lunes, 21 de septiembre de 2009

MAMÁ, SABE A CLORO


Mientras escribía sobre Pobre marinero, he empezado a pensar en El gusto del cloro (Diábolo, 2009), de Bastien Vivès, el tebeo que nos ha pillado a todos por sorpresa con sus deslumbrantes viñetas azul piscina, salpicadas de color carne y trocitos de negro. A mí El gusto del cloro me ha gustado una barbaridad, pero hay quien me ha dicho que sí, que es muy bonito pero que, a la hora de la verdad, cuenta muy poca cosa. Debo decir que me parece fenomenal que cuente muy poca cosa. A ver si nos entendemos: me parece fenomenal que la anécdota argumental sea muy leve. No tengo en nada contra el gusto por acumular una gran cantidad de sucesos, peripecias y, en general, todo tipo de fuegos artificiales argumentales, pero la obsesión por "la historia" en el cómic llega a veces a resultar un poco infantil. De tanto insistir en que hay que contar "una buena historia" (entiéndase como tal una adecuada combinación de giros sorprendentes, momentos emotivos y revelaciones de carácter por parte de los personajes), podemos olvidarnos de que el cómic es capaz hacer algo más que "contar buenas historias".

Y bueno, creo que ahí está lo que me traía a la cabeza El gusto del cloro mientras escribía sobre Pobre marinero. En ambos tebeos -desaforadamente modernos y hasta futuristas- hay un deseo de ir más allá de la historia, de buscar la forma de contar cosas que escapan del relato, el argumento y los personajes, cosas que nos entran directamente por la retina hasta los centros emocionales más básicos. Eso es lo que hace que El gusto del cloro no se acabe al terminar de leerlo. Al contrario, es entonces cuando empieza, cuando descubrimos que hipnóticamente volveremos a abrirlo y a recorrer otra vez sus páginas acuáticas.

Me parece que éste es uno de esos tebeos que resucita el viejo debate entre la forma y el contenido, el debate sobre si es más importante lo que se cuenta o cómo se cuenta. Confieso que me resulta un debate agotador y que además no lo entiendo. Yo soy guionista de cómics. Yo no escribo historias, yo escribo tebeos.

5 comentarios:

Manel Fontdevila dijo...

Estás encegado, hijo. Lo que hace poca cosa "El gusto del Cloro", es precisamente que, pudiendo haber ido más allá del "contar una historia", acabe el libro con un crescendo de lo más ortodoxo y cerrando la anécdota, con lo cual, eso, que nos ha contado una historia. Que es muy poquita cosa. De todas formas, tengo pedido su siguiente libro.

"Pobre Marinero" sí me parece un tebeazo como la copa de un pino, congruente y tal. No como otros, ja ja.

Pepo Pérez dijo...

Pobre marinero es MARAVILLOSO. El otro no lo he leído. Aún.

Pepo Pérez dijo...

Ya he leído EL GUSTO DEL CLORO, y me ha parecido buenísimo. De verdad que me ha impresionado mucho. Y el crescendo final me pareció muy bueno también, por desconcertante y hasta cierto punto abstracto. No es lo que esperas. Es un gran tebeo.

Unknown dijo...

El rollo no es contar sino transmitir. Hay muchos comics (y películas y novelas) que cuentan muchas cosas pero transmiten muy poco o nada. El gusto del cloro cuenta poco pero transmite una infinidad de emociones. Un comic estupendo vamos.

Por cierto, no sé el título original pero ¿ no sonaría mejor "El sabor del cloro"?

tirafrutas dijo...

Yo también creo que "El sabor del cloro" es una traducción mejor.

A mí me impresionó mucho, pero mucho. Creo que con eso basta para recomendar un cómic.