Hormigas en el culo (Ediciones Noviembre, 2012) es la recopilación de tres secciones muy distintas, y sí encaja con esas expectativas infantiles que despierta esa primera impresión de la que hablaba. Hay una sección de chistes clásicos de una página, y luego hay dos segmentos. Uno de ellos está protagonizado por un personaje bien curioso, «Topati», y es una delicia: una persona se convierte en una criatura de peli de horror, tipo hombre lobo, pero resulta ser un pato antropomorfo, con su subsiguiente inutilidad como monstruo. El otro es «Soy L.A. Ventura», los desvaríos delirantes de una niña con exceso de imaginación, y también resultan muy divertidos.
McKosher (llantodemudo y Noviembre, 2011) es otra cosa: la crónica del tiempo que Jánchez pasó empleado en el McDonald's kosher de Buenos Aires. Aunque empieza haciendo hincapié en las excentricidades de un restaurante de fast food especialmente adaptado a las exigencias de la ley judía, la cosa acaba derivando más hacia la experiencia personal del trabajo cotidiano alienante. Jánchez no busca tanto el chiste como la veracidad del testimonio, y lo consigue sin grandes aspavientos, casi como si no estuviera contando nada. Aún más, hace gala de una excelsa ironía al autoparodiarse como un Spiegelman porteño, citando la famosa escena de Maus con el autor sobre los cadáveres de los ratones, en esta ocasión sustituidos por hamburguesas.
Pero si Jánchez sale airoso de la prueba de la autobiografía tardoadolescente en McKosher, en Shloishim (llantodemudo y Noviembre, 2009) deja una pequeña obra maestra. Dibujado en el sentido de lectura hebreo (véase muestra al principio de este post), este librito cuenta la infancia de Brian y la muerte de su padre cuando el autor tenía once años. No hay, sin embargo, ni dramas baratos ni gestos sentimentales. Jánchez navega con una serenidad impropia de su edad entre las escenas cotidianas, los recuerdos infantiles y la representación de la cultura judía bonaerense, que muestra integrada en el relato sin ningún subrayado grueso. Las reflexiones previas que el autor haya hecho sobre los sucesos de su vida y su representación, llegan completamente destiladas y refinadas a la página final. El hecho de que utilice un estilo de dibujo tan engañosamente inofensivo contribuye en última instancia a implicar al lector en sucesos cuya gravedad le toma desprevenido. Cuando queremos darnos cuenta, estamos allí, al lado del huérfano con arritmia que tuvo que dejar de jugar al baloncesto (o bueno, de recibir y tirar desde la esquina) y que nunca, nunca, nunca, ni en un solo momento, nos pide nuestra compasión.
2 comentarios:
Muchas pero muchas gracias por tan bonita reseña. Quizas lo mejor sea que escribiste "argentino" antes de mi nombre. me hace sentir que estoy en la seleccion de mi pais.
¡muchas gracias, santiago!
brian
pd: si alguna vez venis para Argentina, espero poder encontrarnos en una cancha de basket.
como me divierten estos chistes kosher pero obvio que hay que saber sobre la religión para entenderlos.
deberían ponerlos en la cajita feliz del mcdonalds en buenos aires kosher que hay.
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