martes, 27 de julio de 2010

EN BUSCA DE KIM DEITCH


[Kim Deitch, fotografía de Seth Kushner reproducida en The Comics Journal 292]

Probablemente El bulevar de los sueños rotos (La Cúpula, 2007), de Kim Deitch sea una de las novelas gráficas más infravaloradas. Se suele pasar por alto cuando se recita la primera fila de grandes títulos contemporáneos, y se suele pasar por alto incluso cuando se mencionan aquellos títulos que se suelen pasar por alto y que merecerían más atención. A mí me han preguntado varias veces por alguna novela gráfica que haya pasado desapercibida injustamente y siempre, siempre, se me olvida mencionar El bulevar de los sueños rotos.

Y el caso es que es uno de mis tebeos favoritos de los últimos años.

Aunque apareció en forma de libro originalmente en 2002, en España tardamos cinco años en verlo traducido. Y desde entonces, silencio de radio en el frente Deitch, lo cual presumo que es señal de que las ventas del volumen no fueron excelsas.

Que pasó desapercibido, vaya.

Sin embargo, desde 2002 Deitch no ha dejado de publicar libros, y todos más o menos del mismo tenor y al mismo nivel que El bulevar de los sueños rotos. La reciente aparición del último en Estados Unidos, The Search for Smilin' Ed (Fantagraphics, 2010) me ha servido de excusa para hacerme una revisión general de las últimas producciones de este autor extraordinario, que pertenece a la primera generación underground de la Costa Oeste y que no ha parado de trabajar desde los años 60 hasta ahora. Pero lo más curioso es que, como muy bien indica Gary Groth, «Kim Deitch ha dibujado cómics durante 40 años, y ha hecho su mejor trabajo en los 10 últimos de esos 40 años». Esto, que es algo insólito porque el cómic siempre ha sido un juego de jóvenes, tal vez sea indicativo de que la novela gráfica sea un territorio donde envejecer dignamente como autor. Habrá que planteárselo a Lewis «desocupado» Trondheim, a ver qué piensa.

[The Search for Smilin' Ed, Kim Deitch]

Por empezar por Deitch, y por empezar por el final, tengo que decir que The Search for Smilin' Ed es precisamente el que menos me ha gustado de sus últimos libros. Ni mucho menos quiere decir eso que esté mal, y tampoco varía demasiado ni estilística ni temáticamente de sus páginas anteriores. Deitch recupera a Waldo, el gato que parece una personificación de la neurosis pero que ahora sabemos que es un demonio escapado del infierno, y repasa de nuevo los territorios de la mitología popular americana, o tal vez sea mejor hablar de la metamitología, la mitología que está detrás de la mitología, el sucio arroyo en el que tienen hundidos los tobillos las figuras que pueblan el paisaje del entretenimiento popular norteamericano (y, por extensión, occidental). El mundo de los tebeos de Deitch es un mundo de feriantes, trileros, tramposos, proxenetas y cineastas, y no es que todos estos sean personajes distintos, sino que a menudo esas diversas funciones se concentran en uno solo. Su estilo gráfico ha madurado muy lentamente a lo largo de los años, haciendo de la necesidad virtud y convirtiendo sus limitaciones artísticas en una visión personalísima de la página y de la viñeta, en la que cada vez la integración de los elementos de diseño es mayor, y en la que cada vez la palabra y el dibujo están relacionados de formas más complejas. Bill Kartapoulos -que hace el excelente prólogo de este volumen, en lo que es el mejor texto que he leído jamás sobre la obra de Deitch- indica cómo el historietista sitúa siempre un pie en la fantasía y otro en la realidad, trayendo los folletinescos relatos que nos cuenta al mundo de la realidad de este lado de la viñeta, al vincularse directamente con ellos. Kim Deitch se ficcionaliza al convertirse en personaje de sus historias, pero es más importante aún que convierte en realidad las descabelladas historias por mor de ese artificio. Kartapoulos indica que, si bien éste parece un recurso posmoderno, en realidad Deitch lo toma de la novela victoriana (de la que es un apasionado lector y coleccionista de primeras ediciones), lo cual viene muy bien para recordarnos que aplicar las categorías de la historia cultural a la historia del cómic resulta con frecuencia problemático, porque muy a menudo este arte ha seguido su propia y singular trayectoria.

