martes, 9 de febrero de 2010

MICROENTREVISTA: PEPO PÉREZ


Pepo Pérez es un nombre habitual en Mandorla, cosa que no tiene mucho misterio porque es el co-creador del Vecino, una serie de cómic de la que han oído hablar tarde o temprano todos los que siguen este blog. Pero el Pepo Pérez que aparece hoy aquí para ser microentrevistado no es el dibujante del Vecino, sino el dibujante del semanario de humor en internet El Estafador, que acaba de publicar su entrega número 23, dedicada a la "Pobreza mental", con colaboraciones del propio Pepo y de Juanjo Sáez, Javirroyo, Liniers, Tote, Susipop, Martirena, Troche, Mireia Pérez y Joaquín Reyes (y si me he dejado alguno, lo siento). Como además mañana hay una presentación del Estafador oficial y real, de carne y hueso, en la Fnac Triangle de Barcelona, me ha parecido un momento oportuno para saber a qué dedica el tiempo libre mi media naranja historietística. Porque siempre es bueno que la mano izquierda sepa qué hace la mano derecha...
(Post ilustrado con una foto de Óscar Palmer).

¿Cuál es el mecanismo de funcionamiento del Estafador?

Es una iniciativa de Javirroyo. Suya fue la idea, él ha montado El Estafador, ha diseñado la cabecera y reclutado a los colaboradores. Cada semana se encarga de coordinarla también, y él sube los contenidos, aunque los demás podemos proponer los temas semanales. Nos comunicamos por e-mail.

¿Qué objetivos tenéis? ¿Que El Estafador sea rentable? ¿Proyectaros personalmente y que alguien os fiche o compre la cabecera?...

Javirroyo tenía la ilusión de hacer algo así desde hace tiempo, por el gusto de hacerlo. Su empeño, además, es conseguir que sea rentable. De momento se ha intentado mediante anunciantes pero no ha funcionado, aunque Javirroyo sigue probando por otras vías. La intención principal es usar El Estafador como plataforma creativa, de expresión o como quieras llamarlo. Y justo porque nos permite una libertad total -y en esto Javirroyo siempre hace hincapié-, a mí ni se me ha ocurrido que alguna empresa pudiera comprar la cabecera o algo así. Es más, espero que no suceda nada parecido, ja, ja.

Tu trabajo llama la atención por cómo busca explotar las virtudes propias de la pantalla, utilizando con frecuencia el scrolling vertical (algo que también suele hacer Juanjo Sáez), sin pensar aparentemente en la posible publicación en papel. ¿Qué ventajas e inconvenientes le encuentras al "lienzo digital", como diría McCloud? (Un buen ejemplo de este tipo de piezas de Pepo se puede ver en la entrega de esta misma semana).

Sí, es otro soporte, otro formato de publicación, con mecanismos distintos al de la página impresa. Para El Estafador jamás pienso en cómo se verían impresas las viñetas en papel. Las pienso para la pantalla del ordenador, que es donde se van a publicar y leer. Aparte del formato vertical, y los colores “de luz” -a veces uso colores chillones que no podrían imprimirse tal cual en cuatricomía, y otros dibujantes de El Estafador también los usan-, hay otra gran diferencia: el “paso de página” respecto al papel impreso. En un webcomic no hay páginas en realidad, claro, es una especie de “cinta continua”, pero la gracia es que no puedes ver todo el contenido de la “cinta” a la vez. Así que el lector va pasando la “cinta” con la barra de scroll, tal como dices, y eso te permite jugar con la sorpresa de aquello que no se ve aún de la tira, del “chorizo” como solemos decir en El Estafador, y que irá apareciendo “paulatinamente” conforme el lector vaya moviendo el ratón. Pero cuando aparecen las nuevas viñetas, siguen viéndose parte de las viñetas anteriores, cosa que no sucede al pasar la página de un tebeo impreso, con lo cual hay una continuidad distinta. En cuanto le vas cogiendo el truco te permite recursos diferentes, sobre todo con la sorpresa, que es la clave del humor. El principal inconveniente del formato web es que no puedes publicar cómics de mucha extensión. Es muy cansado leer en la pantalla del ordenador. Los cómics largos, de momento, son para el papel impreso. Imagínate leer una novela gráfica de 300 páginas en la pantalla del ordenador, ja ja… un coñazo.

¿Cuáles son las fuentes de inspiración para tu trabajo?

En los últimos años leo bastante sobre historia del arte y sociología, de hecho es lo que más leo aparte de tebeos, y me está influyendo un montón. Me ha cambiado la percepción de muchas cosas, el modo de entender el mundo y por supuesto de los cómics. Entonces, intento aplicar recursos que no siempre proceden del cómic sino del “mundo del arte”, por ejemplo descontextualizar cosas, o combinar dos “planos” de significado contrapuesto para intentar conseguir un tercero, etc. Luego hay algunos historietistas a cuya influencia es difícil escapar ahora mismo. Chris Ware, que me parece el autor de cómic más importante de los últimos veinte años, de hecho el más importante desde Robert Crumb. A Crumb también lo estoy leyendo mucho últimamente, y redescubriendo. Los dos son muy grandes, tanto que te hacen sentir un enano, casi un gusano, pero por eso mismo resultan tan inspiradores. De Art Spiegelman también he aprendido algunos recursos formales, sobre todo de las viejas historietas que ha recopilado en su Breakdowns.

