lunes, 12 de septiembre de 2011

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 8: EL NEW LOOK

(PARTE DEL CAPÍTULO SESENTA AÑOS DE TEBEOS)

EL NEW LOOK

DC atravesó una época demencial en la que Irwin Donenfeld [propietario de la empresa] llevaba estadísticas de las portadas que vendían más. Y parecer ser que las portadas en las que aparecían gorilas eran las que tenían más éxito. Así que cada dos por tres sacaban gorilas en todas las colecciones. Un gorila salía en una jaula diciendo “¡Por favor, que alguien me escuche!”. Era un material ridículo. Hacían lo que podían.” recuerda el dibujante Gil Kane, a propósito de la segunda mitad de los cincuenta.

Tras la “acometida Wertham” y la crisis generalizada de la industria, DC estaba desorientada, dando palos de ciego y probando todos los géneros posibles, en busca de algo que reactivara el maltrecho negocio. La prueba que salió bien fue la de los superhéroes. En otoño de 1956, DC publicó un tebeo que estaba destinado a cambiar el rumbo de la historia del comic book: Showcase 4, que presentaba al nuevo Flash, un revival del justiciero velocista de los años 40. El éxito de Flash reanimó a los superhéroes y, bajo la supervisión del editor Julius Schwartz (1915), viejos enmascarados de la Edad de Oro volvían a la lucha con conceptos y trajes completamente renovados: Linterna Verde (Showcase 22, octubre 1959), Atom (Showcase 34, 1961), Hawkman (Brave and the Bold 34, 1961)... Junto a ellos, nuevas creaciones como el Detective Marciano (House of Mystery 143, 1955), Supergirl (Action Comics 252, mayo 1959) o los Challengers of the Unknown (Showcase 6, febrero 1957) anunciaban la nueva era que iba a empezar, y que quedaría definitivamente confirmada con el rutilante debut de la Liga de la Justicia de América, que se reuniría por primera vez en Brave and the Bold 28 (marzo 1960), con una espectacular alineación que incluía a Wonder Woman, Linterna Verde, Aquaman, Flash, el Detective Marciano, Superman y Batman, y a la que pronto se unirían Flecha Verde, Hawkman y Atom. La Edad de Plata del comic book había comenzado.

Como es natural, pronto todas las editoriales se dedicaron a imitar la nueva tendencia en boga, y fue en ese momento crucial en el que la modesta Marvel, comandada de manera casi individual por Stan Lee, empezó a publicar una serie de títulos de superhéroes concebidos en su práctica totalidad por Jack Kirby y dibujados por él mismo o por un reducido equipo de colaboradores que incluía a Steve Dikto y Don Heck. La “Era Marvel” parte de Fantastic Four 1 (noviembre 1961) y encuentra su gran baza comercial con Spider-Man (Amazing Fantasy 15, agosto 1962), renovando profundamente el concepto imperante de lo que debía ser un superhéroe, que hasta entonces habían marcado las limpias y algo acartonadas creaciones de DC. No es cuestión de entrar aquí a examinar en detalle lo que trajo Marvel al mundo de los superhéroes, pero sí resulta preciso señalar que entre sus innovaciones más evidentes se encuentran la introducción del tiempo en la figura del héroe (ahora ya no se trata de narrar sus aventuras desligadas unas de otras, sino de narrar su biografía seriada en capítulos), y la acentuación de dos características ya existentes pero no lo bastante explotadas: la caracterización (elevándola al mismo rango que la trama, y dotando de rasgos de debilidad humana a los superhombres) y el sentido de convivencia de todos los héroes de la editorial en un único marco o universo mítico que es reflejo del real. Estas innovaciones, en una palabra, convirtieron a los héroes Marvel en héroes modernos, acorde con el pulso de los agitados años 60, e instantáneamente dejaron envejecidos, por comparación, a los de DC, cuyas posibilidades de actualización estaban bastante limitadas por el hecho de que en 20 años la empresa apenas había contratado a algún nuevo dibujante o guionista.

Así que, mientras el adolescente Spiderman se lamentaba de no tener un duro en el bolsillo, rondaba alrededor de la secretaria Betty Brant como un perro en celo sin reunir valor para declararse y era humillado en el instituto por el bravucón de Flash Thompson, Batman y Robin exhibían la “Bat-cueva volante” (Detective 317, julio 1963) o se involucraban en ocurrencias tan anormales como la transformación de Batman en el genio de la lámpara maravillosa (Detective 322, diciembre 1963). Mientras Kirby cogía velocidad y empezaba a romper todos los moldes gráficos establecidos, Sheldon Moldoff seguía repitiendo sus mecanizados planos y sus figuras de cartón piedra. Si yo hubiera tenido catorce años en 1963, no habría dudado en qué gastarme el dinero.

