lunes, 10 de junio de 2013

WATCHMEN


WATCHMEN
Alan Moore y Dave Gibbons
Norma

Dice mi parienta que con esta reseña voy a montar polémica porque Watchmen es el tebeo favorito de todos los frikis. Ella sabrá por qué dice lo de los frikis, y yo, desde luego, no me opongo a una sana polémica de vez en cuando. Pero debo confesar que no era ésa mi intención original cuando aproveché la reedición de Norma para abordar la relectura de este fetiche juvenil. Como buen friki, quise recuperar las sensaciones y emociones encendidas que me había producido la primera e indeleble lectura del tebeo, y al final me tuve que conformar con comprender de forma racional y fría que Watchmen estaba diseñado con la mayor perfección para impresionar a un friki de 18 años, ansioso de materiales que renueven y reafirmen una obsesión privada y algo vergonzosa. Watchmen era eso entonces: un tebeo para niños que se hacía adulto al mismo tiempo que sus lectores. La gratificación personal que eso proporcionaba, la posibilidad de no renunciar a los superhéroes en circunstancias vitales que cada vez los hacían más extraños -el trabajo, la universidad, el sexo o sus proximidades- no se puede entender si uno no es un friki, y produce una deuda de gratitud eterna. Yo la conservaré siempre. Pero leer Watchmen quince años después me ha hecho acordarme menos de El Regreso del Señor de la Noche y los tiempos gloriosos del 86 que de los tebeos que Alan Moore hace hoy en día.

Watchmen se parece mucho a Tom Strong, a Promethea, a Supreme, a The League of Extraordinary Gentlemen. Se parece en la obsesión nostálgica y fetichista: la recuperación de motivos infantiles o juveniles, materializada en el reciclaje de viejos personajes a los que apenas se disfraza para jugar con ellos a gusto. Si Supreme es Superman, si Promethea es Wonder Woman y Tom Strong es Doc Savage, los vigilantes de Watchmen son los antiguos héroes de la Charlton, los cuales iban a protagonizar expresamente la serie hasta que dirección editorial de DC lo prohibió porque tenía planes para ellos. El Dr. Manhattan es el Capitán Atom, el Búho Nocturno es Blue Beetle, Rorschach es the Question, el Comendiante es Peacemaker, Espectro de Seda es Nightshade (aunque según Moore, sólo es «una superheroína genérica», lo cual dice poco de su concepto de las mujeres) y Ozimandias es Peter Cannon, Thunderbolt. Este truco siempre le ha dado buen rendimiento creativo a Moore: le permite explotar la identificación instantánea del lector con modelos que reconoce instintivamente y al mismo tiempo puede jugar con los personajes de una forma que le estaría vedada si fueran los originales. Le ahorra mucho trabajo y le da más libertad que a cualquier guionista que tenga que apechugar con el episodio mensual de JLA o Vengadores. Watchmen también se parece a los tebeos actuales de Moore en su obsesiva e irónica revisión de la historia del comic book, en la cual parece querer desentrañar alguna clave oculta, quién sabe si de carácter mágico o meramente nostálgico. Las constantes recreaciones de las distintas edades y estilos de la historia del cómic tan presentes en Tom Strong o Supreme, son también uno de los sustratos de Watchmen (véase de forma obvia el capítulo II). El juego le lleva a imaginar que en un mundo donde existen los superhéroes, el público consume otro tipo de tebeos, aplicando así la premisa de partida de Watchmen -el realismo- a una historia ficticia del medio, que es idéntica a la verdadera hasta los años 50. La aparición pública del Dr. Manhattan en 1960 -no casualmente, el año que vio debutar a la Liga de la Justicia de América y que confirmó la llegada de una Edad de Plata del cómic americano a hombros de los superhéroes- modifica el mundo en todas sus facetas, pero Moore dedica una atención especial a ese efecto secundario que tiene sobre la industria editorial. Nos dice claramente que el público de los tebeos quiere leer siempre sobre lo que no existe, quiere evadirse. Si los superhéroes son reales, preferirá leer sobre piratas, por ejemplo. De ahí nace la historieta «Encallados», un tebeo dentro del tebeo, recurso que Moore repite constantemente en sus títulos más recientes, así como otras piruetas metalingüísticas también presentes en Watchmen, principalmente, los textos añadidos al final del cuadernillo.

