(PARTE DEL CAPÍTULO SESENTA AÑOS DE TEBEOS)
LOS CRIMINALES SON UNA CALAÑA COBARDE Y SUPERSTICIOSA
Las primeras y breves historias de Batman que aparecen en Detective Comics están producidas por el equipo Bill Finger-Bob Kane, pero muy pronto empezarían a participar en el proyecto otros profesionales que traerían aportaciones únicas. Detective Comics 31 (septiembre de 1939) además de lucir una soberbia portada que sería homenajeada años más tarde por Neal Adams, ofrece la primera historia que no está escrita por Bill Finger. El guión, escrito por Gardner Fox (1911-1986) presenta múltiples novedades respecto a los relatos de “misterio pintoresco” que había ofrecido previamente Finger. Para empezar, Batman estrena sus guanteletes, además de algunas nuevas armas. Una de ellas, el Batgiro, ha sido hoy abandonada debido a las inevitables modernizaciones que trae el avance tecnológico; la otra, sin embargo, se ha convertido en quizás el instrumento de mano más característico del personaje a lo largo de toda su historia: el Baterang, imitación del bumerang (y posteriormente conocido como Batarang). Otra innovación es producto del intento de dotar al célibe aventurero de una compañía femenina. Julie Madison, aquí presentada, es la primera novia de Bruce Wayne, y desempeña la inevitable función de ejercer de rehén del Monje, segundo villano de la serie. Pero donde más se aprecian las novedades es, sencillamente, en el tono de la historia. Alejado de la acción investigadora más o menos plausible que concebía Finger, e ignorando completamente el término “Detective” del título de la revista, Fox se lanza a un carrusel salvaje de grotescas situaciones sobrenaturales y terroríficas. El relato se desarrolla en París, primero, y en Hungría “tierra de historia y hombres lobo” posteriormente. El Monje es una figura fantástica, encapuchado, cubierto de ropa roja de pies a cabeza, dominador de la hipnosis y rodeado de gorilas gigantes, trampas ocultas, pozos llenos de serpientes. La historia continúa en el número siguiente, donde descubrimos que el Monje es un vampiro-hombre lobo con poderes mentales. En un decorado directamente sacado de las películas de monstruos de la Universal, un Batman temerario y movido por la sed de venganza pone en peligro a su prometida y acaba exterminando a tiros a su enemigo. La intervención de Fox fue rotuda y decisiva para añadir un punto de locura y desfachatez a las aventuras del personaje. En todo caso, la carrera de Gardner Fox, considerado hoy en día unánimemente el guionista más importante de la Edad de Oro, se distinguió siempre por su tendencia a tratar situaciones de fantasía y ciencia ficción. Entre los personajes que creó o co-creó se encuentran Flash, Hawkman, Sandman (el original), Dr. Fate, Zatara, Starman, Adam Strange y un concepto tan decisivo como el del primer grupo de superhéroes de la historia: la Justice Society of America. Sin embargo, tras la intervención de Fox, Finger volvió a tomar las riendas, aunque ya nunca con exclusividad, pues DC manejaría una variedad de guionistas que irían dando su versión del personaje, como es el caso de Ed Hamilton, Don Cameron, Al Schwartz, Otto Binder, John Samachson, Mort Weisinger y otros.
