propio y un elenco de secundarios convincente. Parecía incapaz de superar el círculo nutriente de S.H.I.E.L.D. (Nick Furia, Sharon Carter) y los Vengadores, que le había acogido a su llegada, y hasta los años 70 el Capitán América era un individuo a la deriva, un hombre sin vida. Con un origen lejano, pero sin un presente, y con un futuro dudoso. Era un símbolo tan perfecto que resultaba imposible rellenarlo de humanidad.
Ese origen queda definido en las primeras páginas de Captain America Comics #1 (1941), donde se despacha de forma sumaria y casi anónima. Estados Unidos es víctima de las maquinaciones de los saboteadores quintacolumnistas que intentan debilitar a la nación ante su inminente entrada en combate en el conflicto mundial. J. Arthur Grover, director del FBI, tiene un plan para luchar contra los espías. El plan no se nos explica, sino que acompañamos a un grupo de autoridades hasta el escenario donde se desarrollará: una tienda de antigüedades, aparentemente inofensiva, donde una anciana armada les recibe con enigmáticas palabras: «Han descubierto la fórmula... ¡Los están esperando!» Entonces descubrimos que la tienda es sólo una fachada, y un científico de bata blanca nos conduce a un laboratorio «sorprendentemente moderno». Nada es lo que parece, y la anciana dueña de la tienda se quita una máscara de goma para descubrirse bajo ella como una bella agente, X-13. Por fin, en la última tira de la página 4, da comienzo el experimento y vemos por vez primera a Steve Rogers, todavía sin nombre, un mero «débil joven» que, descamisado, se somete a la inyección que le aplica un científico con bigote. En la página siguiente, y a lo largo de cinco viñetas, el «débil joven», rodeado de un halo, se transforma en un mocetón musculoso, y el orgulloso científico anuncia: «¡Te llamaremos Capitán América, hijo! Porque, como tú, América obtendrá las fuerzas para proteger nuestras costas!» La última viñeta de esa misma página anuncia la tragedia continua que será la vida futura del Capitán América: un espía nazi echa mano a su arma. En la página siguiente, al grito de «¡Muerte a los perros de la democracia!», acaba con la vida del profesor («Reinstein», como descubrimos en ese momento en labios del propio Capitán América). El primer acto del recién nacido supersoldado es detener a sopapos al agente enemigo, en una de las primeras grandes escenas de acción de las tantas que nos dejaría Jack Kirby a lo largo de las cuatro décadas siguientes. Acabada la escena del «origen» con la muerte por electrocución accidental del espía (al fin y al cabo, una manera de ahorrar costes al estado), en la viñeta siguiente vemos ya al Capitán América enmascarado y corriendo sobre un mar de titulares. Es la mínima transición a una escena cotidiana en un campamento militar, donde encontramos a Steve Rogers, identificado por vez primera en la viñeta 7 de la página 7 (de 8) de la historia. Allí, Rogers, que apoyado en un bastón y fumando aristocráticamente en pipa parece una extraña mezcla entre un recluta y Bruce Wayne, conversa con el joven Bucky Barnes, un adolescente mascota del regimiento. Bucky, lógicamente, está emocionado por la aparición del «misterioso» Capitán América, así que no es de extrañar que su sorpresa sea mayúscula cuando en la última (media) página, la 8, irrumpe en la tienda de campaña para descubrir a Rogers desenmascarado y con el uniforme del superhéroe. Una situación incómoda que el Capitán América resuelve con esa chispa de inspiración espontánea que sólo los justicieros enmascarados tienen: «A partir de ahora, ambos debemos compartir este secreto... ¡Eso significa que eres mi compañero, Bucky!» La última viñeta ya muestra al Gran Héroe Americano corriendo hacia el peligro en compañía de un niño con antifaz, expresamente para luchar «contra los elementos perversos que quieren derrocar al gobierno de Estados Unidos», pero tal vez con la esperanza secreta por parte del superhéroe de que alguno de esos elementos malignos acabe con el riesgo para su seguridad personal que supone el conocimiento de su identidad secreta por parte de un adolescente.
Captain America Comics #1 (1941), Joe Simon y Jack Kirby
Este origen fue recuperado casi paso por paso en Tales of Suspense #63 (1965), de Stan Lee y Jack Kirby (con tintas de Frank Ray). En planteamiento y desarrollo la historia es idéntica, hasta el punto de calcar algunas viñetas, como la de la anciana que se quita la máscara para revelarse como una joven, una manera simbólica de anticipar la forma en que Steve Rogers se desprenderá de su debilidad para revelar su fuerza interior. En esta ocasión, Steve Rogers es identificado en la primera viñeta en la que aparece, en la página 3, aunque el científico responsable del suero supersoldado cambia de nombre y ahora se llama Erskine. Sin importar su nuevo nombre, es igualmente víctima del atentado nazi, y el Capitán América vuelve a detener al espía enemigo en su primera acción, para a continuación pasar a convertirse en el símbolo enmascarado de la lucha contra los saboteadores. La historia nos lleva de nuevo al campamento, donde conocemos al soldado Rogers y a la mascota Barnes, y una vez más Bucky descubre que su amigo es también su ídolo superheroico. Esta vez, quizás considerando que en el origen de 1941 era demasiado descabellado que el Capitán propusiera a Bucky ser su compañero, es el niño el que pide al soldado formar sociedad, a lo que Rogers contesta inmediatamente: «Parece que no tengo alternativa». La coda de la historia es una pequeña escena de acción en la que el Capi y Bucky detienen a una banda de espías que intentaban abordar las costas americanas.
Captain America Comics #1 (1941), Joe Simon y Jack Kirby
Tales of Suspense #63 (1965), Stan Lee y Jack Kirby (tintas de Frank Ray)
Poco después, en Captain America #109 (1969), Stan Lee y Jack Kirby (con tintas de Syd Shores) volvían a contarnos el origen del héroe abanderado (y Bucky) en una versión más espectacular y meticulosa, pero esencialmente idéntica a las anteriores. Por no alargar más la cosa, allí están todos los elementos: el alfeñique Rogers (presentado por primera vez antes del experimento), la tienda de antigüedades, la anciana que en realidad es una bella agente secreta, el científico que morirá llevándose el secreto de la fórmula (ahora vuelve a ser el Profesor Reinstein), el espía infiltrado. Se añade el elemento de los Vita-Rayos que complementan el efecto del suero supersoldado. La transición entre el experimento y la vida militar de Rogers sigue siendo una viñeta del Capitán sobre un fondo de titulares de prensa. De nuevo Bucky le descubre y de nuevo el Capitán se conforma con aceptarle como socio con un mero: «Parece que no tengo alternativa».
Captain America #109 (1969), Stan Lee y Jack Kirby (tintas de Syd Shores)
El origen era tan perfecto y estaba tan fijado que, cuando en 2007 Ed Brubaker, Steve Epting y Frank D'Armata lo resumen (porque ya no tiene sentido volver a contarlo) en Captain America (volumen 5) #25, no tocan nada (salvo dejarse fuera la parte de Bucky). La película es lo bastante inteligente como para saber recoger esos elementos icónicos, desde el alfeñique hasta la tienda de antigüedades, y simplemente ajustarlos para un mejor efecto apretando los tornillos donde debe. Así, el acento en el (anteriormente implícito) origen alemán del científico inventor del suero supersoldado hace que la dimensión nacional del héroe se vuelva mucho más simbólica: la América del Capitán América no es sólo la de los americanos, es también la de los hombres de buena voluntad, la de los demócratas de todo el mundo; al Capitán América no le mueve el odio hacia el enemigo, le mueve el amor hacia sus semejantes. Por otra parte, la cápsula metálica, el capullo de hierro donde el gusano Rogers se transforma en la mariposa supersoldado, subraya el sentido de Monstruo de Frankenstein bien hecho que siempre tuvo el original. Digamos que el origen cinematográfico anima incluso las lecturas más perversas del personaje: el Capitán América como hijo del complejo industrial-militar (allí está Howard Stark, trabajando codo a codo con el ejército). De pronto, nos damos cuenta de que Ultimates ya estaba en Captain America Comics #1 (1941), y así se cierra el círculo, porque esta película (y todo el Universo Marvel cinematográfico) es hija de Ultimates.
