jueves, 13 de octubre de 2011

¡SUPERVILLANOS!: EL RAYO DE LA MUERTE


Después de tanta matraca con los superhéroes me tocaba ya cambiar de tema y volver a esos posts que sólo leen cuatro gatos, que tengo un montón de tebeos excelentes y muy distintos de los que me gustaría decir algo, y además es que me lo pide el cuerpo. Pero resulta que esta semana me he comprado la reedición en libro de The Death-Ray, de Daniel Clowes, y no he podido evitar leérmelo nada más llegar a casa y no puedo resistirme a dejar aquí cuatro notas escritas a borbotones. Y además es que viene muy bien para hacer de bisagra entre el cómic de superhéroes y el cómic de autor.

Así que intentaré decir las cuatro primeras cosas que me vengan a la cabeza mientras escribo, porque me resulta difícil escribir organizadamente sobre The Death-Ray. Más que nada, porque puede que sea el tebeo que más me ha gustado en toda mi vida.

Cuando lo leí por vez primera en Eightball #23 (2004) me dejó aplastado. Era muy fan de Clowes, pero no estaba preparado para esto. Me pasó por encima, pero no comprendía lo que me había pasado, sólo que era algo enorme y sublime. Siete años después, han pasado muchas cosas en el cómic y en mi vida, y eso hace que ahora me resulte más fácil entender The Death-Ray, porque muchas de esas cosas que han pasado en el cómic tienen que ver con cosas que planteaba Clowes en este tebeo. Y eso no quiere decir que se haya quedado atrás. Al contrario, sigue siendo tan flamante y actual como entonces. Lo raro es que al releerlo hoy me ha impresionado tanto o más que entonces, a pesar de que lo he entendido mejor, o más profundamente. Y eso, digo, es raro, porque normalmente las cosas que me fascinan son cosas que se me escapan, cosas que no sé muy bien de qué van. Eso me hace pensar que, al fin y al cabo, en The Death-Ray sigue habiendo muchas más capas debajo de todas las que ya he pelado. Eso es lo que lo mantiene vivo, y ése es su gran logro.

Para quien no lo sepa, contaré que The Death-Ray es una historia con principio y final que ocupaba entero el número 23 de Eightball que es, de hecho, el último que se ha publicado. En ese número, Clowes contaba su propia historia de superhéroes. El protagonista era Andy, un adolescente que adquiría una fuerza sobrehumana cuando fumaba, y que animado por su amigo del alma Louie, decidía emplear ese poder para hacer el bien como un superhéroe. Más tarde, añadía a su arsenal una pistola de rayos que provocaba la desintegración total de sus víctimas. Ni las quemaba, ni las destrozaba. Aquellos que eran víctimas del rayo de la muerte, simplemente desaparecían de la existencia. Clowes conoce muy bien los fundamentos del cómic de superhéroes clásico, el modelo de Spiderman, y los utiliza conscientemente a lo largo de toda la historia, para construir el argumento y para caracterizar a los personajes. Pero parte de esas bases para desarrollar su propio relato personal, al estilo indie, y llevarlo hasta su consecuencia lógica. Cuando las editoriales mainstream se preguntan cómo serían los superhéroes en el mundo real, la respuesta es Ultimates. Cuando se lo pregunta un dibujante de cómics que no trabaja en el entorno mainstream, la respuesta es que el superhéroe sería un asesino en serie. Un gran poder conlleva una gran irresponsabilidad, sobre todo cuando eres un adolescente marginado en el instituto y no tienes la figura de un padre que te eduque. Por un camino diferente, parece que Daniel Clowes piensa igual que Mark Millar: un enmascarado con poderes sólo puede ser un supervillano. Aunque en el caso de Clowes tal vez el nombre de supervillano sea demasiado ampuloso, y sea más apropiado hablar de una villanía mezquina y vulgar, cotidiana, al alcance de todos nosotros, que no necesitamos querer conquistar el mundo para ser malos. Que nadie piense, no obstante, que The Death-Ray plantea una vía por la que renovar el género de superhéroes, una alternativa al Reboot DC. Aquí se trabaja con mimbres del género, pero no se practica el género. No creo en la vía indie como salida para los superhéroes mainstream, y creo que experimentos como las antologías Strange Tales demuestran que ese camino conduce a un callejón sin salida, cuando lo que necesita el cómic comercial es, precisamente, continuidad.