En realidad, no es de extrañar que la editorial no tardara en buscar nuevos guionistas para las aventuras de Batman, porque de la misma manera que Finger pronto demostró un talento único para concebir historias y desarrolló un método de trabajo extremadamente minucioso y rico en detalles, también eran legendarios sus problemas para entregar a tiempo. Finger trabajaba sin ningún tipo de dirección hasta que DC contrató en 1940 a Mort Weisinger (1915-1978) para convertirlo en el primer editor específico de Batman. Weisinger, que en funciones de autor crearía a superhéroes como Aquaman y Flecha Verde, se convertiría en uno de los personajes más míticos de la historia del comic book americano como editor de todas las colecciones de Superman entre 1945 y 1970. Su introducción en el proceso creativo del Hombre Murciélago coincidió con el momento en que Finger empezaría a trabajar directamente para la editorial. Al principio, Finger cobraba de Kane, y sólo pasados unos meses empezó a trabajar oficialmente para DC, con una tarifa de 12 dólares por página. El acuerdo financiero de Kane era de características diferentes, cobrando cantidades mayores a medida que el éxito de Batman aumentaba y no por página entregada, sino por períodos de tiempo. Uno de los rasgos distintivos de los guiones de Finger que con el tiempo pasó a formar parte de la mitología de Gotham City fue el uso de los llamados “giant props”, o “accesorios gigantes”. La Gotham City de Finger era una ciudad llena de relojes, lámparas, máquinas de escribir gigantes y cualquier otro artefacto que pudiera servir para escenificar una persecución con el mayor dramatismo. El guionista explica su método de trabajo: “Empecé a acumular material, un archivo de localizaciones y ocupaciones. Me compraba ejemplares de Popular Science y Popular Mechanics que cubrían todos los temas imaginables. Los recortaba y le daba esos dibujos a Bob Kane junto con la historia. Una vez descubrí un artículo sobre una máquina de escribir gigante que habían utilizado para una exposición y la usé como accesorio en un guión. Así empezaron las historias de “grandes accesorios”. También recopilaba slang, sobre todo jergas profesionales, y lo convertía en parte de mis truquitos para Batman. Batman era un personaje para escribirlo con mucha maña. Tenía mi propio libro de trucos para usar junto con las jergas. Si estaba haciendo una historia ambientada en el ferrocarril, intentaba ofrecer algunos datos sobre el ferrocarril que la gente no conociera y usarlos como pistas o como elementos de la trama.” Describiendo la labor de Finger, Jerry Robinson escribe “Las historias de Bill estaban concienzudamente construidas con acción brillantemente coreografiada, tramas innovadoras con personajes extravagantes y giros sorprendentes a lo O. Henry. Era un guionista visual, uno de los primeros que reconoció el potencial de la narrativa secuencial. Sin embargo, no escribía con facilidad. De hecho, sufría muchísimo con cada historia. Era ingenioso y le encantaban los juegos de palabras, con los que condimentaba el diálogo. Sus aliteraciones, tales como “El Dúo Dinámico”, se convirtieron en parte de nuestro idioma. Lector voraz formado con la ciencia ficción y los clásicos, su inspiración podía llegar igualmente del National Geographic, Popular Mechanics y The Saturday Evening Post o de Dumas, Shakespeare y las citas de Bartlett. Buscando la verosimilitud, a menudo pegaba a sus guiones recortes, fotos, diagramas y otros materiales que había obtenido mientras investigaba la historia.” Dick Sprang corrobora todas las virtudes de Finger: “Creo que nunca llegué a conocer en persona a Bill Finger, pero por supuesto que era mi guionista favorito. Era el mejor. Fue el gran guionista de los primeros tiempos del cómic, para mi gusto. Yo disfrutaba enormemente con sus guiones. Al contrario que muchos guionistas, tenía un sentido de la visualización fantásticamente desarrollado, y escribía sus historias para que pudieran ser ilustradas. Era un genio con los grandes accesorios.” Sin embargo, la demora en escribir los guiones de Finger provocó frecuentes situaciones de tensión cuando las fechas de entrega apretaban, aunque, como ha recalcado Kane varias veces, todo se le perdonaba cuando veían la calidad del material que entregaba.
