domingo, 1 de noviembre de 2009

VIÑETAS DE ALLÁ

La semana pasada volví de una visita a Argentina, la primera que hacía. Y como bien saben todos los que comparten nuestros pasos, los lectores de cómic añadimos siempre un turismo especializado al turismo general que practican las personas con la que viajamos. Además de comer jugosos bifes de chorizo para desayuno, merienda y cena y de visitar paisajes tan impresionantes como los del glaciar Perito Moreno, ningún lector de cómics que se precie puede pasar por un país con tanta tradición viñetera como Argentina sin asomarse, aunque sea mínimamente, al ambiente de "nuestra cosa". Es como si perteneciéramos a una religión que nos obliga a cumplir con cierto ritual en cada lugar del mundo que visitamos, y ese ritual conlleva visitar determinados templos.

Los templos del cómic son, por supuesto, las librerías especializadas, y en Buenos Aires tuve ocasión de conocer unas cuantas (gracias sobre todo a la amabilidad de Manuel Barrero, que me suministró una lista de direcciones escogidas). Si Buenos Aires en general me recordaba en muchas ocasiones al Madrid de hace treinta años, las librerías especializadas me recordaron a las librerías madrileñas de hace diez o quince años. Tiendas por lo general pequeñitas y abigarradas, cubiertas de papel de arriba abajo, y llenas también de muñequitos articulados y figuritas de coleccionista. El público era mayormente muy especializado, porque eran comercios muy especializados. No es que ese modelo de librería de cómic no perviva en España, que pervive, pero en cierta manera también se ha ido abriendo un poquito a otro tipo de público y otro ambiente más "generalista", por así llamarlo. Los cómics a la venta no eran muy distintos de los que tenemos aquí. La mayoría, de hecho, eran exactamente los mismos. Ediciones españolas de cómics americanos, de manga (mucho manga, por supuesto) y también algunos títulos incluso de editoriales como Astiberri, aunque de forma dispersa. Con lo bajo que está el cambio del peso, la importación de novelas gráficas españolas es un lujo excesivo para el lector argentino medio.

La novela gráfica, por cierto, no parece que haya llegado a Argentina. En general, tuve la impresión de que el cómic ocupa los mismos espacios que ocupaba aquí hace diez o quince años, al menos en cuanto al público juvenil y adicto a la aventura, los superhéroes y las series. Por otra parte, y a pesar de que también hay una crisis del cómic argentino, todavía se mantiene en la contraportada de los periódicos más importantes, y no parece que haya perdido del todo el papel que desempeñaba en la sociedad. El cómic sigue muy relacionado con la prensa y conserva un prestigio labrado por años de trabajo de grandes autores comerciales, pero todo eso parece la herencia de un modelo anterior, que no tiene que ver con la nueva posición cultural que está conquistando la novela gráfica en Europa y Estados Unidos.



Por supuesto, aproveché para traerme unos cuantos tebeos y obras teóricas de diferentes épocas y estilos. Sería obvio hablar aquí de las páginas de Oesterheld y otros clásicos, o incluso de la revista Fierro (nueva etapa), así que prefiero mencionar lo mucho que me gustó el para mí desconocido Lucas Varela, un pedazo de dibujante del cual me compré su recopilación Matabicho, poblada por personajes tan curiosos como Paolo Pinocchio o Dimitri el Leproso Bolchevique. Hablando de novela gráfica, por cierto, Varela protagonizaba uno de los ejemplos más claros de la misma que vi en las librerías de Buenos Aires, El síndrome Guastavino, con guión de Carlos Trillo y publicado por Random House Mondadori. No lo compré cuando tuve oportunidad y luego ya no pude ir a por él, de lo cual me arrepiento mucho. A ver si tenemos suerte y Mondadori lo trae por aquí, como ya ha hecho con Liniers. Varela menciona a Chris Ware, Jim Woodring, Charles Burns, Jiro Taniguchi, Joe Sacco, Daniel Clowes y Rutu Modan como nombres para entender su obra. Y se hace un flaco favor, porque tiene demasiada personalidad como para emboscarse entre tanto nombre grande, y conviene leerle sin prejuicios por las influencias (aunque alguna a veces salte a primer plano, como la de Chris Ware, ¿por qué es tan difícil de digerir?). Yo, por dar una referencia más próxima, diría que sus páginas no quedarían mal al lado de las de Paco Alcázar. En fin, si Lucas Varela ya ha publicado en España, agradezco cualquier pista o informe sobre dónde localizar sus páginas.

Lo que he escrito son las impresiones a vuelapluma de un simple turista. Desde nuestra orilla del Atlántico es Tebeosfera quien con más rigor está siguiendo las viñetas argentinas, y precisamente acaban de colgar una entrevista con Gustavo Sala, una de las figuras emergentes de allá que ya está apareciendo en El Jueves.

(La ilustración es de Lucas Varela y está, por supuesto, robada de su blog).

4 comentarios:

Bernardo Vergara dijo...

Buf, he estado visitando su blog, y el tal Lucas Varela es un fenomeno (en el buen sentido de la palabra). Me gusta muchísimo. Qué ganas me han entrado de leer alguno de los libros de los que hablas Santiago.

Bernardo Vergara dijo...

Ah, y Gustavo Sala también me mola un montón. Pero a ese ya lo conocía. :-)

Lucas Varela dijo...

Hombre, me hubieses tocado el timbre que te recibía con más bife de chorizo.

Santiago García dijo...

Dime donde está tu timbre y lo toco la próxima vez que vaya, Lucas. (Y habrá próxima vez, porque me he quedado con ganas de volver).