Lo curioso es que al terminar de revisarme los últimos tebeos de Deitch, me puse al día con Paul Auster leyéndome seguidas sus dos últimas (y nuevamente decepcionantes) novelas, Man in the Dark (2008) e Invisible (2009), y la impresión que tuve es que su punto de apoyo principal era, precisamente, esa misma obsesión por diluir la frontera entre lo contado y lo real, entre lo leído y lo vivido. En Invisible, de hecho, me pareció que recurría a maniobras no muy alejadas de las que, a través de medios completamente propios del cómic, utiliza Kim Deitch en estos tebeos, aunque en ninguno con tanto acierto como en Alias the Cat! Auster cuenta la historia que le ha entregado otro, y finalmente nos advierte que ninguno de los personajes se llama como aparece en el libro, y que tampoco su propio nombre (el del narrador) es el que se nos dice en esas páginas (ciertamente, no coincide con el del autor que aparece en portada, es decir, con «Paul Auster»), con lo cual nos pone en duda no precisamente la realidad de lo contado, sino la ficción de lo contado. Es decir, si lo que nos ha contado fuera de verdad real y lo quisiera hacer público sin afirmar su realidad porque hay motivos que se lo impiden, como sucede en el argumento de la novela, la forma en que llegaría a nuestras manos sería exactamente la forma que toma en la misma novela que estamos leyendo. Algo parecido sucede en todos los tebeos recientes de Deitch pero, como decía, en ninguno de forma más sutil que en Alias the Cat!, donde tenemos la historia que nos está contando Deitch y, además, una tira de prensa de 1915 que se nos muestra en paralelo (y en cómic, en paralelo significa literalmente en paralelo, y no consecutivamente, como en la novela o el cine, ya que en cómic podemos dividir la página en dos mitades que vemos a la vez de un solo vistazo). El problema es que Deitch es tan limitado como dibujante que es incapaz de dibujar la tira de 1915 con un estilo distinto del suyo (aunque lo intentó, según confiesa en entrevista). La forma de resolver el problema es mediante un artificio genial en su sencillez: confesando ante el lector que está tan influido por aquella tira de prensa que ha copiado su estilo para hacerlo propio. Es decir, no es que la tira de 1915 esté dibujada al estilo de Kim Deitch, sino que Kim Deitch dibuja al estilo de aquella tira de 1915. Como en el caso de Auster, en este sólo podemos pensar: sí, es improbable, pero... ¿por qué no? Y creo, por cierto, que no es éste el único punto en común entre la obra de Auster y la de Deitch.

[Alias the Cat!, Kim Deitch]

Alias the Cat! (Pantheon, 2007) es, por cierto, un libro espléndido donde Deitch alcanza su máximo esplendor. Lo mismo se puede decir de Shadowland (Fantagraphics, 2006), donde Deitch prescinde de Waldo para centrarse en una serie de pintorescos personajes que acaban llevándonos a Fowlton Means, supuesto primer guionista de Deitch, allá por los años sesenta, y de nuevo puerta de regreso de la ficción a la realidad. Es quizás esa conexión la que me falta en The Search for Smilin' Ed, donde la fantasía es demasiado cósmica y desligada de lo terreno, y donde tal vez los demonios de Deitch aparecen de una forma más directa y menos sublimada.

Todos estos libros son, por cierto, recopilaciones de materiales publicados de forma seriada, en revistas como Zero Zero o en sus propios comic books, pero que recogidos en libro es como alcanzan su máxima potencia, donde las sutilezas de los complicados argumentos (hay una sintonía entre los agobiantes relatos de Deitch y su obsesivamente detallista puesta en escena gráfica que le convierte casi en una especie de George Pérez brut) se revelan como delicadas filigranas y donde los personajes cobran la suficiente inercia como para hacerse majestuosos, grandiosos y patéticos.