De la misma manera que Finger no era capaz de soportar el ritmo de producción industrial que exigían los comic books, Kane también tuvo que echar mano de ayudantes a medida que el público exigía cada vez más material de Batman. El primero de todos ellos fue Jerry Robinson (1922), cuya contratación no pudo ser más pintoresca. “Durante el verano de 1939 -cuenta Kane- me estaba tomando un respiro del tablero de dibujo en un hotel de las montañas Catskill cuando conocí a Jerry Robinson, que tenía sólo 17 años. Me llamó la atención porque llevaba una chaqueta decorada con caricaturas hechas a mano por él mismo. Quedé inmediatamente impresionado por su talento y le contraté como mi primer ayudante.” La incorporación de Robinson al equipo creativo de Batman fue, sin duda, algún plan del destino ejecutado a través de un aparente azar, porque Robinson no tardaría en convertirse en uno de los más brillantes dibujantes que ha conocido el comic book. Las atribuciones iniciales de Robinson -fondos, rotulado, entintado- pronto fueron aumentando, y en seguida estaría haciendo portadas y, rápidamente, historias completas a lápiz y tinta, ya desligado de Kane y trabajando directamente para DC. Bob Kane pronto aumentaría el equipo con otro fichaje, George Roussos. Esta vez la contratación fue más convencional. Kane puso un anuncio en el New York Times que llegó a ojos del joven Roussos, cuya experiencia en los comics se reducía a un empleo en el departamento de español del King Features Syndicate, corrigiendo los dibujos y re-rotulando los Imposible pero cierto de Bob Ripley destinados al mercado sudamericano. “Cuando contesté al anuncio de Bob Kane solicitando ayudantes -recuerda Roussos- ya sabía cómo hacer globos, cómo entintar y otras cosas así. Más tarde supe por Jerry Robinson que a ese anuncio habían contestado más de 60 dibujantes, pero a Bob Kane le parecía complicado ponerse a enseñarles cómo trabajar en los cómics. Bill Finger dijo que yo sería ideal para el trabajo “Os lo haría más fácil” les dijo Bill. “No tenéis que enseñarle nada.” La mayoría de los aspirantes eran muy buenos artistas y pintores, y la mayoría eran más competentes que yo, pero no tenían muchos conocimientos de cómo se producían los tebeos. Como yo tenía experiencia, Bob me dio el trabajo. Así es como conocí a Jerry Robinson, que ya llevaba meses trabajando en Batman. Jerry me ayudó mucho y acabamos convirtiéndonos en grandes amigos. Yo empecé el 30 de mayo de 1940 y mi primer trabajo fue una historia con trenes [Batman 2]. Me dieron ese encargo porque sabía dibujar vías. Empecé con un salario semanal de unos 25 dólares, y trabajaba para Jerry. Él hacía las figuras, mientras que yo hacía los fondos y el rotulado y ponía esas lunas enormes.”
El trabajo no sólo estaba dividido en el método, sino también en el espacio. Kane trabajaba en su casa, en el Bronx, mientras que Robinson y Roussos ocupaban una oficina alquilada por Kane en el antiguo edificio del New York Times, en la calle 42. El padre de Kane ejercía de enlace, trasladando las páginas de un lado a otro según atravesaban las distintas fases de producción, aunque cuando las fechas se echaban demasiado encima Kane no tenía más remedio que trasladarse a la oficina, en la cual, según cuenta en su autobiografía, en alguna ocasión hicieron una historia entera de trece páginas, desde el guión hasta el acabado final, en un fin de semana de trabajo continuo. La Edad de Oro está repleta de ese tipo de batallitas, pues la mayoría de los dibujantes eran amigos y se ayudaban unos a otros terminando trabajos imposibles cuando la fecha se presentaba amenazadoramente próxima. Robinson retrata el ambiente de la época al recordar los tiempos en que compartía estudio con dos amigos a los que introdujo en DC, Bernie Klein y Mort Meskin. “El estudio era un punto de encuentro para los colegas -los hermanos Wood (Bob, Dick y Davie), Charles Biro, George Roussos, Jerry Siegel, Joe Shuster, Fred Ray, Irwin Hasen y otros. ¡Las fechas de entrega! Siempre había alguien en el tablero de dibujo o un guionista aporreando un guión en la máquina de escribir. ¡Fines de semana completos sacando adelante guión, lápiz y tinta de una historia de Batman de 13 páginas! Cerveza y dardos eran habituales. Las paredes estaban cubiertas por nuestras portadas favoritas, rescatadas de la destrucción del impresor. (¡Ni se nos pasaba por la cabeza su valor potencial! ¡Qué fortunas fueron abandonadas en las paredes de los estudios cuando nos mudábamos!) Las sesiones nocturnas podían incluir a una docena o más de dibujantes, guionistas y editores, incluyendo a los de DC, Whit Ellsworth, Mort Weisinger y Murray Boltinoff, sentados en el suelo intercambiando sabiduría viñetera. Los bolos eran una de las distracciones más frecuentes. En el descanso del almuerzo en la redacción de DC, Whit solía llevar a la gente a las boleras que había al otro lado de la calle para echar un par de partidas.”
