El fútbol con el que yo me crié estaba representado culturalmente por la chica de la última página del As. Sí, es cierto que ya hacía muchos años que Alberti había escrito una oda a Platko, portero húngaro del Barcelona, y que Camus ya había descubierto la dimensión existencial del balompié, pero no nos engañemos, la verdadera proyección de las producciones culturales sobre fútbol se encontraba en los talleres mecánicos y los bares de barrio donde los obreros tomaban el café con leche en vaso.
No es que la chica del As haya desaparecido, ni mucho menos, pero sí se ha lavado la cara. Y de aquellas tetudas de la generación Lib a un mundo donde el Real Madrid estrena una camiseta fucsia hay un trecho importante.
No es algo nuevo, y como mínimo las bases de este nuevo fútbol se sentaron con la explosión metrosexual de los Beckham, Guti y demás figuras de principios de siglo, probablemente precedida de la intelectualización de Valdano. Pero el caso es que el movimiento ha desembocado en una profusión de revistas y productos culturales que practican una deliberada hipsterización del antaño rudo fútbol.
En España es fácil ahora mismo encontrar una amplia oferta de libros sobre fútbol que incide mucho en lo literario fino, y que tiene reductos importantes en editoriales pequeñas que venden una imagen de prestigio, como es el caso de Los Libros del K.O. Hace poco me he leído (y disfrutado enormemente) Niños futbolistas, de Juan Pablo Meneses, un libro que explica muy bien el nuevo mapa futbolístico mundial y cómo la lógica empresarial ha convertido el deporte en una variante más de la explotación del Tercer Mundo que Occidente ya practica en las industrias textil y tecnológica. Es significativo que Niños futbolistas esté publicado por Blackie Books, el sello que más define la búsqueda de lo cool en las librerías del momento.
Pero es en las nuevas revistas impresas y el periodismo online donde más refulge esta tendencia. En España hay ahora mismo dos -no una, sino dos- revistas de fútbol modernas, en las antípodas de clásicos como el entrañable Don Balón. Son Líbero y Panenka, que camufladas entre las revistas de cine, música o tendencias, prestan gran atención a lo gráfico, el diseño y lo visual, e intentan dar un tratamiento más literario a los textos. También la revista online Jot Down dedica frecuentemente sus entrevistas en profundidad a futbolistas (y otros deportistas), con especial incidencia en jugadores retirados que cuentan anécdotas y secretos antiguamente sepultados por una montaña de plácidos tópicos.
Más llamativa es la presencia de una revista de esta línea en el mercado estadounidense. Howler, de la que suelo proveerme en la tienda favorita de John Waters en Baltimore, Atomic Books, empaqueta el fútbol como experiencia molona para un público que no tiene tradición futbolística, y revela en gran medida cómo se está vendiendo el balompié en Norteamérica. Aunque las noticias inciden en que el soccer tiene cada vez más tirón en Estados Unidos, y las estadísticas lo respaldan, no hay que perder la cabeza. Mi experiencia personal me dice que sigue siendo una curiosidad marginal. Detrás del omnipresente fútbol americano, en Estados Unidos se apelotonan decenas de deportes, profesionales y universitarios, y la población es tan amplia y diversa que da para mantener muchos nichos y espectáculos de temporada. Tal vez a través de esa vía que propone Howler, como un deporte de culto para personas inteligentes (y fascinadas por el Viejo Mundo), el soccer pueda crecer entre la población anglosajona (entre la latina ya sabemos que es el rey).
La ola está llegando ahora a la novela gráfica. Aprovechando este Mundial de Brasil somos varios los que hemos lanzado nuestra visión del fútbol en viñetas. Pablo Ríos y yo con nuestro Fútbol, Mario Torrecillas y Artur Laperla con Dream Team (una historia que parece una ficcionalización de lo relatado por Meneses en Niños futbolistas) y otros.
