lunes, 7 de noviembre de 2011

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 16: BATMAN HOY


(PARTE DEL CAPÍTULO SESENTA AÑOS DE TEBEOS)

BATMAN HOY

En 1997, DC publica nueve colecciones mensuales protagonizadas por Batman y sus amigos, más un trimestral (Batman Chronicles, heredero del viejo Batman Family), una colección de grupo en la que acapara protagonismo (JLA), los correspondientes “Annuals” y extras de cada título y un elevadísimo número de miniseries derivadas (Gordon’s Law, Gotham Nights, Man-Bat, etc.), tomos “Prestige”, novelas gráficas y cualquier otro formato imaginable que pueda surgir en un momento dado.

Aunque resulta obvio que en gran medida la Batmanía de los 90 deriva de las superproducciones de Hollywood inspiradas en el superhéroe y de la serie de animación televisiva, DC también ha puesto todo su empeño en hallar argumentos viñeteros que mantengan en candelero al veterano enmascarado. Algunas iniciativas editoriales han buscado el prestigio, otras han sido aparatosos montajes comerciales.

Entre las primeras, hay que señalar el experimento de Batman Black & White, una miniserie de cuatro números que se esperaba como un tesoro, a la vista de los impresionantes nombres reunidos para la ocasión, escogidos entre lo más selecto del panorama internacional: Jim Lee, Mike Allred, Joe Kubert, Howard Chaykin, Archie Goodwin, José Muñoz, Frank Miller, Richard Corben, Neil Gaiman, Simon Bisley, Moebius, Barry Windsor Smith, Craig Russell, Liberatore, Bill Sienkiewicz, Matt Wagner, Alex Toth, Alex Ross, Brian Bolland, Neal Adams y Kevin Nowlan, entre otros, con el golpe de gracia del maestro japonés Katsuhiro Otomo. Para DC el éxito ha sido rotundo, hasta el punto de tener preparada la continuación del título como serie trimestral, pero el saldo artístico no puede juzgarse como positivo. Ocurre a menudo en estos monumentales aquelarres de colosos que son pocos los que acuden con verdadero entusiasmo a la cita, y apenas algunas historias responden a las expectativas. En esta ocasión, el genial Bruce Timm ha entregado una vez más ocho páginas de auténtica antología, muy superiores a las del resto.

En el apartado de las estrategias más comerciales hay que incluir la saga de 19 capítulos Knightfall, con sus secuelas Knightquest y Knightsend. Esta historia, desarrollada entre 1993 y 1994 dentro de las cuatro colecciones mensuales del Señor de la Noche (Batman, Detective, Shadow of the Bat y Legends of the Dark Knight), con extensiones en Catwoman, Robin y otras, gira sobre el momento más difícil en la historia de Batman. Un nuevo villano, Bane, llega a Gotham City con la intención de hacerse el amo de la ciudad. Tras un maquiavélico plan de acoso en las sombras, descubre la identidad secreta del Cruzado Enmascarado y lo derrota, rompiéndole la espalda. Confinado a una silla de ruedas, Bruce Wayne cede el manto de Batman a Jean Paul Valley, Azrael. Durante un año, el nuevo Batman, tras derrotar a Bane, protegerá las calles de Gotham, pero con un estilo violento y temerario que provoca el precipitado regreso de un Bruce Wayne recuperado a marchas forzadas. “Knightfall es la cosa más interesante que he hecho jamás -explicaba el editor O’Neil- porque era una historia muy complicada, pero demonios, era una historia, y se planeó con mucha antelación. Desde el principio, iba a ser una historia que respondiera a la pregunta “¿Qué es un héroe?” De niño, veía héroes que no amaban la violencia y que no mataban nunca a menos que tuvieran que hacerlo, y hoy en día el número de bajas en las películas sube hasta 70 antes de que acaben los créditos y la gente se ríe cuando alguien se muere de alguna forma inimaginablemente horrible. A mí todo esto me parecía muy anti-humanista.

