martes, 19 de enero de 2010

ESE HOMBRE


Recientemente, he tenido ocasión de leer un par de artículos sobre Roberto Alcázar y Pedrín en tebeosfera, lo cual me ha alegrado mucho, porque es un tema por el que me he interesado bastante durante el último par de años. Uno de ellos, de Agustín Riera, da una visión general de la serie, y el otro, de José María Baena, se centra en la mítica aventura del Hombre Diabólico (Svintus), que creo que es lo primero que leí de la serie cuando Editorial Valenciana empezó a republicarla en cuadernillos verticales coloreados allá por 1976.
Por supuesto, Roberto Alcázar y Pedrín ha sido la gran serie de aventuras del tebeo español, nuestro gran superhéroe nacional, y también la gran serie malinterpretada. Objeto de relecturas bufas múltiples, alguna tan genial como la de Vidal-Folch y Gallardo en Roberto España y Manolín, la creación de Vañó se ha convertido en la serie carca por excelencia en el imaginario del cómic español contemporáneo. Roberto Alcázar y Pedrín son, para nosotros, el estereotipo de los héroes fachas y adictos al Régimen. Pero la verdad es que cuando uno se vuelve sobre el material original y se lee ahora las viejas historias de este par de aventureros, se encuentra con un tebeo extraordinariamente apolítico.
Roberto Alcázar y Pedrín sucede por lo general en un universo deslocalizado, que se suele proyectar en exóticos países extranjeros, y donde nada remite a cuestiones de actualidad. La vida privada de los personajes y su contexto social están tan ausentes de la serie que se podría decir que hay casi una voluntad experimental, un intento de ceñirse a unas condiciones mínimas para levantar la ficción. Y esa ficción se destila en una sucesión de porrazos, acrobacias y peripecias sin mayor excusa o justificación argumental. Podríamos decir que la acción se inicia motivada por sí misma y continúa por su propia inercia. La obsesión por la acción es tan absoluta que casi parece que estemos leyendo un tebeo de vanguardia. Futurista, por ejemplo. Los cómics de acción americanos de la época (digamos un Batman y Robin, por ejemplo), son mucho más moderados por comparación. Pedrín, por supuesto, es la estrella indiscutible de la serie, y como en el caso del mencionado Robin, sus peripecias, leídas con descontextualizadores ojos actuales, dan lugar a mil malentendidos.
Creo que Roberto Alcázar y Pedrín (y los muy desconocidos tebeos de aventuras españoles de los 40 y 50) merece un estudio en profundidad, porque en España no sólo hubo tebeos de humor de la Escuela Bruguera. Pero no es mi intención ensayar ese estudio en esta entrada, por supuesto. Tan sólo los traigo a colación para hablar de uno de sus más singulares epígonos, que ahora está de vuelta: Peter Petrake.
Por si alguien no lo sabe, la recopilación de Peter Petrake. De los años 70 al siglo XXI (El Patito Editorial, 2009), de Miguel Calatayud, que se distribuyó en las últimas semanas del año pasado, fue uno de los grandes acontecimientos viñeteros de la temporada anterior. Peter Petrake apareció por vez primera en la revista Trinca entre 1970 y 1973, y no voy a entrar en mayores explicaciones históricas porque todo lo que hay que contar para situar la obra en su momento se cuenta maravillosamente en el libro de El Patito, que incluye un prólogo de Pedro Porcel y un epílogo del autor, ambos de lo más esclarecedores. Baste decir que Peter Petrake es un icono de la modernidad en el cómic español, uno de los primeros rayos de lo contemporáneo que llegaron a nuestras viñetas trayéndonos la luz y el colorido de Peellaert, de la psicodelia y del cartelismo internacionales post-Submarino Amarillo. Sin provincianismo ninguno, además. El talento de Calatayud es tan inmenso que no tiene nada que envidiar a lo mejor que se hacía fuera. Diré más: cuarenta años después, Peter Petrake es más deslumbrante y moderno todavía que entonces. Casi parece que se entiende mejor. Pero lo interesante para el tema que estamos tratando aquí es que Porcel indica en su prólogo que "Miguel afirma haber pensado más en Roberto Alcázar que en James Bond a la hora de concebirlo" (a Peter Petrake). ¡Bum! Todo encaja. Porque, efectivamente, Peter Petrake es Roberto Alcázar. En una industria editorial donde pervivieran los héroes a lo largo de las décadas, como la norteamericana, Petrake hubiera sido la versión pop del Roberto "Edad de Oro", unidos ambos por un sustrato común, como el Batman de Bob Kane y el de Adam West, separados por la sombra sublimada de un subconsciente político muy distinto: de la áspera desesperación de la autarquía a la ilusionada espera de la descomposición de la dictadura. Casi diríamos que Roberto es un principio y Peter es un final, pero ambos funcionan con los mismos mecanismos para desembocar en el mismo espectáculo: un puro festival de porrazos, saltos y piruetas gráficas, un torbellino sin sentido de emociones infantiles a través del dibujo. Violencia, pura y simple violencia enviñetada. Es una droga muy dulce.
Todo esto para decir que este jueves se inaugura una exposición de los originales de Peter Petrake en el Espacio Sinsentido de Madrid, con la presencia del propio autor, Miguel Calatayud. Pop en directo, entrada libre.
HABLANDO DE TEBEOSFERA: Me tienen abrumado con la cantidad de artículos interesantes que están sacando con su último número, el 5, dedicado al terror y el horror. Últimamente me he leído un montón, aparte de los ya mencionados sobre Roberto Alcázar, y tengo unos pocos más en lista de espera (por ejemplo, el de Absence sobre los héroes británicos, y la entrevista con Mandrafina). Entre los que ya me he podido leer, algunos de los que más he disfrutado han sido:
Hay más, pero era por recomendar sólo unos pocos, que yo ya llevo quemado un tóner de impresora con estos chicos (y los que me quedan).

