Los apasionados por Kirby vivimos buenos tiempos para entregarnos a nuestra afición. Nunca se había reeditado tanto material y con tanto mimo como en nuestros días, lo cual, todo hay que decirlo, no es mérito exclusivo de Kirby, sino del proceso de revalorización general que está viviendo la historia del cómic a resultas de su creciente reconocimiento cultural y artístico. Sí, eso que muchos dicen que no sirve para nada, el prestigio, está ayudando mucho a que podamos resucitar la historia olvidada de los tebeos. Es gracias a eso que podemos acceder por primera vez desde que se publicaron a muchas de las historias que Kirby fue sembrando a lo largo de su fecunda carrera (se calcula que con una producción de entre 21.000 y 25.000 páginas). Titan está embarcada en su Simon and Kirby Library, de la que ya hemos comentado los volúmenes dedicados al crimen y los superhéroes, y DC lleva tiempo recopilando las principales series que hizo Jack Kirby para ellos en volúmenes monográficos: Fourth World, Kamandi, Demon, Boy Commandos, Challengers of the Unknown... Pero la voracidad restauradora ha superado ya la fase antológica y meramente comercial para pasar a un estadio completista y marginal, lo que ha llevado a la publicación de un libro muy curioso: The Jack Kirby Omnibus volumen 1 (DC, 2011). Son trescientas páginas donde se ha reunido, básicamente, todo el material de Kirby producido para DC entre 1946 y 1959 que quedaba suelto después de haber recopilado sus series y personajes principales en volúmenes monográficos. Es decir, un material muy heterogéneo que se produce a lo largo de más de una década y en el que apenas hay una continuidad. Eso es a simple vista, porque en realidad el volumen no es tan disperso como parece. Se abre con tres historias de 1946-47 publicadas en Real Fact Comics (las tres en colaboración con Joe Simon). Cabe señalar como notable que dentro de una cabecera que se titula Comics de Hechos Reales se publicaran historietas como la que encabeza este post («Las carreteras espaciales del mañana») y también otra dedicada a los robots inteligentes. Pero así era la realidad en los cómics por aquel entonces. Después de esas tres primeras historietas, el libro da un salto hasta 1957, y el resto del material incluido abarca desde ese año hasta 1959. En su mayoría son historietas cortas sin protagonista fijo, con temática de aventuras y ciencia-ficción, que en su día se publicaron en House of Secrets, House of Mystery, Tales of the Unexpected y My Greatest Adventure. En medio de todo esto se insertan once historietas protagonizadas por Flecha Verde y publicadas originalmente en Adventure Comics y World's Finest Comics en 1958, la única concesión a un personaje recurrente y al género superheroico que hay en todo el volumen.
Según cuenta Mark Evanier en su introducción, minuciosa en el detalle, como siempre, muchas de las historias del período 1957-59 están escritas y entintadas (a su pesar) por el propio Kirby, lo cual también sería un elemento de interés a la hora de entender lo que muy pronto se convertiría en el «método Marvel» de trabajo. Es posible que sólo Kirby tuviera esa capacidad creativa incontenible que le permitía escribir dibujando, incluso bajo el férreo sistema compartimentado y controlado por los editores de DC. Es decir, que el «método Marvel» que tan conveniente le resultó a Stan Lee, probablemente fuera tan sólo una extensión de la manera de trabajar natural de Jack Kirby. Pero sobre esta cuestión me gustaría volver en un post futuro, si encuentro un rato para plantearlo decentemente.
El material incluido en este libro derrocha el capital con el que los cómics consiguieron hacerse un hueco en la cultura contemporánea: la pura imaginación. En cada historieta de 6 páginas se levanta un mundo nuevo, se presentan unos personajes nuevos y se desarrolla un argumento nuevo hasta su final redondo y perfecto. Éstas eran las historietas que hacían soñar a los niños. Por lo general, el planteamiento es desconcertante («He muerto mil veces», «El ladrón de pensamientos», «Yo condené al mundo», «El gemelo artificial», etc., etc.) y sirve de gancho que te obliga a leer ávidamente la breve historia. Por lo general, también, la trama suele resolverse por la vía fácil, con un recurso rápido a la intervención extraterrestre que, de todos modos, siempre resulta plausible y agradecido a los ojos infantiles. Es un modelo de historia que se reproduciría de forma más o menos inalterable en los tebeos de misterio y monstruos de Atlas, la fase pre-Marvel de la editorial de Stan Lee. De hecho, algunos de los argumentos, personajes y planteamientos serían reaprovechados en su futuro superheroico por el propio Kirby. Quizás el caso más notable sea el de «El martillo mágico» (Tales of the Unexpected #16, 1957), donde el dios nórdico Thor empuña un arma que es literalmente idéntica al famoso Mjolnir del Dios del Trueno marveliano.