Dado que Batman, al igual que Superman y Wonder Woman, no había interrumpido su publicación desde que se iniciara en la Edad de Oro, no había tenido ocasión ni siquiera de someterse al “baño rejuvenecedor” que recibieron Flash, Linterna Verde y demás. Pero llegó el momento en que resultó obvio que la situación se había vuelto insostenible, y había que dar un violento vuelco al personaje. “Julie [Schwartz] me llamó -recuerda Carmine Infantino- y le dije “Déjame acabar este trabajo que estoy haciendo”, que creo que era Adam Strange. Y Julie me dijo, “No, será mejor que vengas ahora mismo. Irwin quiere hablar contigo.” Irwin Donenfeld era el editor en jefe y propietario en aquellos días. Así que entré en su despacho con Julie, nos sentamos, y nos dijo que Batman se encontraba en un estado lamentable. Me dijo, “Te voy a dar seis meses con esto. Si lo levantas, perfecto; si no, lo vamos a cancelar.” ¿A que parece increíble? Pues así de mal se estaba vendiendo. Nos organizamos para que pudiera dibujar un número de vez en cuando, además de hacer todas las portadas.”

Así nació el “New Look” de Batman, que se presentaría al mundo en Detective 327 (mayo 1964), coincidiendo con la aparición nº 300 del personaje en la serie que le vio nacer. Después de décadas de inmovilismo, ese tebeo arrojaba sobre los lectores una cantidad de novedades difíciles de asimilar de golpe, siendo la más memorable, sin duda, el cambio en el disfraz de Batman, al que se añadía un círculo amarillo alrededor del emblema del murciélago que lleva en el pecho. Pero ahí no acababan los cambios. El logo de la colección, que había permanecido inalterado desde su número 2 (¡en 1937!) era sustituido por uno más vistoso, el clásico Batmóvil dejaba paso a un pequeño descapotable, un teléfono rojo comunicaba la Batcueva con el despacho del comisario Gordon de manera mucho más eficiente que la Batseñal (aunque ésta seguiría en activo) y, para rematarlo, en la segunda historia del “New Look” (Detective 328, junio 1964), el mayordomo Alfred daba su vida para salvar la de sus señores y su puesto en la Mansión Wayne lo ocupaba la tía Harriet, una pariente de Dick Grayson. Julius Schwartz había reemplazado a Jack Schiff como editor de los títulos de Batman después de dos décadas. “En 1964, pasé de editar mis dos títulos de ciencia ficción (Strange Adventures y Mystery In Space) -recuerda Schwartz- a darle un New Look a Detective Comics y Batman. Otra vez me encontraba encargándome de un nuevo trabajo, y me documenté sobre Batman -pasando por alto el hecho de que el Cruzado Encapuchado nunca usa armas. ¡En un momento decisivo del argumento de mi primer número, hice que dibujaran a Batman apuntando a los criminales con una pistola! ¡Fue un inicio un poco titubeante, pero aprendí rápido! En mi primer número de Batman -Detective 327, mayo 1964- cambié el disfraz al rodear el símbolo del murciélago con un óvalo amarillo, y actualicé la Batcueva y el Batmóvil. En el número siguiente, me cargué a Alfred el mayordomo y lo sustituí por la tía Harriet de Dick Grayson, un nombre inspirado por la canción de Hoagy Carmichael, “Rockin’ Chair”. (Por si se lo preguntan, hubo dos razones para matar a Alfred. La primera es que quería una historia que fuera realmente impactante, y la segunda que había habido rumores con eso de que tres hombres vivieran juntos -así que decidí introducir a una mujer en la Mansión Wayne.) Quería que los villanos fueran revitalizados para que resultaran temibles, y esa perspectiva dio resultado cuando el productor televisivo William Dozier, inspirado por los remozados Joker, Acertijo y Pingüino, decidió que Batman sería una buena serie de televisión. Me alegré de que le gustara nuestro nuevo Batman -pero con uno de mis cambios salió el tiro por la culata. Dozier quería que el mayordomo Alfred saliera en la serie, así que tuve que inventarme una forma de resucitar a un Alfred muerto.”

“Afortunadamente, encontré la solución. Anteriormente había introducido en Batman a un villano llamado el Outsider, un nombre que tomé de la historia de H. P. Lovecraft “The Outsider”. Siempre había sido misterioso y desconocido, y tuve la inspiración de revelar que la identidad del Outsider era ¿quién si no? Alfred el mayordomo.”