11 comentarios:

el tio berni dijo...

Yo a Petrake no lo conocía de nada antes de la edición de El Patito y me ha flipado bastante, como debe ser. Muy bien Calatayud, que consigue transmitir diversión pura y además todas (o al menos muchas) de sus referencias de entonces siguen siendo fácilmente identificables hoy en día. O sea, que eligió bien.

Y qué colores, por dios, que los ojos se te quedan pegados a la página mientras los sesos se te van de paseo!

Álvaro Pons dijo...

Calatayud es uno de los grandes, grandísimos del tebeo español. Toda su obra se avanza años a cualquier vanguardia. Petrake es una maravilla, pero Los trabajos de Hércules o, sobre todos, los cuentos que es publicaron en recopilación de AESCO son la releche!!! De todas formas, el tratamiento del color de Calatayud es para dedicarle una tesis completa. Hay páginas de La diosa sumergida que son increíbles ejemplos de cómo la narración es llevada por el color, única y exclusivamente. Por no hablar del volumen del 5º centenario, donde el color es de nuevo el elemento clave en toda la narración.
Pero, sin color, su concepción de la composición a través de la línea vuelve a ser increíble: La Pista Atlántica es un gozada ene se sentido. Por no hablar de ese homenjae a las aucas y litearura de cordel que es El pie frito, un libro único en la escena española.

Y, también, coincido contigo en la necesidad de reivindicación de Roberto Alcázar y Pedrín. No tanto por su calidad, como por lo que representa como fenómeno sociológico. Como bien dices, RAyP no es una serie fascista como se ha acusado habitualmente: es una serie de una fantasía desbordante, casi siempre tratando temas de evasión en localizaciones exóticas, que muestra, eso sí, la mentalidad conservadora de una época a través de su creador. Las declaraciones de RAyP son machistas, conservadoras y muchas veces reaccionarias... porque son la del españolito medio de la época, que veía muy mal que las chicas se "liberaran" y que los chicos se dejaran el pelo largo. Pero si analizamos los episodios de la serie más longeva del tebeo español (1219 cuadernos, se dice rápido), tenemos uno de los retratos más interesantes de la sociedad española y los tópicos que manejaba.
(Y no, Robert Alcázar no era José Antonio, ¡era el propio Vañó!).

