jueves, 11 de octubre de 2012
LA VERDAD Y LA RECONCILIACIÓN
La Comisión de la Verdad y la Reconciliación es el espléndido nombre del broche que en Perú se pretende poner a décadas de terrorismo político y de estado, es decir, algo que en España jamás se nos ha pasado por la cabeza plantearnos, que para eso ya tenemos una Transición modélica. El Informe Final de esa Comisión, presentado en 2003, es lo que ha servido de punto de partida al limeño Jesús Cossio para escribir y dibujar Barbarie. Cómics sobre violencia política en el Perú, 1985-1990 (Contracultura, 2010), un libro de voluntad documental. Cossio elige algunos episodios clave de la lucha entre el gobierno y Sendero Luminoso durante el lustro de referencia y los reconstruye en viñetas, no diré que con imparcialidad, porque el autor muestra sin tapujos su compromiso con las víctimas y contra la barbarie, pero sí con toda la objetividad que le permiten los datos a su alcance.
Leyendo este libro tenía la sensación de que me encontraba ante la prueba documental de cómo Joe Sacco ha abierto puertas en todo el mundo, y a Cossio en concreto le ha señalado la vía para revisar la conflictiva historia reciente de su país a través del cómic. No es fácil plantearse tratar según qué temas en historieta, y esto es así por muchos motivos, que van desde la consideración social hasta la escasez de recursos específicos en la tradición del medio para solventar los problemas que plantean esos temas. Pero una vez que uno ve que es posible, aunque sea en la obra de otro, la voluntad se moviliza y la tarea se acomete. Cossio no es el dibujante que ya ha llegado a ser Sacco, pero tampoco lo necesita porque ha encontrado sus propios recursos. Por ejemplo, la utilización de secuencias de dibujos elípticos, que ocultan, y no muestran, lo cual viene a ser una figura retórica más que apropiada para representar el muro invisible de la barbarie final, la barbarie de la justicia que omite cumplir con su función.
Barbarie crece con la lectura, y cada episodio se hace más interesante que el anterior, hasta llegar al que para mí resulta más fascinante de todos, «Masacre de Aranhuay, 20 de abril de 1988; Masacre de Paccha, 11 de diciembre de 1989», donde se traza un retrato ideológico de Abimael Guzmán, el «Presidente Gonzalo» de Sendero Luminoso, contrastando su discurso con los actos de su organización.
Cossio ya ha publicado en España, concretamente en el libro colectivo Rupay. Historia de la violencia política en el Perú, 1980-1984, junto a Luis Rossell y Alfredo Villar, que viene a cubrir el período anterior al tratado en Barbarie. En la actualidad, según me cuenta, se encuentra ampliando y corrigiendo Barbarie para su edición en Francia, al tiempo que se ha enfrascado en otro proyecto, esta vez a color, del que he tenido la suerte de ver algunas muestras que dan prueba de su crecimiento como dibujante desde la aparición del libro que ha dado pie este post.
En Medellín, durante el transcurso de Entreviñetas, Cossio departió con Sarah Glidden sobre el periodismo y el testimonio en el cómic, y no pude evitar pensar cómo el carácter internacional de la novela gráfica ha servido de inspiración -casi diría que de liberación- a autores de todo el mundo -no sólo de los centros occidentales, también de la periferia política y económica, como Perú- para desarrollar un trabajo de búsqueda de la identidad propia que hace 25 años habría sido inimaginable. La obra de Cossio, por supuesto, también me hace pensar en la respuesta que el cómic español está dando a la realidad de estos momentos, más allá de la obvia reacción en los medios de actualidad, como El Jueves, El Estafador o Mongolia. Pero en nombre de la Verdad y la Reconciliación, voy a dejar de pensar en eso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo con lo que dices de la transición. Hay aún un miedo en todos los ámbitos a criticarla sin complejos, y cuando la ficción se atreve a tratarla siempre es desde un punto de partida legitimador. El trabajo de Cossío me da mucha envidia. Me encantaría que hubiera algo así en España. Y que se recuperara el trabajo de los historietistas de la transición más allá de Giménez.
Me encantaría leer esto, como espero hacer con lo de Power Paola y las "viñetas kosher" de Brian Jánchez...
Publicar un comentario