lunes, 1 de agosto de 2011

LITERATURA SUPERHEROICA 1: SUPERFOLKS


Con esta entrada abro una serie de cuatro que voy a dedicar a novelas protagonizadas por superhéroes. El superhéroe es un personaje peculiar que asociamos íntimamente al cómic y, en los últimos tiempos, al cine. Sin embargo, también ha tenido desarrollos en la literatura, y en los próximos días voy a comentar cuatro de ellos: Superfolks (1977), de Robert Mayer; It's Superman! (2005), de Tom De Haven; Soon I Will Be Invincible (2007), de Austin Grossman; y por último Supergods (2011), de Grant Morrison.

Hoy quiero escribir unas líneas sobre Superfolks, una novela muy peculiar que ocupa un destacado lugar en las sombras del cómic de superhéroes de los 20 últimos años. Superfolks probablemente pasó desapercibida hasta que un joven Grant Morrison la sacó a colación en un intento de hacerse un nombre atacando a alguien más famoso, una vieja táctica que se ha utilizado inmemorialmente para medrar. En el caso de Morrison, Superfolks le sirvió para denunciar que las mejores ideas del entonces estelar Alan Moore estaban directamente plagiadas de dicha novela, y que Miracleman, Watchmen y la historia de Superman «¿Qué fue del Hombre del Mañana?» estaban algo más que inspiradas en la novela de Mayer.

Superfolks es una novela humorística, una parodia de los superhéroes teñida de referencias a la actualidad pop contemporánea y de cierto espíritu post-hippy. Las referencias pop se traducen en una constante riada de citas de personajes, obras y actores famosos en su momento, algunos de los cuales son reconocibles hoy en día (Kojak, Humphrey Bogart, Fred Astaire, Bugs Bunny) y otros resultan esotéricos para un lector actual (¿alguien menor de cuarenta años sabe quién era Spiro Agnew?). La sensación que produce el torrente referencial es parecida a la que produce asomarse a cualquier semanario de humor satírico de tiempos pasados. Miremos un ejemplar de El Jueves de 1981 y nos sentiremos transportados a otro mundo, levemente parecido al nuestro, pero al mismo tiempo levemente distinto. Algo parecido ocurre en Superfolks.

Lo cual no deja de ser apropiado, ya que el mundo de Superfolks es, como el de Watchmen, un mundo muy parecido al mundo real, salvo por un pequeño detalle: los superhéroes.

Como decía, la intención declarada de la novela es paródica. Está escrita con buen humor y mala leche, y con esa saludable irreverencia hacia los mitos propia de los años 70 que se podía encontrar en tantos productos culturales de masas de la época, desde los tebeos de Steve Gerber hasta las películas de Hal Ashby. Y Superfolks es realmente graciosa. Está escrita con muy buen estilo, con mucha agilidad, y le sobra el ingenio. El (anónimo) superhéroe protagonista, un sosias de Superman, no puede evitar comportarse como un superhéroe canónico (es decir, como un superhéroe de tebeo) cuando lleva puesto su traje superheroico. Así, cuando va de superhéroe, no puede lanzar palabrotas. Las piensa. Piensa «¡Me cago en la hostia puta!», pero cuando abre la boca lo que sale de ella es «¡Vaca sagrada!» Vestido con el traje, tampoco puede mantener relaciones sexuales: es incapaz de conseguir una erección que no le supone ningún problema cuando está en su identidad secreta, David Brinkley. Y tampoco puede usar sus superpoderes para fines innobles o para el lucro propio, o es castigado por ello. Así, por ejemplo, si utiliza su visión de rayos-X para ver desnudas a sus compañeras de clase, a continuación sufre un resbalón, un tropezón o cualquier otro accidente que le propina un golpe violento. En su anuario del instituto, su foto va acompañada del lema «El chico más torpe del instituto».

Mayer toma a un estereotipo de personaje basado en el Superman de George Reeves y el Batman de Adam West y lo somete a un mundo donde existe la sexualidad, la vejez, la ambigüedad, la política, las facturas. El tono es paródico, sí, y como decía, con ese aire sarcástico propio de los setenta. Pero al mismo tiempo, en ocasiones es sorprendentemente épico, y hasta cósmico. En ocasiones, uno tiene la sensación de que Mayer entiende la esencia de los superhéroes en serio mejor de lo que la había entendido nadie en 1977. Su Superfolks abre puertas que los superhéroes del cómic tardarían una década en empezar a atravesar. Cuando el villano de la historia clama: «Bromista Cósmico, y una mierda. Estoy harto de hacer de payaso. Llámalo la Liberación del Bufón. A partir de ahora habrá muerte, destrucción, plagas. Puede que incluso alimañas o ranas. Yo soy Dios, y seré adorado como Él. Soy adorado como Él», y el héroe le contesta: «No, en la Tierra no lo eres», y él se despide con «Dales tiempo, dales tiempo», parece que Mayer esté anticipando con una clarividencia extrema lo que han sido los tebeos de superhéroes desde 1977 hasta nuestros días.