Como apunta Schwartz, la serie de televisión tendría una influencia decisiva para variar el rumbo del “New Look”, que había empezado con unos propósitos de renovación mucho más allá de modificar cuatro detalles cosméticos en el traje o el coche del Dúo Dinámico. Tanto los guiones como los dibujos fueron seriamente transformados. En el primer apartado, Schwartz reclutó a algunos de los más fiables talentos de DC, como Gardner Fox (que había sido decisivo en el relanzamiento de casi todos los títulos de superhéroes de la casa, empezando por Flash y la Liga de la Justicia y que escribió la legendaria aventura del Monje Rojo en los inicios de la carrera de Batman), John Broome (uno de los artífices de Linterna Verde) y Bob Kanigher (mítico editor y guionista de series de guerra de DC). Desaparecieron las tonterías fuera de tono, y Gotham City dejó de ser algo así como un punto de encuentro para todas las criaturas extravagantes del Universo para recuperarse como decorado sobrio en el que desarrollar argumentos plausibles para un aventurero sin superpoderes. Recuperando el espíritu de la revista que le vio nacer, Batman volvía a involucrarse en tramas detectivescas, en las que lo importante era desafiar el ingenio y la imaginación de los lectores con un arsenal aparentemente ilimitado de ocurrencias seudo-científicas y pasatiempos racionales, pero sin recurrir nunca a lo sobrehumano, lo sobrenatural o la ciencia ficción. Los villanos clásicos regresaron lentamente, con preferencia para el Joker (por supuesto), el Acertijo (que en realidad es durante esta etapa, y gracias sobre todo a la serie de televisión, cuando confirmó su categoría principal) y el Pingüino, al tiempo que se creaban algunos nuevos, el más destacado de los cuales es Blockbuster.

El cambio gráfico fue aún más contundente. En Flash y Adam Strange, Carmine Infantino (1925) había desarrollado un estilo convenientemente diferenciado del imperante durante la Edad de Oro, un estilo que no sólo incluía un dibujo más realista y estilizado, sino una composición de página rompedora y una narrativa en auténtico “scope” que aprovechaba las posibilidades de las viñetas a ancho de página y contaba con una variedad de secuencias verdaderamente espectaculares. Cualquier parecido entre lo que hacía él y lo que venían viendo los lectores de Batman y Detective era pura coincidencia. Infantino, con la inestimable ayuda de los entintadores Murphy Anderson (1926) y Joe Giella, se ocuparía de dibujar todas las portadas (la primera, en Detective 327, traía otra innovación brutal: una secuencia de tres viñetas en lugar de un solo cuadro) y haría algún episodio cuando su sobrecargada agenda se lo permitía, que no era tan a menudo como le hubiera gustado a Schwartz. Cuando él no podía ocuparse, el trabajo generalmente caía en manos de “Bob Kane”, que era ya sólo una firma bajo la cual se ocultaban los profesionales a los cuales les “arrendaba” el trabajo. El desnivel entre los episodios dibujados por Infantino y los otros era tan pasmoso que casi parecía una parodia. Sheldon Moldoff se había adaptado bien a las pautas marcadas en el pasado por Kane, pero imitar a Infantino, tanto en dibujo como en planificación, escapaba por completo a su registro, y el resultado era extremadamente pobre y falto de calidad. Otros de los “negros” empleados por Kane, como el mítico Howard Sherman (mítico únicamente porque no se ha podido confirmar su autoría de varios episodios que se supone fueron realizados por él) exhibieron tal pobreza de recursos que ni siquiera pudieron ser salvados por la implacable profesionalidad de Charles Paris en las tintas. Sin embargo, en aquella época DC aún no acreditaba a los autores, así que la única persona que vio su nombre unido a una historia de Batman hasta 1968 fue Bob Kane. Las historias de Infantino aparecían sin firma, aunque eran fácilmente reconocibles, y en cuanto a los guionistas, adivinarlos era uno de los temas de entretenimiento recurrentes en las columnas de cartas de los lectores. La situación cambió cuando Infantino ascendió en el escalafón de la empresa. “Cuando me convertí en editor -recuerda Infantino- le dije a Kane, “Escucha, Robert, esto es lo que quiero hacer... ¿cuál es tu tarifa por página? Sé que estás arrendando el material. Así que te voy a dar la mitad de tu tarifa por página para que no hagas nada, yo me ocuparé del resto.” Y lo aceptó. Y así es como empecé a poner autores decentes en Batman.” Oficialmente, Bob Kane se retiró en 1968. Así es como él lo recuerda en su autobiografía: “Seguí haciendo los lápices de las historias de Batman hasta 1966, dibujando siempre a los personajes principales en las historias que yo ilustraba. En ese momento decidí retirarme de los cómics. Había estado dibujando Batman durante 28 años y estaba cansado. Cuando la serie de televisión tuvo éxito, decidí que había llegado el momento de buscar nuevos horizontes.

