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jueves, 25 de octubre de 2012

OJO DE HALCÓN CONTRA FLECHA VERDE: EL CASO DE LA FLECHA BOLEADORA

Todos los aficionados decentes al cómic hemos vivido durante décadas en la zozobra de no tener una respuesta clara para esta pregunta crucial: ¿Quién es el mejor arquero, Ojo de Halcón o Flecha Verde? Una vieja disputa que se prolonga hasta nuestros días, cuando ambos compiten por ser el más chachi de la pantalla, el uno formando parte de Los Vengadores y el otro encabezando su propia serie de televisión, Arrow.

Llevaba yo varias semanas dándole vueltas intensamente a este dilema, como suelo hacer, cuando un curioso caso de azar cósmico me vino a dar nuevos elementos de estudio. Resulta que el mismo día que me leía recién salido de imprenta Hawkeye #3 (Marvel, 2012, Matt Fraction y David Aja), me leí también The Joker #4 (DC, 1975, Elliot S! Maggin y José Luis García López), coprotagonizado por Flecha Verde y Dinah Lance (Canario Negro), como preparación para la entrada de Mandorla del lunes pasado.

Y bueno, cuál es mi sorpresa al ver que en ambas aventuras los dos arqueros supremos utilizan la misma flecha: ¡la fantásticamente incomprensible flecha-boleadora!


Prueba número 1: THE JOKER #4 (1975)
Prueba número 2: HAWKEYE #3 (2012)

No sólo eso, sino que ambos las utilizan contra criminales motorizados, y en ambos casos hay una chica atractiva como rehén en el interior del vehículo, siendo la diferencia más apreciable que en el caso de Flecha Verde el Joker está huyendo de él, mientras que en el caso de Ojo de Halcón, es él quien está huyendo de sus enemigos.

Pero hay otra diferencia apreciable entre una escena y otra, por supuesto, y es la intención con la que se usa la flecha-truco en uno y otro caso. En The Joker, sirve para demostrar que Flecha Verde es un personaje cool, capaz de manejar tecnología muy sofisticada, ingeniosa y eficaz. En Hawkeye, hay un guiño de socarronería. Las flechas-truco son ahora un elemento kitsch, algo que sólo podemos salvar del ridículo con un giro irónico. La gran diferencia entre este Flecha Verde y este Ojo de Halcón es que este Ojo de Halcón es consciente de sí mismo. Es un héroe posmoderno. Es, y permitidme la reironía en este caso, un hijo de los 70.

Hay una lección muy sencilla y muy potente en el duelo de las flechas boleadoras que mantienen Flecha Verde y Ojo de Halcón con casi cuarenta años de distancia. Los superhéroes tienen que ser otra cosa en nuestros días si no quieren morir, sí, entre otras cosas porque su público es muy diferente. O tal vez sí sea exactamente el mismo, pero es que yo no soy la misma persona hoy en que 1975. Supongo. Sin embargo, cambiar no quiere decir dejar de ser un superhéroe, renunciar a sus rasgos, su identidad, sus objetos y su cultura. Sólo tienen que saber actualizarla, ponerle las etiquetas precisas, reordenar un poco el carcaj. Y sobre todo, sobre todo, tener muy claro el objetivo y apuntar con mucha puntería.

En eso, Flecha Verde y Ojo de Halcón empatan en su duelo a través de las décadas. Cada uno en su momento, los dos dan en el blanco.

viernes, 8 de enero de 2010

MI CURRO FAVORITO

De todas las series Marvel que traduzco ahora mismo, la que más me divierte es Invincible Iron Man, que se publica en España como Iron Man & Máquina de Guerra, acompañando cada episodio de otro de War Machine.