En estas historias ya hay personajes con poderes, pero no son superhéroes, sino monstruos y freaks. La mezcla de estos monstruos extravagantes dotados de facultades sobrehumanas con los apolíneos justicieros enmascarados al estilo de Fighting American, de los que hablé en el post anterior, resultaría en la nueva raza de superhéroes de Marvel que nacería un par de años después. Ojo, no digo que estos fueran los únicos ingredientes ni que el proceso fuera tan mecánicamente simple, sino que tanto en estas historias, como en las del volumen The Simon and Kirby Library: Superheroes, se pueden apreciar los elementos separados que no tardarían en combinarse.
A pesar de la inocencia de estas viñetas de hace más de cinco décadas, el misterio me sigue enganchando y, como una droga, dispara mi imaginación cada vez que empiezo a leerlas, y confieso sin rubor que el volumen se me ha hecho extraordinariamente entretenido, incluso a mis años. Por supuesto, contribuye en gran medida el dibujo de Kirby, que siempre añade una gravedad suplementaria a cualquier descabellada majadería que esté sucediendo ante nuestros ojos. El uso de algunos recursos gráficos típicos del cómic de consumo de toda la vida es aquí muy amplio, y entre ellos uno de mis favoritos es la aplicación de colores no locales. En algunas historietas llega al extremo, como en «Who Is Mr. Ahstar?» (Tales of the Unexpected #17, 1957), donde de las 33 viñetas que componen el relato, sólo 6 utilizan colores locales, mientras que las otras 27 optan por aplicar masas monocromas a discreción. Véase un ejemplo absolutamente maravilloso:
Aprovecho para comentar brevemente el tipo de restauración que ha utilizado aquí DC. Aunque aparentemente respetuoso con las gamas de color originales, el efecto que se ha buscado en general con el libro es el de presentarlo flamante y reluciente, como si fuera nuevo, con la línea vibrante y completa y los colores deslumbrantes e impecablemente en su registro. Para mi gusto, está demasiado actualizado, y creo que hay opciones mejores, como la que comentaremos mañana.
Respecto a la serie de Flecha Verde, el propio Evanier indica que fue un motivo de conflicto para Kirby en DC. El dibujante quería ocuparse de Superman o Batman, los personajes estrella de la editorial, pero los editores consideraban que su estilo era demasiado excéntrico para adaptarse a las moderadas líneas estéticas que se imponían desde redacción. El estilo de la casa era suave y amable, y Kirby era dramático y brusco, demasiado expresivo. Flecha Verde fue un premio de consolación, pero incluso ahí los editores impidieron que Kirby desarrollara toda la energía creativa que llevaba dentro. Flecha Verde y Speedy eran unos Batman y Robin de segunda fila (con su propio Flechamóvil, Flechacueva, etc., a imitación del Batmóvil y la Batcueva) y Kirby quiso dotarlos de otra entidad embarcándolos en aventuras más fantásticas, hasta el punto de llegar a arriesgarse a probar una historia en dos partes. Según escribe Evanier: «Por aquel entonces, DC casi nunca hacía historias que continuaran durante más de un solo número, y hubo varios en redacción que se sintieron molestos porque se hiciera esto. Cuando apareció, algunos lectores se quejaron porque no podían encontrar la otra parte, y no hacer historias continuadas se convirtió en política oficial». Lo cierto es que a lo largo de estas páginas, Flecha Verde y Speedy no consiguen despegarse de su sello de copias baratas de Batman y Robin, y su segmento es el menos interesante del volumen, a pesar de que por momentos exhiba en toda su grandeza los poderes narrativos del mejor Kirby. Obsérvese la concisión que se aplicaba entonces a la narración. En «The Menace of the Mechanical Octopus» (World's Finest Comics #97, 1958), Flecha Verde y Speedy están prisioneros en una celda submarina al final de la penúltima página. En la última (media) página, sólo cuatro viñetas les bastan para liberarse, derrotar al enemigo y añadir un corolario a la historia.
Tomaré ejemplo del maestro y lo dejaré aquí con una única advertencia: en Mandorla sí hacemos series continuadas y mañana volvemos con la tercera entrega consecutiva de Kirby. Porque aquí somos muy del Rey.
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