(PARTE DEL CAPÍTULO SESENTA AÑOS DE TEBEOS)
LA ERA SPRANG
Aunque el primer intento de conquistar el Olimpo de las tiras de prensa fracasó, al menos sirvió para dejar el paso libre en los comic books, Batman, Detective Comics y World’s Finest, a un extraordinario equipo de dibujantes que llevaron a los defensores de Gotham City hasta donde Bob Kane nunca habría podido llegar. No se trata de menospreciar la labor de Kane, ya que nadie puede discutir la importancia decisiva de quien no sólo crea al personaje principal, sino que además sienta las bases gráficas sobre las que evolucionará la serie durante decenios, pero Kane no estaba dotado para elevarse por encima de lo básico, y el proceso de refinamiento del mito de Batman lo realizarán talentos más fáciles, entre los que resulta inevitable destacar los cuatro que mencionamos en el capítulo anterior: Jerry Robinson, Jack Burnley, Dick Sprang y Sheldon Moldoff.
Robinson, ya lo dijimos, fue el primer ayudante contratado por Kane, y se inició profesionalmente cuando aún era menor de edad y tenía la intención de estudiar periodismo, vocación que se frustró ante sus nuevas perspectivas profesionales. Pronto resultó evidente que Robinson servía para algo más que entintar, poner fondos y rotular las páginas de Kane, y empezó a participar de manera mucho más decisiva en el rumbo de la serie, aportando personajes como el Joker y realizando portadas que incorporaban un sentido del diseño hasta entonces desconocido en un medio tan rudimentario artísticamente como el incipiente comic book. A partir de 1943 menudean las historias completamente dibujadas por Robinson, encargándose de lápiz y tinta, historias que suponen una violenta desviación del canon establecido por las enérgicas pero poco elaboradas figuras de Kane. En realidad, Robinson es, de todos los “negros” que trabajan en la serie, quien menos se ceñirá a los presupuestos artísticos de su creador, aportando un estilo de dibujo mucho más suelto y flexible, con personajes más delgados y estilizados, de cuello largo y andares ágiles, contrapuestos a los mazacotes de tensa musculatura característicos de Kane. La mayor influencia sobre Robinson había sido su compañero de estudio, el extraordinario Mort Meskin (1916), a través del cual le llegaron filtradas enseñanzas de Alex Raymond, y ese realismo poco estricto y con cierta afición a la caricatura permite a Batman moverse en la encrucijada de muchas corrientes y desplazarse con comodidad por distintos tipos de historias. Además, el sentido de la composición y la planificación de Robinson estaba un paso más allá del de muchos de sus contemporáneos, con lo cual sus páginas adquieren una limpieza diagramática y una fluidez narrativa poco comunes. De hecho, una vez que aparecen historias tan excelsamente dibujadas por Robinson como “Mátelos con flores” (Detective 76, junio 1943), la aparición de otras de Bob Kane (que había dejado algunas en inventario antes de marcharse a la tira de prensa) no sólo choca por lo distinto, sino que parece un franco retroceso a una edad más primitiva y oscura. En las fluidas páginas de Robinson se percibe casi eléctricamente la diversión que el dibujante siente delante del tablero. A mediados de los años cuarenta, sin embargo, Robinson decidió que ya había dibujado suficiente Batman para toda una vida y partió en pos de otros desafíos. La carrera posterior de Robinson sería fructífera. Dibujaría todo tipo de material para comic books de diferentes editores hasta que en 1953 dio el salto a la prensa, donde iría pasando de las tiras de aventuras a las cómicas, y finalmente a la sátira política. Fundador de un sindicato de dibujantes de prensa e historiador del medio (The Comics: An Illustrated History of Comic Strip Art, 1974), Robinson es hoy en día uno de los grandes patriarcas del tebeo americano y una de sus figuras más respetadas. Al lector de Batman sólo le queda preguntarse qué evolución gráfica habría experimentado el Señor de la Noche si Robinson hubiera seguido como dibujante principal durante los años 50.
