lunes, 3 de octubre de 2011

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 11: EN EL CORAZÓN DE LA NOCHE

(PARTE DEL CAPÍTULO SESENTA AÑOS DE TEBEOS)

EN EL CORAZÓN DE LA NOCHE

El Batman becqueriano de Neal Adams sentó las bases para que el personaje caminara con pie firme durante mucho tiempo, pero el mismo Adams apenas dejó cuatro pinceladas de esa visión embriagadora del Detective Enmascarado, así que su aportación hay que considerarla más un manual de estilo que una época plena del personaje. Podríamos decir que a principios de los setenta por fin sabemos cómo hay que hacer a Batman, pero queda por resolver un problema fundamental: ¿quién va a hacerlo?

Denny O’Neil, como dijimos, será clave durante ese decenio, escribiendo casi 90 historias que intentan conservar los elementos fundamentales definidos por su colaboración con Adams: ambientes misteriosos, villanos dramáticos, textos de apoyo recargados y seudoliterarios, apuntes sobrenaturales que se emparentan lejanamente con los redivivos títulos de monstruos que prosperarían durante esos años. Dick Giordano (1932), el otro gran fichaje arrebatado a Charlton, también entrará a integrar la guardia de acero del paladín de Gotham. Entintador de buena parte de las historias de Adams, Giordano tomará la misión de entintar a casi todos los dibujantes que traten al personaje, dando una apariencia de homogenidad a los distintos estilos y preservando cierta coherencia con el trazo de Adams. La relación de Giordano con el Señor de la Noche se prolongará hasta los años noventa, desempeñando incluso en algún momento la función de editor de la serie. Desde 1982 se aseguró un puesto de envergadura en la empresa, al convertirse en Vice Presidente y Editor Ejecutivo de DC. La importancia de la labor de Giordano durante estos años no es pequeña, pues sus tintas han servido de hilo que une propuestas gráficas a menudo muy distintas. Es precisamente la pareja O’Neil-Giordano (con este último en funciones de dibujante completo) la responsable de la más importante historia de Batman en el primer tramo de los 70, la celebrada “There Is No Hope In Crime Alley” (Detective 457, 1976) donde se introduce a Leslie Thompkins, una abnegada mujer que cuida de los desamparados y los pobres en una misión caritativa ubicada en la peor calle de Gotham. El Callejón del Crimen es el nombre con el cual se conoce ahora la antaño animada calle Park, donde fueron asesinados los padres de Wayne. Cuando quedó huérfano, el pequeño Bruce fue consolado por Leslie, que ahora ve cómo Batman acude todos los años, en la misma fecha, a tan degradada zona de Gotham. La historia fue tan bien recibida que instantáneamente pasó a formar parte del mito y tuvo numerosas secuelas y ramificaciones a lo largo de los años.

