viernes, 2 de septiembre de 2011

CRIME DOES NOT PAY: PUBLICIDAD

Afortunadamente, vivimos en la edad de oro de las reediciones de cómics, al menos en Estados Unidos. La recuperación de clásicos y la arqueología viñetera es uno de los grandes fenómenos de nuestros días, y eso nos está permitiendo construir bibliotecas definitivas de los clásicos de nuestro arte. Pero hay algo que nos escamotean las primorosas reediciones en tapa dura, repletas de estudios documentadísimos y de todo tipo de extras: la realidad material del cómic original. Accedemos a su forma idealizada, descontextualizada de la plataforma física para la cual se creó. El humilde y viejo objeto material, sin embargo, a veces nos da una información tan reveladora e interesante como el propio contenido de las páginas. En ocasiones, por ejemplo, resulta difícil deducir sólo de su forma artística el público al cual se dirige un cómic: ¿masculino o femenino?, ¿infantil, adolescente o adulto?, ¿popular o culto? En los cómics originales, el historiador interesado por estas cuestiones encuentra una herramienta que suele desaparecer de las espléndidas reediciones contemporáneas y que casi nunca nos engaña: la publicidad.

Los sensacionales mexicanos, por ejemplo, son conocidos como cómics para chalanes, es decir, para ayudantes de albañiles. ¿Mito o realidad? Sería difícil deducirlo de su contenido, pero cuando encontramos entre sus páginas publicidad de siliconas o cementos, nos inclinamos a pensar que es cierto. El anunciante paga para llegar a su público, y si ese público no lee esa revista, no va a poner en ella su publicidad.

Por tanto, ¿qué publicidad había en los tebeos americanos de la Década Perdida y qué nos dice del público lector de alrededor de 1950? La muestra que examino es exigua -tres comic books- y totalmente carente de rigor científico, pero sus resultados son tan llamativos que uno no puede pasarlos completamente por alto.

El anuncio de interior de contraportada de Crime Dos Not Pay #82 (diciembre de 1949):


Evidentemente, dirigido a mujeres (no a niñas). Huelga decir que las obsesiones que nuestra sociedad impone a la figura femenina tampoco son nada que haya empezado en los últimos años, pero eso es otro tema.

En el interior de ese mismo ejemplar, se insiste en el mismo asunto:


Al final de la revista, una maravillosa «hucha televisor» que se supone atraerá los donativos de amigos y familiares, y que revela la expectación con la que la sociedad estaba esperando el desembarco de la auténtica televisión:


A su lado, se ofrece un manual para formarse como técnico de radio y televisión. Sin duda, quien tuviera la previsión de aprender el oficio en 1949, eligió una carrera con mucho futuro:


En Crime Does Not Pay #87 (mayo 1950) encontramos una variante del clásico anuncio del culturista Charles Atlas que tan famoso se haría en los cómics de los años 60 y 70. En este caso se ofrece un «mini-gimnasio» para practicar ejercicio en casa, y la publicidad -en forma de cómic, exquisitamente dibujado por cierto- no se dirige tan sólo al pobre muchacho enclenque que quiere sentirse un hombretón, sino que también llama a las chicas. «Hey fellers! Gals, too!»:


En las páginas interiores, una publicidad que, evidentemente, no puede estar dirigida a un niño: fundas para los asientos del automóvil («de fibra genuina»):


Otra gran novedad tecnológica: Graba tus propios discos. Es una novelty, pero no un juguete: el precio «asombrosamente bajo» de 4,98$ lo pone fuera del alcance de un niño que apenas podría conseguir diez centavos para comprarse un tebeo. Las ilustraciones que acompañan el anuncio confirman que el público deseado es joven (moderno), pero adulto, incluso con hijos cuya voz grabar y conservar:


En el interior de contraportada, otro anuncio claramente dirigido a la señora de la casa, y que en relación con una revista de crimen podría llegar a adquirir incluso cierto sentido ominoso:


La contraportada, definitivamente, se dirige a Men! y Ladies! lo suficientemente adultos como para apreciar de regalo (sin coste adicional) una pipa (para él) o una polvera (para ella):