La incorporación de los primeros profesionales ajenos a la pareja original Finger-Kane y el rápido desarrollo de Batman y su entorno, motivado por su fulgurante éxito, hacen que el período 1939-1943 sea extremadamente rico en novedades para el Señor de la Noche.
Durante este período, aparecerán la segunda y la tercera colecciones de DC protagonizadas por el Cruzado Enmascarado. World’s Best Comics 1, tebeo conocido universalmente por el título que llevará más tarde, World’s Finest Comics, se publica en la primavera de 1941. Antes, la cabecera Batman había debutado en la primavera de 1940, con periodicidad trimestral y cuatro historias de nuestros héroes en cada número. Y utilizo el plural porque desde Detective Comics 38 (abril de 1940), Batman contaba con la ayuda de su juvenil compañero, Robin, que en su identidad secreta es el huérfano Dick Grayson, pupilo de Bruce Wayne. Otros personajes secundarios se incorporan a la serie, el más notable de los cuales es sin duda Alfred el mayordomo, que se presenta en Batman 16 (abril-mayo de 1943) en una historia titulada, obviamente, “¡Aquí llega Alfred!” En el apartado romántico, sin embargo, no le irían muy bien las cosas a nuestro justiciero, tan consagrado a la lucha contra el crimen que no encuentra tiempo para las mujeres. Su primera novia, Julie Madison, inicia una carrera de actriz con el nombre de Portia Storme, y pretende que Bruce también ocupe su ociosa vida con algo útil, pero Wayne se ríe y le contesta que lo pasa demasiado bien así. Como consecuencia, Julie-Portia rompe el compromiso (Detective 49, marzo 1941). La segunda chica de Bruce, Linda Page, a la que conocemos en Detective 55 (septiembre 1941) también se harta de la vida vacía e inútil de la clase alta y decide emplear su existencia en ayudar a los desvalidos como enfermera de pobres. Esto tampoco impide que en sucesivas ocasiones sea hecha rehén por los malvados. Pero si Batman se demuestra incapaz (o desinteresado) de mantener una relación romántica estable, sin embargo demuestra un talento natural para hacerse enemigos para toda la vida. Entre 1939 y 1943 traerá el terror sobre Gotham City la que podríamos llamar la “gran reserva” de archivillanos de Batman: el profesor Hugo Strange (Detective 36, febrero 1940), el Joker y Catwoman (ambos en Batman 1, primavera 1940), el Clayface original (Detective 40, junio 1940), el Espantapájaros (World’s Finest 3, otoño de 1941), el Pingüino (Detective 58, diciembre 1941) y Dos Caras (Detective 66, agosto 1942). La relación con las autoridades por fin adquiere visos de oficialidad. Al final de “El pueblo contra Batman” (Batman 7, octubre-noviembre 1941), el comisario Gordon nombra a Batman miembro honorario del Departamento de Policía. “¡Desde ahora en adelante, trabajarás hombro con hombro con la policía!” Para poder hacer efectiva tal colaboración es preciso un medio de comunicación con el enigmático justiciero, y así surge la Batseñal (Detective 60, 1942) que avisa al encapuchado cuando las fuerzas del orden requieren su ayuda. También durante esta época se definen más concretamente los elementos que acabarán siendo el Batmóvil, el Batplano y la Batcueva, aunque estos son resultado de un largo proceso de destilación.