Pero claro, esa anticipación se podría considerar en realidad una influencia, y una influencia no directa, sino indirecta, mediada, obviamente, por el Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons (y añadamos, como Morrison proponía, Miracleman y el Superman de «¿Qué fue del hombre del mañana?»). ¿Copió Alan Moore a Robert Mayer para construir las obras que elevaron su fama en el mundo del cómic? Bueno, el superhéroe protagonista de Superfolks es un cuarentón retirado que vive con su mujer y sus hijos. Ha ido perdiendo los poderes progresivamente, y el resto de los superhéroes han ido desapareciendo a lo largo de los últimos años, bien proscritos por el gobierno, bien muertos en accidentes o en acción. Hay problemas de erección relacionados con el uso del traje superheroico. Hay personajes salidos del panteón clásico e inocente de los superhéroes tradicionales que se reinterpretan llenos de furia, violencia y realismo, como nunca se había visto antes en otro medio. Hay una subtrama política de fondo en la que la resolución de la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos depende del papel estratégico del superhombre más poderoso del mundo. Hay una trama policíaca de asesinato relacionada con los bajos fondos y los garitos del hampa que, finalmente, está también relacionada con la gran trama política de la Guerra Fría. Hay un héroe de poder cósmico que debe decidir si su lugar está entre las estrellas, como un superhombre y un nuevo dios, o entre los humanos, junto a sus seres queridos y mortales. Hay, en resumidas cuentas, muchísimos detalles, ideas, personajes y argumentos que, cuando uno los lee hoy en día, le recuerdan continuamente a detalles, ideas, personajes y argumentos de las obras citadas de Alan Moore.

Pero los argumentos son lo de menos. Al fin y al cabo, la ficción es muchas veces la combinación de un número de piezas que, finalmente, son limitadas. El propio Mayer lo toma todo de prestado para su novela. Lo importante es la visión, la originalidad con la que se combinan, la personalidad propia de cada jugador cuando juega el juego. Y ahí, en la visión, que creo que es realmente lo que hizo que Watchmen cambiara la historia del cómic de superhéroes, ahí es donde sí creo que todo lo importante de Watchmen, Miracleman y «¿Qué fue del Hombre del Mañana?» está ya en Superfolks.

La novela de Mayer tiene exactamente el tipo de visión reveladora y postmoderna que hará famoso posteriormente a Moore, y sabe perfectamente cómo aplicarla a un mito popular como los superhéroes que hasta ese momento, recordémoslo, solo había estado dirigido a los niños y los adolescentes. Mayer muestra cómo reubicar a esos personajes en el mundo real, cómo dotarlos de sexualidad y psicología, y cómo involucrarlos en cuestiones políticas que hasta ese momento habían sido completamente ajenas a unos personajes totalmente sometidos a la lógica de las series de tebeos infantiles. Mayer demuestra, en resumidas cuentas, cómo hacer novela con los superhéroes. Moore lo que hace es trasladar esa visión de la novela a la novela gráfica.

Dave Gibbons decía que una de las grandes influencias sobre Watchmen había sido «Superduperman!», la parodia de Superman que Harvey Kurtzman y Wally Wood realizaran en Mad nº 4 (1953). Superfolks es el puente que une «Superduperman!» con Watchmen. ¿Cómo reírnos de los superhéroes y a la vez tomárnoslos más en serio que nunca? ¿Cómo deconstruirlos por completo y a la vez darles un sentido nuevo para una nueva era adulta? Para quien se ha criado como lector a la sombra de Moore, Superfolks llega como una revelación.

Pero, dejando atrás el tema Alan Moore (sin cuya intervención, sin duda, Superfolks no habría sido reeditado nunca y hoy en día estaría más completamente olvidado de lo que ya lo está), hay algo que me interesa observar en estos cuatro libros que voy a comentar. Dado que la literatura es uno de los depósitos privilegiados de la alta cultura en occidente, y dado que han sido muy escasas las ocasiones en las que ha aceptado a los superhéroes entre sus personajes, me interesa observar estos libros como indicadores de la penetración cultural de los superhéroes en la sociedad en un momento dado. Es decir, ¿qué nos dice una novela como Superfolks del papel de los superhéroes en la sociedad en 1977? El anónimo seudo-Superman protagonista se mezcla en sus andanzas con personajes como el Llanero Solitario, Batman y Robin, Wonder Woman, Snoopy y Peter Pan. Todos conviven en el mismo orden ontológico: todos son mitos pop y no se diferencia entre sus respectivos universos. Son figuras de carácter general que pertenecen al reino de las creaciones ficticias que usamos habitualmente en periódicos, revistas, televisión, cine, radio, productos de consumo. Y también cómics, claro, aunque probablemente el público adulto al que va dirigido Superfolks ya no lee cómics. Podemos pensar entonces que Mayer tiene en mente a un lector capaz de interpretar al superhéroe como un personaje pintoresco, extravagante y (obviamente) ridiculizable en cuanto nos lo tomamos en serio, pero a la vez capaz de exponer algunas revelaciones interesantes sobre nuestra propia forma de ser, pues al tomárnoslo en serio pasa a adquirir la potencia simbólica de otros elementos comunes de nuestra sociedad de consumo. Es ahí, en ese espectro donde se confunde con otros iconos, logotipos y personajes procedentes de ámbitos distintos del superheroico, donde Superfolks ubica al superhéroe en la conciencia colectiva a la altura de 1977. Es un personaje con el que el lector tiene cierta familiaridad, pero no excesiva cercanía. Es un personaje en los márgenes de la cultura. Una curiosidad.

