Uno es un especulador inmobiliario quiere los tres millones para comprar más propiedades. «¿Por qué?», dice. «¡No lo sé! -se contesta- Comprar bienes inmuebles es una obsesión para mí». Otro afirma alegremente haberse gastado el dinero de los accionistas de una gran firma aparentemente boyante, pero arruinada en secreto. Un tercero declara que controla 500 millones en cuentas de ahorro, pero que quiere esos tres millones de dólares «porque me gustaría tenerlos. ¡Ésa es razón suficiente para mí!» Un pobre desgraciado empieza directamente confesando que es un impostor y no tiene ni un chavo en el banco. ¿Y los demás, alma de cántaro, esos no son impostores?
En fin, señor Siegel, me quito el sombrero ante usted, aunque sea con 68 años de retraso.
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