lunes, 22 de septiembre de 2014

EL CAMINO DE LAS MENINAS


Este fin de semana pasado ha sido el primero de vida de Las Meninas. Y digo el primero de vida porque un libro no está verdaderamente vivo hasta que no se encuentra con los lectores. Este viernes el tebeo que hemos hecho Javier Olivares y yo por fin llegó a las librerías, y las primeras respuestas que hemos recibido no pueden hacernos más ilusión. Los primeros comentarios y reseñas en redes sociales y prensa son en general muy favorables, y como Javier y yo hemos hecho esto para que ustedes lo disfruten, ahora mismo no podemos estar más felices. Sin duda en este blog no tardaré en recopilar enlaces a algunos de esos textos, pero de momento, y como anticipo, quiero señalar uno que a mí me ha impresionado especialmente por su certeza y claridad, el de Raúl Minchinela en eldiario.es: Viñetas para resolver el misterio de Las Meninas.

Este jueves se inaugurará «Dibujar Las Meninas», la exposición sobre nuestro cómic que se celebra en el Museo ABC de Madrid desde el 25 de septiembre hasta el 16 de noviembre, y en cuya preparación Javier ha trabajado intensamente durante las últimas semanas. La exposición es una manera excelente de aproximarse al proceso de trabajo que hemos seguido para llevar a cabo este libro, especialmente desde la perspectiva de Javier (la foto que encabeza este post es suya y muestra su mesa de trabajo antes de encarar la realización definitiva de la parte final de la historieta). Como yo no voy a poder estar allí, he pensado que podría complementar en parte esa muestra dando algunas pinceladas (esta expresión parece que aflora sin que podamos reprimirla cada vez que hablamos de Las Meninas) desde mi propia perspectiva.
¿Cuándo empezamos a trabajar en Las Meninas Javier y yo? Según el caso, podría dar varias respuestas a esa pregunta. Hace un par de años, hace seis, hace doce... Todo depende de a qué profundidad queramos descender.


HACE DOCE AÑOS. En esta foto de 2003 Javier está en su antiguo estudio de la calle de Tomás Borrás, en Madrid, examinando el material que ya había realizado para la adaptación de Beowulf en la que habíamos empezado a trabajar el año anterior. Era mi primera obra como guionista (junto a El Vecino, con Pepo Pérez) y los dos teníamos muchísima ilusión depositada en ese tebeo. Queríamos que fuera algo grande, nos habíamos entregado en cuerpo y alma al proyecto.


HACE SEIS AÑOS. Beowulf no estaba hecho. Habían pasado seis años y nuestro príncipe geat se había convertido en una inmensa losa que pesaba sobre cada página nueva que hacíamos. Entre tanto, Javier y yo habíamos terminado otras historietas, la mayoría de ellas de breve extensión. La más larga fue una adaptación de El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde, la novelita de Stevenson, para una colección de SM donde también participaban Jorge González, David Rubín, Emma Ríos, Miguel Porto o Enrique Lorenzo, entre otros. Eran sólo 28 páginas, pero era la historieta de mayor extensión que Javier había completado hasta aquel momento (para entonces, yo ya había publicado algunas novelas gráficas con Pepo Pérez y Javier Peinado). José Antonio Serrano nos entrevistó en Guía del Cómic con motivo de este álbum, y nos preguntó por Beowulf. Esto es lo que le contestamos en septiembre de 2009:

¿Cómo acabó aquel proyecto?
S. García: ¡No ha acabado! ¿Ha acabado, Javier?
J. Olivares: No, no... Los tebeos se acaban cuando se publican, y éste aún no se ha publicado. (...) Está ahí, agazapado tras un fiordo, esperando su momento.

Creo que por aquel entonces, siete años después de haber puesto las primeras piedras del proyecto, Javier y yo ya sospechábamos que ese momento no llegaría nunca, pero no lo queríamos reconocer. De hecho, para entonces ya habíamos puesto en marcha Las Meninas, con mucha discreción y casi en secreto. Apenas un puñado de amigos muy cercanos lo sabía.