Obviamente, no son esos textos añadidos y esas historietas insertas los recursos que más fama dieron a Watchmen. Al fin y al cabo, ¿quién se lee de verdad los peritajes sobre el impacto de Manhattan, los artículos del Búho sobre ornitología o los folletos de Ozimandias? ¿Cuántos no se saltan directamente las viñetas de la historia de piratas a medida que ésta cada vez interfiere más en el avance de una trama que se precipita hacia su desenlace? No, son otro tipo de recursos narrativos los que hicieron que Watchmen fuera saludado como la Gran Obra Maestra de Todos los Tiempos (creo que no exagero ni pizca).

En realidad, ese otro tipo de recursos está presente en Watchmen de forma tan manifiesta, que la obra casi parece un catálogo de herramientas, una de esas historias genéricas y leves que se pergeñan con el único objetivo de mostrar todo lo que puede ofrecer un medio. Es como si el principio rector fuera un intenso deseo de hacer todas aquellas cosas que puede hacer específicamente el cómic. Empezando por el diseño de página -calculadamente medido para que el guionista pueda marcar el ritmo con la precisión que le interesa- y siguiendo por el diseño del soporte -desde la portada hasta la contraportada-, hasta culminar en planificaciones tan complejas como la del capítulo V, completamente simétrico, cuyo terrible eje nos está mostrando el corazón del enigma. Pero, sin duda, si hay un recurso presente en Watchmen y explotado hasta la saciedad es el juego del doble sentido entre el texto y la imagen, la utilización de signos que se refuerzan o contradicen, según el caso, y que aumentan la densidad de la lectura al obligar a una comprensión polisémica de cada viñeta. Es algo presente ya en la primera página, con el diario de Rorschach superpuesto a la imagen que se aleja de la acera ensangrentada, y que no dejará de repetirse en toda la obra. A veces, intercalando los diálogos de dos escenas que se alternan -en ese primer episodio, la conversación entre los policías y el flashback del asesinato del Comediante-, a veces alternando dos planos de la misma escena -el polvo frustrado de Dan y Laurie en el sofá, que se comenta irónicamente con las acrobacias televisadas de Ozimandias-, a veces imbricándolo con flashbacks desordenados hasta llevar al delirio el juego formal -como en el aclamado capítulo IX-. Este afán por jugar con los subrayados y los contrastes entre imagen y texto puede llegar a absurdos como la viñeta 3 de la página 9 del capítulo III, en la que Laurie termina una frase en la que estaba diciendo que «las personas somos sombras...» con una diálogo que dice: «Sólo sombras entre la niebla», mientras el vapor de la cafetera oculta su rostro. Lo que quiero decir es: ¿hace falta tanto refinamiento para ser tan obvio? Es más difícil y más efectivo escribir de forma sencilla que con una retórica recargada, y los recursos narrativos más sabiamente empleados son aquellos que no se notan. De lo contrario, más que al servicio de la historia, parece que estén al servicio del ego del autor, empeñado en demostrarnos constantemente lo listo que es. Por no salir de este U, ¿acaso hay menos trabajo formal en la utilización de los flashbacks en El Señor Jean, o en la manipulación de mastodónticas líneas argumentales en Adolf, o en la utilización de un vehículo pulp para reflexionar sobre temas de índole psicológica que hace Blanco Humano? Los tres tebeos son técnicamente espléndidos, aunque menos deslumbrantes. La profusión de juegos formales que ofrece sin respiro Watchmen acaba por hacer farragosa la lectura, al distraernos de lo que de verdad importa para hacer que nos fijemos en los fuegos artificiales. Acabamos más pendientes de cómo se nos cuenta que de lo que se nos cuenta. A veces dan ganas de zarandear al guionista y gritarle: «¡Vale ya, tío! ¡Ahora estate quietecito un rato y déjame disfrutar de la historia!»