El nombre de Jack Burnley se identifica con Superman antes que con Batman, pero este fino dibujante también realizó su porción de aventuras del Dúo Dinámico. La experiencia de Burnley en los comic books no fue, sin embargo, demasiado duradera. Siendo un adolescente ya trabajaba para los periódicos, realizando caricaturas deportivas, empleo que le condujo a un puesto en el King Features Syndicate, donde estuvo dibujando una viñeta con deportistas en acción entre 1929 y 1938, año en el que tuvo que buscarse un nuevo empleo y decidió intentarlo con los comic books. Tras probar con Hillman Periodicals, Burnley decidió dirigirse hacia la gran empresa del momento, DC, donde pronto le adjudicaron la portada de la edición de 1940 de New York World’s Fair, en la cual aparecían Superman, Batman y Robin, con lo cual Burnley se convirtió en la tercera persona (después de Kane y Robinson) en dibujar a Batman. Aquella ilustración con los tres iconos de la casa sería profética, pues pronto le encargarían páginas de Action Comics (a partir del nº 28, septiembre de 1940) y Superman que, por supuesto, aparecerían firmadas por Joe Shuster, de la misma manera que las que realizó de Batman y Detective aparecían con el nombre de Bob Kane (imagino que los lectores más atentos de la época pensarían que Kane era un talento de lo más versátil, por no decir prolífico). En DC, además, Burnley dibujó su propia serie, la hoy recuperada Starman, que aparecía dentro de la revista Adventure Comics desde su número 61 (abril-mayo 1941). La primera historia de Starman estaba guionizada por Murray Boltinoff, pero la serie alcanzaría su esplendor con Gardner Fox, a quien ya conocemos de sus escarceos con Batman. Como Starman pertenecía a la Sociedad de la Justicia de América, Burnley también dejó su sello en All Star, el título legendario por excelencia de la Edad de Oro. Burnley fue uno de los artistas preferidos en DC durante aquellos años, como lo prueba el hecho de que realizara más de 100 portadas durante sus ocho años trabajando para la editorial, que abandonó en agosto de 1947 para volver a trabajar para la prensa. Parte del atractivo que presentaba Burnley para los editores procede del hecho de que nunca se dedicó a los tebeos con un espíritu vocacional, sino de manera puramente transitoria, mientras mejoraban las perspectivas en los periódicos, con lo cual Burnley siempre se mostró dócil y sumiso a las directrices empresariales, y resultó ser el “negro” perfecto, que no ponía reparos en imitar el estilo de Shuster o de Kane si eso era lo que hacía falta. Pero además, las suyas eran imitaciones mejoradas, porque Burnley era un artista exquisito y de trazo agradable. Su Batman se aleja menos que el de Robinson del canon sentado por Kane, pero al mismo tiempo lo renueva y actualiza de forma muy discreta y elegante, con un trazo de calidad nada grosero que cumple con pulcra exactitud la misión encomendada. Burnley habría sido el artista ideal para que DC lo empleara indefinidamente en narrar las aventuras del Hombre Murciélago, pero su calidad le permitía acceder a territorios artísticos mejor pagados y su corazón nunca estuvo en los tebeos.
Con las renuncias de Robinson y Burnley durante los años cuarenta y las limitaciones de Kane, el pedestal de “Gran Dibujante de Batman durante los años 50” queda disponible para ser ocupado por Dick Sprang, que es el autor clásico más recordado y añorado por todos los fans del personaje, y el que mejores momentos le ha dado.