De autores cercanos de “humor gráfico”, al que más sigo últimamente es a Manel Fontdevila, que me parece, ahora mismo y en España, sencillamente el mejor. Va tan sobrado de talento que, estudiando su trabajo, te sientes también muy pequeño: “¿De dónde ha sacado esta idea el cabrón? ¿Cómo se le ha ocurrido esto otro?”, etc. Manel usa mecanismos bastante impredecibles, que es la clave básica del humor, y además tiene la cosa de que cada vez dibuja mejor, con lo cual se le ocurren modos de representar las ideas cada vez mejores también. Juanjo Sáez también me gusta mucho, su trabajo siempre me ha inspirado, es un teórico muy fino, muy avanzado, aunque sus cómics puedan no aparentarlo; de hecho funcionan ocultando toda la reflexión que tienen detrás. Luego hay recursos formales que saco de la tradición del cómic, incluso de viejas tiras de principios del siglo XX. La estructura de las pantomimas mudas, por ejemplo, que alguna he hecho.

Una característica de tu trabajo que me parece muy deliberada por tu parte es un intento continuo de desafiar los límites establecidos entre el humor gráfico y el cómic. ¿Existen esos límites?

Es que no veo una diferencia esencial. Para mí el llamado “humor gráfico” y el cómic es lo mismo, en todo caso serían géneros narrativos distintos dentro de un solo medio, el cómic. Manejan los mismos recursos formales, el mismo lenguaje, y el hecho de que la temática sea humorística, el chiste como finalidad, no significa que sean cosas distintas. En otros medios se hace humor, en cine, en literatura, etc., y no por eso se le pone aparte como “algo distinto”. Tampoco me parece que la secuencia de viñetas respecto a la viñeta única marque ninguna diferencia esencial. Lo que solemos entender hoy por cómic procede de las caricaturas impresas y de las viñetas –únicas- de la prensa gráfica del siglo XVIII y XIX; de hecho en ellas se ensayaron recursos como los bocadillos modernos, o la misma interacción entre dibujo y texto, o el tipo de dibujo que mejor funcionaba para ser reproducido (y ser reproducido junto a un texto), todo eso mucho antes que en las historietas de varias viñetas. El cómic moderno procede del “humor gráfico”, así veo yo la historia del medio, y tienen la misma naturaleza. Y cuando pienso mi colaboración para El Estafador no lo hago en términos de “hoy voy a hacer un cómic” o bien “hoy no voy a hacer cómic, voy a hacer humor gráfico”, esto sería absurdo. Hay ideas que piden ser resueltas con una sola viñeta, otras con dos, otras con más viñetas, todo depende de la idea. Pero los mecanismos -el dibujo pensado para ser reproducido y “leído”, la caricatura, la palabra, los bocadillos si los usas- son los mismos.

Luego hay semanas en que no me apetece hacer chiste, o se me ocurre algún chiste muy tópico, y prefiero hacer algo que no tiene gag realmente, o que puede ser una historieta más “de cómic”. En el fondo todo es lo mismo. Igual con el dibujo, la idea se impone. Las ideas te piden un tipo de dibujo, a veces más elaborado, otra veces un rollo más de garabato. Y siempre tienes que intentar sorprender al lector. Si consigues hacerle reír alguna vez, no va a ser desde luego repitiendo el mismo truco.

¿Piensas que lo que haces en El Estafador es humor gráfico y por tanto distinto de lo que haces cuando haces cómic en El Vecino?

La diferencia básica es el formato y la libertad que tengo en El Estafador. En El Vecino trabajo en colaboración, contigo, con tus guiones, luego me tengo que sujetar a una historia pensada de antemano. El tipo de dibujo también es distinto. En El Estafador me permito unas, digamos, libertades que no permitiría en El Vecino. O eso creo de momento, ja, ja. Pero en lo demás, para mí, no es distinto. Todo es cómic.

¿Te ves haciendo este trabajo indefinidamente? ¿Te resulta fácil?

No, no me resulta fácil, y no sé hasta cuándo seguiré. Lo haré mejor o peor, pero siempre procuro ir más allá del tópico, que es por cierto lo primero que se te suele ocurrir. A veces me parece que lo consigo, pero otras veces no, y entonces me doy por vencido y dibujo el tópico para salir del paso. Las ideas, la inspiración, son extrañas, van y vienen. Hay veces que se te ocurre una buena idea casi a la primera, y otras veces te das de cabezazos. También he descubierto que hacer una historieta semanal de humor de calidad es MUY difícil. Admiro y aplaudo a quienes llevan años haciéndolo.

¿Es un alivio no trabajar conmigo?

Sí, un descanso total, ja, ja. Ahora en serio, es distinto, obviamente. A mí me gusta colaborar (como tú bien sabes). He colaborado en el pasado con otras personas, con Juanjo Sáez y con otros amigos, es algo que siempre me ha gustado, ver qué sale de la colaboración, y todo lo que aprendes con ella. Tener un guión escrito por ti, por otra parte, me libera del peso de pensar en muchísimas cosas previas. Pero en El Estafador estoy “solo ante el peligro”. Las primeras semanas me dio mucho miedo, la verdad, sobre todo porque es una publicación de humor, y hacer humor es, repito, francamente difícil. Pero cuando te sale bien, es muy liberador.

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