miércoles, 24 de abril de 2013

ERES LO QUE COMES


Roberto Bartual, que es una de las personas que mejores textos en español sobre cómic está dejando por la red, escribió recientemente en Factor Crítico sobre Cosmic Dragon (2012, ¡Caramba!), el último tebeo de Carlos Vermut, que une a través de una vinculación insólita (pero inevitable) las dos obras maestras de Akira Toriyama, Dragon Ball y Doctor Slump. La teoría de Bartual, inspirada por Raúl Minchinela, me pareció fascinante: Boken, el héroe de Cosmic Dragon, pide la unión de toda la humanidad en un solo propósito: luchar contra el enemigo, contra el demonio, contra el villano, para salir adelante todos juntos. Rememos todos en la misma dirección. Pero Bartual se cuestiona qué hay detrás de ese llamamiento, que tanto nos recuerda a los que hace el gobierno en nombre de la lucha contra la crisis y que finalmente sólo sirven para que sigan desvalijándonos desde el poder. Así, se podrían plantear las preguntas sobre quién ha elegido a Boken como héroe que tome las decisiones por todos nosotros, y por qué la destrucción de Demoniak ha de ser necesariamente la destrucción del mal. ¿Cuáles son las credenciales del héroe y del villano? Un cuestionamiento crítico posmoderno que se apoya en la posmodernidad de Cosmic Dragon, en línea con la de la película de Vermut, Diamond Flash, que ya daba la vuelta a los roles predeterminados.

Pero cavilando sobre el tema he acabado pensando que Cosmic Dragon no es un tebeo posmoderno, sino de un clasicismo militante.

Es cierto que el principio (la imagen que abre este post es la primera página) es quintaesencialmente posmoderno. Cosmic Dragon empieza después del final de la historia. Cosmic Dragon empieza con la derrota del villano y su descomposición. ¿Qué pasa después, qué pasa cuando ya se ha acabado el relato?

Que el relato continúa, claro. Porque el villano se recompone y vuelve a la batalla, y así es como Vermut en apenas tres páginas se desmarca de la intertextualidad referencial literaria para señalar la adherencia de Cosmic Dragon a las marcas formales de su modelo industrial: Cosmic Dragon es una serie. Sí, por supuesto que es sólo una historia completa y cerrada, no hay números anteriores ni posteriores, ni los habrá jamás, como no hubo jamás más que un número 237 de Calavera Lunar, por más que lleve quince años buscando el resto desesperadamente, pero lo importante es que en cada episodio de una serie moderna está contenido un fragmento de una historia (o sea, que no hay historia, salvo como ruina) y todos los elementos heredados que permitirán que deje un legado bajo la forma del siguiente episodio. Cada número es un eslabón de una cadena: completo y cerrado pero útil solo en tanto en cuanto se enganche con los demás. Para eso se ha creado.

Así que a cada victoria sigue una derrota y a cada derrota una victoria.

Las formas determinan el contenido. A la pregunta, entonces, de quién decide que Boken es el héroe y Demoniak el villano, la respuesta no es ética, sino formal: lo decide el relato. Es justamente sobre esto sobre lo que escribía en esta entrada acerca de Batman: The Dark Knight Returns.

Pero si hiciera falta una prueba moral de que Boken es realmente la representación del héroe clásico, sólo hace falta fijarse en lo obvio: es Boken quien come mierda.

Y tragar mierda ha sido siempre la prerrogativa de los más grandes héroes. Cuanta más mierda, mejor. Que se lo digan a Peter Parker.

Una cosa es que nos pidan unirnos todos contra el mal y tragar mierda por el bien común, y que desconfiemos de quien nos pide tal sacrificio, y otra cosa es que alguien que va a hacer altruistamente algo por todos nosotros que nosotros no somos capaces de hacer nos pida que le apoyemos con un gesto que no nos cuesta nada y que nosotros, como respuesta, le hagamos tragar mierda.

O sea, que más que una meditación sobre las trampas del poder, podríamos ver aquí una meditación sobre la miseria de la masa y la dificultad de convencer a los colectivos para que se entreguen por un proyecto común, aunque sea en su propio beneficio. O tal vez sea la meditación de un director de cine novato que se está relajando después de su primera experiencia sumando las fuerzas y voluntades de un grupo humano en una obra coherente.

Cualquiera sabe. Mi objetivo con este post no es invalidar la lectura de Bartual, desde luego, sin la cual probablemente no existiría esta entrada, sino señalar cómo la belleza de Cosmic Dragon está en la amplitud que tiene para recibir a públicos diferentes que llegan desde lugares diferentes, como Roberto y yo. Y creo que ésa sí es indiscutiblemente una de las virtudes del trabajo de Carlos Vermut que el autor se esfuerza en cuidar y fomentar deliberadamente.

De hecho, es difícil imaginar que alguien criado con Dragon Ball pueda moverse por impulsos cínicos. Al fin y al cabo, eres lo que comes. Quiero con esto decir que sospecho que muchos lectores hipsters de Cosmic Dragon lo interpretarán en términos de barrabasada destructiva, que es lo que marca la tendencia moderna: reírse de los héroes y chocar esos cinco con una sonrisa cómplice. Leyendo muchas reseñas o comentarios por internet, uno pensaría que lo único que hace David Sánchez (por ejemplo) es acumular citas a Lynch, las drogas y los freaks de una manera confusa pero molona, y que Carlos Vermut es un tío guay porque saca a un héroe serio haciendo burradas como comer caca y al final se carga al pobre desgraciado del coprotagonista. Y sin embargo, lo que de verdad está haciendo Vermut es preguntar por los límites de la ética en el heroísmo y responder dos veces que el corazón de Boken es inmensamente generoso. Porque no hay acto más generoso y heroico que el que ejecuta en la última página.



Todo, pues, está en la gracia con la que uno sepa mezclar en la batidora de referencias las citas apropiadas. O tal vez todo esté en lo que uno haya comido cuando crecía. Yo, por ejemplo, como soy ya un veterano, mientras veía cómo Pichukli el fiel amigo de Boken invocaba a todos los seres humanos del mundo entero, tenía en la mente una escena de la Patrulla-X (Uncanny X-Men #65, 1970, Dennis O'Neil, Neal Adams y Tom Palmer), donde el Profesor Xavier aunaba las energías de todos los hombres y mujeres de buena voluntad para rechazar la amenaza extraterrestre.




Todo es nuevo y todo es igual. Y bien pensado, a lo mejor es que el cómic nació posmoderno.

La entrevista de Alberto García Marcos con Carlos Vermut en la web de ¡Caramba! es fabulosa: Dirigiendo cómics, dibujando películas.

2 comentarios:

el tio berni dijo...

Aparte de lo espléndido que me ha parecido el texto (este y la anterior, sobre La muerte en los ojos), es de agradecer ese amistoso combate dialéctico e interpretativo que mantienes aquí con Roberto Bartual (y que a mí me ha recordado a Charles Xavier Vs Magneto). En reseñas como las vuestras y su interrelación es donde veo una crítica viva y que construye un discurso propio que puede llegar más allá de la obra de origen.

Pepo Pérez dijo...

hostia, qué ganas me has dado de releerme Cosmic Dragon... y la Patrulla de Neal Adams.