También quedará solventada de manera definitiva en estos años una de las cuestiones más relevantes referidas a la personalidad del protector de Gotham: el origen de Batman. Recordemos que en su presentación no se había hecho ninguna referencia a las motivaciones ni los primeros pasos del Hombre Murciélago. Finger y Kane nos relataron por vez primera el mito fundacional en Detective 33 (noviembre 1939), pero sin detenerse demasiado en los detalles, puesto que sólo le dedicaron una secuencia de dos páginas que precedía a la aventura del mes (“Batman combate contra el Dirigible de la Muerte”) y que describía sucintamente los instantes elementales que, seis décadas después, permanecen respetuosamente inalterados. Y eso que el origen de Batman ha sido recordado tantas veces en los tebeos que los editores tuvieron que acabar imponiendo un veto temporal sobre su aparición en cualquier título. En esta primera versión en doce viñetas, la acción se sitúa “hace unos quince años”, cuando Thomas Wayne, su esposa (sin nombre) y su hijo volvían paseando a casa después de ver una película (no se especifica cuál, aunque ahora la tradición la identifica, apropiadamente, como La marca del Zorro) y eran atracados por un vulgar ratero pistola en ristre y gorra en la cabeza. El ladrón intentaba echarle mano al collar de la señora, y al intervenir Thomas, éste recibía un balazo. “¡Tú te lo has buscado!” exclamaba el delincuente. La esposa empieza a pedir auxilio y el atracador lo solventa con otro tiro “¡Con esto te callarás!” El pequeño Bruce, desecho en lágrimas, contempla los cadáveres de sus padres caídos sobre la acera, y unos días después hace un juramento, arrodillado sobre la cama y con una vela iluminando su cuarto: “Juro por los espíritus de mis padres que vengaré sus muertes pasando el resto de mi vida en guerra contra todos los criminales.” En una viñeta le veíamos convirtiéndose en un maestro de la química, en la siguiente, levantando pesas enormes con un solo y hercúleo brazo, en la tercera, sentado en un sillón delante del fuego de una mansión señorial y musitando “La herencia de papá me ha hecho rico. Estoy listo. Pero antes, necesito un disfraz.” Su soliloquio continuaba en la siguiente escena, con una frase que ya se ha convertido en el lema del personaje: “Los criminales son una calaña superticiosa y cobarde. Así que mi disfraz debe provocar el terror en sus corazones. Debo ser una criatura de la noche, negra, horrible... un... un...” Y es entonces cuando, afortunadamente, un murciélago entra a través de la ventana abierta. “¡Un murciélago! ¡Eso es! Es una señal. ¡Me convertiré en un murciélago!” Tal y como lo recuerda Kane, “Bill y yo colaboramos en el origen. Discutimos varias explicaciones sobre por qué Batman decidía llevar un disfraz de murciélago y convertirse en un vigilante justiciero. Tenía que haberle ocurrido algo y no se nos ocurrió nada peor que el que viera a sus padres tiroteados por un atracador ante sus mismos ojos.”
“El murciélago es una criatura extraña y misteriosa que asusta a todo el mundo, así que parecía natural que Bruce Wayne escogiera un disfraz de murciélago para combatir a los criminales. En The Bat Whispers, una de mis fuentes para crear a Batman, Chester Morris llevaba un impresionante disfraz de murciélago para asustar a los habitantes de una vieja mansión y así poder encontrar el botín del atraco a un banco que estaba allí escondido. El uso por parte de Batman de un disfraz para provocar el terror en sus adversarios era una ampliación de esta idea, sólo que la usaba no con propósitos criminales, sino para reforzar el cumplimiento de la ley. El juramento de Batman de vengar a sus padres convirtiéndose en un justiciero podría estar inspirado por el que hizo el Hombre Enmascarado sobre la calavera del pirata que asesinó a su padre.”
“El origen de Batman también podría haber estado inspirado en el Murciélago de Popular Detective [una novelita popular]. En la vida cotidiana, el Murciélago era un detective privado, Dawson Clade, que había sido acusado falsamente de asesinato y ejecutado en la silla eléctrica. Pero la silla era defectuosa y Clade escapaba, escondiéndose en una cabaña oculta en los bosques para planear su contraataque contra el crimen ahora que estaba oficialmente muerto. Cuando la sombra de un murciélago atrapado aparecía en la pared, Clade tenía una inspiración semejante a la que recibiría Bruce Wayne cinco años más tarde: “¡Eso es! Me llamaré el Murciélago.”