Pero si The Death-Ray es una sátira de los superhéroes, su Quijote, por así decirlo, también es mucho más que eso, y eso es lo que lo convierte en la obra maestra de uno de los grandes maestros de nuestros días. En The Death-Ray está contenida, condensada y depurada casi toda la obra de Clowes, casi todas sus preocupaciones temáticas y estéticas. Todo Wilson se resume en las dos primeras páginas, «Andy 2004»; la exploración de la amistad adolescente de Ghost World se lleva a sus últimas consecuencias en la relación entre Andy y Louie, su amigo-sidekick-némesis; el entrelazado de microhistorietas de Ice Haven funciona aquí con una fluidez asombrosa; y la atmósfera malsana y perturbadora de David Boring, que era tal vez su única cualidad redentora, es aquí mucho más apocalíptica y negra, mucho más desoladora y escalofriante. A lo largo de toda la historia uno tiene la sensación de que detrás de cada dibujo hay algo más, algo cifrado y al mismo tiempo indescifrable, una verdad que no se puede expresar ni con las palabras ni con las imágenes, porque es demasiado horrible y no queremos conocerla, aunque nos seduce. Pero  eso que no se puede describir ni mostrar sí que se puede sugerir a través de un tebeo, a través de esta extraña colección de dibujos y elementos gráficos de apariencia inocente que piden a gritos transmitir un mensaje claro y que sin embargo no se acaban de resolver nunca, ni siquiera en su devastador final, que el propio autor parece que renunciara a afrontar. Mejor así. No hay final, no hay respuesta.

Sólo hay preguntas, muchas de las que el propio Clowes se ha planteado a lo largo de toda su obra: preguntas sobre la propia identidad -Andy es descorazonadoramente neutro, se aferra a un espurio concepto de All-American que le resulta ajeno e inasible-; preguntas sobre la posibilidad de comunicarse con los demás -de amarlos, de aceptarlos físicamente-; preguntas sobre la manera en que la ficción y la realidad se entrelazan, y cómo la representación de la realidad acaba por dar forma a esta misma. Todo está formulado en The Death-Ray con la exactitud y la limpieza que da el hecho de manejar el lenguaje del género, ya que de ahí, de esa cultura de masas de aluvión, es de donde procede Clowes. Es precisamente esa cultura (la que de pequeño me decían que era subcultura) la que ha planteado esas preguntas irresolubles a Clowes, que sólo puede transitar por el mundo de sus apáticos personajes con una mezcla de angustia y perplejidad tolerables únicamente con una sana ironía.

Artísticamente, The Death-Ray es una explosión de dibujo, de color y de recursos gráficos, el choque y la fusión ideal entre la corriente de la Marvel pop clásica y la corriente del cómic de vanguardia contemporáneo, un hijo felizmente hermoso de Steve Ditko y Chris Ware. Sólo por cómo utiliza los bocadillos de diálogos, merece la pena estudiarlo. Es un regalo al mundo del cómic.

Durante años, la obra maestra de Clowes ha resultado inaccesible, ya que no se había reeditado nunca en otro formato distinto del formato original de Eightball, que era el de comic book de grapa. Y en cierta medida, no necesitaba ninguna otra edición. La nueva edición, en tapa dura, bellamente diseñada, es un objeto que atesorar, pero en realidad tenía más sentido como simple tebeo de grapa. En ese formato se producía una mayor armonía entre su forma y su contenido. Pero sea como sea, el Rayo de la Muerte ha vuelto. Y sigue siendo el tebeo que más me ha gustado en toda mi vida. Tal vez.

13 comentarios:

Pepo Pérez dijo...

Espero que se publique inmediatamente en España. Por fin. Yo no te diré que es el tebeo que más me ha gustado en mi vida, que igual sí, pero sí recuerdo el impacto que me produjo en 2004. También creo que Clowes no ha hecho nada mejor que esto, y mira que tiene cómics buenos. Es una obra maestra. Me llegó la edición hace ya días, junto al Holy Terror, y lo primero que hice fue buscar "material extra". Por supuesto, no lo hay, aparte de guardas interiores, créditos dibujados, etc. No se puede añadir a nada a lo ya dicho en una pedazo de masterpiece como ésta.

el tio berni dijo...

¡Justo me lo releí anoche! Espero tener tiempo para escribir algo sobre él, porque es la hostia, inabarcable.

Jeune Albert dijo...

Fenomenal artículo Santiago, me ha encantado esa idea de que en esta obra está resumido lo mejor de todos los otros cómics de Clowes. No lo había pensado hasta ahora pero es totalmente cierta.