En el origen está también, sin duda, la que es la escena más jubilosa de toda la película, y tal vez de todas las películas de Marvel. Cuando el espía mata al profesor Erskine y escapa con una muestra del suero supersoldado por las calles de Nueva York, el recién renacido Rogers le persigue, ejercitando por vez primera sus nuevos supermúsculos. Y en esa carrera desesperada por las calles de una ciudad decorada de época, descubrimos todo el sentido de la maravilla y el asombro de ver al primer superhombre saliendo al mundo. El primero de muchos que sabemos que llegarán. De nuevo, la intertextualidad, el Universo compartido, hace que lo que estamos viendo sea mucho más grande de lo que realmente parece.
Pero Capitán América: El primer Vengador, hace algo más que explotar lo que ya estaba. En realidad, lo mejora. El sueño de cualquier niño lector de cómics de 1941 (y de cualquier friki durante las décadas siguientes) podría ser inyectarse un suero y convertirse mágicamente en un superhombre (de nuevo, la lectura perversa: América te acepta por lo que eres, siempre que seas capaz de convertirte en el perfecto espécimen físico representado por el rubio capitán del equipo de fútbol), pero había algo que nunca nos habían explicado. Sabíamos cómo se convertía Steve Rogers en supersoldado, pero no sabíamos cómo se convertía el supersoldado en el Capitán América, el Centinela de la Libertad. Capitán América se molesta en explicarlo, y por fin hace que entendamos la lógica detrás de realizar un experimento supersecreto para producir a un superhombre y convertirlo después en un mamarracho disfrazado de colorines y armado con un escudo. La dimensión propagandística del Capitán descubierta por el cine lo convierte inmediatamente en realidad. En metarrealidad, casi podríamos decir, o en una realidad absurda, pero de ésas tenemos muchas en este mundo que habitamos.
Igualmente, la película dialoga constantemente con el personaje de Bucky, sin duda una de las ideas más difíciles de justificar. La idea del sidekick juvenil, tan popular en los 40, siempre ha sido una de las más problemáticas de los superhéroes originales. Pero si costaba tragar que Batman acogiera a Robin, más difícil de explicar resultaba que el Ejército de Estados Unidos mandase al frente a su supersoldado el del escudo acompañado de un niño de 15 años desarmado y tocado con un antifaz. En la película, Bucky es un soldado más, el amigo de Rogers antes de que éste se convierta en superhombre, y astutamente se invierten los papeles del héroe y el sidekick. Steve Rogers aprende de Bucky cómo los fuertes defienden a los débiles. El personaje está tratado someramente, pero con una delicadeza extraordinaria, que hace que incluso nos deje una sombra de Winter Soldier -la última encarnación que ha recibido en los modernos tebeos Marvel- cuando hace de francotirador sobre un fondo nevado y salva la vida al Capitán América. No es el único detalle que remite a los tebeos de los últimos años. El acento que se pone la valentía de Jacques Dernier, el miembro francés de los Howling Commandos, casi parece una respuesta a la celebérrima escena de la «A» del Capitán América en los Ultimates de Mark Millar y Bryan Hitch.
Pero en Capitán América: El primer Vengador, el origen no está completo hasta la última escena. El suero transforma al débil Rogers en el poderoso supersoldado, y el oportunismo político transforma al supersoldado en el Capitán América. Pero el Capitán América no se transformará en el verdadero símbolo americano hasta que no viva la experiencia americana definitiva: la experiencia del emigrante. ¿Y cómo se puede hacer que un personaje sea un producto profundamente nacional que contenga en sí la experiencia de la emigración? El mismo Superman, a pesar de haberse criado en Kansas, será siempre un alienígena. El Capitán América no puede permitirse eso. El Capitán América es irrenunciablemente americano, de Brooklyn de pura cepa. Pero cuando despierta en el siglo XXI, setenta años después de haberse dormido, y camina aturdido por un Times Square abrumador, el Capitán América es un emigrante temporal, un intruso en su propio mundo, un visitante en su propia tierra. Ahora, él, que está dentro, sabe lo que es llegar de fuera. Es un emigrante que viene de un país muy alejado en el tiempo, y que tendrá que encontrar su oportunidad en la nueva América, si es que sigue siendo la misma América, la América intemporal que él representa. En ese momento, el origen está completo, el Capitán América se ha forjado en dos capullos: el primero era de metal y fuego, el segundo de hielo y frío.