Conoceríamos más detalles sobre aquella funesta noche en otro par de historias de la época clásica. “El origen de Batman” (Batman 47, 1948) explicaba con más detenimiento la misma historia, aunque sin alterar ningún detalle fundamental (en esta ocasión, la madre, ya con el nombre de Martha, moría víctima de un infarto producido por la impresión de ver a su marido acribillado), y nos explicaba qué había sido del asesino de los Wayne, un ratero llamado Joe Chill que ahora se había convertido en un gángster influyente. Obviamente, Batman se esforzaba con todos sus sentidos en llevarlo a prisión, pero el escurridizo Chill eludía ser atrapado con pruebas, así que el Señor de la Noche recurría a un gesto desesperado: ¡desenmascararse ante Chill, acusándole del doble asesinato cometido muchos años antes! Chill, aterrorizado, huía a trompicones y se reunía con su banda, a la que comunicaba “¡Batman acaba de decirme quién es! ¡Se convirtió en Batman porque yo maté a su padre!” Sus encallecidos esbirros, un tanto brutos ellos, entendían pues que la culpa de todos los padecimientos producidos por la némesis enmascarada del crimen era de Chill, y lo acribillaban a balazos antes de que tuviera ocasión de contarle a nadie quién se escondía bajo la máscara del murciélago. En “El primer Batman” (Detective 235, 1956), con dibujos de Sheldon Moldoff, se nos revelaba que aún había más. En realidad, Joe Chill había sido contratado por otro delincuente, el capo Lew Moxon, que había tenido problemas con el padre de Bruce y se lo había quitado de enmedio en venganza porque Thomas Wayne (con un disfraz de murciélago sacado directamente de los bocetos primigenios de Kane, de ahí lo de “el primer Batman”) lo había puesto a la sombra una temporadita. Así pues, el asesinato de los Wayne aún no estaba vengado, detalle que al final de la historia Batman ya habría solucionado con la ayuda de un camión que atropellaba a Moxon al huir aterrorizado de Bruce, quien llevaba el antiguo disfraz de su padre.
Este tipo de refinamientos, en todo caso, en nada alteran los constituyentes elementales del origen: regreso a casa paseando-aparición inesperada de un pistolero-ejecución de los padres-juramento del niño Bruce-adiestramiento a lo largo de los años-señal divina en forma de murciélago que irrumpe a través de la ventana. Las innumerables versiones repetidas a lo largo de los años han variados matices de las circunstacias, habitualmente para acomodarlas a la coyuntura de cada momento, pero jamás la esencia. Combinando una vez más estos cuatro elementos, Frank Miller y David Mazzucchelli darían la versión definitiva del origen del Señor de la Noche en Batman Año Uno (Batman 404-407, 1987).
El origen es uno de los argumentos que dan mayor fuerza y atractivo a Batman, especialmente en contraposición a Superman. En su History of Comics, Jim Steranko escribe: “Temáticamente, eran dos series opuestas. Superman había jurado “dedicar su existencia a ayudar a los necesitados.” La perspectiva de Batman equilibraba la balanza, “Juro por los espíritus de mis padres vengar sus muertes dedicando el resto de mi vida a combatir a todos los criminales.” Mientras que las motivaciones de Superman eran de benevolencia altruista, las de Batman se basaban en la venganza misantrópica. Uno reunía todas las cualidades humanas que puede tener un hombre, mientras que el otro reflejaba la naturaleza implacablemente despiadada de la humanidad. La violencia y el mal se volvían contra sí mismos cuando Batman purgaba el hampa criminal del cómic.” O lo que es lo mismo: “Se podría decir que la venganza convirtió a Bruce Wayne en Batman.”
¿Es entonces este Batman de la primera época el implacable Señor de la Noche, la criatura de las tinieblas que depreda en los delincuentes? La mayoría de los fans más entusiastas de Batman tienden a defender esta imagen como la auténtica, frente a perversiones cómicas y ligeras (y mucho más populares entre el gran público) como la serie de televisión de 1966 y las recientes películas de Joel Schumacher. Pero no está tan claro que esa imagen corresponda a la realidad.
