Dos años y medio después de la entrega anterior, por fin llega el Palookaville #21 (Drawn & Quarterly, 2013), de Seth. De nuevo en forma de libro, si cabe aún más exquisito de presentación, y de nuevo con contenidos diversos. Y releyendo lo que escribí sobre el número 20, casi podría recuperarlo punto por punto. Seth carga con una losa muy pesada desde hace tiempo, que es Clyde Fans, y yo estoy deseando que se desembarace de ella. Este número incluye las 30 páginas de la cuarta entrega, que se leen como un compromiso pesado con el que el autor cumple por puro pundonor. Aunque quién sabe, tal vez una futura edición integral me haga releerlo de otra manera.
Mientras llega ese momento, cada nueva página que Seth entrega fuera de Clyde Fans me descubre nuevas capas en un autor que a veces tengo la sensación de que vive una lucha interna. Tuve la ocasión de ver a Seth en persona en la última SPX, y allí me pareció un poco atrapado por su propio personaje. Ojo, no quiero decir que no se encuentre cómodo con su traje, sombrero y corbata, que es evidente que ya son para él como su propia piel. Pero sí me pareció que como autor ha desarrollado un perfil algo rígido que ahora le esclaviza, y dado que Seth se mueve con la velocidad de los glaciares, cambiar de rumbo le cuesta un mundo. Lo está intentando en Clyde Fans, pero sin duda donde ha encontrado su mejor vía de escape ha sido en sus cuadernos de bocetos, de los que debe de llenar una cantidad inimaginable. Es de ellos de donde en mi opinión proceden sus mejores obras: Wimbledon Green y, sobre todo, La G. N. B. doble C, y creo que también es evidente la huella de esos cuadernos en George Sprott. En el anterior Palookaville también nos encontramos con otra joya extraída de ese origen, la estremecedora «Calgary Festival». Y en este último ejemplar Seth de nuevo se supera con dos extracciones de sus apuntes privados.
La primera es original por su proceso, ya que se trata de varias tiras tomadas de su «Rubber Stamp Diary». ¿En qué consiste ese «diario del sello de goma»? Según explica el propio Seth, ante las dificultades prácticas que plantea desarrollar un diario dibujado al mismo tiempo que se produce una obra historietística continuada, tuvo la ocurrencia de producir una serie de sellos de goma con diversas imágenes genéricas (Seth paseando, Seth dibujando, una casa, el cielo, etc.) que le sirvieran de atajo a la hora de plasmar en viñetas esas estampas cotidianas que quería recoger. Como Seth explica, el sello más utilizado es el que marca tan sólo un marco de viñeta, dentro del cual dibuja precipitadamente algo a lo que no pueden dar respuesta los diversos sellos preparados. Así, las historietas resultantes son una mezcla de estampados y dibujos nuevos, y transmiten todas el aire de espontaneidad y sinceridad que se puede esperar de algo improvisado en apenas unos minutos.
La segunda pieza es más convencional en su factura. «Nothing Lasts» se presenta como extraída del sketchbook number 10, y es la primera entrega de un largo relato autobiográfico que se retrotrae a la infancia y la vida familiar, escolar e imaginativa del autor. En la entrada anterior decía que Pope ha necesitado de cierta madurez para encontrarse con lo que de verdad quería decir. Tengo la sensación de que a Seth le está pasando algo parecido. «Nothing Lasts» conmueve por la veracidad y sencillez de cada recuerdo recobrado, y lo hace de una manera a la que el Seth de los años 90 no habría podido ni acercarse. El título resulta irónico. Puede que nada perdure en la vida, pero si algo perdura de la obra de Seth, ahora mismo diría que «Nothing Lasts» es lo que más papeletas tiene para conseguirlo.