Capitán América: El primer Vengador representa al Capitán América de Jack Kirby en todo su esplendor, sí. El personaje es un símbolo de América, también, pero, ¿qué es América en los tebeos de superhéroes? Superman, el modelo para todos, luchaba por «La Verdad, la Justicia y el American Way of Life». Pero, ¿qué representa exactamente el American Way? Richard Reynolds (Super Heroes: A Modern Mythology, 1992) escribía: «A veces el último término se ha interpretado en un sentido nacionalista muy estrecho; los superhéroes han sido en ocasiones defensores acríticos de la política exterior de Estados Unidos. Pero con mucha mayor frecuencia, el tercer término ha representado los ideales recogidos en la constitución de EE.UU. Los superhéroes han sido mejores americanos -en el sentido en el que los padres fundadores habrían entendido el término- que la mayoría de los líderes políticos modernos americanos». Y de alguna manera, supongo que así es como podemos leer (y hemos leído) al Capitán América en Europa: como una manifestación suprema de los (criticados, erosionados, desprestigiados) valores de la Ilustración, unidos a un espíritu de lucha indomable que hace que, después del apocalipsis absoluto que fue la 2ª Guerra Mundial, los superhéroes representen la luz que nunca se apaga, la fe que nunca se pierde. Para Cioran, no se podía escribir poesía después de Auschwitz. Quizás por eso Kirby la dibujó con colores extremadamente chillones e inocentes, con trazos gruesos y rotundos, como un exorcismo íntimo que se pudiese celebrar en una eterna ceremonia colectiva infantil.
Y esa poesía que dibujó Kirby está en cada fotograma de Capitán América.
No está su nombre, pero está su obra.
12 comentarios:
Santiago, con respecto a esta frase "El nombre de Jack Kirby no aparece debidamente acreditado como cocreador del personaje principal de la película, pero su trabajo está en todas partes.", ayer vi la película y sí que aparece en los créditos finales como creador del personaje junto a Joe Simon. De hecho, me llamó mucho la atención que estuvieran acreditados, cuando no se suele mencionar en muchas pelis ni tebeos. Imagino que la situación con el Capitán América y con Joe Simon es diferente a la del resto de personajes...
Me ha encantado cuando dices que esta vez, se ha estrenado una precuela antes de su continuación. ¡Es verdad!
Sí que aparecen los nombres, sí. Al final, junto con los de Simon, Lee, Millar, Hytch, Brubaker y Epting.
Y es cierto que Kirby está presente: esas bombas del superbombardero de Cráneo Rojo, con el nombre de su ciudad de destino pintado...
Efectivamente también sale el nombre de Kirby junto a los autores que mencionas, en la parte de agradecimientos, pero anteriormente aparece acreditado junto a Simon como creador del personaje. ¡Así que aparece hasta 2 veces! ;-)
Cierto, cierto!
¿En los créditos finales? Pero eso no es lo mismo. En otras películas Marvel, como las de Spiderman, el crédito de creadores a Stan Lee y Steve Ditko aparece en los créditos del principio de las pelis. Que son los que todo el mundo lee, en la obertura del espectáculo.
(no he visto la peli)
Santiago, el post es impresionante, o sea que gracias.
Lo que pasa, Pepo, es que los créditos esta vez van todos al final, como en THOR; la peli empieza directamente, no hay créditos iniciales completos, más que título y alguna cosilla más, si no recuerdo mal... es que aún estaba un poco aturdido por el in-ter-mi-na-ble trailer de Misión Imposible 4 que me "recetaron" en el cine donde fui a verla!