Una cosa que me pregunto siempre que pienso en “The Death Ray” es que opinión puede tener del cómic el nuevo lector de cómics que no ha leído superhéroes desde niño, que simplificando pertenece al sector “novela gráfica”. No creo que pueda experimentar la misma fascinación que sentimos los viejos fans por la reinterpretación magistral que hace Clowes de los clichés de los superhéroes. ¿Será suficiente el apabullante dominio de los recursos técnicos y narrativos para que ellos la consideren una obra maestra capital en los últimos años?

Ese despojamiento de todo el oropel, de lo molón que son los SH para un niño/ adolescente, para dejar la verdad desnuda, es decir, que casi todos si tuviéramos un superpoder lo usaríamos para cuestiones personales, casi intrascendentes, incluso mezquinas está contado de una forma que hace daño en lo profundo del alma del fanboy.

En fin, cuando Gerardo “The Watcher quiera hablar de las elipsis en la narrativa del cómic que se estudie este tebeo…

PAblo dijo...

Pues sí, un tebeo enorme. Y una excelente entrada a la que es difícil añadir nada. Ojalá que con la nueva edición se vea pronto editado en España.

Impacientes Saludos.

el tio berni dijo...

Por cierto, ya que me has quitado de la boca las menciones a Watchmen, a Ditko y a Ware, dejo aquí un apunte, una cosa que no puedo dejar de pensar cada vez que leo El Rayo de la Muerte, y es que todo el tebeo se puede leer un poco como Ghost World (vaya, al final sí que lo has dicho en cierta forma) en el sentido de que es una alegoría del paso de la adolescencia a la edad adulta, con todo lo que se pierde en el camino. Para mí, el hecho de que los superpoderes los gane fumando es más que significativo. Al menos esta una de las capas menos oscuras que yo he visto en la cebolla de la muerte que ha construido Clowes.

álvaro ortiz dijo...

tengo abandonado a Clowes desde hace la tira de tiempo, pero con todas las maravillas que he leido y me han contado de Death Ray, espero que aparezca en castellano, y de paso reengancho con los nuevos

Pepo Pérez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pepo Pérez dijo...

Lo del fumar, cuando lo descubrí en la primera lectura, no me lo creía. Quiero decir, me pareció una ocurrencia genial. Era a la vez lo suficientemente absurdo y chocante para estar en un tebeo de Clowes, pero a la vez tiene todo el sentido del mundo. Adquiere sus poderes al fumar, y estaba planeado así de antemano por el padre científico. ¡Por supuesto! Se convierte en superhéroe justo al alcanzar su adolescencia, que es cuando los jóvenes empiezan a fumar, y de la adolescencia van los superhéroes, especialmente el modelo Marvel/Spiderman. La fantasía de poder de los adolescentes a los que iban dirigidos aquellos tebeos. "Ah, si tuviera el poder para cambiar todo lo que no puedo cambiar, para alcanzar todo lo que deseo...", fantaseaba cualquier adolescente, en plena etapa de su vida de máxima impotencia, cuando cogía un tebeo Marvel. Leyéndolo obtenía una fantasía consoladora para esa necesidad de poder. Clowes lo entiende como nadie, y así le sale este Death-Ray.

Pepo Pérez dijo...

Por cierto, Santiago, que has elegido LA viñeta del tebeo donde puede verse metafóricamente ese tema. La fantasía de cómic del adolescente. Cuando me la topé en mi primera lectura de Death-Ray, lo recuerdo, me estalló la cabeza. PERO QUÉ VIÑETA.

gervilches dijo...

Está de camino vía Book Depository, espero que el lunes esté aquí. ¡Qué ganas!

Santiago García dijo...

Sí, fumar activa los poderes de Andy. ¡Lo que pasa es que su padre esperaba que Andy empezase a fumar a los 13, y no a los 17! Está lleno de detalles el tebeo, se nota que Clowes estaba inspirado...

Pepo Pérez dijo...

ja ja, lo releí la otra noche, y es verdad, el chaval empezó a fumar "más tarde de lo previsto"... ja ja...

Anónimo dijo...

Lo he leido esta tarde sentado en una calle céntrica de una gran ciudad cuyo nombre importar, pues poco importa. Cuando he terminado, he mirado a la gente subir y bajar entrando y saliendo de mi radio de visión sin prisa, sin pausa, yendo a sabe dios dónde a hacer sabe dios qué. Lo que ha provocado en mí, una espécie de entendimiento que subrayaba lo que creo que Clowes quiso dar a entender (alienados, sólos, predispuestos a creernos cualquier cosa con tal de no desesperanzarnos por ello, encerrados en nuestra propia e inescrutable visión del mundo...). Un regalo de tebeo que, sin pretender aspirar al podio en el que podría estar, termina en el lugar que realmente le corresponde: el del buen recuerdo.

Saludos.