No cabe duda de que todo esto tiene que ver con un cambio profundo que se ha ido experimentando en el fútbol-espectáculo durante los últimos quince años. El negocio ha crecido económicamente hasta dimensiones colosales, se ha globalizado como nunca, y lo que antes eran figuras ahora son prácticamente superhéroes. Los Cristiano Ronaldo y Messi se pasean por el mundo como si fuera una canica, levitando sobre un suelo que nunca llegan a tocar. Siempre están por encima de nosotros, que los queremos más ídolos que nunca, larger than life. No puedo evitar pensar que hay un paralelismo con el movimiento de reivindicación del frikismo que a partir de los 70 fue cambiando el panorama de la cultura de consumo hasta transformar la propia definición de ésta y hacerse hegemónico. El fenómeno que Boltanski observaba en el cómic francés se puede descubrir en el fútbol reciente. Desde los años 70, varias generaciones de espectadores han recibido una educación cada vez más amplia (incluyendo el acceso a la universidad) y eso ha aumentado su capital cultural. Ese público ha mantenido el consumo de fútbol como hábito -la FIFA y los grandes clubes han sabido hábilmente actualizarlo con la creación de marcas como la Champions League- pero ha demandado otras maneras de acceder a él, de manera que se integrase con mayor continuidad en un panorama de consumo cultural más amplio. El aficionado a la música y el cine que disfruta departiendo sobre Tortoise y Jim Jarmusch ya no quiere tener que fruncir el ceño cuando le toca sumergirse en su pasión por el fútbol. Al contrario, quiere continuar la conversación en los mismos términos y con el mismo vocabulario.
Igual que antes me reía cuando escuchaba la palabra friki, ahora me río cuando escucho la palabra hipster. Hace tiempo que sabemos que todos somos frikis, ya es hora de que asumamos que todos somos hipsters.
LA VIDA SIN FÚTBOL NO SE COMPRENDE
Pero, ah, como ya señalábamos antes, el fútbol en viñetas tampoco es algo que hayamos descubierto esta semana. En el número 4 de Howler se incluía un artículo de Davide Castellazzi titulado «The Game in Panels» (El deporte en viñetas) donde se repasaban las aportaciones futbolísticas al cómic en los cinco continentes desde hace décadas. Y durante el pasado festival Letras y fútbol celebrado en Bilbao, al cual tuve ocasión de asistir porque se organizó una mesa sobre balompié y cómic, Jon Spinaro comisarió una exposición titulada Goles y bocadillos donde se reunían trabajos de todo estilo y época, desde Superman y Superlópez hasta Baru y Jorge González.
Todo este preámbulo para decir que ya en la época en que mi padre jugaba, había locos que hacían viñetas con pelotas. Véase el caso de La vida sin fútbol no se comprende, una revista con textos de Valentín Castanys publicada por Editorial Bauzá en los cincuenta y que llevaba el subtítulo «Historia del fútbol, anecdotario, vicios y costumbres. Chistes». Manel Fontdevila me regaló una copia de esta joyita hace unos meses. Se incluyen textos humorísticos acompañados de dibujos sueltos, chistes y alguna historieta. El cuaderno se abre con una «Historia del fútbol» encabezada por este Prólogo:
«Ha sido necesario que las Sociedades Arqueológicas de todo el mundo se decidieran a mandar caravanas a los distintos puntos del globo para obtener las pruebas necesarias que permitiesen fijar con exactitud la época en que nació el fútbol. En sucesivas excavaciones se han encontrado piedras de forma redonda, prueba inequívoca de que en la prehistoria ya se practicaba el fútbol con pelota de piedra. También se supone que los árbitros eran apedreados. Un sabio sueco, que sin ser prehistórico cuenta más de ochenta abriles, sostiene que la denominación de Edad de Piedra, arranca de las primeras pedreas dedicadas a los árbitros. Nos faltan datos concretos para apoyar la tesis del sabio sueco, pero ya que la invención del silbato no pudo producirse hasta la época de los metales, el dato que queremos aportar a la historia es que los primeros que silbaron metiéndose los dedos en la boca fueron los árbitros prehistóricos».
Y así sigue...
Entre los muchos chistes incluidos, he seleccionado unos pocos que me llaman especialmente la atención.
Éste, porque me hace mucha gracia:
Éste, porque parece que estoy viendo a José Luis López Vázquez interpretarlo:
Éste, porque ya es de otra época que no volverá:
Y éste, porque parece de nuestros días, o es de una época que vuelve siempre:
1 comentario:
Fabulosos los chistes.
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