lunes, 29 de abril de 2013

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 93: COLECCIONISMO


COLECCIONISMO

Coleccionar objetos relacionados con Batman es, realmente, una forma de vida. Aunque creado en los años 40, Batman fue diseñado con asombrosa clarividencia para la actual era del merchandising, al ser fácilmente reconocible por medio de símbolos de gran potencia y al permitir la adaptación de cualquier objeto a su personalidad con sólo añadirle ciertas marcas estilísticas (especialmente el ala y el emblema del murciélago) y el prefijo Bat. Comercializable como ningún otro superhéroe en toda la historia, cuenta además con el añadido del merchandising propio de Robin, también muy lucrativo.

Aunque ya durante los 40 y 50 se generó merchandising de Batman y Robin, tuvo poca relevancia hasta la llegada de la serie de televisión en 1966, que inauguró una nueva era para los editores de superhéroes. Con los miles de productos de toda clase elaborados a partir de la efigie de los Cruzados Encapuchados entre 1966 y 1968 se podrían llenar varios libros. Sus ventas produjeron cientos de millones de dólares (es absurdo hacer caso a las estimaciones, todas se quedan cortas) y marcaron la infancia de una generación de estadounidenses, los “baby boomers”, cuyos miembros guardan inevitablemente algún juguete de Batman en el fondo del cajón de los recuerdos. Radios portátiles, lámparas, batfonos, papel de pared, periscopios, muñecos hinchables, muñecos articulados, muñecos de trapo, muñecos con paracaídas, pegatinas, recortables, libros de colorear, Batmóviles de latón, disfraces, pistolas de agua, novelas baratas, trompos, marionetas, ceniceros, adornos para bicis, Batlanchas, Batcópteros y otros artículos modelaron una época de fantasía ingenua, en la que se mezclaban los productos inspirados directamente por la serie televisiva con los inspirados por los tebeos y los inspirados por dios sabe qué, a juzgar por lo remotamente emparentados que parecían con los características estéticas ortodoxas en lo relativo al personaje. Entre los clásicos más buscados están las tres primeras colecciones de cromos de Topps, que suman un total 143 escenas pintadas al gouache por Norm Saunders a partir de lápices de Bob Powell. Este clásico fue posible gracias a que Fox no proporcionó fotos de la serie a la editorial. Cuando empezó a hacerlo, a partir de la cuarta serie, el interés de los cromos decreció considerablemente.

El declive de la serie de televisión trajo una lógica merma en la producción de bat-cachivaches, pero no una erradicación completa, ya que a partir de ese momento Batman se mantendría en perpetua oferta, aún en sus períodos de menor popularidad.

De los zafios años 70 son memorables los toscos muñecos articulados de Mego, una marca caracterizada por economizar en costes de producción, lo cual probablemente contribuyó a dar ese indescifrable encanto a sus burdas figuras, que iban vestidas con ropa de tela y que en lugar de épicos superhéroes parecían tarados que se habían hecho un disfraz casero para salir a pasear por el jardín del manicomio. Eran muñecos, además, particularmente frágiles para las siempre inquietas manos infantiles (o quizás yo fuera muy bruto).

Los ochenta apenas produjeron algo más interesante que las colecciones de Super Powers de Kenner, que incluían varios muñecos de Batman, Robin, el Joker y el Pingüino y algunos accesorios como el Batcóptero y el Batmóvil.

La segunda gran oleada llegaría, lógicamente, en 1989, con la segunda Batmanía desatada por el Batman de Tim Burton. Esta oleada ha sido tan intensa como la de 1966, y más prolongada en el tiempo, con picos en los momentos de coincidencia con las sucesivas películas: 1992, 1995 y 1997. A diferencia del candoroso merchandising de los sesenta, sin embargo, éste ha sido mucho más industrial y brillante, perdiendo en emotividad lo que ha ganado en calidad de acabados y detalles. Junto al merchandising “fugaz” (promociones de grandes cadenas de hamburgueserías y semejantes) que tanto preocupa a los coleccionistas y altera su régimen de comidas, se ha producido un merchandising inspirado directamente en cada una de las películas y otro más genérico. Colecciones como Legends of Batman, por ejemplo, no parecen tener una fuente clara ni en la pantalla ni en las viñetas. Sin embargo, lo más apreciable de lo producido durante los 90 han sido las sucesivas colecciones de muñecos articulados manufacturados por Kenner con el estilo de la serie de dibujos animados. Realizados con gran cuidado y con niveles de calidad muy superiores a los de la competencia (los muñecos de Marvel producidos por Toy Biz resultan patéticos en comparación), las decenas de figuritas puestas a la venta por Kenner desde 1992 hasta ahora bajo los epígrafes Animated o Adventures son codiciables no sólo por la perfección con la que se han reproducido los preciosos diseños originales, sino por la variedad de personajes que se han fabricado.

Capítulos aparte merecerían los divertidísimos merchandising japonés (con deshumanizados robots de Batman y Robin incluidos) y el merchandising pirata que produce copias y derivados baratos de nuestros héroes que no se le ocurrirían al mejor guionista de “Elseworlds”, como el Batman hinchable de plástico amarillo y capa roja que descansa en una de mis estanterías.

Para el coleccionista de Batman también existe la alternativa de adquirir muestras del arte original de los comics. Claro que las piezas históricas sólo están al alcance de ciertos bolsillos. En 1997 se han pagado 21.850 dólares por la portada original de Batman 12 (Jerry Robinson y Fred Ray), y 17.250 por la de Batman 189 (Carmine Infantino y Joe Giella). Con seguridad, decenas de veces más de lo que los artistas cobraron por dibujarlas.

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