viernes, 9 de marzo de 2012

ANTES DE TEZUKA: EL TANQUE DE SAKAMOTO


A veces se nos llena la boca hablando de Tezuka y parece que el cómic japonés acaba y empieza en él. Pero claro, ¿cuántas oportunidades tenemos de acceder directamente a cómics previos a Tezuka? ¿Cuántas veces se traduce manga anterior a la 2ª Guerra Mundial? Y sin embargo, existió, y tuvo un auge importante durante los años 20 y 30. Tezuka no sale de la nada, y tampoco sale exclusivamente de ver cine americano y películas de Disney. Tezuka también sale de ese manga de preguerra que él leía de niño.

Dos de los títulos más importantes de ese período fueron Norakuro (1931), de Suiho Tagawa, y Tank Tankuro (1934-36), de Gajo Sakamoto. Por algún milagro divino, una editorial japonesa ha publicado en inglés un espléndido volumen de 240 páginas recopilando historias de este último: Tank Tankuro: Prewar Works 1934-1935 (Presspop, 2011). El libro en sí es un objeto delicioso: de tapa dura, con estuche, y diseñado por Chris Ware a su estilo modernista habitual. La calidad de reproducción de las páginas es irreprochable, y se incluye una plétora de textos informativos y documentales que va mucho más allá de la típica introducción. Hay testimonios del propio autor y de su hijo, y hasta una breve pero jugosa historia del manga antes de Tezuka a cargo del especialista Shunsuke Nakazawa.

El aparato biográfico que se incluye en el volumen no sólo es necesario para redondear una obra de referencia, sino que resulta entretenidísimo como lectura. Sakamoto (1895-1973) fue un personaje excepcional, que llegó al manga después de haber estudiado pintura durante cinco años (curiosamente, Tagawa también fue un artista, muy ligado al grupo izquierdista de vanguardia Mavo). Primero publicó sus historietas en prensa, y luego pasó a la revista infantil de Kodansha Yonen Club, donde apareció Tank Tankuro, que sería recopilado en libro en 1935. Posteriormente marchó con toda su familia a Manchuria, trabajando para el gobierno, y se supone que allí siguió publicando historias de Tankuro que hoy se han perdido. Cuando los soviéticos invadieron Manchuria, Sakamoto y su familia lo perdieron todo y tuvieron que huir con lo puesto hasta Corea, y desde allí, al cabo de un año de penalidades, consiguieron volver a Japón, donde descubrieron que su casa había sido arrasada por los bombardeos. A través de sus contactos editoriales consiguió rehacer su vida hasta que en 1956 abandonó su carrera como dibujante de manga para dedicarse completamente a estudiar el budismo zen y a pintar cuadros.

Esa inquietud artística se traslada a su Tank Tankuro, y probablemente sea lo que justifica el interés de Ware por este tebeo infantil (Ware también ha expresado su admiración por Norakuro y Tagawa). El uso de las texturas y las combinaciones de colores y formas tienen una gracia que trasciende el mero contenido utilitario de la obra y la convierte en una golosina visual para cualquier persona interesada por el diseño en el cómic. Una de los grandes debates sobre esta serie es qué es exactamente el extravagante personaje protagonista, Tankuro. ¿Es una persona dentro de un tanque? ¿En un tanque humanoide? ¿Es un cyborg? ¿Un superhéroe? Para mí, resulta claro lo que es: es un dibujo, y tiene la capacidad de transformarse en todo aquello que un dibujo puede ser y de poseer todos los atributos que posee un dibujo. Cualquier niño lo sabe.

Tank Tankuro está dirigido a niños muy pequeños, y a niños de los años 30, además. Eso interpone entre nosotros y la obra una distancia aún mayor que la que ya solemos encontrar al acercarnos a cualquier tebeo oriental. Pero esa distancia a veces puede obrar en nuestro favor, para dotar de un interés añadido y misterioso a la lectura. La mayoría del libro está dedicado a narrar una guerra entre Tankuro y Kuro-Kabuto, que es este señor de aquí abajo:

Y la guerra, contada con toda la seriedad y la gravedad con la que hacen sus guerras los niños en el patio del colegio, parece el eco lejano del conflicto de un planeta extraterrestre. Un planeta que abandonamos hace mucho para venir a vivir las guerras de los adultos. Curioso, ¿verdad? Al final recordamos a este artista del zen que tanto sufrió durante la guerra por un libro que despierta la nostalgia del primer conflicto. El más justo y absurdo.

1 comentario:

Pepo Pérez dijo...

a este libro le tenía muchas ganas ya de antes. Después de leerte, más.