lunes, 18 de octubre de 2010

EL PÚBLICO

[Carlos García Campillo, Luis Gantus y Luis Fernando,
el jueves 14 en el Museo Nacional de la Estampa]

Entre las donas del Chedraui, la Arena México, el tianguis infinito, las tortas de tinga de pollo y la cerveza Indio no puedo decir que de momento eche mucho de menos Madrid, pero si hubo un momento en el que me hubiera gustado estar en casa, fue hace un par de semanas, durante la celebración de las jornadas de Avantcómic en el Matadero. Aparte de que siempre merece la pena escuchar una charla de Gallardo, me hubiera encantado conocer a Richard McGuire, convertido por obra y gracia del toque mágico de Chris Ware en uno de los padrinos de la novela gráfica contemporánea gracias a una historieta corta, «Here», que publicó en Raw hace más de veinte años. Me quedé con las ganas, pero por lo que me han contado los que sí asistieron, parece que tampoco hubo mucha gente con ganas en Madrid. Según me han dicho, el pinchazo de público fue sonoro. Sé que McGuire no es una figura muy popular, pero, ¿no hay al menos cien personas entre los cinco millones de habitantes de Madrid que le conozcan y tengan suficiente interés por el cómic de vanguardia como para asistir a una charla suya? Y no digo ya nada de Gallardo, convertido en personaje por su película, estrenada este mismo año, y con miles de ejemplares vendidos de María y yo. ¿Fue culpa de la organización, del espacio elegido o de la lluvia? ¿No hay interés por parte del público? ¿O simplemente no hay ganas? ¿Nos hemos vuelto demasiado cómodos? Porque esta tendencia la vengo observando desde hace tiempo, no diré ya que en toda España, pero al menos sí en Madrid. Y visto desde México, da la impresión de que estamos demasiado saciados y satisfechos para asistir a los actos que se programan. O estamos demasiado enganchados a la pantalla para levantarnos de delante del ordenador y preferimos leer la crónica en los blogs y ver las fotos en facebook.

Por contraste, durante las últimas semanas se han estado celebrando aquí en el DF las mesas redondas del II Encuentro de Edición Gráfica (de historieta, en realidad) organizadas por el Centro de Cultura de España en México, y el éxito de participación en los actos a los que he podido asistir ha sido total. El panorama del cómic (en general, pero sobre todo el nacional) está aquí mucho más malito que en España, lo que podría hacer prever la ausencia de un público que tal vez parezca no existier. Sin embargo, la convocatoria de dibujos benéficos a favor de los damnificados por los desastres de Veracruz no sólo reunió a un buen montón de dibujantes, sino que consiguió recoger muchísimos víveres con destino al estado afectado. La exposición «Del Paquín al webcómic» ha tenido muchísimos visitantes (según me cuentan, claro, que yo no he estado allí para contarlos día tras día) y las mesas redondas en las que he estado no sólo contaban con público, sino que ese público era apasionado y participativo siempre, y las sesiones de preguntas y comentarios se alargaban hasta que nos echaban a manguerazos (es una exageración, a ver si alguno se ha creído que aquí en México la gente es tan descortés... ¡todo lo contrario!).

La última muestra la tuve el pasado jueves, en la mesa «Historieta e historia», celebrada en el Museo Nacional de la Estampa con la participación de Luis Gantus, Carlos García Campillo y Luis Fernando. La cuestión a debatir era, básicamente, cómo está ahora mismo el cómic en México, y cómo se ha llegado a ese punto (o sea, qué historia nos ha llevado hasta el presente), y el debate fue animadísimo, incluso diría que con un tono urgente y entusiasta. Muchos de los temas que surgían me recordaban a los que se plantean en España, incluso aquellos que se alejaban del cómic. Aquí, por ejemplo, el público mayoritario rechaza ir a ver el cine mexicano de entrada, porque «es cine mexicano» y eso significa que «es malo», y sólo es bueno «cuando parece gringo». ¿Les suena? Pues así están las cosas, en efecto. Llegué a comentar que me parecía que estaba en una mesa redonda de Madrid o Barcelona, pero creo que esa apreciación no era del todo correcta. En Madrid o Barcelona las mesas redondas tienen, hoy por hoy, un tono mucho más anestesiado. Quizás lo que quería decir era que me parecía estar en una mesa redonda de Madrid o Barcelona de hace diez o quince años. De hecho, a lo que más me recordó fue a una mesa redonda que se celebró en Barcelona en 1996 y que fue el acto público fundacional de la revista U, con la participación de muchos de los agentes del cómic de aquel momento. Por entonces era todo muy pequeño y no teníamos novelas gráficas, sino comic books de grapa en blanco y negro, pero parecía que todo nos importaba mucho. A lo mejor es que éramos muy jóvenes. A lo mejor es cosa mía.

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