Nativo de Fremont (Ohio), Sprang fue un autodidacta que desde los 15 años se ganaba la vida dibujando cualquier cosa: carteles de películas, vallas publicitarias, caricaturas editoriales para prensa... En 1936 se mudó a Nueva York para trabajar como freelance en un estudio compartido con Ed Kressy y Norm Fallon que aceptaba todo tipo de encargos de ilustración comercial y publicitaria, y que también hizo sus pinitos viñeteros en tiras diarias como Agente Secreto X-9 o El Llanero Solitario. Los pulp y los seriales cinematográficos también proporcionaban ingresos al joven Sprang, y en una doble vertiente: ilustró portadas para numerosas novelas y ejerció de “seleccionador” para decidir qué trabajos de los que se remitían a la productora Columbia podían resultar interesantes, cobrando 10 centavos por cada 1.000 palabras leídas. Su acceso al mundo del comic book se produjo en 1941, cuando se entrevistó con el editor de DC Whit Ellsworth, que le dio de prueba una historia de Batman. El juicio de Ellsworth fue definitivo: “Nos gusta la manera en que interpretas el guión y lo entregaste a tiempo. Con esas dos cosas aseguradas, puedes hacer Batman todo el tiempo que quieras.” Como ya hemos dicho, DC temía que el reclutamiento de Kane, que no llegaría a producirse, les dejara sin su dibujante principal para uno de sus personajes estrella, así que Sprang empezó inmediatamente a entregar historias del Cruzado Encapuchado. Sprang no sería llamado a filas debido a su visión deficiente, y durante un par de años acumuló un enorme inventario de historias del Señor de la Noche, hasta que el paso de Kane a las tiras de prensa dejó hueco. Por fin, Batman 19 (octubre-noviembre 1943) se presentó con portada de Sprang y cuatro historias dibujadas por él. Según declara Sprang, las únicas indicaciones que recibió de DC fueron al inicio de su colaboración, sugiriéndole que copiara a Jerry Robinson. Sin embargo, el estilo de Sprang no pegaba demasiado con el de Robinson. “Finalmente -recuerda Sprang- Whit me dijo, “Haz lo que quieras con Batman. Simplemente, hazlo a tu manera.” Bueno, eso lo interpreté de varias formas. Decidí que la figura esencial debería mantenerse tal y como era, pero que espesaría un poco su cintura. Le hice algo más atlético y fluido que Kane, aunque Robinson le hacía muy fluido, pero no de una manera que me a mí me gustara especialmente. Y eso fue todo. No cambié nada más. Acorté un poquito sus orejas y ese tipo de cosas.” En realidad, la aportación de Sprang es claramente distinguible de la de Kane, aun cuando ciertamente se ajusta a los planteamientos del creador de Batman con más fidelidad que Robinson o Burnley. Pero la versión de Sprang es algo así como la versión definitiva de la vertiente Kane. Sus figuras son redondeadas y grotescas, y sus movimientos se presumen cortos y violentos, como los de una marioneta de papel que agita enérgicamente los brazos mientras que su tronco permanece rígido. Sprang sentía debilidad por el dibujo de herramientas y estampas técnicas, y eso le convirtió en el complemento natural para un guionista obsesionado con los accesorios tecnológicos como Bill Finger. Juntos llevaron a la gloria la Gotham City plagada de maquinarias gigantescas y objetos decorativos descomunales, y dotaron al Señor de la Noche del más extravagante repertorio de armas, vehículos y herramientas en la lucha contra el delito. Durante todo este tiempo, Batman, dibujado con una regularidad y solidez que parecía más producto de un molde mecánico que de una mano humana, lucía un corpachón intimidatoriamente poderoso y desprendía una vitalidad robusta que impregnaba de optimismo todas sus andanzas. Las aportaciones de Sprang no se circunscribieron al dibujo, sino que se ampliaron, de manera igualmente notable, a la narrativa: “Desde el principio -cuenta Sprang- incorporé parte de mi sentido del diseño gráfico dentro de la narrativa -acción, ángulos de cámara, varios puntos de vista-, cosas que no veía demasiado en el trabajo de Mr. Kane. Según pasó el tiempo, este asunto empezó a preocuparme un poco, y le pregunté a Whitney Ellsworth, que era el editor con el que trabajaba casi exclusivamente en los primeros tiempos -y un hombre espléndido, por cierto- le dije, “Mira, estoy alejándome del estilo original. Estoy usando técnicas cinematográficas, ángulos de cámara y esas cosas. ¿Qué opinas? ¿Me estoy alejando demasiado?” Y me dijo “¡Santo cielo, no! Adelante, hazlo como tú lo veas.” Así que lo hice. Y yo había observado con gran atención las películas, y con diecisiete años había pintado un montón de carteles de cine en mi pueblo -en aquellos días usaban carteles pintados, y así conseguí pases gratis para ver un montón de películas. Bueno, absorbí esas técnicas cinematográficas e intenté aplicarlas en mi trabajo gráfico. Por supuesto, eso ya lo habían hecho antes, empezando por Milton Caniff -mover la cámara, usar técnicas cinematográficas, usar la secuencia congelada; los cineastas llaman el ápice de la acción a la imagen inmóvil. Así que seguí haciéndolo. Por fin Whit me dijo, “Haz lo que te dé la gana. Olvídate de cómo es Batman exactamente. Si quieres cambiarle un poco a él y a Robin, adelante.” Bueno, lo estuve pensando y decidí no hacerlo, porque pensé que el personaje tal y como fue creado por Kane, y ligeramente más desarrollado por varios de los que trabajamos en la serie, debería conservarse -y hoy ya no se conserva así, como bien saben todos. Así que proseguí. Me lancé del todo con mis ideas de composición de página, del flujo y el ritmo de las viñetas secuenciales. Y les gustó. Y no hay más.”
