jueves, 1 de octubre de 2009

QUÉ BONITO ES BADALONA




Segundo tebeo español de los últimos meses que me ha gustado mucho: Santo Cristo (Glénat, 2009), de Tyto Alba, Mario Torrecillas y Pablo H. Una historia de iniciación, una memoria de la infancia en un barrio periférico badalonés de inmigrantes durante los años 70. El colegio, los amigotes, el primer (y frustrado) amor, las primeras pajas, los primeros embarazos no deseados, la educación religiosa y sus consecuencias... Y la asfixia como combustible para salir corriendo y ver el mundo y, una vez que se ha visto el mundo, volver la vista hacia ese mundo interior de la memoria y hacer las paces con todo aquello.

Por mucho que lo hayamos visto antes en novelas y películas, la memoria no es un género que se haya practicado tanto en el cómic español, y mucho menos con el nivel de verosimilitud con el que se transmiten las sensaciones y los recuerdos en Santo Cristo. En ocasiones parece que, más que estar leyendo el tebeo, lo estuviéramos oliendo o sintiendo. Y es que ya se sabe que una historia vieja es nueva si quien te la cuenta te la sabe contar como es debido. Si en el caso de Endurance decía que Luis Bustos plantea una modernidad clásica, como de los 70, Santo Cristo se sitúa en la encrucijada de las tendencias de ahora mismo, y ahí reside buena parte de su éxito, en el lenguaje tan de finales de los 2000 con que cuenta las experiencias de hace veinte, treinta años. Al igual que en Endurance, en Santo Cristo el entorno tiene una importancia fundamental, pero el entorno es completamente opuesto al de Endurance. En lugar de la naturaleza salvaje e incontrolada, son los regulados bloques de hormigón de las viviendas populares. Las viñetas que sólo muestran esquinas, rincones, tapias, vallas, ángulos rectos, líneas inquebrantables, son como la mirada de reojo que lanza el reo sobre su prisión. El estilo manga internacional del dibujante mexicano Pablo Hernández, que de alguna forma incomprensible recrea con una exactitud pavorosa no sólo lo visible, sino también lo invisible de la España de los 70-80, está lleno de hallazgos. Uno de los que más me ha fascinado ha sido la fantástica rotulación, todo un logro en una época en la que cada vez más las editoriales tienden a preferir rotulaciones mecánicas estandarizadas para facilitar la posible traslación a otros idiomas.

Aunque, ahora que lo pienso, ¿qué puede ser más adecuado que un dibujante extranjero, un inmigrante artístico, haya dibujado este tebeo charnego? Al fin y al cabo, cuando volvemos al pasado, todos somos extraños.

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