Invincible Iron Man empezó bastante bien, con una historia de ciberterrorismo mundial muy intensa titulada "Las cinco pesadillas", que ya ha sido recopilada en tomo. Durante el último año, Invincible Iron Man ha estado dedicado a una larga historia titulada "El más buscado del mundo", que ha sido todavía mejor. La premisa, para aquellos que no estén muy al día en el Universo Marvel actual: la agencia gubernamental de superespías S.H.I.E.L.D. (que en su día dirigiera Nick Furia) ha sido sustituida por H.A.M.M.E.R., dirigida por Norman Osborn, el Duende Verde. Un supervillano, por tanto, está al mando de la fuerza de seguridad más importante de Estados Unidos, y el último director de S.H.I.E.L.D. fue precisamente Robert Downey Jr.... o sea, Tony Stark, perdón. Como una ley había obligado a todos los superhéroes a registrarse ante el gobierno, revelando sus identidades secretas en un documento confidencial, ahora Norman Osborn, en virtud de su nuevo cargo, tendría acceso a todos esos secretos vitales y podría exterminar a todos los superhéroes, utilizando para ello ni más ni menos que a las fuerzas de seguridad del estado. Sólo hay un pero: toda la información referente al registro de superhéroes está almacenada en el cerebro de Tony Stark, como si de un disco duro se tratara, y éste no piensa entregársela a Osborn. Por el contrario, Stark emprende una huida por todo el mundo, perseguido por las fuerzas de H.A.M.M.E.R., en la que va saltando de taller secreto en taller secreto, borrándose en cada estancia una parte de su cerebro para impedir que los datos sensibles lleguen a manos del archivillano. Lo malo: cada vez que Stark borra datos de su cabeza, también borra una parte de su inteligencia. Y a medida que Stark va siendo menos listo, se ve obligado a utilizar armaduras menos sofisticadas, en una suerte de regresión a lo largo de todos los años de evolución tecnológica de Iron Man. El cerco, como es de suponer, se va cerrando episodio tras episodio.
Lo que me gusta de Invincible Iron Man es que tiene todo lo que me gustaba de Iron Man de pequeño (el Hombre de Hierro era uno de mis personajes favoritos; tengamos en cuenta también que tenía como 20 ó 25 personajes favoritos), y además tiene cosas nuevas que nunca tuvo el Iron Man original pero que debería haber tenido. Conserva ese sentimiento de desesperación del Iron Man de George Tuska, que siempre se estaba llevando las manos al pecho porque le estaba fallando la placa pectoral en el momento más inoportuno, esa especie de irreductible deseo de seguir adelante a pesar de todas las adversidades, y añade un escenario mundial repleto de tecnología punta y de ciencia-ficción y política-ficción plausibles. En realidad, si hubiera que trasladar las historias actuales de Iron Man a la pantalla, el formato ideal no sería una película cinematográfica, sino un informativo de la CNN.
Matt Fraction escribe con una soltura tremenda -le he leído otras cosas y no me han entusiasmado como ésta-, utilizando todos los trucos del manual, pero utilizándolos con mucho acierto: la serie es una máquina de producir puntos de giro continuamente. Evidentemente, el modelo son las series de televisión de la última década, como para tantos cómics americanos actuales. Pero más allá de lo que uno piense de esta tendencia en general, el caso es que en Invincible Iron Man han conseguido recrear esa adrenalina adictiva típica de 24, Perdidos o Battlestar Galactica en sus mejores momentos, y lo han conseguido sin traicionar el espíritu de un personaje Marvel con más de 40 años de historia a las espaldas. El éxito corresponde también al apartado artístico, por supuesto, pues Salvador Larroca y Frank D'Armata proponen un paisaje de tecnología punta que funciona como representación y a la vez como comentario de la serie: la realidad virtual a través de una estética de hiperrealidad virtual. El amor por la máquina, el erotismo del acero reluciente y las planchas metálicas con remaches, la pasión por el cableado y los monitores digitales, están en cada texturizada viñeta de Invincible Iron Man.
Mi primer impulso es pensar: "De niño habría flipado con esta serie". Pero pensándolo mejor, tengo mis dudas. Invincible Iron Man es una serie muy de nuestros días, rabiosamente de 2010. Los viejos fans de superhéroes con frecuencia tienden (tendemos) a lamentarnos de que los tebeos de hoy sean mucho peores que los de antes, pero eso, sencillamente, es mentira. Los tebeos de superhéroes de hoy son, por lo general, mucho mejores que los de antes. Son mucho mejores en calidad de producción, tanto en guiones como en dibujo. Están más trabajados, más meditados, son más complejos, más matizados, más osados en sus planteamientos y en la forma de llevarlos a cabo. Llegan al punto de que, cuando están bien hechos, como es el caso, pueden entretener perfectamente a un adulto sin obligarle a rebajarse o a ponerse en modo infantil. Por eso dudo de que Invincible Iron Man me hubiera alucinado de pequeño: dudo que lo hubiera entendido. Es demasiado celérico, demasiado cínico, demasiado elíptico, demasiado sucio para leerlo con ojos de niños. Por supuesto, cabe preguntarse si este aumento en la sofisticación de los tebeos de superhéroes hace que ahora sean realmente mejores -más eficaces en su función, más productivos como herramientas de la imaginación- que antes. Pero eso es un debate demasiado amplio para tratarlo aquí, donde sólo quería dejar constancia de que este Invincible Iron Man es, en este momento, mi curro favorito.
CODA: Matt Fraction es uno de los autores que aparecen en The Comics Journal 300, en su caso en conversación con Denny O'Neil. Allí dice: "La serie de Iron Man que escribo se lanzó cuando estrenaron la película, y no tuve acceso especial a ninguna información que no tuviera cualquier otra persona. De hecho, vi el trailer el mismo fin de semana que todo el mundo vio el trailer y eso fue todo lo que sabía, aparte de lo que había leído en Variety sobre a quién habían elegido para el reparto. Intenté intuir todo lo que pude sobre cómo sería la película. Lo que consideré que era mi misión para aquella primera saga era que tenía que escribir un cómic para gente que llevaba toda la vida leyendo Iron Man y para gente que iba a entrar en una librería de cómics el sábado después de ver Iron Man el viernes por la noche con la intención de echarle un vistazo al tebeo de Iron Man. Entonces, ¿cómo coges a gente que sólo conoce el cómic, cómo coges a gente que sólo conoce la película, y cómo los sintetizas de forma que consigas a ambos?"