Pero puede que ésa sea precisamente la intención de Moore: que no nos fijemos demasiado en la historia, que ésta nos pase desapercibida entre la tramoya y las acrobacias del narrador. Porque si no nos dejamos engañar por los trucos del guionista y vamos directamente al grano, tenemos que admitir que la historia desnuda de Watchmen es muy... muy cutre. Con la premisa argumental -parece que podría haber alguien eliminando a los héroes- y la presentación ordenada y sucesiva de los personajes, se nos consumen tres cuartas partes de la obra en lo que tradicionalmente se llama el planteamiento. El nudo, todo el nudo de Watchmen, se concentra en el capítulo X, y consiste en que Rorschach y el Búho, absolutamente desorientados y sin pistas, se meten en un bar, aporrean a un soplón genérico y consiguen la información que les hace visitar a Ozimandias (aunque todavía no sospechan de él). En el solitario despacho de Ozimandias (¡al que acceden sin superar ninguna medida de seguridad!) y en el ordenador personal de Ozimandias (¡¡a cuya información acceden tecleando como clave el nombre egipcio de Ozimandias!!) descubren los planes supersecretos de su ex-colega y destapan el pastel. Hala, liquidado. Ahora, vamos a la base secreta en la Antártida, que nos quedan dos capítulos y hay que ir recogiendo. Reconocerán que es como para poner en duda la fama de Ozimandias como «hombre más listo del mundo», ¿no?

A partir de aquí -es decir, a partir de que entramos en contacto directo con la trama- las cosas van de mal en peor. Resulta que lo que tanto miedo daba al Comediante era un plan de serie B -con monstruo psíquico extraterrestre incluido- orquestado por un villano de opereta a los Ra's Al Ghul que está decidido a salvar el mundo aunque sea a costa de destruirlo. La idea de que cargarse a la mitad de la población de Nueva York con un ataque extraterrestre falso vaya a unir a la humanidad es otro argumento de peso para poner en duda la tan cacareada inteligencia de Ozimandias. Lo peor es que no se le ocurrió a él. Se le ocurrió a Alan Moore.

Por supuesto, se puede argumentar que lo importante ya no es sólo la historia o el cómo se cuenta, sino lo que simbolizan los personajes. Que estos pintan un retrato complejo de la personalidad heroica reflejando cada uno de ellos una de sus facetas. El Dr. Manhattan sería el superhombre, el Comediante, el soldado, Rorschach, el héroe puro -o sea, un loco en el mundo real-, Ozimandias el héroe demoníaco... Pero esta idea está más que trillada en los cómics, y en otras ocasiones se ha explorado de forma más completa y orgánica, con mayor naturalidad. Sin salirnos de este U, por ejemplo en el Roco Vargas de Daniel Torres.

Es curioso cómo Moore, que nunca ha rehusado comprometerse políticamente en sus obras desde un punto de vista progresista, acabe cayendo en su propia trampa al hacer de Rorschach el personaje más carismático de toda la serie, el más entrañable, el único héroe verdadero. En Watchmen, Rorschach es un fascista. En realidad, lo que ocurre es que Rorschach es un héroe de Miller -un héroe puro, romántico- transplantado a un entorno realista, político. Ésa es una de las grandes diferencias entre El Regreso del Señor de la Noche y Watchmen: la obra de Miller no se interesa por la política; la de Moore es todo política. En Watchmen, Rorschach no puede sobrevivir, en ese mundo su existencia es inviable (¿no acaban muriendo de una u otra forma todos los héroes de Miller?). En El Regreso del Señor de la Noche, cualquier personaje de Watchmen, con su sensatez y su compromiso político, sólo podría ser el peor villano. Al final, curiosamente, el realismo pesa menos que la mitificación para dotar de contenido humano a los personajes. Pasados los años, Watchmen resulta demasiado intelectual y premeditado. El Señor de la Noche sigue siendo enternecedoramente apasionado.

