martes, 9 de octubre de 2012
ESTAMPAS DE LA AMISTAD
Una de las cosas que probé en Medellín, además de la bandeja Paisa, fue la amistad filosófica y deambulatoria de sus ciudadanos. Así, por ejemplo, una cálida y larga conversación nocturna con Álvaro Vélez, Truchafrita, una de las figuras del cómic local. Días después, la primera historieta que empecé a leer del propio Truchafrita fue «Más conversaciones», el número 9 de Cuadernos Gran Jefe, la revista dedicada íntegramente a sus propias producciones. Todo el número está dedicado a las charlas que mantienen el protagonista y Chimpandolfo, una de esas criaturas antropomórficas de filiación dudosa que abundan en el cómic y que podría estar emparentado con el Lapinot de Trondheim, sin ir más cerca. ¿De qué platican los dos amigos? Pues de qué va a ser: del arte, de las mujeres, del trabajo, del sentido de la vida y de los cinco discos que más les gustaron de la primera década del siglo XXI. O sea, todo aquello intrascendentemente fundamental para reconocernos como machos ociosos tumbados a la sombra de un árbol, confiando una vez más en que se produzca ese milagro que nos traiga la manduca diaria y nos evite tener que levantarnos para ganarnos el pan con el sudor de la frente. Y en todas esas conversaciones leídas, me parecía oír la voz hablada del propio Truchafrita. Sin imposturas y sin pretensiones, tal cual.
Pero Cuadernos Gran Jefe tiene una vocación experimental que hace que Truchafrita se plantee un desafío en cada número. Si «Más conversaciones» es un torrente de palabras, el número anterior, «Chimpandolfo silente», cede todo el protagonismo al peculiar seudoconejo humanoide y le hace protagonizar una serie de diversas peripecias (entre las que se incluye, cómo no, la mítica carrera con la tortuga), todas ellas sin acompañamiento alguno de palabras. Y el experimento funciona, porque el dibujo tiene una sencilla capacidad para la empatía, y la cifra abstracta que es Chimpandolfo se hace expresiva con la mera ayuda de una gota de sudor que salta del rostro y una leve torcedura en el gesto de la boca.
En la contraportada de uno de estos Cuadernos se citan unas palabras de Luis Tejada, de las que entresaco: «Murmurar es simplemente recordar». El recuerdo protagoniza el nº 7, «Días de escuela (segunda parte)», donde Truchafrita ha registrado un puñado de esas escenas que todos hemos vivido y ya hemos olvidado. Lo interesante, para mí, no es ya que lo haga con limpieza y elegancia en el relato, sino que en este caso, como en los otros dos, sabe orillar los tópicos, y sin caer en cinismos, esparce las gotas de ironía necesarias para dejarte algo sincero y auténtico entre las manos. O sea: como un abrazo de colega que sabe que ya le animan los vapores de la madrugada, pero que no por eso es menos honrado. Precisamente porque lo sabe.
El Poblado es el barrio de Medellín donde me alojé, y donde está ambientada la novela gráfica Parque del Poblado, de Joni b., que fue otro de mis anfitriones en aquella ciudad. Si Cuadernos Gran Jefe me había hecho pensar en esas conversaciones de amigotes que se arrastran en meandros perezosos durante horas sin fin, Parque del Poblado se yergue expresamente sobre la observación de esos mecanismos de la amistad a lo largo de una única noche de copas en una zona de bares. Con ese desorden natural de las películas de Cassavetes (desde Shadows a Husbands), y con esa mirada escéptica y melancólica del autor-personaje que se despide de una etapa de su vida (a lo American Graffiti), Parque del Poblado consigue recrear la misma atmósfera que Sergio Córdoba recreaba en su añorado Freaks in Love.
Joni es un dibujante de trazo simpático y habilidad gestual, que hace que sus personajes vivan y respiren, tal y como necesita esta comedia sentimental tardoadolescente. Siento mucha curiosidad por saber qué historietas va a hacer en el futuro.
ALGO MÁS: Para hacerse una idea panorámica de una escena, no hay nada mejor que acudir a una revista antológica. En Colombia se publica ahora mismo Larva, «revista de expresión visual» de la que me traje su número 14. Dirigida por Daniel Jiménez Quiroz, a su vez cabeza organizadora del Festival Entreviñetas, reúne páginas de autores locales e internacionales, además de incluir textos diversos. En este número, me gustaron especialmente Powerpaola, de quien hablé hace unos días, y «Kapax revisitado», de Inu Waters.
Cortesía de Marco Tóxico, un excelente ilustrador y portadista, me traje también varios números de la boliviana Gringo muerto, que ahora mismo parece en hibernación, después de que su último número, el 8, apareciese en 2011, financiado por los franceses de Ferraille. Gringo muerto es una revista chiquita y de vocación mucho más radical (una entrevista a Mike Diana sirve de indicativo de sus intenciones). Incluye gamberradas tan memorables como «El gato nazi del rabino», del argentino Brian Jánchez. Pero de este autor espero poder hablar más adelante y con mayor extensión.
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3 comentarios:
Los Cuadernos de Trucha y el Parque de Joni son algunas de las historietas que mejor leí en estos últimos años, qué bueno verlas reseñadas juntas.
De Joni te recomendaría mucho una que se llama "Superman", que había publicado en HR, pero no estoy puediendo encontrar el link. Creo que había algún proyecto de publicarla como libro, no se en qué habrá quedado...
Ventanas impagables a otros mundos. Una vez más, si no hay alguien que les relate, no existen para los que estamos a este lado del mundo...
En otras palabras, gracias.
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