viernes, 16 de diciembre de 2011

BATMAN CONTRA ECLIPSO


Todos recordáis a Marcia Monroe, ¿verdad? Sí, hombre, Marcia Monroe, el gran amor de Batman... ¿No? Situémonos. La colección es The Brave and the Bold, publicada por DC. En 1966 está dedicada a publicar team-ups, o sea, alianzas entre sus superhéroes, emparejamientos improvisados entre diversas estrellas. Poco después, pasaría a ser coprotagonizada de forma habitual por Batman, acompañado en cada número por otro superhéroe de la casa. Pero todavía no, aquí en cada entrega había una pareja diferente, y de hecho la aparición de Batman en la cartelera es solamente la segunda de la serie. No importa, lo que importa es que The Brave and the Bold #64 (febrero-marzo de 1966) está coprotagonizado por Batman y Eclipso. Eclipso es un personaje peculiar del que ya hablamos en Mandorla. En realidad, se trata de un supervillano (otro más para nuestra subserie de entradas ¡supervillanos!), que cohabita con un científico heroico, Bruce Gordon (obsérvese que en este episodio Bruce Gordon se encontrará con el alterego de Bruce Wayne y con el inspector Gordon). Por tanto, este Brave and Bold es un poco peculiar, ya que no es tanto una alianza de dos héroes como una clásica batalla de un héroe (Batman) contra un villano (Eclipso).

Pero en realidad, eso tampoco importa.

El guión es de Bob Haney y el dibujo de Win Mortimer. No aparecen acreditados en ningún lugar del tebeo. Son dos profesionales con trabajos apreciables, aunque tal vez éste no sea su mejor momento. Pero eso tampoco importa.

Lo que importa es que en la primera página de la historia nos encontramos con una situación que inmediatamente nos deja desconcertados. Una chica que está en los muelles es víctima de un atentado con flecha. Batman la salva. Y al final ella cae en sus brazos. Batman exclama «¡Marcia! ¡Querida!», y ella: «¡Batman! ¡Oh, amor mío!» Y se funden en un beso. ¡Arrea!


El desconcierto es tal que ni siquiera reparamos en detalles como que Batman diga cosas tales que: «¿Por qué ese buitre del arco estaba intentando ventilar tu bello torso?» Y además que lo diga con la boca llena (de lengua). Lo que importa es: ¿Quién es esta Marcia y que hace besando a mi enmascarando?

En la página siguiente ella nos cuenta que está en posesión de una joya llamada el Gato Esmeralda, que fue robada hace poco del Museo Municipal. El autor del robo fue Nicky Jarvas, el novio que tuvo Marcia después de Batman. ¿El móvil? Quería demostrar a su chica que él valía tanto como Batman, y ya sabemos que la mejor manera de demostrarlo es robando joyas, claro. El caso es que el robo de la esmeralda atrajo sobre Nicky la atención del sindicato del crimen Cyclops, y sus agentes le mataron. La última voluntad de Nicky fue que la joya fuera devuelta a su legítimo lugar en el museo, como si no hubiera pasado nada. ¿Sería Batman tan amable de hacerle el favor a Marcia de ocuparse de esa devolución clandestina? Otro besito más para acabar de convencer al murciélago solitario, y entonces éste recuerda los buenos viejos tiempos. Marcia, una niña rica mimada al estilo Paris Hilton, se había subido a un puente provocando un altercado público, y Batman tuvo que rescatarla. Pero una vez salvada la joven heredera, el Señor de la Noche decidió aplicar su severa justicia, condensada en una viñeta que tal vez Christopher Nolan no se atreva a llevar nunca al cine:


A la mañana siguiente, Bruce Wayne ve la foto en el periódico y se ríe de la humillación a la que sometió a la jovencita. ¡Ha-ha!:


Sin embargo, Marcia reacciona bien a los azotes (omito comentario alguno sobre el mensaje subyacente), y decide convertirse en justiciera, inspirada por el ejemplo de Batman, «el primer hombre al que puedo admirar». Durante las semanas siguientes, el dúo que patrulla la ciudad no es Batman y Robin, sino Batman y Marcia, a la que no sabemos si el Caballero Oscuro también llamará la Chica Maravillas en la intimidad del Batmóvil. Como vemos, en apenas una viñeta Batman ya se ha ilusionado como una quinceañera y está haciendo planes de matrimonio, pero... oh, amarga decepción, la pécora de Marcia le deja plantado y Batman, despechado, llora sin consuelo mientras los policías cuchichean en su coche patrulla.


El caso es que claro, cómo no, pelillos a la mar, vivamos el hoy. Batman se presta a devolver la joya al museo, y todo sale bien. O eso creía él. Al día siguiente, cuando espera reunirse de nuevo con Marcia, se encuentra por sorpresa con una encerrona que le tiende la policía, con el inspector Gordon a la cabeza, acompañado de «suficiente policía para proteger a un dictador de visita», lo cual, si me permiten decirlo, me parece una comparación un poco extraña para que le venga a la cabeza a un superhéroe de un país democrático. La cosa es que Gordon ha recibido una foto donde parece que Batman está precisamente robando la joya, y por tanto se ve en la obligación de arrestar al Detective Enmascarado. Vosotros, que habéis leído a Frank Miller, pensaréis que éste es el momento en que Batman le rompe la nariz a Gordon de un codazo y luego salta sobre los cráneos de quince policías vestidos con chaleco antibalas y huye protegido por una nube de murciélagos salidos de una caverna del infierno. Pues no. Este Batman se entrega sin resistencia, entra dócilmente en su celda y... se echa a llorar. Otra vez.