Y me sumo a la enhorabuena por el post. Es estupendo!
qué barbarida de post, leches, enhorabuena...
no ví C.A. aunque sí creo que el espíritu "Universo Marvel" se está trasladancdo eficazmente al cine en el s XXI. Un pco porque evidentemente lo que se está haciendo es contar orígenes desde otro medio, con, obvia y necesariamente, otras formas narrativas. Y así lo viejo nos parece fresco, amén de que, parece, se capta el modo Marvel (bigger than, pero muuuucho más bigger than... y vaselina pop 100% chic ligándolo todo) y lo adapta a las posibilidades tecnológicas del milagro infográfico y 3D. Un chaval de hoy entra en Marvel the movies como nosotros entrábamos en Marvel la grapa... los setenta nos hicieon creer que Superman volaba, pero a duras penas, y fue el oasis en un cine/TV risibles (Spiderman, Hulk...). Podemos empezar a pensar que con Los Vengadores, la peli, lo vamos a pasar como enanos, y nuestros sobrinos pequeñajos también. Mientras, los tebeos... ayyy los tebeos de Pijamas...
¡Gran artículo, Santiago! Me parece que la película debe muchísimo al espíritu de los tebeos clásicos del Capitán América, quizás más que a las visiones "modernas" de Brubaker o Millar. La película tiene un fondo "camp" marcadísimo: Por ejemplo, Rogers se toma el suero y se transforma en un superhombre, hasta aquí Ok. No obstante, esto de que sea un soldado líder sin apensas formación militar... Bueno, que es muy de tebeo, en el fondo Aunque lo acepto, peores cosas nos hemos tragado en las viñetas y lo veo como parte de su encanto.
No obstante, no creo que la traslación de las viñetas a la pantalla haya sido todo lo buena que esperaba: Aunque, como bien dices, se basa en las historietas dibujadas por Kirby, le falta mucho de ese dinamismo. En ningún momento he tenido la sensación de maravillas, ni siquiera al ver entrar en escena al Capi, ni siquiera en las escenas de acción, ni viendo los inventos imposibles de Zola... Si ni siquiera han sido capaces de rodar una buena escena del Capi lanzando el disco, rebotando en varios objetivos y volviendo a su mano... Bueno, a decir verdad, de las pelis producidas directamente por la Marvel, la sensación de maravillas solamente la he tenido con la primera parte de Iron Man..
Guadalupo y Mikel, gracias por la oportuna corrección sobre los créditos. Jack Kirby sí aparece acreditado como cocreador del personaje junto a Joe Simon.
Sólo quiero añadir que yo escribía «debidamente» acreditado. Para mí, el crédito correcto para el coceado del protagonista de una película de estas características, es un crédito que aparezca de forma individual con el mismo rango que el de director y productor, entre estos y el título de la peli. No un crédito enterrado entre los mil millones de nombres finales, a la altura de Ed Brubaker o Bendis. Pero ojo, es sólo mi opinión y vosotros tenéis razón y os agradezco la rectificación, aparece y así hay que decirlo.
Lain_Courbet, es curioso porque el otro día me decía un amigo algo parecido. Un amigo a quien también le había gustado la película, que la había disrutado mucho, pero que me decía que le faltaba "espectacularidad" en las peleas. Bueno, es cierto que ahí no se exceden, es cierto que un tebeo del Capitán de Kirby era mucho más dinámico que cualquier cosa que haga el Capitán en esta peli, pero yo me lo tomo de otra manera, y acudo de nuevo al concepto de universo compartido: es normal que el Capitán América haga cosas menos bestias que Thor, Iron Man y Hulk. Él se mueve a otra escala. Al fin y al cabo, creo que ésta es otra característica del «nuevo cine de superhéroes»: en el lenguaje corporal, en la acción, los personajes ya son respetados individualmente. No son luchadores de artes marciales genéricos, o productos de lo que la tecnología CGI es capaz de hacer, sino que cada uno tiene sus propias características, y ver en acción al Capitán América no es lo mismo que ver en acción a Spiderman. Hace unos años, Daredevil hacía en pantalla prácticamente lo mismo que Spiderman. Ahora hay estilos diferentes.
¡Y dicho eso, a mí sí me moló cómo tiraba el escudo el Capi!
A mí también me parece que lo del escudo mola cantidad. Funciona perfectamente, con lo inverosímil que es. Y creo que tienes razón en lo de los créditos. No es lo mismo "creadores" que "continuadores".
Santiago, eres un lector y espectador condenadamente inteligente.
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