Katsumata no es autor de grandes epifanías ni resoluciones contundentes. Sus historias se quedan como medio colgadas y a veces uno tiene la sensación de que no las ha entendido del todo bien y necesita releerlas con un poco más de atención. No impresiona a primera vista. Pero sí es cierto que el tipo de historias que hace se anticipa en 25 ó 30 años a lo que los autores de novela gráfica occidentales están intentando encontrar hoy en día. Por eso se le traduce ahora.
sábado, 19 de diciembre de 2009
NIEVE ROJA
Drawn & Quarterly lleva un par de años publicando el tipo de manga que no leen los lectores de manga, pero sí los lectores de novela gráfica. Adrian Tomine ha apadrinado las ediciones que están haciendo en inglés de Yoshihiro Tatsumi (entre ellas Una vida errante, que aquí acaba de sacar Astiberri), y ahora acaban de lanzar una recopilación de historias cortas de un autor de gekiga de "la segunda generación", Susumu Katsumata (1943-2007), que empezó en Garo en 1966. En las historias recopiladas en Red Snow nos encontramos con el típico horizonte formal de narración limpia para historias sucias, un poco como en Tatsumi, que es tanto como decir que es como si siguiéramos una estirpe que desciende en segunda generación desde Tezuka, que a su vez es tanto como decir un Disney de tercera generación aplicado a una suerte de neorrealismo ingenuo o casi infantil. Al contrario que Tatsumi o Tsuge, Katsumata se centra en el mundo rural (cuenta en una entrevista incluida en el volumen que de chaval llevaba ganado, y se encontraba más a gusto entre los animales que entre las personas), aunque reaparecen muchas de las figuras sórdidas a las que ya nos ha acostumbrado el escaso contacto que hemos tenido con el gekiga: las putas, los maltratadores, los adúlteros... A veces se introduce en el reparto un elemento fantástico integrado con tanta discreción que dudamos de su verdadera existencia, como en el caso de los kappas, una especie de duendecillos silvestres anfibios. Por un momento, casi podemos pensar que estamos leyendo una historia surgida de la pesadilla de un Miyazaki borracho después de una noche de putas, el reverso guarro de Mi vecino Totoro. Todo contado, dicho sea de paso, con mucha pulcritud y sin excesos gráficos.
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