lunes, 23 de julio de 2012

PORNO DE VANGUARDIA (Y MÁS)

Hay cómics que no me encajan en ninguna etiqueta, por más que quiera forzarlo. Ni son primitivos cósmicos ni son de la vida real. ¿Qué haces con esos? Los metes todos juntos y que sea lo que Dios quiera, lógicamente. Aquí voy a hablar de tres que me han llamado la atención, y el único nexo de unión que le encuentro es que son cómics de escuela de arte o de vanguardia gráfica. Pero eso es casi como no decir nada. La verdadera razón por la que los traigo a colación es, por supuesto, porque son tres joyas marginales.




Cartoonshow (Drippy Bone Books, 2011), de Derek M. Ballard, un tebeo al que yo en realidad siempre llamo You Will All Die In Pain, que es lo que pone más destacado en la portada, se podría describir como ciberporno sangriento, erotismo posthumano o pajillerismo vanguardista. Por decir algo. Ballard combina la ilustración con la historieta, en escenarios psicodélicos por donde transitan mujeres musculosas de frío semblante, a veces apareadas con gusanos alienígenas faliformes. Hay algo loco, casi histérico, en esas figuras descoyuntadas y a la vez rebosantes de vitalidad, y lo más demencial es que se tiende un extraño puente entre Yuichi Yokoyama y la Nueva Objetividad alemana. Es la alucinación futurista producida por la ingestión de ácido de batería de automóvil, y al mismo tiempo la pesadilla pop de una tribu de vallas publicitarias. En una de las historietas incluidas en el tebeo, «Jonathan Livingston Fuck All Y'All», un pájaro antropomórfico discute con otros, que se burlan de él. Abatido, vuelve a casa y se dispone a suicidarse. Cambia de idea, vuelve a la reunión de los que le han humillado y se lía a tiros con ellos. El único texto aparece a modo de «The End» en el extremo inferior derecho de la última viñeta: «Hail Satan!»

En otra historieta, un coche circula y alguien se tira un pedo.

Tienes que leerlo.

Una entrevista con Derek M. Ballard en español.
Una entrevista con Derek M. Ballard en inglés.


Si Cartoonshow es porno posthumano, Wayward Girls (Secret Acres, 2012), del holandés Michiel Budel es erotismo perverso de raíz decimonónica. Nada inocente, por cierto, pues está clara su filiación con la escuela de arte desde que la primera palabra que se pronuncia en este tebeo es «Wittgenstein». A partir de ahí, hay un revoltijo referencial pop que lleva desde Scott McCloud (coprotagonista de una de las historietas, donde a partir de su libro «Understanding Patterns» analiza la esvástica) hasta Peter Bogdanovich. Pero esta marejada de citas es sólo el ruido de fondo para lo que de verdad importa: las peripecias de un puñado de chicas de bragas rosas (cuando las llevan) que viajan por el mundo, desde Afganistán hasta Grecia (Lesbos, obviamente), a veces como ingenuas estudiantes, a veces como una tropa de exploradoras nazis, sembrando besos y caricias hasta acabar indefectiblemente sentadas sobre las rodillas de un hombre barbudo y con pipa. Las Slechte Meisjes remiten de forma muy obvia a las Vivian Girls de Henry Darger, pero en ellas también se rastrea la huella de Hergé, procesada por un ojo posmoderno al estilo del de Olivier Schrauwen (estoy pensando sobre todo en «Congo Chromo», la primera historia de El hombre que se dejó barba). Las páginas compactas, en las que es imposible separar las viñetas del conjunto, los abigarrados dibujos y la utilización de lápices de colores dan una apariencia artesanal al tebeo que hace que uno se sienta como si estuviera hojeando furtivamente el cuaderno íntimo que ha dibujado una de las propias chicas malas que lo protagonizan. O sea: erotismo y metaerotismo, por si necesitabas algo más.


Si Cartoonshow y Wayward Girls merodean lo sexual, Coin-Op, de Peter y Maria Hoey, es probablemente uno de los tebeos menos eróticos que he leído en mucho tiempo. Con un formato apaisado y a color que destaca en medio de la selva de fanzines de la estantería del fondo a la derecha, Coin-Op tiene hasta el momento cuatro números publicados (2008-2012), todos ellos de un pulcro y terso formalismo que proclama una clara filiación con el rigor gráfico de Chris Ware. En sus páginas hay un poco de todo, pero casi todo muestra una voluntad experimental y un deseo de jugar con los tópicos de la historieta, sean estos la narración secuencial o las onomatopeyas. Su obra maestra es sin duda «Anatomy of a Pratfall» (Coin-Op nº 2, 2009), que es también la historieta por la que las conocí, pues aparece reproducida en la antología Best American Comics. Con una estructura idéntica a la de la historieta que reproduzco como ilustración de este post (que es «Jingle in July», Coin-Op nº 3, 2011), los Hoey dibujan un gran escenario urbano y lo descomponen en multitud de viñetas, creando un mosaico narrativo que no es secuencial, y a través del cual analizan un típico gag visual que se ramifica en múltiples consecuencias. Aunque este tipo de historieta es una de las que mejor resultado da a los Hoey (repiten el esquema hasta en tres ocasiones), hay que advertir que los experimentos que pueblan Coin-Op son múltiples: revisión de personajes tópicos (perros parlantes), juegos pictóricos con las texturas y la fotografía, combinación de textos con ilustraciones... Casi podríamos decir que Coin-Op es un laboratorio de investigación del cómic contemporáneo.

En los próximos días espero poder hablar de algunos de los autores individuales que más me han llamado la atención durante el último año. ¡Ojo!

4 comentarios:

Pepo Pérez dijo...

Todo lo que he visto en internet de Derek M Ballard (menudo apellido) me encanta, y no lo conocía hasta ahora. O sea, que ¡gracias!

Santiago García dijo...

Gracias a ti, Pepo, me alegra saber que este blog todavía sirve para algo más que para debatir sobre el Batman de Nolan.

Gabriel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Octavio B. (señor punch) dijo...

mmm, anoto coin-op, me parece que me gustará, y Cartoonshow parece bárbaro, pero si uno fuese a la isla, creo que me voy "sin sexo", ejem... pinta muy interesante lo de los Hoey brothers

Je, yo ni vi la de Bats ni me leí un solo post al respecto, claro (o lógico, digo yo...), ni mucho menos hablé nada del cuernos :)