Junto a O’Neil, otros guionistas escribieron para Batman y Detective durante los setenta, aunque sin amenazar jamás su primacía. Uno de los más prolíficos fue David V. Reed, seudónimo tras el que se oculta David Levine, escritor de novelas de ciencia ficción y guionista veterano de DC que se caracteriza por los argumentos imaginativos, y que no encuentra demasiado interés en observar los aspectos tenebrosos ni los traumas psicológicos del Hombre Murciélago. Reed firmará sagas tan inolvidables, aunque quizás un tanto estrafalarias, como la de las Olimpiadas del Crimen (Underworld Olympics ’76, en plena fiebre de los Juegos de Montreal) o la de Where Were You On The Night Batman Was Killed? En la primera de ellas, iniciada en Batman 272 con dibujos de Ernie Chua y José Luis García López, se organiza una competición entre miembros del hampa procedentes de todo el mundo que tiene como escenario Gotham City y como objetivo derrotar a su más obstinado justiciero. Según el plan de cada equipo de malhechores va progresando, se suman puntos en un marcador, pero, tras varios golpes de lo más extravagantes, la medalla de oro acaba siendo inevitablemente para Batman. En la segunda (Batman 291-294, septiembre-diciembre 1977), ilustrada por John Calnan y Tex Blaisdell, la galería de villanos del Señor de la Noche se congrega con el fin de dar el mérito que merece a quien ha matado a Batman, cuyo cadáver ha aparecido sin conocerse quién es el culpable del crimen. El juez es Ra’s Al Ghul, y Dos Caras el fiscal que desmonta los testimonios de quienes quieren hacerse famosos a costa de una hazaña que no han realizado, caso de Catwoman, el Acertijo o el mismísmo Lex Luthor, enemigo de Superman. Por supuesto, todo es una estratagema del mismo Batman para descubrir al culpable de un crimen en el que la víctima vestía la capucha del murciélago, pero no era Bruce Wayne. Con Reed, lo habitual son los viajes alrededor del mundo, los complicados planes de grupos terroristas perfectamente uniformados y, en general, el tipo de gran aventura que se podía esperar en una novela de Doc Savage. Junto a él y a O’Neil, también se dejan notar algunos profesionales que por entonces empiezan su carrera, como Len Wein (1948), que escribirá “Moon of the Wolf” (Batman 255, 1973), la despedida definitiva de Neal Adams. Wein volverá a finales de la década como guionista fijo, e incluso acabará desempeñando funciones de editor. Entre estos autores ocasionales también cabría mencionar a Mike Fleisher, célebre por su etapa de The Spectre junto a Jim Aparo, o a Bob Rozakis, activo editor de la época que nunca llegaría a destacar creativamente. Archie Goodwin (1937), guionista y editor legendario en la historia del comic book americano, también se relacionará con Batman durante los setenta, entre otras cosas porque será durante un breve período de tiempo el editor de Detective Comics. Aunque fugaz, en esa fructífera etapa crearía, junto a Walter Simonson, a Manhunter, personaje de complemento en Detective que recibiría varios premios. Además, Goodwin escribiría algunas historias del Señor de la Noche, entre las que se incluye la única aventura de Batman jamás dibujada por Alex Toth (“Death Haunts the Skies”, Detective 442, 1974).

En la búsqueda de un dibujante estable, la obsesión por Adams es obvia, como lo demuestra la insistencia en dos autores que copian con distinto acierto los más obvios rasgos del Batman de Adams: Irv Novick y Jim Aparo.

Novick, un artista con una larga carrera a las espaldas que se remontaba a los inicios de la Edad de Oro y que incluso había tenido algún desvío a través de las tiras de prensa, se aplicó a reproducir las figuras delgadas y puntiagudas de Adams, pero no consiguió despojarse nunca de un estatismo y un envaramiento especialmente frustrantes en las numerosas escenas de acción. Podríamos decir que lo que Sheldon Moldoff había sido a Dick Sprang, Irv Novick lo sería a Neal Adams. Dibujaría innumerables historias de Batman hasta 1985. Igualmente voluminosa será la aportación de Jim Aparo, el tercero de los fichajes importantes procedentes de Charlton. Aparo (1932), especialmente al inicio, mimetizaba con habilidad las poses y rasgos propios de Adams, y aunque su trabajo siempre quedaba a una distancia considerable del de su modelo, al menos se beneficiaba de una rotundidad y una violencia en la composición de página que en Novick cuesta más encontrar. “Todo el mundo que dibujaba a Batman -confiesa Aparo- estaba influido por Neal Adams. Antes de Neal, las historias de Batman se habían vuelto un poco camp. Supongo que estaban intentando imitar la serie de televisión, y eso resultaba divertido. Pero cuando entró Adams, decidió que Batman volvería a ser el Señor de la Noche. A mí su material me parecía genial -lo mejor- y decidí que si alguna vez me ponían a hacer Batman, le imitaría. Y eso es lo que hice.” Y la cosa no iba sólo con Aparo, según él mismo comenta: “Todo el mundo estaba influido por Neal. Incluso Dick Giordano me dijo que cuando entintaba a otros dibujantes, hacía que se parecieran a Neal Adams. Pero después se dio cuenta de que eso no era lo correcto. Dick me dijo que cada dibujante es distinto y que el entintador debería seguir lo que marca el lápiz.” Al igual que Adams, Aparo entró en el mundo de Batman por la puerta trasera, a través de The Brave & The Bold. Aparo había dibujado un par de series menores en DC (Aquaman y Phantom Stranger) cuando recibió la llamada de Murray Boltinoff, el editor de The Brave & the Bold, para hacer el número 98 (octubre/noviembre 1971) de esa colección, precisamente porque estaba co-protagonizado por el Phantom Stranger y Batman. El trabajo de Aparo gustó tanto que seguiría dibujando la serie hasta su cancelación en 1983, cuando fue sustituida por Batman & The Outsiders, también dibujada por Aparo. Aparo hizo su primera historia de Batman en solitario sobre guión de Archie Goodwin, en Detective Comics 437 (octubre/noviembre 1973), en lo que sería el inicio de una relación que acabaría convirtiéndole en el dibujante más fielmente ligado al Hombre Murciélago durante los últimos 25 años. Aunque Aparo ha producido cantidades ingentes de páginas, y la velocidad a la que se ha visto obligado a trabajar se nota en la desigual calidad de su labor, y aunque el paso de los años le ha hecho refugiarse en cuatro planos cómodos y un tratamiento de personajes más vulgar y acomodado, su incorporación a las colecciones de Batman en la difícil sucesión de Neal Adams fue uno de los mayores aciertos de los editores durante la década de los setenta, pues el Aparo de aquellos años, rebosante de energía y deseoso de lucir todos sus recursos, era un profesional de valor incalculable, y desde luego hecho a medida para relevar a Adams.