Álvaro Pons dijo...

Por cierto, excelente la edición de El patito. Yo tenía la de Trinca y la diferencia es abismal.
Pero eso sí, ver los originales "en directo" es una obligación. Yo los he podido tener en las manos para la exposición de Tebeos Valencianos y los originales de Calatayud son una delicia de trabajo. Es casi imposible reproducir el color real de esas obras de arte.
Aviso, mejor llevar babero... :)

el tio berni dijo...

¡Pues me llevaré el babero, porque allí estaré el jueves para ver la expo y escuchar a Calata!

Santiago García dijo...

Los colores son alucinantes, tío berni. "Peter Petrake" es un tebeo que lo descompondría en viñetas y me haría un poster con cada una.

A mí "La pista Atlántica" me flipa, Álvaro. O me flipaba, que hace mucho que no la reviso, aunque estoy seguro de que no habrá perdido nada. Calatayud es un historietista singular porque es el único (o por lo menos no se me ocurre otro ahora mismo) que te puede marcar de pequeño y de mayor. En mi caso, descubrir sus páginas siendo niño me dejó turulato. Y fue ni más ni menos que en los libros de lecturas de la EGB ("Senda"), donde venían algunas historietas de autores diversos (no sé si todas sacadas de "Trinca"). Y una de ellas era de Calatayud, ¿verdad? Creo que algo del propio Peter Petrake, de hecho... Help, please...

Luego, ya más mayorcito, "La pista Atlántica" fue uno de esos tebeos que me impresionaron mucho cuando miraba buscaba tebeos más "adultos" o "modernos", así que en dos momentos muy distintos y muy separados en el tiempo, Calatayud me dejó huella.

Álvaro Pons dijo...

Lleva babero Berni, que Miguel, además, es un tipo encantador con una conversación maravillosa, tan inteligente como humilde.

Álvaro Pons dijo...

Por cierto, no os tengo nada de envidia... en breve, en el MUVIM tenemos una exposición retrospectiva d la obra de Calatayud!!!! :)

Manel Fontdevila dijo...

Efectivamente, en un "Senda" de editorial Santillana, libro de lecturas para la EGB, estaba enterito el capítulo "Fin de Fiesta". Y hasta me atrevería a decir que incluía también un capítulo de "Oliver", el periodista de guerra de Chiqui de la Fuente, y (de eso estoy seguro) un fragmento de "Una escuela en la torre de los contrabandistas", cuyo autor no recuerdo ahora mismo quien sería. Todo esto ejercía gran fascinación en un servidor, más aún porque Trinca no llegaba a los quioscos de mi pueblo y, por lo tanto, la procedencia de todas estas series era puro misterio para mi.

Por otra parte, diría, hasta juraría, que todo esto estaba reproducido en un bitono marroncillo bastante terrible.

Álvaro ¿sabes si tendrá catálogo lo del MUVIM? Esto puede ser tremendo, ¿eh?

Santiago García dijo...

Yo recuerdo sobre todo a "Los guerrilleros".

¿Seguro que era todo en bitono marrón?

"Trinca" debía de tener una distribución muy selecta, porque yo no recuerdo ver nunca ningún ejemplar en quioscos, como novedad. Sólo, y no con mucha frecuencia, como ejemplares atrasados en el Rastro y tiendas de segunda mano. Y lo mismo se puede decir de los álbumes de Trinca. Eran material escaso.

Pepo Pérez dijo...

"Efectivamente, en un "Senda" de editorial Santillana, libro de lecturas para la EGB, estaba enterito el capítulo "Fin de Fiesta".

Sí, sí, sí, y era Fin de Fiesta. De pequeño me lo sabía de memoria de tanto releerlo... me parecía fascinante.

Manuel Barrero dijo...

Hum, caballeros, al hilo de esta entrada de Santiago me habéis recordado lo de Senda. Yo también lo vi de chico. En Tebeosfera tenemos una base de datos para publicación con historietas que no fueron tebeos y nos gustaría catalogar ese Senda. ¿alguien lo atesora aún para prestarnos datos e imagen de cubierta?
Y gracias, Santiago