Javier y yo tuvimos nuestras primeras conversaciones sobre Las Meninas en noviembre de 2008. Y digo conversaciones porque lo primero que hablamos fue en una febril conversación telefónica a las dos de la mañana, cuando le llamé para proponerle el proyecto urgentemente. No utilizo la palabra urgente a la ligera. No es que el rapto de inspiración me hubiera enloquecido, es que había tenido la idea de presentar el proyecto al concurso de novela gráfica Fnac/Sinsentido, cuyo plazo se cerraba en breve... ¡y Javier estaba a punto de irse de viaje, invitado a un festival de cómic en Lima! A Javier le entusiasmó la idea desde el primer momento, y decidimos que intentaríamos preparar el material necesario para el dossier en el plazo previsto, que vencía aproximadamente dos semanas después. Mientras Javier estaba en Perú, yo me dediqué a preparar una propuesta de novela gráfica y a escribir el guión de unas páginas de muestra. En uno de los frenéticos mails que intercambiábamos en aquellos días, me leo: «Después de unos intensos días de documentación y curro velazqueño, ayer por fin me escribí una sinopsis de dos páginas y el guión para 16. He intentado ponértelo lo más fácil posible». Según aterrizó, y todavía cargado de jetlag, Javier se puso a hacer esas primeras páginas de prueba. Conseguimos terminar el dossier a tiempo. Todavía lo conservo, 22 páginas grapadas.


El texto de presentación empezaba diciendo: «Luca Giordano llamó a Las meninas "la teología de la pintura", consagrando así a la obra cumbre del barroco español, que hasta la actualidad ha seguido inquietando a artistas y pensadores de todo el mundo». Javier, por su parte, fue capaz de hacerse las 16 páginas exigidas a tiempo. Si hay algo que me sorprende es que, seis años después, esas páginas han llegado tal cual hasta la versión final publicada de Las Meninas. Han llegado tal cual en concepto, claro, porque Javier las redibujó de arriba abajo. Compárense, por ejemplo, estas tres páginas de aquel proyecto original con las páginas 40-42 del libro. El cambio más obvio es El matrimonio Arnolfini, que en esta primera versión era una fotografía, pero todo lo demás da una idea de cómo han evolucionado las ideas gráficas de Javier en estos años:





Como me pasa siempre que Javier me devuelve mis balbuceos convertidos en un festival de formas y colores, me quedé patidifuso. Como te pasa cuando trabajas con un dibujante bueno, la respuesta que recibes al guión eleva a éste más allá de lo que imaginabas. Moraleja para guionistas de cómics: trabajad con dibujantes buenos.

En este caso, hubo una página en concreto que me abrió la cabeza para imaginar Las Meninas como algo distinto y mucho más grande de lo que yo en principio había pensado. Fue ésta, que sigue siendo hoy en día una de mis páginas favoritas del libro:


Así que, corriendo como locos y contra viento y marea, Javier y yo habíamos conseguido tener listo a tiempo el maldito dossier para presentarnos al maldito premio. Parecía imposible, pero lo habíamos logrado.

Entonces fue cuando decidimos no presentarnos.

Apenas habíamos empezado a trabajar en Las Meninas, pero nuestras primeras prospecciones en ese tebeo rápido de arte que pensábamos hacer en dos patadas nos habían revelado que aquella veta era mucho más grande de lo que habíamos sospechado en un principio. Eso nos hizo pensar lo siguiente: si no ganamos, mal, porque menuda decepción nos vamos a llevar; y si ganamos, mal también, porque según las bases del premio, tendremos que terminar la obra en seis meses, y... ¿de verdad nos sentimos capaces de terminar esta cosa en seis meses, cuando todavía no sabemos ni lo que va a acabar siendo, pero tiene pinta de que va a ser más de lo que preveíamos?

Tengamos en cuenta que ya llevábamos seis años embarcados en el Beowulf, y el drakkar no se movía. Calma chicha.

Un premio está bien como estímulo, pero no es un fin en sí mismo. Lo importante era hacer Las Meninas como teníamos que hacerlas, tardáramos lo que tardásemos. Lo bueno era que ya teníamos un dossier, un puñado de páginas, y un punto de partida. El dossier acabó en manos de Astiberri, el editor con el que yo había publicado otras obras y que había apoyado Beowulf desde el principio.

Y a pesar de que teníamos pendientes con ellos esa deuda desde hacía años, Astiberri nos apoyó con entusiasmo desde el primer minuto en Las Meninas. Sabían dónde se metían y con quién trataban, y sin embargo creyeron en Las Meninas desde el principio. Dentro del mito heroico del artista, el papel estelar queda reservado al autor, pero desde aquí quiero dejar bien clara una cosa: sin el trabajo, el apoyo y el compromiso de Astiberri, este libro no existiría. Casi diría que fue su fe la que hizo que Javier y yo creyéramos en Las Meninas. Y a lo largo de los años, Astiberri ha hecho todo lo que ha estado en su mano para facilitarnos el trabajo y la ejecución del libro. Nada hay más valioso para un autor que tener a un buen editor detrás. Ahora mismo, no se me ocurre ninguno mejor que esta gente de Bilbao.

