Como los burgueses de Buñuel, náufragos en la casa de la calle Providencia, los superhéroes de Juaco, atrapados en el Proyecto Tierra Prometida, no pueden salir a la calle. Es más, no sólo es imposible para los de dentro salir al mundo exterior, sino que también es imposible para el mundo exterior acceder al interior. Los superhéroes, como los burgueses, viven en una cápsula inmovilizada sin memoria y sin tiempo, en un presente continuo que lentamente se asfixia solo. Los personajes encerrados de Buñuel se saludan y se presentan varias veces, como si no recordaran haberlo hecho ya, y Titano, el líder del supergrupo protagonista del tebeo de Juaco, una vez que constata que "No podemos salir de aquí", comprende que "No recuerdo nada".
El ángel exterminador se ha entendido habitualmente como una alegoría de la revolución. La parálisis de la burguesía dominante acaba por autoconsumirla lentamente, mientras se escenifican ceremonias redundantes de las que sólo queda un gesto cada vez más incomprensible desde fuera. Lo abyecto -el retrete compartido tras la puerta del armario- se oculta y así no interfiere. De una forma parecida, El experimento parece comentar los propios tebeos de superhéroes en los que se inspira: atrapados en gestos repetidos hasta el infinito, hasta que pierden el sentido por completo. Como dice "Angstboy", el experimento es "¡un procedimiento circular que no parece haber sido ideado más que para la absurda repetición endógama de nosotros mismos!" En efecto, el viaje no lleva a ningún otro sitio, sino sólo, y siempre, al mismo punto de partida. ¿Hay una definición más exacta de lo que son los superhéroes? (Y digo los superhéroes como personaje tipo del cómic comercial de toda la vida; lo mismo habría valido para los funny animals o los personajes de Bruguera).
A lo largo de todo el experimento (y El experimento) se hace presente una presencia no presente, definida en la página 5 por la cópula interrumpida "Y...", y materializada por la mano gigante cósmica que procede de otra dimensión omnipotente, como el propio Juaco Vizuete, que escribe y dibuja "desde una dimensión paralela". Es la relación entre nosotros y ellos lo que interesa a Juaco, y no tanto la manera en la que nosotros nos proyectamos en la ficción como la manera en que la ficción nos modela a nosotros. En la página 4, Juaco recurre a un artificio de Chris Ware (I guess...) para superponer la "realidad" del lector infantil del cómic sobre el propio cómic que está leyendo. Es esa intensa relación de realidad, de realidad desesperada, podríamos decir, la que Juaco pretende dilucidar. Al fin y al cabo, el experimento se llama "Tierra Prometida", ¿y cuál es nuestra "tierra prometida", sino la infancia? Pero, ¿es posible operar ese retorno a la infancia a través de un artefacto defectuoso? Porque ese portal mágico que eran los tebeos de superhéroes está ahora cerrado. Lo ha cerrado el tiempo, claro. El paso del tiempo, que es lo que está excluido de los superhéroes por definición. Por eso Modern Girl no puede tener un hijo. Por eso el hijo lo destruye todo: el hijo es el paso del tiempo. El hijo es, en el tebeo de superhéroes, la caca que se oculta tras la puerta para que todo siga igual: lo abyecto. Creo que es algo que ya había expresado Rick Moody en La tormenta perfecta cuando retrataba a los Cuatro Fantásticos como la familia disfuncional por antonomasia, con su momento culminante en la lobotomización de Franklin Richards a manos de su padre.
Es tentador considerar a esta fantasía sobre los superhéroes y cómo los leemos una visión sublimada de nuestras propias ansiedades. La parte final, tras la destrucción del Proyecto Tierra Prometida, nos mostraría la realidad, y todo lo anterior sería la visión metafórica de los vulgares sucesos de nuestra rutina, en un ya resobado mecanismo a lo Lynch. Pero creo que es más apropiado darle la vuelta a la tortilla y considerar que la vida "real" del final del libro es la proyección de la fantasía de los personajes imaginarios. La gran fantasía de nuestra ficción es hacerse real y seguir viviendo. O mejor, empezar a vivir. Pero el ángel exterminador no nos deja movernos. La puerta sigue ahí, pero no conseguimos traspasarla.
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