Juan Antonio sólo tenía 60 años, y estaba lleno de vida, de energía y de proyectos, como siempre lo ha estado desde que le conozco. Su muerte ha sido brutal y súbita, incomprensible. Era uno de los historiadores del arte más importantes de España, y fue uno de sus catedráticos más jóvenes. En los años 70 se abrió camino en el mundo académico partiendo de una tesis sobre cómic, lo cual resultaba a partes iguales heroico y suicida, pues lo apropiado en aquel momento -y tristemente, lo apropiado todavía hoy para muchos catedráticos- habría sido una laboriosa investigación archival sobre algún retablo de alguna capilla medieval castellana o sobre algún pintor ignoto de la escuela española del Barroco. Pero Juan Antonio estaba hecho de otra pasta, y se descolgó con un estudio pionero sobre la historieta del que salieron dos libros, La historieta cómica de postguerra (Cuadernos para el diálogo, 1975), sobre la Escuela Bruguera, y El "comic" femenino en España (Cuadernos para el diálogo, 1975), sobre la historieta romántica, con aquella errata en portada que atribuía el libro a Jose Antonio Ramírez, y que el propio Juan Antonio había rectificado con una tachadura de boli en algunos ejemplares.
Descubrí estos libros en la biblioteca de la facultad de Periodismo de la Complutense, hace muchos años, y desde entonces quise hacer libros como esos. Años después, me di cuenta de que para lograrlo necesitaba estudiar con él, y me fui a la Autónoma a hacer Historia del Arte. Cuando conocí al Ramírez de carne y hueso, al Ramírez profesor -primero- y al Ramírez persona -después-, las expectativas que había acumulado durante años no se sintieron defraudadas. Al contrario, se vieron sobrepasadas con mucho. Eso no suele pasar.
Desde hace algún tiempo, le venía insistiendo en que reeditase aquellos dos volúmenes, pero Juan Antonio prefería dejarlos en el silencio de las bibliotecas. Su carrera como autor es extensísima, de hecho, abrumadoramente extensa, y no sentía la necesidad de volver sobre viejos textos a los que ya consideraba desfasados, a pesar de que yo le aseguraba que su vigencia era ahora mayor que nunca. Pero Juan Antonio no era un reeditador, era un productor, siempre buscando un nuevo proyecto, un nuevo tema, una nueva tarea en la que embarcarse con esa ilusión contagiosa y juvenil que te transmitía continuamente. Era uno de los historiadores del arte más eminentes de España, y uno de los pocos reconocidos en el extranjero, pero estar con él era como estar con un chaval que empezaba su carrera, y que tenía ganas de hacerlo todo por primera vez, como si fuera nuevo.
En uno de sus primeros libros, Medios de masas e historia del arte (Cátedra, 1976), insertó el cómic en la corriente de los movimientos estéticos contemporáneos. Siempre me ha sorprendido la clarividencia de sus observaciones en el capítulo "la historieta y la fotonovela", todavía muy influido por la inercia semiótica del momento. Con los años, Juan Antonio fue abandonando cada vez más las modas intelectuales para desarrollar su propia y singular perspectiva, en libros de una rara intensidad que se mantenían en equilibrio entre la investigación científica y la creación personal, como el singularísimo La metáfora de la colmena (Siruela, 1998), inspirado por las experiencias apicultoras de su padre, o el fascinante Construcciones ilusorias. Arquitecturas descritas, arquitecturas pintadas (Alianza, 1983). Juan Antonio, finalmente, acabó por no atender a ninguna escuela ni paradigma más que a los suyos propios, hasta convertirse en un verdadero profesor margivagante, por robar un término de Escultecturas margivagantes (Siruela, 2006), el libro que dirigió sobre las creaciones de la "España fantástica", surgidas al margen de la producción artística oficial.
Tuve la suerte de que aceptara dirigir mi doctorado, y durante el último año supervisó mi trabajo de segundo año, La novela gráfica, para el cual escribió un prólogo que lo acompañará en su edición en libro en los próximos meses. Alejado durante años de los cómics, se divertía redescubriendo el mundo de las viñetas actuales. De Chris Ware decía que era un verdadero genio. Se mostró muy generoso conmigo durante todo el tiempo que trabajamos juntos. A finales de este mes o en octubre, me tocaba pasar el tribunal del DEA para alcanzar la suficiencia investigadora y empezar con la tesis. Tenía muchísimas ganas de escribir esa tesis sobre cómic bajo la tutela de Juan Antonio. Ahora, ya no sé qué haré. Las cosas no valen nada por sí mismas. Las cosas valen lo que valen las personas con las que las haces, para las que las haces.
Está siendo un año muy malo. Como escribió Clavelinda Fuster:
Menudo tropezón,
choque frontal.
Conmoción emocional.
2 comentarios:
Me encuentro como tú. Absolutamente chocado. Sí, que el año está auspiciando hundimiento. Un abrazo, aunque no te conozca de otra persona que admiraba y echará de menos.
http://lagrimasdeandroide.blogspot.com/
Era una persona única, si tuviera que destacar alguna de sus facetas sería la de gran profesor. Nunca olvidaré sus clases en la UAM y como me hizo comprender el arte contemporáneo. Le vamos a echar tanto de menos... Un abrazo
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