Sprang se encontró cómodo en DC, ya que permanecería dibujando al Cruzado Enmascarado, además de muchas de sus aventuras con Superman en World’s Finest Comics y esporádicos encargos para Superman’s Pal Jimmy Olsen, Superman’s Girlfriend Lois Lane y Superman hasta que abandonó los comics, en 1963 (su última historia aparecería en Detective 308, “The Flame-Master”). Tras su retirada, Sprang se dedicó al rancho que había comprado en Utah en 1956, desarrollando investigaciones históricas sobre las rutas de pioneros del Oeste y produciendo cintas de historia oral para el Servicio de Parques Nacionales, labor que proseguiría tras su traslado en 1972 a Arizona. Perdido completamente el contacto con el mundo del cómic, sólo el fervor de los fans pudo localizarle (y permitir así que DC le enviara los cheques que le debía por el material clásico reeditado durante los 60 y 70). El culto creciente hacia su obra ha promovido que Sprang volviera a dibujar Batman durante los años 90, aunque sólo en portadas (Detective 622-624, 1990, o la miniserie en formato prestigio Two-Face Strikes Twice!, 1993) o en series limitadas de litografías, la primera de las cuales, la abigarrada “Secretos de la Batcueva”, apareció en 1995.
Junto a Sprang, el dibujante que realizará el mayor número de historias de Batman en el período 1943-1963 será Sheldon Moldoff, que quizás sea el más rápidamente identificable por el lector español más veterano, puesto que la inmensa mayoría de las “Historietas clásicas” publicadas durante los 60 y 70 por la editorial mejicana Novaro en sus series Águila y Libro Cómic son obra de él. El estilo de Moldoff es en cierto modo una simplificación del de Sprang, basado en una plana bidimensionalidad y en una rigidez anatómica casi dolorosa a la vista. La regularidad de sus viñetas y su clara voluntad caricaturesca le confieren, visto hoy, un indudable encanto “kitsch”, además de resultar extraordinariamente apropiados para muchos de los absurdos guiones que le tocó ilustrar. Moldoff dibujó al Hawkman de los años 40, así como sus participaciones con la Sociedad de la Justicia de América en All Star, pero indudablemente la mayor parte de su carrera la dedicó a Batman y Detective, que ni siquiera abandonó con la renovación promovida por el “New Look” de 1964. Por fin dejó al personaje en 1968, cuando cumplía 25 años trabajando en él ininterrumpidamente, para dedicarse a la animación.
Junto a estos artistas principales, otros dibujantes colaboraron en las aventuras del Hombre Murciélago. Lew Sayre Schwartz, por ejemplo, fue uno de esos aplicados “negros” del montón que ayudó a que el “estilo Moldoff” se confirmara a partir de cierto momento como el hegemónico. Otras aportaciones son breves pero deslumbrantes, como un fogonazo de luz intensa: el excelso Win Mortimer (1919), por ejemplo, entintó parte de las dominicales, realizó numerosas portadas de Batman y Detective y dibujó historias tan maravillosas como “El caso sin crimen” (Detective 112, junio 1946). El mismo Bob Kane, por su parte, sigue entregando regularmente su propia producción de historias, aunque cada vez con menor incidencia en el volumen total.
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