Añado a la minimuestra Jumbo Comics #136 (junio 1950, publicado por Fiction House), un comic book que lleva en portada a Sheena, reina de la jungla, y que incluye una variedad de historietas de aventuras con diversas ambientaciones exóticas, ninguna de las cuales afirma ser ALL TRUE, y que proclama su condición de cómic desde su misma cabecera. Junto a algún anuncio que ya conocemos, como el de las fundas para los asientos del coche o el que llama a REDUCIR tu apariencia para «volver a aparentar dieciséis años», la contraportada luce estos modelitos:


Tómese ahora cualquier comic book mainstream americano de veinte años después y compárese la publicidad. Lo estoy haciendo ahora mismo con varios ejemplares de Marvel de hacia 1969: pequeños planes de negocios para niños (venta de felicitaciones navideñas, por ejemplo), muchas ofertas de regalos diversos (máscaras de broma, gafas de rayos X, trenecitos eléctricos, bicicletas, etc.), material de gimnasio dirigido exclusivamente a varones («Las “herramientas” musculadoras secretas de Mr. América-Mr. Universo para “tallar” tu cuerpo con una forma musculosa»), cursos de kárate y de dibujo. Nada dirigido a mujeres, nada dirigido a una persona que ya tenga edad para conducir.

En Crime Does Not Pay y Jumbo Comics también hay anuncios dirigidos a los niños (cohetes o una especie de futbolín de béisbol, por ejemplo), pero sorprende la abundancia de los anuncios dirigidos a un lector adulto. Eso no quiere decir que los adultos que leían Crime Does Not Pay fueran más numerosos que los niños. Puede que hubiese más anuncios para ellos porque tenían más capacidad adquisitiva que el niño, que probablemente ya habría gastado todos sus recursos económicos en el tebeo. Pero el hecho es que ese público adulto también existía, o de lo contrario los publicistas no habrían pagado por insertar sus anuncios en los cómics. Es decir, se concebía que una persona con un automóvil necesitado de fundas para los asientos podría leer Crime Does Not Pay (lo que es tanto como decir una persona de al menos dieciséis años), se concebía que una persona con hijos que quisiera registrar su voz en un disco grabado domésticamente podría leer Crime Does Not Pay, se concebía que una mujer que quisiera adelgazar para volver a aparentar que tenía dieciséis años (y, por tanto, que era mayor de esa edad) podía leer Crime Does Not Pay o incluso Jumbo Comics, con Sheena en la portada. Aún más significativo: se reconocía la existencia de un público femenino para esos tebeos. No para los tebeos románticos, ni siquiera para los tebeos de aventuras protagonizados por una chica como Sheena, sino también para un tebeo de crímenes como Crime Does Not Pay. Leyendo la publicidad, es imposible saber si Crime Does Not Pay es shojo o shonen.

Aún más, es imposible saber a qué edad va dirigido. Por un lado, la insistencia en los valores didácticos, las palabras de madres y educadores en la sección de correo que parecen orientadas a tranquilizar a los padres de los pequeños lectores de Crime Does Not Pay. Por otro lado, la publicidad obviamente dirigida a un consumidor joven pero adulto. La impresión es que se trata de un producto all-ages, dirigido a un público general, amplio, tanto adulto como infantil, tanto masculino como femenino. Todo lo contrario del nicho de mercado en el que el comic book se iría encerrando cada vez más desde los años sesenta hasta nuestros días, tras embarcarse en una estrategia de intensa focalización y especialización en un público determinado.

La pregunta es: ¿reflejan las historietas de Crime Does Not Pay y Jumbo Comics esa aparente amplitud de miras que se deduce de sus anuncios? ¿Son realmente estos cómics de 1949-1950 un material susceptible de ser leído con normalidad por un adulto de su época? ¿Por una mujer? ¿En qué se diferencian del cómic comercial posterior? Para contestar a eso, tenemos que levantar la portada, tenemos que dejar de lado los anuncios y tenemos que ponernos, por fin, a leer las historietas.