Superfolks es, aparte de todo lo dicho, mucho más que una curiosidad. Es una novela divertida y absorbente, que se lee con avidez desde el principio al final. Es, también, un tipo de literatura que creo que no se suele practicar en España: pulp y entretenida, pero al mismo tiempo de autor. Tal vez eso explique por qué está inédita en España. O quizás debería decir: por qué sigue inexplicablemente inédita en España.

10 comentarios:

TEBEOBIEN dijo...

mi novia siempre dice que la originalidad está sobrevalorada. estoy con ella.
yo pensaba que esto se había editado en sudamérica, no sé por qué. lo habré soñado. es diver entonces! bien.
tengo muchas ganas a la de 'soon i will...' a ver qué dices.

Santiago García dijo...

Decir que la originalidad está sobrevalorada es muy poco original.

(Con todo el cariño y el respeto hacia tu chica y hacia ti, ¿eh?)

TEBEOBIEN dijo...

pues por eso mismo, jojojo!

Pepo Pérez dijo...

Yo empecé a leer SUPERFOLKS hace tiempo, pero la tengo aparcada por otras urgencias (quiero terminarla, vaya, no es que me aburriera ni nada de eso).

Mi impresión hasta donde leí coincide a grandes rasgos con lo que cuentas aquí, Santiago, que lo sepas. Sobre el tono, la visión, la perspectiva, la voz, el tratamiento.

Robur dijo...

La tengo desde hace mucho en mi lista de deseados de Amazon, pero no se porque me daba la impresion de que no habia envejecido bien y al final nunca me la compro. Leyendote parece que no es el caso.

Santiago García dijo...

Por cierto que en entrecomics ya hablaron de SUPERFOLKS y su relación con Alan Moore:
http://www.entrecomics.com/?p=60087

Y sé que tú también lo hiciste hace tiempo en tu blog, Pepo, pero soy incapaz de encontrar la referencia.

Santiago García dijo...

En cierto modo sí que ha envejecido, Robur. Ha envejecido como muchas cosas irreverentes y modernas de los 70, y tienes que ponerte "en situación" para leerlas, y más cuando están llenas de referencias a nombres propios de actualidad. Pero por otro lado, ahora probablemente sea más actual que cuando salió. Ahora es cuando existen (existimos) unos lectores capaces de leerla con otros ojos, y de ir más allá de la parodia desvergonzada de un personaje ridículo e infantil, y descubrir la carga de profundidad que lleva dentro.

Al final, más allá de las actualizaciones y desactualizaciones coyunturales que sufra como objeto cultural, queda su valor como narración, y en eso te puedo decir que yo la he disfrutado muchísimo y que me costaba dejar de leerla. Es muy divertida y a la vez también es capaz de ser emocionante y hasta emotiva. Para mi gusto, una novela valiosa.

Lástima de la horrible portada de la edición que tengo yo, de 2005. Y eso que es de Mike Allred.

fonz dijo...

Leí hace unos años esta novela, atraído igualmente por las declaraciones de Morrison y coincido casi completamente con la reseña de Santiago, sólo que a mí el efecto "El jueves" me sacaba constantemente de la trama, es como un tebeo japonés que pasa del drama al bofetón cómico casi sin pausa y me descolocaba un poco. Aun así merece la pena.

A mí "Soon I Will Be..." me gustó, es ingeniosa y divertida, pero con reservas.

Pepo Pérez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pepo Pérez dijo...

Yo lo que he leído de la novela pues sí, me pareció que sí, que Moore lo sacó "todo" de ahí y que estuvo tirando de eso durante muchos años. Además, es que no puede sorprendernos una vez que has hecho el "descubrimiento". Por un lado, es lo que ha hecho Moore toda su carrera, es decir, reciclar textos de otros, jugar a la intertextualidad, citar y citar y recitar. Poniéndonos estupendos, lo suyo es reciclaje posmoderno e intertextual, y creo que esto no lo pueden discutir ni sus fans más fans.

Por otro, la de Superfolks es la clase de mirada y tratamiento que a Moore le pone: es el rollo de la generación post-Kurtzman, la generación post-MAD, la generación posmoderna que procede de la contracultura 60's, es el rollo irreverente de los Kurt Vonnegut y cía. Todo eso es Moore, ésas son sus raíces, está clarísimo.

Y todo eso es Superfolks. Ya te digo que no lo he leído entero, pero que se veía antes de llegar a la mitad. El tono, la mirada, el tratamiento.

(Con lo del puente entre el "Superduperman!" de Kurtzman-Wood y Watchmen creo que lo has clavado)