A todo esto, dijimos que el titular era «Batman contra Eclipso», y a las 10 páginas de historia todavía no hay ni rastro de Eclipso. ¿Dónde está? Pues en Solar City, o mejor dicho, en los restos de Solar City, donde están a punto de vivir un eclipse solar que liberará al villano. Tomando precauciones para impedirlo, Bruce Gordon, «benefactor de la humanidad», se ha atado a una silla para que sus aliados puedan bombardearlo con luz durante el fenómeno natural y así impedir que surja el monstruo. Pero justo entonces, un «extraño ser abeja» entra volando por la ventana. ¿Quién hubiera esperado que justo entonces apareciese un hombre abeja volador? Y luego otro y otro. Entre todos, le arrean un trompazo al profesor y se llevan a Eclipso con ellos. En la última viñeta descubrimos una escena que, según parece, se celebra en la sede de Apis Enterprises, un rascacielos que nos han presentado en la página anterior. La Reina Abeja aparentemente baila flamenco ante una reunión de hampones, todo bajo la supervisión de un enorme globo ocular que no sabemos si flota en el aire o está clavado en la pared.


Y ahora es cuando la cosa se pone realmente interesante. La Reina Abeja, que trabaja para Cyclops (los que mataron al novio de Marcia, ¿recordáis?), con la ayuda de Eclipso, monta una ola de crímenes en Gotham City. Batman se entera mientras está entre rejas y decide escapar por fin de su celda. No preguntéis cómo, no importa. Llega al rascacielos de Apis, donde es capturado por un matón moliente y corriente. Lo arrojan al mar, se sube a una barcaza de basura, y finalmente escapa zambulléndose de nuevo mientras la policía lo tirotea. No son estos días los que han labrado la leyenda del Señor de la Noche. Mientras tanto, Bruce Gordon llega a Gotham y ofrece su ayuda al comisario Gordon para capturar a Eclipso. Esto, en realidad, tampoco importa demasiado. Lo importante es que cuando Eclipso, hinchadísimo por sus victorias, intenta beneficiarse a la Reina Abeja, y ésta lo rechaza, ambos se ven sorprendidos por la repentina intromisión de un encapuchado que irrumpe en la sala a través del Globo Ocular gigante.


Aunque en principio Eclipso y la Reina Abeja lo toman por un agente de Cyclops, la mascarada dura poco (dos viñetas, para ser exactos). En realidad se trata de Batman, que pierde el disfraz rápidamente, y con él la dignidad. Descubierto, intenta huir como una rata, pero Eclipso lo caza en una trampa. Ya sabemos que este Batman responde mal a las situaciones de estrés.


Afortunadamente, cuenta con la inesperada ayuda de la propia Reina Abeja, que lo rescata, revelándose como... ¡Marcia! ¡Marcia Monroe en persona! ¡Lo inesperado se hace realidad en este sorprendente tebeo! Y lo más sorprendente es que la revelación llega porque... porque a Batman se le ocurre, sin más.


A partir de ahí, la Reina Abeja-Marcia (¡es Marcia, sí!) huye y ya nos encaminamos hacia el gran enfrentamiento final entre Batman y Eclipso. Un enfrentamiento que se producirá en la fachada del rascacielos, después de que Batman acceda a ella atravesando el panel de cristal con la cabeza. Bueno, al fin y al cabo, como él mismo grita, es una suerte que «construyan estos nuevos edificios con paredes de cristal». Niños, no hagáis esto en casa.


Y bueno, el resto ya  no importa. El doctor Gordon arroja una granada de luz y reabsorbe el cuerpo de Eclipso dentro del suyo delante de unos doscientos testigos, pero sin que nadie lo vea, de manera que puede conservar su identidad secreta, y Batman medita finalmente sobre el destino doloroso de Marcia, aunque en esta ocasión consigue contenerse y no echarse a llorar.

Y eso es todo, amigos. Por esto es por lo que adoro los tebeos. Por esto es por lo que estoy escribiendo hoy este blog. Vosotros sabréis por qué lo leéis. Eso es lo que importa.

5 comentarios:

David dijo...

Yo no sé por qué adoro los tebeos... ni sé por qué me he leído esto...pero anda que no me he reído con el párrafo que va desde "Vosotros, que habéis leído a Frank Miller....hasta Otra vez."
En fin...
Creo que Christoper Nolan, en homenaje cinematográfico a las películas de Andrew McLaglen con John Wayne va a incluir una escena muy parecida a la de la foto del periódico (con Selina Kyle).
Jo! Todas las viñetas son tremendas. La de la fierecilla domada, la del pañuelo, la de la cárcel...

TEBEOBIEN dijo...

mala pécora la marcia esa, VIEHO!

Pepo Pérez dijo...

partiente, Santiago. Y, como suelo decir, hacer reír no tiene precio.

(Dicho con el máximo respeto al "case in point", este comic book en concreto --leyendo tebeos así, uno puede imaginarse que los productores de la serie televisiva de Batman de 1966 no tenían que esforzarse mucho para idear los chistes; por las fechas, veo que el tebeo éste se hizo muy poco antes del estreno de la serie).

Tomás Urdiales dijo...

Pues yo no le veo la gracia, Batman está sufriendo, y vosotros venga pitorrearos de él. ¡Desalmados! Lo que pasa es que no entendéis que los hombre murcielagos también tienen sentimientos...

Santiago García dijo...

¡Cómo sois!

Gracias por los comentarios.