“Knightfall empezó con dos cosas. Comiendo en Londres un día, Peter Milligan, que en aquellos momentos estaba escribiendo Detective, dijo que le gustaría poner a otra persona dentro del Bat-traje durante un par de números. Poco después Peter abandonó la serie, pero eso se me quedó grabado. Le pagamos a Peter por la idea; no somos los capitalistas despiadados que se supone. Eso se combinó con otra idea, la de explorar qué significa ser Batman.” La repercusión de la historia fuera del mundillo de los aficionados al comic book fue inesperada, quizás porque se benefició de la estela dejada por la reciente y muy publicitada “Muerte de Superman”. Era como si los grandes mitos de la cultura popular juvenil estuviesen cayendo uno tras otro, y eso siempre resulta buen material para rellenar espacios periodísticos. “Antes de que acabáramos -confirma O’Neil- habíamos hecho 71 comic books, un serial radiofónico para la BBC y una novela que escribí en seis meses. Fue interesante subir esa montaña, y no quiero volver a escalarla, pero tuve el privilegio, que no creo que le haya sido otorgado a ningún otro narrador en la historia, de contar la misma historia en tres medios distintos simultáneamente. Y contar una historia sobre un personaje que probablemente es reconocido por el 80% de las personas de este planeta.” Una historia que en última instancia, además de producir dólares, tenía un significado, según O’Neil: “Batman tiene que ser un héroe, y eso impide que sea un psicópata. Un psicópata no puede ser un héroe. La psicopatía indica una falta de voluntad, y si no eres capaz de tomar decisiones, no eres un héroe, eres una especie de mecanismo. Otro elemento significativo es su negativa a tomar vidas humanas. Los psicópatas y los sociópatas son absolutamente indiferentes al sufrimiento de otros. Uno de los elementos de Batman que no explotamos mucho es su compasión. Padece por las víctimas y no disfruta provocando dolor. Sobre eso es sobre lo que iba Knightfall: sobre lo que significa la palabra “héroe” en los 90. Una de mis preocupaciones era que nuestra interpretación se hubiera quedado desfasada, lo cual gracias a dios parece que no es el caso.” Para resaltar las cualidades heroicas de Bruce Wayne, se recorta la figura desequilibrada del Batman-Azrael, sobre un fondo sobrecargado con todos los villanos de Gotham, liberados por Bane de Arkham Asylum.

Sin amedrentarse por el desgaste de coordinación que supone ensamblar historias tan grandiosas, desparramadas a lo largo de tantas colecciones y elaboradas por tantos autores distintos, tras la trilogía Knightfall-Knightquest-Knightsend, los editores de Batman siguieron fomentando este tipo de grandes sagas universales: Prodigal, Troika, Contagion, Legacy... Pero esta fórmula exige mucho del lector y erosiona rápidamente al público, de manera que a partir de junio de 1996 se ha abandonado (al menos temporalmente) para volver al viejo sistema de historias cortas o autoconclusivas y contenidas dentro de cada título, lo cual resulta refrescante en un momento en el que todas las editoriales intentan atrapar al consumidor dentro de intrincadas redes de epopeyas que saltan de título en título y no conducen a nada, excepto a perder el gusto por la lectura. Claro que los cambios de planteamiento son siempre provisionales. Febrero de 1998 trae otra gran saga, con un terremoto que asuela Gotham, consecuencia inevitable de la moda de cine de catástrofes.

Por supuesto, un golpe de timón no se da por criterios de integridad creativa, sino porque los números mandan y hay que probarlo todo para buscar el beneficio. A pesar de la espectacular promoción que ha supuesto su paso por la gran pantalla entre 1989 y 1997, Batman ha perdido ventas durante todo este tiempo, en un proceso que en cierta manera recuerda al sufrido durante los 60, cuando el efervescente efecto publicitario de la serie televisiva no bastó para enderezar a largo plazo una caída en picado. No sería de extrañar que, paradójicamente, en estos momentos los tebeos fueran la más pequeña fuente de ingresos de Batman, superada por el cine, la televisión, los juguetes, las camisetas y el merchandising diverso. Según un informe publicado por The Comics Journal en su número 197 (julio 1997) el descenso de ventas se produce a velocidad escalofriante. En 1993, explica el citado artículo, Batman 500 vendió 1,3 millones de ejemplares. En diciembre de 1995 la familia de títulos de Batman había bajado a unos 90.000, con lo cual en su momento se consideró, según la misma fuente, que se había alcanzado “el punto más bajo de todos los tiempos.” Actualmente, la franja en la que se mueven las colecciones del Señor de la Noche es la de los 40.000-60.000, pero ya no se confía en que estas cifras marquen el fondo del pozo. El declive, insistimos, no es achacable a la redacción editorial de DC, sino que se inscribe dentro del escandaloso hundimiento generalizado del tebeo comercial americano. Para colmo, la cuarta película de la serie, Batman y Robin (1997), de Joel Schumacher, ha sido un sonado fracaso de taquilla, hasta el punto de que en estos momentos los rumores apuntan a la muy improbable continuidad de la franquicia, que se daba por hecha antes del estreno de la última. Batman 5 se desvanece en el horizonte al mismo tiempo que los motores publicitarios de Warner empiezan a calentar la nueva Superman. El Hombre de Acero, que en 1998 cumple 60 años, tiene todas las papeletas para relevar al Señor de la Noche como gran superhéroe para el público general en los próximos años, eclipsando al justiciero de Gotham.

El prolongado ciclo de apogeo del Cruzado Encapuchado parece cerrarse para dejar terreno libre al todopoderoso kryptoniano, obligándole a regresar -aunque de manera privilegiada, eso sí- a la sorda batalla mensual de los superhéroes de papel. Pero a pesar de los nubarrones de crisis que amenazan a este sector, está claro que un pilar básico del género superheroico, cargado de una historia tan rica y aprovechable y todavía más rentable que la mayoría de sus colegas incluso en esta época de hambruna, tiene por delante décadas de enfrentamientos con el Joker, pugilatos con Dos Caras y tentaciones de Catwoman. Miller nos anunció el regreso del Señor de la Noche, pero aún falta mucho para que se marche.

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