Es cierto: los años no le han sentado bien a Watchmen. Su brote de formalismo barroco fue útil y necesario en su momento, pero a estas alturas ya debería haber sido superado. Debemos preguntarnos por qué no ha sido así. Aunque no tengo ninguna fe en que no se me malinterprete, haré un esfuerzo por aclararlo: no es mi intención cargarme Watchmen -como si pudiera-. Quien no lo haya leído, debería correr a leerlo ahora mismo, si se considera interesado por los tebeos, americanos o no. Watchmen hay que leerlo y experimentarlo por uno mismo, y forma parte indiscutible del bagaje histórico del medio. Y el friki que firma esto se comprará religiosamente la segunda parte cuando salga, el día que Moore diga que siempre quise hacerla y ahora las circunstancias han cambiado, como ya ha dicho Miller con El Señor de la Noche, y hasta es posible que pique con las figuritas de plástico. Porque uno es friki, sí. Pero, caray, por lo que me pagan, tampoco voy a ser tan falso como para no decir lo que pienso, aunque me duela.

Para acabar, dos cosas. Lo que se agiganta con los años es el soberbio trabajo de Dave Gibbons. Eficaz, fotográfico, sumiso al yugo del guión. Gracias a su humildad, a su capacidad para «borrar» su estilo, en Watchmen se hace invisible lo visible (el dibujo) y visible lo invisible (el guión). Eso descompensa la obra, sí, pero es lo que le pedía el guionista.

La nueva edición de Norma refleja lo que es el mismo tebeo: impresionante por fuera, pero algo escasa de peso por dentro. Un libro precioso, impreso maravillosamente en buen papel, a un precio más que razonable. Pero escamotear a estas alturas una miserable introducción no es de recibo cuando se trata de una obra con una importancia histórica como es ésta, y cuando hay abundante material complementario que podía haber enriquecido el libro, convirtiéndolo en una verdadera «edición definitiva».

Reseña firmada como Trajano Bermúdez y publicada originalmente en U #21 (septiembre de 2000). 

En el texto se hace referencia a otros contenidos de ese mismo número de U. Explico cuáles son: una reseña de El señor Jean, el amor, la portera, de Dupuy y Berberian, escrita por Pepo Pérez, una reseña de Adolf, de Osamu Tezuka, escrita por Óscar Palmer, y una reseña de Blanco Humano, de Peter Milligan y Edvin Biukovic, escrita por Pepo Pérez de nuevo. La referencia al Roco Vargas de Daniel Torres tiene que ver con que el tema de portada de ese número era precisamente Torres, con entrevista al autor y repaso a toda su obra.

¿Por qué he recuperado esta reseña de hace trece años, que hoy en día desde luego que no escribiría así? La culpa es del inminente estreno de Man of Steel. Los tráilers de la nueva película de Superman han hecho que quisiera revisar Watchmen, una de las películas anteriores de Zack Snyder, el director de la nueva producción del kryptoniano. Y la (catastrófica, añado) revisión de Watchmen me ha hecho acordarme de esta reseña. Me ha hecho gracia encontrarme con algunas ideas al revisarla. Por ejemplo, Watchmen como catálogo de herramientas me ha hecho pensar que en ese sentido fue al cómic de superhéroes lo que luego sería Asterios Polyp de David Mazzucchelli a la novela gráfica (aunque el impacto de ésta ha sido indudablemente menor). También me he acordado de lo diferente que era el escenario del cómic hace apenas trece años, y casi me conmueve la ingenuidad con la que me planteaba ciertas cuestiones. Esta última década nos ha cambiado mucho, de eso no cabe duda. Una de mis partes favoritas de la reseña es la mención final a la inevitable segunda parte de Watchmen que Moore acabaría realizando tarde o temprano. Desde luego, ahora sabemos que Moore no la haría nunca (¡o al menos no la ha hecho todavía!), pero esa secuela sí que acabaría saliendo, aunque con otros autores y bajo el título Before Watchmen. En lo que sí acerté plenamente es en que yo me acabaría comprando los tebeos. Los muñecos no, todo hay que decirlo.

En todo caso, la revisión de la película basada en Watchmen me ha dado para reflexionar sobre el desarrollo reciente del género de cine de superhéroes (cómo han cambiado las cosas desde 2009 hasta el momento actual post-Vengadores) y, de rebote, sobre los propios superhéroes como género transmedia. Pero esa reflexión me la guardo para un día que tenga ganas y tiempo más adelante, que si no me lío demasiado.