A principios de 2009, Astiberri ya estaba paseando las primeras muestras de Las Meninas por Angulema, y Javier y yo estábamos empantanados con otro proyecto grande sin haber terminado todavía el Beowulf. Era un poco como: «¿No puedes mover esta piedra? Pues espera que te pongo otra encima para que te pese más». Aunque creo que a esas alturas ya asumíamos implícitamente que lo de Beowulf nunca lo terminaríamos, y en parte ese fracaso alimentaba también la necesidad de Las Meninas. Javier y yo queríamos quitarnos esa espina, no sólo por nosotros mismos, sino también por el otro, por no dejar tirado al compañero. En cierta manera, Las Meninas era la continuación de una necesidad que había nacido con Beowulf y que no habíamos podido satisfacer. Todo esto pasaba en un plano inconsciente y muy profundo de nuestras vidas civilizadas. Javier, en concreto, es una de las personas más civilizadas que conozco. Pero en lo más profundo de nuestras tripas, un monstruo negro nos devoraba, y esa batalla intestinal-metafísica era la Mayor Aventuras Épica Que Jamás Ha Sido Contada.

Si Beowulf fue el inicio de Las Meninas, también fue su final. De 2009 a 2012 el proyecto descansó en mis manos. Pasé por muchas fases, de trabajo y de angustia. No es éste el momento de contarlas, tal vez más adelante, cuando haya completado la terapia y pueda dejar la medicación (ES BROMA, que hay que decíroslo todo, por Dios). Baste decir que la documentación es una hija de puta, y que te esclaviza en cuanto te descuidas. También, y es importante señalarlo, que todo este tiempo transcurrido nos ayudó mucho a Javier y a mí a madurar la obra. No a retocar detalles o perfilar aristas o refinar cuestiones técnicas, sino a asumirla en toda su dimensión, a sumergirnos en ella de una forma más profunda, a llegar a capas y capas que no habíamos imaginado al principio. No basta con leer las cosas. Es necesario tomarse el tiempo de olvidarlas y luego recordarlas. Hacen años para entender cuál de las ideas que uno tuvo es la verdaderamente interesante y cuál se puede desechar. Hay que dejar que el viento del tiempo lo barra todo y ver qué se ha quedado pegado al final. Las buenas ideas son como los mocos resecos: lo último que se despega cuando pasamos la aspiradora. Parece mentira que un proyecto que empezó con tanta premura acabara madurando tan lentamente. Ironías de la vida: vísteme despacio que tengo prisa.

Con todo esto que digo, lo último que querría es engordar el mito del artista. El otro día me decían en una entrevista: ¡cuánto trabajo habrá sido todo esto! Y yo contesté: ¡cuánto placer! Porque al final hacemos todo esto por gusto, porque lo disfrutamos, porque nos apetece hacerlo. Y si de alguna manera pudiese seguir haciendo Las Meninas al mismo tiempo que está ya a la venta, seguiría haciéndolo eternamente. Para mí, estos años de trabajo junto a Javier han sido los mejores de mi vida. Sólo estoy deseando que nos pongamos manos a la obra con lo siguiente, y que esto nunca se acabe.

O sea: abandonemos ese discurso derrotista/admirativo alrededor del trabajo (hacer esto es demasiado trabajo/eso es bueno porque tiene mucho trabajo) y tomemos las cosas con una perspectiva más lúdica, por favor. Desde el lado de los autores y desde el lado de los lectores, que al fin y al cabo sólo queremos que disfruten un rato con nuestras páginas.

Me he desviado un poco, disculpen. Lo que quería decir es que estuve ahí unos años sumergido en la preparación de un guión que por momentos iba a ser tan monumental que amenazaba con aplastarnos (de nuevo) a Javier y a mí, y entre tanto pasaron cosas como, por ejemplo, que ¡García!, el proyecto que tenía con Manel Fontdevila, acabó por no salir, lo cual fue otra decepción gorda que sumar a la decepción de Beowulf. Y hubo un momento en que tuve esa sensación de estar nadando en medio del océano, sin fuerzas para llegar al destino y demasiado lejos de la orilla de la que había salido como para volver.

Y fue entonces cuando vino David Rubín a rescatarme.


HACE DOS AÑOS: Lo que Beowulf quita, Beowulf lo devuelve.