[Shadowland, Kim Deitch]

No es de extrañar que Deitch esté obsesionado con la cultura popular americana, con especial interés por lo gráfico, los cómics y los dibujos animados, dado que es hijo de un animador de larga carrera y primer vástago de una peculiar dinastía creativa. Gene Deitch, el padre de Kim, fue uno de los primeros animadores de la UPA, y en 1955-56 tuvo su propia tira de prensa, lo cual había sido uno de sus sueños desde siempre. Terr'ble Thompson (Fantagraphics, 2006) tuvo una breve existencia de tan sólo seis meses, pero sus páginas siguen resultando hoy en día deslumbrantes, especialmente las dominicales donde Deitch (padre) aplicaba un color modernista y desaforado propio de la animación más chic de la época. Terr'ble Thompson es, en última instancia, un cómic hijo de la imaginación de un animador nato, y funciona más por lo visual y lo dinámico que por los guiones, a los que vistos desde hoy en día les falta la chispa y el ingenio que desborda el dibujo.


[Terr'ble Thompson, de Gene Deitch]

Pero el gen creativo está en todos los Deitch, y también en los hermanos pequeños de Kim, Simon (con quien se lleva tres años) y Seth (que está descolgado, trece años menor que Kim y diez que Simon). Los Deitch se reunieron en un peculiar volumen titulado Pictorama (Fantagraphics, 2007), un tomo de 200 páginas que reunía piezas de Kim, Simon y Seth, por separado o en colaboración, piezas que no acababan de ser cómic en ningún caso, sino que merodeaban territorios fronterizos entre el relato, la ilustración y la narración gráfica. Kim parece cada vez más interesado en esta forma mixta de narración (Alias the Cat! incluye un segmento de texto con ilustraciones) que, de nuevo, retrotrae a su afición por la novela ilustrada decimonónica. En el caso de Pictorama, la relación entre palabra e imagen adopta distintas jerarquías. Por ejemplo, en el caso de «The Golem», la pieza «principal», que ocupa la portada del libro, y que es un relato escrito por Seth con ilustraciones de Simon, son sin embargo los dibujos los que llevan el timón. La historia nació a partir de unos dibujos de Simon, sobre los cuales Seth escribió su texto. Por supuesto, una vez que Seth se puso a escribir, muchos de los dibujos tuvieron que ser descartados y fueron necesarios otros nuevos, porque, como suele ocurrir, las historias cobran vida propia.


[«The Golem», dibujos de Simon Deitch y texto de Seth Kallen Deitch, en Pictorama]

Pictorama es un artefacto curioso, que desde luego estimula la curiosidad sobre esta forma de integrar relato, texto y dibujo de una manera que, obviamente, parte en gran medida del cómic, pero que desborda las definiciones más ortodoxas que se quieran dar del mismo. También me parece curioso que el mejor relato de Seth incluido en esta obra sea Children of Aruf, una fantasía sobre un mundo en el que los perros hablan, escrita por el hermano del historietista que ha hecho toda su carrera alrededor la figura de un gato parlante. ¿Qué pasa en esa familia con los animales?

[«The Sunshine Girl», de Kim Deitch, en Pictorama]