Es obvio que el componente oscuro y misterioso otorga parte de su fascinación a Batman desde el principio, y en ningún sitio resulta tan evidente como en las historias previas a abril de 1939. Pero la aparición de Robin y la estabilización del personaje lo llevarán a un punto de perfección que ya no admite mayores cambios y que erosiona la mística que lo rodea. La versión final de este Batman clásico es la de un hombre muy preparado para enfrentarse al mal, pero un hombre de buen carácter, familiar casi diríamos, con el cual la policía confraterniza. Por ejemplo, en “¡El poli que odiaba a Batman!” (Detective 65, 1942) el comisario Gordon invita al Dúo Dinámico a pasar unas vacaciones con él en unas instalaciones de montaña de la policía, y ellos, por supuesto, aceptan. Las bromas son habituales en mitad de las peleas, y Batman y Robin intercambian chanzas entre sí, o provocan a los delincuentes, en una tradición que llegaría a su máxima expresión durante los años 60 en boca de los superhéroes más populares de Marvel, especialmente Spider-Man. La mayor participación de Robin e incluso Alfred (que viviría sus propias aventuras a partir de Batman 22, abril-mayo de 1944) contribuyen a que el tono desenfadado sea general. En todo caso, Batman no es el ser casi sobrenatural que aparece no se sabe cómo de entre las sombras y detiene a los malhechores. Las cosas le cuestan esfuerzo, a veces se equivoca, y frecuentemente es capturado o herido por los criminales. De hecho, durante su primer año casi es de rigor que sea sometido a una trampa mortal en cada aventura. La aparición de Robin permite que esta aciaga responsabilidad recaiga sobre los hombros del Prodigio Juvenil. El uso que hace Batman de todo tipo de artefactos y herramientas prefijadas Bat en su lucha contra el crimen es exhaustivo, y de hecho se puede considerar uno de los alicientes que ofrece la serie. En cuanto al tipo de casos a los que se enfrentan Batman y Robin, en su gran mayoría se trata de tramas detectivescas con resolución en la última página. Las historias están completamente gobernadas por el argumento, sin apenas ningún desarrollo de personajes, que se mantienen en un estatismo pluscuamperfecto. A menudo, Batman acude al rescate de alguno de su clase, es decir, un rico o un arisócrata que se ve envuelto en una situación complicada a la que normalmente le han llevado unos canallas cuyas motivaciones para llevar una vida delictiva jamás se explican. No escasean las historias de fondo más o menos didáctico que intentan desprestigiar a una de las grandes lacras de la época, el crimen organizado, y convencer a los niños de que son más atractivos la ley y el orden que los gángsters de barrio bien trajeados que conducen coches caros. La guerra no tiene un reflejo excesivo en las andanzas de este joven en edad de ser reclutado y perfectamente sano para pasar el reconocimiento. En Detective 37 (marzo 1940) se las ve con una organización quintacolumnista, aunque no se menciona ni a Alemania ni el conflicto, en el que Estados Unidos aún no participaba. En “El tren de los bonos” (Detective 78, 1943), sin embargo, estamos ya frente a una historia claramente patriótica destinada a hacer propaganda de la compra de bonos de guerra. Con todo, hay que decir que estas menciones son muy esporádicas, sobre todo si las comparamos con lo habitual en muchas otras colecciones de superhéroes, que directamente se habían ido al frente. Pero los nazis y los delincuentes de “a pie” cederían terreno rápidamente ante la riada de dementes deformes y disfrazados con los que se iban a medir Batman y Robin cada vez más frecuentemente. Además de los ya consagrados, muchos otros que no llegaron a cuajar como Baffler o Espadachín, junto a la cada vez mayor abundancia de escenarios con “accesorios gigantes” provocan que las aventuras de Batman y Robin sean progresivamente menos realistas y más pirotécnicas, exigiendo refinamientos verdaderamente asombrosos a los sufridos guionistas. Pingüino y, en menor medida, Catwoman, regresan periódicamente a la serie, pero el Joker se instala en ella y lo raro es haya un mes en el que no salga en alguna de las colecciones. Aunque al principio de los 40 había más manga ancha para la violencia, y tanto Joker como Pingüino eran energúmenos verdaderamente sanguinarios, la adopción del código de censura interno por parte de DC limitó la capacidad destructiva de estos villanos. Eso, unido al desgaste producido por su abuso, hizo que pronto tanto Pingüino como Joker se encontraran embarcados en los más extravagantes planes, verdaderos portentos del mal capaces de concebir maquinaciones tan absurdas como entretenidas para el lector. Batman, rodeado de locos, niños, mayordomos y un comisario de policía que jamás ha detenido a un solo delincuente, se enfrentaba al mundo con seriedad, la mente despierta, el cuerpo ágil y un arsenal repleto de batcachivaches.
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