Por pura higiene mental, a principios de 2012 había decidido hacer público el fracaso de los dos grandes proyectos, ¡García! y Beowulf. Era necesario enterrar el cadáver para poder caminar hacia el futuro, fuera éste el que fuese. Y ante el anuncio de que dichos libros nunca llegarían a terminarse, David Rubín reaccionó enviándome un mail en el que me proponía hacer Beowulf él mismo. En sus propias palabras (1 de febrero de 2012): «te escribo, un poco a lo loco, para comentarte que me ofrezco, yo y mis cojones, a dibujarte el de Beowulf en cuanto acabe El Héroe 2».

El ofrecimiento fue aceptado con alborozo, no sólo por mí, sino también por Javier y por Astiberri, y en noviembre de 2013 Beowulf ya estaba en la calle, dibujado por David Rubín (el dibujito que hay sobre estas líneas es uno de los primeros bocetos de Grendel que hizo David). Más allá del impulso anímico que supuso ver cómo Beowulf acababa milagrosamente convertido en una realidad, lo importante de lo que me sucedió durante ese año de 2012 fue que trabajar con David cambió completamente mi perspectiva del cómic. Ver cómo David se acercaba como una locomotora por la vía me hizo espabilarme. O corres más que él, o saltas de la vía, tú decides. Me vi obligado a reescribir todo Beowulf en unos meses, mientras él acababa El Héroe 2, y eso fue como un campamento de entrenamiento para comandos. Está bien darle vueltas a las cosas, y es muy divertido tener proyectos, pero llega un momento en que tienes que hacerlos sino quieres pudrirte por dentro.

A medida que escribía el guión de Beowulf me di cuenta de que estaba deseando acabarlo para escribir de una puñetera vez las putas Meninas.

El 20 de diciembre de 2012 tenía una versión acabada del guión de Beowulf. El 10 de abril de 2013 ya tenía listas Las Meninas. Entre medias, me escribí El fin del mundo para Javier Peinado y otro guión que permanece inédito, en dos días consecutivos, y encima Manel Fontdevila se animó a recuperar y rehacer un viejo guión de 2005 que se convirtió en Tengo hambre, dos tebeos que publicamos con ¡Caramba! y que me gustaría que recibieran un poquito más de atención de la que han recibido hasta ahora. La racha se puede extender hasta el guión de Fútbol, que dibujó Pablo Ríos y cuya primera versión es del 9 de septiembre de 2013, y hasta otra novela gráfica que terminé en febrero de este año y que ya está en marcha, pero de la que aún es demasiado pronto para dar más datos. Todo esto (y más) estaba ahí dentro, guardado, pero había que creer. Así que gracias por hacerme creer, David. Te debo una.

Que David se hiciera cargo del Beowulf creo que también fue una liberación para Javier. Ese dibujante que ya con cincuenta años no había hecho nada más largo que las 28 páginas del Jekyll y Hyde se levantó un día de 2013 y decidió que él y sus cojones, que no son prerrogativa exclusiva de David, iban a convertir en un tebeo de 180 páginas ese guión de Las Meninas que yo le había pasado por fin. Así que se sentó (porque los dibujantes hacen sus actos heroicos sentados, pero no a caballo, sino ante una mesa) y se puso a dibujar. Que no tiene nada de particular, que es lo que hace cualquier dibujante de cómics todos los días, que es lo que hemos elegido libremente y en pleno uso de nuestras facultades mentales. Pero entendedme: después de tantos años mareando la perdiz, para nosotros era una cuestión grave. Una cuestión urgente.

Lo que ha venido a continuación han sido meses de placer, como decía antes, en que hemos disfrutado enormemente de la experiencia de hacer este libro y nos hemos alimentado de la ilusión de verlo en manos de los lectores. Cosa que ha pasado ya, desde el viernes. Y ahora os toca a vosotros darle vida.

Gracias por su atención.


1 comentario:

Unknown dijo...

Yo, que me he gastado todos mis emolumentos en juergas toreras este verano; que no he pedido el ejemplar de prensa de Astiberri porque me lo quiero comprar; que he pensado en que lo mismo ocurre con las fotos, que al principio te gustan todas y al cabo de dos meses de distancia comienzas a elegir las que son buenas y las que son mejorables y que te iba a hablar de la suerte (también y en otros terrenos) que fue hablar con Javier y poder abrazarle por fin en el GRAF...

He leído lo de los mocos y ya no he podido pensar en más cosas.

Volveré en octubre, leídas las Meninas.