La mejor forma de rematar toda esta deitchmanía es sumergirse en The Comics Journal 292 (octubre 2008), un número que incluye entrevistas de Gary Groth con todos los miembros de la familia, Gene (octogenario todavía en activo), Kim (19 años menor que su padre y por tanto, a estas alturas, ya más un colega que un hijo, porque como dice su padre, «ahora los dos son un par de viejos»), Simon y Seth. La lectura es fascinante porque la saga de los Deitch es casi tan enrevesada como la de cualquiera de las fantasías de Kim. Gene trabajó en la animación americana en uno de sus momentos dorados y luego abandonó a su familia con 36 años para irse a trabajar a Praga, donde conoció a la mujer con la que ha pasado el resto de su vida. Kim fue marinero en la marina mercante noruega y luego tuvo una epifanía artística cuando trabajaba en un hospital psiquiátrico, donde se le apareció William Blake para enseñarle el camino que seguiría en el futuro. Vivió los inicios del underground, primero en Nueva York (publicó algunas de sus primeras páginas en el East Village Other) y luego en San Francisco. Allí dejó a Trina Robbins con una hija de la que prácticamente nunca ha vuelto a saber. Tras muchas relaciones y virajes personales y profesionales de todo tipo, Kim se casó a los 56 años. Nunca ha dejado de trabajar intensamente, y fue uno de los pocos autores underground (como el propio Robert Crumb) que encajó perfectamente tanto en Raw como en Weirdo. Durante los últimos años, como ya hemos mencionado al principio, ha publicado sus mejores libros. Simon siguió los pasos de su hermano camino de la Costa Oeste hippy, y allí trabajó en la mítica librería de cómics de Gary Arlington. Fue detenido y encarcelado por tráfico de drogas, y su perenne adicción a los estupefacientes le ha hecho dar las vueltas y revueltas que se suelen dar en estos casos. Seth empieza ahora a abrirse camino como escritor, después de una vida personal que también ha sido complicada (divorciado, tuvo una hija, pero no con su ex-mujer). Si algún día Kim decidiera dibujar su autobiografía, o la memoria de su familia, probablemente se asemejaría mucho a alguno de sus últimos libros. Pero tal vez nos pareciera aún más increíble.
[Kim y Simon Deitch en 1955; fotografía familiar reproducida en The Comics Journal 292]

7 comentarios:

elpablo dijo...

sin actualisar desde el mundial?
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ah, vale, por esto era!
bonita reentré!

el tio berni dijo...

Kim Deitch es un mago, es impresionante cómo ha convertido en virtud esa limitación para el dibujo que tiene y que tú comentas,y cómo fuerza la conexión entre realidad y ficción de tantas maneras, sacando a sus personajes de la viñeta, creando ficciones dentro de la ficción, o con el viejo truco del Quijote (os voy a contar una cosa que me contaron).

Yo lo descubrí precisamente con El bulevar de los sueños rotos, y ya no he podido parar, aunque me queda por leer aún el Alias the cat. Me alegro de que sea bueno. Me apunto también el Terr'ble Thompson, que me han gustado esas muestras que has colgado.

javier Olivares dijo...

Que impresionante, este post...!

Jeune Albert dijo...

Pro mi propia experiencia creo que Deitch ha sufrido el "síndrome Crumb". Es decir, al encuadrarle en el underground, pensé: "no va ser mejor que Crumb y mi tiempo y dinero es limitado, así que...aunque sea el número 1 de la lista de Rockdelux no me interesa mucho".
Luego por azares de coleccionista te encuentras en la tienda con ganas de comprar y resulta que no están tus primeras opciones y lo ves y dices, bueno, lo compraré para completar.

Al final, resulta que es un gran tebeo, que enseña una vez más que no se pueden tener prejuicios, porque te pueden hacer perder grandes momentos.

Santiago García dijo...

Entiendo ese proceso mental, Albertito, porque yo también lo he seguido alguna vez. Crumb puede ser el ángel y el demonio del underground, porque lo ejemplifica de manera tan extraordinaria que uno puede pensar que es la única muestra que necesita de ese movimiento y que no hace falta leer más, porque todo lo demás va a ser peor. Pero Deitch no es ni mejor ni peor que Crumb, es otra cosa. Al fin y al cabo, esta lógica de la que hablamos sería un poco la misma que pensar: "El Spiderman de Ditko es el mejor tebeo de superhéroes de la historia, no necesito leer más"; o "Carlitos y Snoopy es la mejor tira de prensa de la historia, no necesito leer más". Mejor leer por nosotros mismos todo lo que podamos y después juzgar. Sin etiquetas, preferiblemente.

Breixo dijo...

Releída la obra, estoy de acuerdo en que no alcanza la grandeza de "El boulevard de los sueños rotos". En Zero zero me gustó más, en su momento, creo que quedó lastrada por su serialización, se notan mucho los capítulos. Curioseando, me he encontrado algún vídeo bastante siniestro de Froggy the gremlin en youtube, como el siguiente:
http://www.youtube.com/watch?v=L9pPFCjRPvM

Santiago García dijo...

Qué bueno el vídeo, Breixo. Hay que ver lo que han cambiado los programas infantiles...