Pronto.

8 comentarios:

gervilches dijo...

Muy interesante esto, Santiago, me parece un argumento difícilmente rechazable. Los anunciantes no eran tontos, y si colocan en estas publicaciones sus productos es por algo. Haría falta más muestra, pero algo me dice que estos tres tebeos no son excepciones.

Robur dijo...

Supongo que en ese periodo buena parte del publico lector eran los veteranos de la IIGM. En esos años muchos tendrían veintipocos y gracias al GI Bill y la recuperación económica de la guerra estaban entrando en la clase media, el nuevo mundo suburbanita, recien casados y con sus primeros hijos(que seran los baby boomers). Y ademas eran de la primera generación, los americanos la llaman the greatest generation, que habia leido comicbooks desde la infancia.

Pepo Pérez dijo...

Es tal como me comentaste, Santiago, y más. Yo tampoco he visto anuncios así en los comic books de superhéroes. Gran documento ahí.

jeremias ariel dijo...

Y que es lo que esta en juego esa lucha Tìo Berni??

Reconocimiento social?? Prestigio??
Tener el visto bueno de los ignorantes??

Pero que importante!! Que valioso!

Voy a comprarme varias copias del Quijote, para distibuir por mi biblioteca.....

el tio berni dijo...

No, Jeremías, lo que está en juego son otras dos cosas.

1) Que yo, con casi 40 años, pueda encontrar tebeos que me gusten, que me hablen de cosas que me interesen y que no sean la repetición, en fondo y forma, de lo mismo en lo que hemos estados constreñidos durante casi 100 años.

2) Que los autores puedan hacer los tebeos que quieran. Incluso tebeos dirigidos a adultos como ellos, si eso es lo que les pide el cuerpo.

Sólo eso. Si a ti te parece que es un problema de complejos y prestigios, tal vez el problema esté en tu mirada.

gervilches dijo...

Yo me he perdido. ¿Esto a qué viene?

Santiago García dijo...

Como bien dices, Gerardo, estos posts no son artículos científicos, porque para eso haría falta una muestra más profunda y un estudio más sistemático. Lo único que pretendo es transmitir algunas observaciones a partir de la lectura directa de los ejemplares originales, ver lo que se puede sacar teniendo el objeto entre manos, en qué se puede fijar uno. Y la publicidad de estos cómics es de lo que más me ha sorprendido, la verdad.

Robur, ahí has dado en el clavo. Probablemente los lectores adultos (intuyo que jóvenes adultos, pero no en el sentido en que la mercadotecnia editorial utiliza ese término hoy, sino en el sentido de veinteañeros, que a mediados del siglo XX ya eran verdaderos adultos, la mayoría casados y con familia) que leían estos cómics eran lectores de la primera generación de comic books, los que empezaron de niños leyendo Action Comics #1 y demás en 1938. A veces nos olvidamos de que todo tiene un principio, y de que los cómics no se han leído "siempre", entre otras cosas porque no han existido siempre. Esa primera generación podría haber generado unos hábitos de lectura y una percepción muy distinta del cómic como medio de los que nos llegaron a nosotros. Pero entonces, más o menos en este período que estamos tratando, cuando había muchas señales prometedoras, todo se torció. Creo que en este período que he llamado la Década Perdida, el cómic americano estaba -a su estilo- muy cerca de donde está el cómic japonés, produciendo un producto de masas para todos los públicos, sólidamente implantado en la sociedad. Pero... de pronto todo descarriló. Me parece un tema muy interesante, ¿eh?

gervilches dijo...

En todo caso, Santiago, como dices es muy interesante, creo que estudiar estos cómics desde ese punto de vista, digamos, sociológico, no se ha hecho aún con la neesaria profundidad. Y tengo la sensación de que ahí está la madre del cordero, la explicación de por qué la industria americana tomó el camino que tomó. ¿Por qué se torció? La respuesta no la vamos a encontrar sólo en las páginas de los cómics, sino fuera, en la propia sociedad.