Hojeando el volumen 8 de Superman Chronicles me llama la atención una historieta en la que aparece un hombre primitivo que, tras haber dormido congelado en un bloque de hielo durante siglos, despierta en nuestros días causando todo tipo de problemas y el inevitable enfrentamiento con el Hombre de Acero (en Action Comics 44, enero de 1942; Jerry Siegel y Leo Nowak).
Me hace gracia porque recientemente me he estado repasando algunos Incredible Hulk antiguos, y en uno de ellos precisamente el señor verde y furioso se enfrentaba con un cavernícola que resucitaba en nuestros días. En este caso, y dado que estamos en los años 60, el primitivo en cuestión era radiactivo, como no podía ser menos (Incredible Hulk 105, julio de 1968; Bill Everett, Roy Thomas, Marie Severin y George Tuska).
Por supuesto que el hombre (o animal) prehistórico que despierta en nuestros días y siembra el caos es un tópico muy repetido. ¿Cuántas veces vimos algo parecido en los tebeos de nuestra infancia? Demasiadas, tal vez. Pero entonces, revisando precisamente el Captain America 112 (abril de 1969; Stan Lee, Jack Kirby y George Tuska) del que hablaba en la entrada anterior, me doy cuenta de que cuando alguien vuelve directamente desde el pasado, saltándose el tiempo, no hace falta que sea una criatura bestial para convertirse en un monstruo. Ser anacrónico es en sí ser monstruoso:
Y de pronto, eso me hace sentir que estoy trabajando en una larga y noble tradición de los tebeos, intentando traerla a nuestros días. Como debe ser.
Porque siempre tenemos que ser absolutamente modernos.
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