Como decía en la reseña del U, con ese texto no me iba a cargar Watchmen. Su culto sigue vivo y con buena salud en nuestros días, y dando frutos. Uno de los más recientes es Radiografías de una explosión. Doce aproximaciones concéntricas a Watchmen (Modernito Books), un volumen de ensayos obra de diversos autores entre los que se encuentran Jorge Carrión, Gerardo Vilches, Manuel Barrero, Elisa McCausland, José Manuel Trabado, Javier Calvo y otros. Lo tengo en la mesilla de noche al lado de Batman desde la periferia. Un libro para fanáticos o neófitos (Alpha Decay), otro volumen colectivo de ensayos, en este caso en torno a Batman. ¡Las cosas han cambiado mucho desde los tiempos del U! (Sí, me repito).

Para terminar, otro texto sobre Watchmen de Mandorla que podría ser de su interés: LITERATURA SUPERHEROICA 1: SUPERFOLKS.

21 comentarios:

gerardo dijo...

Creo que Trajano clavó el problema de Watchmen. Problema relativo, claro, depende de la persona. Pero hay mucha gente para la que Watchmen fue un impacto tremendo, de ésos de los que difícilmente te recuperas en toda tu vida como lector. La hipérbole estaba y está siempre presente en las críticas, y eso nunca es positivo, a la larga. A mí me gusta, y mucho, y considero que es un cómic fundamental de los años 80. Y lo releo cada cierto tiempo, y me fascina todo el aparato formal del tebeo, muy por encima de sus personajes (estereotipos) y sus temas (que me siguen pareciendo interesantes, pero que ya los ha tratado el propio Moore mejor en otros sitios), pero mentiría si no dijera que pienso que hay muchas, muchas otras obras que me gustan más, y que emplean un lenguaje igual de sofisticado o más.

Afortunadamente, el cómic no ha parado de crecer desde 1986. Pero vamos, en todo caso, el debate de cuál es la mejor obra de todos los tiempos es bastante vacuo y casi infantil. Yo creo que eso es lo que debemos superar, lo que estamos superando, de hecho, con los derroteros que está tomando la teoría del cómic en los últimos años.

Un saludo, y gracias por la mención de Radiografías de una explosión por la parte que me toca.

Pepo Pérez dijo...

Pasado el primer deslumbramiento de los 18 años, también uve mi fase de "bluff" Watchmen. Pero debo decir que la releí no hace demasiado tiempo y volví a verle muchos méritos. En lo que sí es necesario insistir es en desmontar el mito de que "Moore lo planeó todo". Incluso, como se sigue repitiendo aún hoy, la retícula de 3x3 viñetas y las portadas, concebidas y diseñadas por Dave Gibbons... en ese mito, Moore es tan genial y todopoderoso que incluso inventa lo que inventó Gibbons en realidad...

Pepo Pérez dijo...

Ahora, que el argumento como tal argumento es cutre hasta decir basta. En eso Santiago tiene más razón que un santo.

Los viajes que no hice dijo...

La leí cuando apareció y luego, años más tarde, me la regaló un tío muy culto al que le llevo mintiendo décadas.

Porque esto es como cuando dices que no puedes con Víctor Hugo (y no: no puedo con Víctor Hugo): la gente te mira raro.

Yo nunca fui una gran fan.

Y, como no me preocupé de su factura, jamás habría pensado en que, en un cómic hecho por dos personas, el mundo entero pensara que una de ellas no tenía nada que ver. Luego nos quejaremos de que si a los creadores no se les valora, etc.

Pero vamos, básicamente, lo que a mí me apetece saber es otra cosa que no tiene nada que ver con Moore. Cuando escribas sobre ella, si me acuerdo, pregunto.

gerardo dijo...

Lo de desmerecer a Gibbons (y a Higgins) es algo sistemático en la crítica literaria de la época, que atribuyó toda la obra a Moore y obvió los dibujos, quizás porque eran lo que les recordaba que aquello era un cómic, por mucho que algunos críticos intentaran explicar que no lo era. En el fondo aquello era divertido, y muy comprensible en aquel momento, claro.