El “New Look” reanimó considerablemente a Batman, aunque es difícil decir que lo pusiera a la altura de los tiempos. Ahora sus historias estaban divididas en capítulos, pero seguían sin continuarse de un mes al siguiente (excepto en casos extraordinarios) y aún carecían del dramatismo que desbordaba Marvel. Mientras los Cuatro Fantásticos se enfrentaban a Galactus, el Devorador de Mundos, y Estela Plateada filosofaba sobre el sentido de la existencia, Batman y Robin capturaban a la banda que se comunicaba con siglas (“¡El caso del Batman abreviado!”, Detective 360, febrero 1967) o ponían en venta sus ropas e instrumentos en una subasta pública (Batman 191, mayo 1967). La historia del Outsider revela hasta qué punto el suelo de Gotham City seguía siendo resbaladizo. El Outsider es un malévolo villano de rostro desconocido que opera en las sombras y mediante esbirros, y del cual sabemos por vez primera en “¡El hombre que robaba a Batman!” (Detective 334, diciembre 1964), donde el Saltamontes (o los Saltamontes, ya que se trata de dos hombres que se hacen pasar por uno), sicario de este genio del mal, se dedica a apropiarse del Batmóvil y otros objetos propiedad del Detective Enmascarado. A partir de ese momento, la sombra del Outsider se dejará ver periódicamente como figura que maquina en las sombras la ruina del Dúo Dinámico, movido por una sed de venganza de origen desconocido. Desconocido también, obviamente, por Schwartz, que, como hemos visto, al encontrarse con que el Alfred que él había matado reaparece en la serie de televisión, no tiene mejor ocurrencia que revelar que el mayordomo de Bruce Wayne es en realidad el maquiavélico Outsider. “Inside Story of the Outsider!” (Detective 356, octubre 1966), con unos atroces dibujos de “Bob Kane”, cierra el argumento con la explicación de la resurrección de Alfred. Tres días después de la muerte del fiel mayordomo, un hombre llamado Brandon Crawford, “médico, físico, biólogo, geógolo, genio científico en general” pasa por el cementerio persiguiendo a un “raro insecto” con su “micro-audiómetro”, con el cual capta “un sonido, como un quejido, ¡que sale de ese mausoleo! ¿Puede ser que... haya alguien vivo ahí dentro?” Efectivamente, Crawford encuentra a Alfred en su ataúd, aún vivo, lo cual requiere una “Nota del editor: el profesor de física Robert Ettinger, autor de “La perspectiva de la inmortalidad” ha dicho que la muerte sólo puede definirse en términos relativos. Señala a los cientos de personas revividos después de haberse ahogado, asfixiado, electrocutado o sufrido ataques al corazón. “La muerte biológica no depende sólo del estado del cuerpo” dice Ettinger, “¡sino también del estado del arte de la medicina!” Aclarado esto, ya se ven las cosas de otra manera. Crawford, en vez de llevar a Alfred urgentemente a un hospital, se lo lleva a su propio laboratorio, “Quizás yo solo... pues soy un individualista radical, siempre experimentando, siempre descubriendo nuevas leyes de la naturaleza y de la ciencia... leyes que los científicos ortodoxos aún no admiten... ¡pueda devolverle la vida!” Crawford somete el cuerpo de Alfred a una radiación experimental con consecuencias inesperadas: el mismo Crawford adopta los rasgos de Alfred y queda en trance catatónico -lo cual explica el cadáver que Batman y Robin habían encontrado en la sepultura de su sirviente-, mientras que el mayordomo revive convertido en una especie de monstruo mutante atómico con mala leche y toda su antigua lealtad hacia los Cruzados Encapuchados convertida en odio furibundo. En el enfrentamiento final, el Outsider utiliza sus poderes radiactivos para convertir a Robin en ¡un ataúd de madera! pero Batman elude ese horrible destino y salva la situación al desactivar la máquina responsable de todo el desaguisado. En la última página, Robin le pregunta a su mentor “Vamos, Batman, ¡suéltalo! ¿Cómo lo hiciste para escoger la máquina concreta que me estaba convirtiendo en un ataúd entre tantas que había?” A lo que el hombre más listo de Gotham contesta: “Ya que ambos estábamos marcados para una muerte doble... pues el Outsider alardeaba de que el suyo sería un triunfo doble... ¡elegí la única máquina de la habitación que tenía dos diales!” Así se recuperó a Alfred, aunque el Outsider aún se dejaría ver en alguna que otra ocasión esporádica.

Si en la mejor de las situaciones ya resultaba difícil mantener el nivel mínimo de dignidad en Batman y Detective (afortunadamente, las aventuras cósmicas ya las vivía el Cruzado Encapuchado con la Liga de la Justicia), la irrupción de la serie de televisión dio al traste con todos los buenos propósitos. Al menos desde un punto de vista creativo, y a ojos de los fans, claro, porque para la editorial fue lo mejor que podía haberles pasado nunca.

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