Batman and Robin, Morrison y Quitely
Hace poco me compré los tres primeros números de la nueva serie Batman y Robin de Grant Morrison y Frank Quitely. Los vi en una tienda y no me resistí. En parte, porque me había gustado muchísimo el All Star Superman de los mismos autores, y también (bueno, vale, bastante menos) el "Batman RIP" de Morrison y Daniel. Pero la verdad es que yo ya tenía esos tebeos descargados de internet en cbr, y aún no me los había leído, así que lo que me impulsó fue algo más que el deseo de "leer las historias". Lo que me impulsó fue, también, el deseo de reencontrarme con los comic books. Hacía muchísimo que no me compraba un tebeo de grapa. Todos los que leo y traduzco los manejo en formato digital. De pronto me di cuenta: me había pasado toda una vida comprando tebeos de grapa todas las semanas, y ahora llevaba años sin hacerlo.
La verdad es que el reencuentro me produjo un poco de extrañeza. Por un lado, la agradable sensación de tener el panfleto dúctil y colorido en las manos, cada uno con su portada y su promesa de diversión instantánea. Por otro lado, cuando quise darme cuenta, casi no había empezado a leerlos y ya se habían acabado. El problema no era que contaran poco, el problema era algo peor: no tenía la sensación de haber leído tres historias de Batman y Robin, tenía la sensación de haber leído tres capítulos (o tres breves fragmentos) de una sola historia. Pero eso sí, había pagado por tres tebeos.
Me di cuenta de que mi reencuentro experimental terminaba allí, y que esperaría pacientemente al tomo recopilatorio, en el cual probablemente estas páginas encontrarían su formato natural. Quién iba a decirlo: el comic book ya es sólo un formato de prepublicación.
El problema del formato nunca ha estado tan presente en el cómic como en la actualidad. Tradicionalmente, el formato no era un problema porque no era una variable a discutir. El comic book (el cuadernillo en España, la revista y el álbum en Francia) venía determinado por la industria, es decir, por las editoriales y por las redes de distribución, que determinaban el consumo del público. Incluso los creadores independientes que fundaron la tradición de autoría que hoy ha desembocado en la novela gráfica no tendrían más remedio que adaptarse al comic book, desde Zap Comix hasta Eightball. A partir del siglo XXI (marquemos un hito para señalar el terreno: a partir de Jimmy Corrigan de Chris Ware), con la quiebra de la industria tradicional, el autor consigue hacerse dueño del formato e incluirlo dentro de sus decisiones creativas. En esta tendencia toda la novela gráfica ha seguido a Ware (y Spiegelman, y Panter), desde Seth hasta Clowes, pasando por la vanguardia (Kramers Ergot, CF, Heatley, Jeffrey Brown, etc.) y ha hallado un valor sólido para significarse.
Y ahora, esta tendencia también está llegando a los cómics comerciales, que empiezan a basar su valor en la forma. Eso me resultó evidente leyendo Wednesday Comics, la miniserie de 12 números semanales en formato periódico que DC ha publicado este verano, y a la que tampoco pude resistirme cuando la tuve al alcance de la mano. Wednesday Comics se presenta como un suplemento dominical de prensa de 16 páginas donde aparecen 15 series protagonizadas por personajes icónicos (Batman, Superman, Wonder Woman, Green Lantern, Flash) y por otros más oscuros (Deadman, Kamandi, Adam Strange, Metal Men, Metamorpho) de DC. Al proyecto se han apuntado nombres de prestigio (Azzarello y Risso, Paul Pope, Neil Gaiman y Mike Allred, Kyle Baker) que en cada entrega realizan una única página.
La tentación cuando se tienen todos los números juntos es, por supuesto, leer cada serie seguida, saltando de número en número, para luego volver al número 1 y empezar con otro título para leerlo completo de corrido. Pero no, así no funciona. En realidad, cada historia se entiende mejor como una sucesión de páginas individuales con entidad propia. Al menos, así es como funcionan las series buenas. Los autores con más talento e intuición han sabido explotar los elementos gráficos, para que el diseño de página y los logos se impongan a la "historia". De pronto, el cómic más tradicionalmente narrativo se reinventa como arte gráfico, como cadenas de colores e imágenes que siguen ritmos visuales propios, y no como ilustración servil de guiones literarios. Casi, casi, como cuadros pop en papel de periódico.
Deadman, Bullock y Heuck; Strange Adventures, Pope
Desde luego, en este caso no le veo sentido a comprar la recopilación en tomo.
Es significativo que, en su reinvención formal, DC haya mirado hacia el mismo sitio hacia el que miró Ware años antes, cuando empezó a rehacer la historia del cómic: hacia los grandes suplementos dominicales, hacia el cómic anterior al triunfo del comic book.
Por supuesto, este movimiento hacia la reinvención de la forma por el formato tiene mucha relación con la revolución digital. El mp3 y las descargas de películas han revalorizado el cómic como bien de consumo (excelente objeto de regalo, si lo respetamos) y han magnificado su condición objetual, más aún que su contenido.
El efecto simbólico de este redescubrimiento de su propio físico por parte del cómic, comparable al descubrimiento de su propio cuerpo por parte de un bebé, ha sido un proceso de alejamiento del paradigma de ilusionismo (la "narración invisible") hegemónico desde los años 30. Ahora se pone de manifiesto el artificio, y ya no se trata tanto de engañar al lector como si fuera un niño, sino de seducirlo como a un adulto. Por eso, en paralelo a los formatos llamativos se ha descubierto la narración fragmentada, que rompe la continuidad eterna del cómic tradicional. Un ritmo secreto une el George Sprott de Seth y los Wednesday Comics de DC.
En este movimiento, el formato reinventa la forma, y la realidad se introduce en la ficción, por el propio peso de su materialidad. Equivale en cierta manera a la rejilla de la silla en el cuadro de Picasso, y sitúa al cómic de pleno en el modernismo vanguardista, un periodo que en las artes contemporáneas pertenece al pasado, pero que en cierto modo es más vitalista que el agotador reciclaje posmoderno. Tal vez estos sean los signos más palpables de que Menu tenía razón cuando decía que el cómic es "el último arte de vanguardia".
Kamandi, Gibbons y Sook; Metamorpho, Gaiman y Allred.
1 comentario:
Muy cierto lo de la "seducción del lector" mediante el formato. En concreto, en George Sprott Seth, como narrador, trata de hacerse visible todo el tiempo, de recordarnos la calidad de ficción de su historia. Arte tratando de capturar vida y sentimientos pero recordándonos constantemente ante lo que nos encontramos.
Publicar un comentario