Pepo Pérez dijo...

En el mundillo comiquero pasó 3/4 partes de lo mismo. Gibbons era visto casi como un lastre, la idea era que Watchmen "hubiera sido mejor si la hubiera dibujado un dibujante mejor". El rollo era este. Como si lo que hizo Gibbons ahí, precisamente por ser él, por su "no estilo" y por su obsesiva representación de un espacio tridimensional, su coherencia aplastante de viñeta a viñeta en los más pequeños detalles, no fuera mérito suyo. Y me atrevería a decir que exclusivamente de él, muy difícil de igualar por otros dibujantes de estilo más vistoso (el estilo gráfico vistoso hubiera sido precisamente un obstáculo para la verosimilitud y el "realismo" de Watchmen).

Durante años leí en reseñas o foros una especie de mantra que me hacía gracia: "Siempre podemos soñar cómo hubiera sido Watchmen dibujada por Bolland..." Pues un mojón, como La broma asesina. Con todos mis respetos a su trabajo como portadista, que es algo muy diferente.

gerardo dijo...

Gibbons y Higgins son esenciales, y no sólo porque cumplan a rajatabla los designios de Moore. Estoy convencido (vamos, tampoco es cuestión de fe, se ha dicho en muchas entrevistas) de que Gibbons aportó muchas ideas, y desde luego en toda la minuciosa ambientación que comentas algo tendría que ver.

¡Y lo de Bolland yo también lo leí, no recuerdo dónde! Bueno, yo estoy de acuerdo contigo. De hecho, se está viendo con Before Watchmen cómo cambia todo con dibujantes explosivos tipo Adam Hughes. El enfoque es casi opuesto.
Otro que siempre ha sido machacado por los fans es Eddie Campbell, por cierto, sin el cual From Hell no sería ni por asomo lo que es.

Pepo Pérez dijo...

Lo de un Watchmen by Bolland era un secret wish a voces, se dijo mucho en los 90. En reseñas y en foros. Es un poco, salvando las distancias, como el que dice que Maus es muy buena pero sería mejor dibujada "bien", a ser posible por un dibujante realista.

Pepo Pérez dijo...

Muchos fans no tienen ni idea de dibujo. La tienen del dibujo de superhéroes y alrededores (fantasía heroica incluida), que no es lo mismo, un dibujo muy codificado y estándar. Una visión muy limitada para juzgar el mundo del dibujo en general.

Goyo Cao dijo...

Os olvidais de por y para quien esta hecho Watchmen. Para el público americano principalmente, por una editorial americana.

Eso lo explica todo. El género ya no volvió a ser el mismo. Fue un punto de inflexión. Pero claro la mentalidad europea y la crianza de la mente de un friki europeo pasa de pequeño por Mortadelo y Zipi y Zape, y eso es una gran diferencia.

Los viajes que no hice dijo...

Lo de Maus sí lo leí. Que Spiegelman dibuja mal. También lo he leído de Ware. Que dibuja mal. Creo que hay mucha gente que entiende que dibujar bien es dibujar con un estilo hiperrealista.

También he leído que Alfred Hitchcock está sobrevalorado. Y que Ciudadano Kane, psé psá. Un día leeré que la Trágica hubiera estado mejor compuesta por Bartok.

Supongo que si se dice que, por ejemplo, Maus o Watchmen hubieran estado mejor dibujadas por otros es que la "parte literaria" está bien, ¿no? No sé cómo lee la gente cómics (ni lo quiero saber) pero yo no puedo disociar. Un guión y un dibujo (lo hagan diez o doce a la vez) forman un todo, ¿no? Lo que quiere decir un autor (o dos o tres, pero con un "pensamiento común", supongo) y cuál es la mejor manera de decirlo (y ahí entra todo: palabras y dibujo pero también todo lo que engloba la teoría de la percepción y la construcción e interpretación del lector). Yo no me imagino Maus de otra manera (además de que es tan, pero tan obvia la elección de Spiegelman que no sé cómo demonios alguien en su sano juicio la puede cuestionar). Ni Watchmen. No había leído nada de esa añoranza por Bolland, pero a mí Bolland no me gusta.

