domingo, 6 de diciembre de 2009

HACER EL INDIO

Segundo capítulo de hoy de cuando nos gustan tebeos que no nos gustan.
O, en este caso, mejor sería decir "cuando nos gustan tebeos que no pensábamos que nos fueran a gustar". La portada de La estación de las flechas (Sinsentido, 2009), de Samuel Stento y Guillaume Trouillard, ejercía un gran poder disuasorio sobre mí. Al final, me decidí a superar los prejuicios que me provocaba y me lancé a su lectura, así como quien se tira al agua fría sin pensarlo.
Menudo tebeazo.
Sobre todo, sorprendente y original. Lo más fácil para dar unas referencias socorridas que ayuden a situarlo sería decir que es como un Jerónimo Puchero cruzado con Chris Ware (por poner el ejemplo más evidente de formalismo moderno), pero la verdad es que La estación de las flechas tiene personalidad propia, y las comparaciones serían injustas. En la entrada anterior hablaba de lo explícito y discursivo de Arlerí, un tebeo que va de frente y en primera persona. La estación de las flechas es todo lo contrario: lo que dice está implícito y sugerido, esquinado y, sin embargo, luminoso. El guión es inteligente y socarrón, hacía mucho que no leía algo que mantuviera un tono irónico tan constante sin llegar en ningún momento a lo cómico. O sea, que el libro entero se pasa con una especie de media sonrisa un tanto perpleja y curiosa. Gráficamente, toda mi desconfianza habitual hacia el "rollo pintado" se disuelve ante un despliegue de recursos muy medidos y muy efectivos. El tebeo tiene ritmo, tiene ambiente y tiene un algo que te acompaña cuando terminas la lectura y te deja con ganas de más. La estación de las flechas hace honor al premio que ha ganado.

3 comentarios:

el tio berni dijo...

¡Qué me dices! Yo lo he ojeado como cuatro veces en la tienda y siempre lo he vuelto a dejar en su sitio. Es un poco chorra andar con prejuicios a estas alturas, pero el estilo gráfico me echa tanto para atrás... En la próxima visita a la tienda intentaré superar mis prejuicios, pero no prometo nada.

Santiago García dijo...

Yo sólo te puedo decir que con este libro tenía todos los prejuicios del mundo. No es de los que me atraen, te lo aseguro. Pero me ha podido, ¿eh? Me ha sorprendido mucho.

Álvaro Pons dijo...

Un sólo nombre: Fred. Yo al leerlo me sentí trasladado de nuevo al universo de las letras de Fred.
Pedazo tebeazo, oigan.