sábado, 20 de abril de 2013

EL CUENTO DE HADAS DE SUPERMAN


El 16 de junio de 1959, George Reeves se quitaba la vida. El actor había sido la imagen de Superman durante toda la década de los cincuenta, desde que se estrenara la serie televisiva del Hombre de Acero en 1952. Sin embargo, el Superman que él representaba –un fortachón simpático que zurraba a ladrones y estafadores- había muerto un año antes en los tebeos. Con fecha de portada de junio de 1958, en Action Comics 241, Superman había entrado en la “Edad de Plata”. Primero fue la Fortaleza de la Soledad, después vendría la mitología kriptoniana –con la ciudad embotellada de Kandor a la cabeza-, la kriptonita roja y sus extravagantes transformaciones, los enemigos estrafalarios como los recuperados Mr. Mxyzptlk y Bizarro, la ampliación de la superfamilia con Supergirl y Superboy, la proliferación fantástica de la Legión de Superhéroes… Y, por supuesto, los legendarios imaginary tales y untold tales que tanto fascinaron a Umberto Eco.

El timonel que guió al Hombre del Mañana con mano firme en la transición de lo que con Siegel y Shuster había sido una “fantasía social moderna” a un “cuento de hadas moderno”, en palabras de Bradford M. Wright, fue el editor Mort Weisinger. Gerard Jones cuenta que “una vez, después de leer unas páginas de una historia de Siegel, Weisinger se levantó con el manuscrito en la mano. ‘Tengo que ir al servicio’, le dijo a Jerry. ‘¿Te importa que utilice tu guión para limpiarme el culo?’” Pero si Weisinger era un ogro con los autores, Superman, que había sido uno de los objetivos del doctor Wertham en su cruzada contra el cómic, tenía que ser el más limpio de los héroes. Probablemente esa fuese una de las razones que impulsaron a Weisinger a alejar a Superman de la realidad, a proyectarle a un universo autocontenido de superhazañas imposibles, donde hacerlo más higiénico y neutro. Pero la fantasía del mundo perfecto de Weisinger resultó tan imposible como la propia felicidad del atormentado editor. Las “historias imaginarias” con frecuencia relataban sucesos tremebundos: matrimonios imposibles que acababan en desastre, sueños truncados, catástrofes cósmicas. El dramatismo de estas historias era tan intenso que las hacía emocionalmente más reales que las historias verdaderas. El mundo perfecto soñaba sueños autodestructivos. Las historias imaginarias que se cuentan los personajes imaginarios son fantasías de una inocencia terrible.

Artículo publicado originalmente en Del tebeo al manga. Una historia de los cómics 5 (2009, Panini), la colección dirigida por Antoni Guiral.

No hay comentarios: