viernes, 4 de diciembre de 2009

HUMORISTAS

Me he leído consecutivamente dos tebeos de dos amigos humoristas y la verdad es que me he reído mucho con los dos.
El primero es El mundo según Ptolomeo (Diábolo, 2009), un álbum de Bernardo Vergara que recopila montones de historietas de lo más heterogéneas publicadas previamente en El Jueves y El Heraldo de Aragón, entre otros sitios. En El mundo según Ptolomeo hay de todo, pero sobre todo hay lo que solemos llamar humor de actualidad, y aún más, de un tipo de actualidad "intemporal" que más o menos es cíclica o permanente, que siempre forma parte de nuestro paisaje social. Vamos, que nunca deja de ser actualidad: la iglesia, el coche, el cine, el rey, El Señor de los Anillos... Las páginas han sido realizadas a lo largo de mucho tiempo, pero el tono es bastante regular; ni en dibujo y color (donde a Bernardo le ayuda Carmen Recreo) ni en guiones se aprecia desnivel entre las historietas más antiguas y las más recientes. Esa evolución sí era fácil notarla en obras anteriores de Bernardo, como Manual de instrucciones para libros de instrucciones (Astiberri, 2002) o Urbano: mi colega invita (Astiberri, 2003), lo cual me imagino que significa que el autor está ya muy maduro y en pleno dominio de sus facultades. Para mí, éste es el mejor Bernardo Vergara, el más inspirado y que se muestra más en su salsa, sacando chiste tras chiste de la materia que llena los telediarios, es decir, de la información compartida entre todos nosotros. Porque Bernardo, digámoslo ya, no es realmente un crítico social, sino un crítico de los medios. Su tradición es formalmente la de Bruguera, pero espiritualmente está más cerca de Mad. El mundo según Ptolomeo es un libro de humor "general" que encantaría a cualquier lector "general" que no suela leer cómics, ahora sólo falta esperar que Diábolo sepa hacerlo llegar hasta ese lector.
El segundo libro es Zorgo 2 (Dibbuks, 2009) de Luis Bustos, que no se parece en nada a lo de Bernardo salvo en que la mayoría de sus páginas también tienen su origen en El Jueves (la editorial, no la revista) y en que ambos dan mucha risa. Por lo demás, el libro de Luis parece muy ligero después de emerger de la increíble densidad del de Bernardo (atención, compradores de El mundo según Ptolomeo, sabed que las 80 páginas que os lleváis a casa equivalen aproximadamente a 350 de cualquier otro tipo de cómic... no se lee en un rato tonto), y Luis no es un observador de la realidad como Bernardo. Más bien todo lo contrario, lo suyo es inventarse una realidad singular que podríamos denominar a veces de pop cazurro o chic castizo. Zorgo nació como serie juvenil en la revista Mister K, y Dibbuks ha recopilado en dos volúmenes todo el material que se publicó allí (más algunas páginas añadidas que han ido apareciendo en El Manglar, si no me equivoco). Aunque el humor de Zorgo -un supervillano de opereta, "azote de la democracia, mariscal del terror, amado y temido a días alternos"- es lo bastante blanco como para que lo puedan leer los críos, la verdad es que la sofisticación de la que hace gala Luis lo convierte en una lectura la mar de entretenida para los mayores también. Bustos siempre se ha confesado un admirador de Gallardo, y se nota, pero la soltura con la que maneja aquí los discursos desopilantes ha hecho que me recuerde más de una vez y más de dos al Manel Fontdevila más desbocado. Zorgo merecía haber tenido más suerte. En otro país se habría convertido en una franquicia con derivados de animación y muñequitos, pero aquí estamos para lo que estamos. Sospecho que hay muchos lectores que han descubierto por vez primera a Luis Bustos como el autor serio y épico de ese novelón gráfico de aventuras clásicas que es Endurance (Planeta-DeAgostini, 2009). Espero que Zorgo también llegue a sus manos para que descubran el verdadero rostro de Luis: cuando se les pase el soponcio, se van a tronchar.
Qué curioso mercado tenemos en España. Salen dos libros nacidos por impulso de una industria comercial pero materializados finalmente por editoriales minoritarias. El contenido de ambos no sólo es excelente, sino de lo más interesante para el gran público. Y sin embargo, tanto Ptolomeo como Zorgo podrían acabar siendo lectura exclusiva de aficionados muy cafeteros. Ah, pero me había prometido no meterme en grandes reflexiones en este post...

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