Hay opiniones que me parecen tan irrespetuosas con el sentido último de una obra que no las comprendo. Sí,uno puede decir: esto es una mierda por estas razones; esto es una obra maestra por estas razones; esto es una mierda pero a mí me encanta porque tengo una tarita -ésa soy yo-; pero... ¿esto hubiera estado mejor dibujado por otro? Eso se dice de obras "comerciales", ¿no? De encargos. ¡No de una obra de autor! (Esto... A lo mejor Watchmen nació en sus inicios como una obra "comercial" -conceptualmente, digo-: la verdad es que no tengo ni idea, pero ¿Maus?). Imaginad: "Esta foto de Doisneau está mejor sin ese fondo". Luego, puedes decir: falla el dibujo, falla el guión (sí, ya sé que no tiene tilde). Podrías decir: ¿te imaginas un Spiderman dirigido por los hermanos Coen? Pero no: "Oh, con lo bien que hubiera estado Ciudadano Kane dirigida por David Lean...

Esta gente que dice estas cosas, ¿es la misma que luego se queja porque Ditko no recibe un duro o qué?

José Martínez Ros dijo...

Es muy cruel publicar esa reseña del 2000. Muy mala fe. Es como sacar una reseña de El Quijote del 1700 (por poner una fecha al azar) diciendo que la obra de Cervantes es un clásico sobrevalorado. Demuestra palmariamente que el autor de la reseña es un idiota.

Santiago García dijo...

José Martínez Ros: doy por sentado que sabes (y que los demás lectores de esta página también lo saben) que Trajano Bermúdez es un seudónimo que utilizaba yo por entonces. Nunca publicaría en mi blog textos de otras personas, a menos que esté justificado y autorizado por el autor, y menos con la intención de ridiculizarlo.

Lo aviso sólo porque no me ha quedado claro si eras consciente de ello.

Si ya lo sabías, entonces nada más, por mí puedes pensar lo que quieras, por supuesto. De eso se trata.

sefloras dijo...

Para mi la gran obra de Alan Moore es From Hell (también trae polémica el fantástico trabajo de Eddie Cambpell). Watchmen me encanta, pero ha ido perdiendo puntos con el paso del tiempo, tiene mucho "detallico" pero no la veo tan completa ni tan compleja como From Hell.

Octavio B. (señor punch) dijo...

así qeu tú eras el de "Dice mi parienta que con esta reseña voy a montar polémica"
Joder, cuánto me había gustado esta reseña, ya no recordaba que era de "Trajano".
Qué jóvenes éramos.

gerardo dijo...

Dice Los viajes que no hice: "Esta gente que dice estas cosas, ¿es la misma que luego se queja porque Ditko no recibe un duro o qué?". Yo creo que no, que el tipo de fan que se entrega a esos juegos especulativos suele ser el que ve la imagen de marca, la editorial, y los personajes, por encima de todo lo demás. Y ese tipo de fan en general está en contra de las reivindicaciones autorales (no todos, claro). Lo llamativo es la gente que no ve ningún problema en que Stan Lee pille un buen pellizco pero no lo hagan todos los demás. ¡Pero eso ya es salirse del tema!

Jeune Albert dijo...

Me acuerdo perfectamente las risas que me provocó la primera frase de la reseña, teñidas eso sí, por una brizna de malsana envidia: “existen tíos que tienen novias con las que hablan de tebeos”, Espectacular.
En cuanto a mi valoración a día de hoy de Watchmen tengo que decir que sigue siendo muy, muy elevada. De hecho, discrepo en lo de que Moore luego ha tratado mejor estos temas en sus obras posteriores. Precisamente creo que con Watchmen cerró su mejor etapa como guionista. Todo lo que ha hecho después (Tom Strong, Liga, Promethea, Lost Girls …) me parece que ha estado teñido en demasía con la idea de que, después de dar lo mejor de sí mismo como profesional a sueldo de las grandes y alcanzar la cima, podía dedicarse libremente a reelaborar sus lecturas infantiles fetiche y explorar sus grandes obsesiones. Excluyo “From Hell” porque aparte de su temática, la considero efectivamente un gran logro, pero por la intervención de Eddie Campbell y no por el guión de Moore que me deja bastante frio cuando no me provoca bostezos directamente (el capitulo de las iglesias y símbolos de la masonería en Londres como ejemplo). Dicho de otra forma, prefiero las obras que el inmenso talento de Moore produjo encauzado y limitado en las grandes, que lo que ha hecho con plena libertad para contar lo que le apetecía.
En ese sentido la reseña la veo como una especie de pequeño grito silencioso ante la unanimidad siempre sospechosa, que todo lo que ha venido después ha confirmado. La realidad nos ha demostrado fehacientemente que el salto definitivo del cómic a su consideración como una manifestación más de la “Cultura” no dependía tanto de utilizar todos los recursos técnicos de la historieta, sino más bien en poder contar todo tipo de historias, con todo tipo de estilos y de formatos, para conseguir llegar al mayor número de personas posible como sucede en todas las ramas del arte. Como casi siempre Santiago fue de los primeros en abrirnos los ojos.

sefloras dijo...

Si ha parecido que desmerecía Watchmen, no era mi intencion, era sólo algo subjetivo. Es uno de los cómics con los que más he disfrutado, supongo que no veo tantos niveles de lectura al no ser un profesional del medio y sólo un aficionado. Eso si si, también reivindico el papel de DAve Gibbons, que es espectacular. PArece que cuando se hace un buen trabajo, surgen las sorpresas y todo encaja como por arte de magia.
A mi me gusta más From Hell porque me llegó más profunadamente al subconsciente, estaba totalmente metido en la historia. Siempre me ha gustado esa época y ese tipo de historias (El Hombre Elefante de David Lynch es de mis peliculas favoritas).

Supongo que a veces uno se deja llevar por la subjetividad.

Jeune Albert dijo...

Sefloras, No había entendido que desmerecieras Watchmen Precisamente eso es lo bueno del arte que a cada uno le llama más una obra por la razón que sea.Por eso decía que la uniformidad siempre es sospechosa. De todas formas, muchas veces los juicios dependen de pequeños matices dentro de un nivel de valoración muy alto.

Por cierto, a mí también me gusta mucho el Hombre Elefante.

Santiago García dijo...

Gracias a todos por los comentarios. Hay que rendirse a la evidencia: hay ciertas palabras clave que siguen moviendo a la gente con el mismo entusiasmo que el primer día, y una de ellas es WATCHMEN. Que esto suceda casi 30 años después de su estreno es señal no sólo de su grandeza, sino de su grandeza duradera.

Por mi parte, el rescate de esta vieja reseña me sirve también de ejercicio de autocrítica: en cada momento seguimos unas ideas, y es evidente que en aquel momento tenía una visión muy distorsionada de cuáles eran las relaciones creativas entre Alan Moore y sus coautores. En mi descargo sólo puedo decir que nos lavaron el cerebro a conciencia con la genialidad y el dominio absoluto de Moore sobre sus obras, presentándonos a sus dibujantes como meros y dóciles ejecutores de sus indicaciones.

Hoy veo las cosas de otra manera, por supuesto. Es curioso, porque me he dado cuenta de que cuando era solamente lector valoraba más al guionista que al dibujante, y ahora que soy guionista, valoro más al dibujante que al guionista. Tal vez porque he visto de primera mano cómo se hacen las cosas.

En todo caso, gracias de nuevo a todos por ser tan generosos compartiendo vuestras ideas y puntos de vista.

gerardo dijo...

Siempre hubo mucho mito respecto al trabajo de Moore con sus dibujantes, con sus guiones enciclopédicos y todo eso. Nadie nos parábamos a ver las diferencias entre el tebeo dibujado y esos guiones, claro.
Por cierto, todo esto me ha recordado que ese mito sigue muy vivo: en el congreso sobre Alan Moore del año pasado, pasó que algunos ponentes obviaran bastante a los dibujantes, y se hablara de From Hell sin mentar a Campbell, por ejemplo. Pero también hubo otros que sí lo hicieron, claro, así que es algo que está cambiando.