Novick y Aparo no cubren, sin embargo, el manantial de historias de un personaje tan atareado como Batman. Olvidados por la historia han quedado equipos artísticos de menor atractivo, como el formado por John Calnan y Frank McLaughlin, que despliegan un estilo espectacularmente rancio y desfasado ya entonces, y que sin embargo se pueden rastrear en muchos episodios de la época. Calnan fue una incomprensible penitencia que Batman hubo de soportar hasta principios de los 80. También firmará numerosas historias una de las presencias más prolíficas y personales que conocería la década de los 70: Ernie Chua (1940). Conocido igualmente como Chan, Ernie Chua es uno de los muchos artistas filipinos llegados a Estados Unidos para trabajar principalmente en revistas en blanco y negro de terror y fantasía, o para adornar los casi siempre sucintos lápices de John Buscema en La Espada Salvaje de Conan y Conan el bárbaro. La lista es larga: Alex Niño, Rudy Nebres, Tony DeZúñiga, Pablo Marcos, Alfredo Alcalá... Entre todos ellos, Chua-Chan será el más activo y el que se enfrente con mayor naturalidad a los más diversos géneros, así como a las tareas de dibujante a lápiz o sólo entintador, y también de portadista, empresas todas ellas que acomete con enorme decisión y dejando muestras palpables de su inconfundible estilo. Probablemente nunca haya habido en el comic book americano un trazo tan reconocible como el de Chua. Da igual que entinte los lápices de otro o que sea otro el que haga el acabado sobre sus bocetos, el resultado final será inconfundiblemente Chua: hombres morenos de músculos anudados y pecho abombado, con pieles tersas y brillantes, mujeres intimidatoriamente lozanas, vestuarios y fondos ornamentados con una agobiante riqueza... Las viñetas de Chua rebosan una masculinidad efervescente de gimnasio cerrado que casi las convierten en ecos sudorosos del enérgico mundo de Dick Sprang, pero con un filo adulto. Para él, Neal Adams no existe.

Aunque Chua sea conocido en España principalmente por su trabajo en las diferentes series de Conan, al mismo tiempo que se entretenía con el cimmerio creado por Robert E. Howard, encontraba energías para ser el portadista principal de DC y para ilustrar numerosas series como Secret Society of Super-Villains o una buena tanda de aventuras de Batman, a menudo entintado por Dick Giordano, impotente para domesticar a la bestia filipina.

Sin embargo, a pesar de los denodados esfuerzos de Schwartz por aferrarse a los postulados básicos del Batman de Adams, a pesar del incasable torrente de guiones de O’Neil (que, dicho sea de paso, ilustrados por dibujantes de menor categoría que Adams, ya no parecen tan fascinantes), a pesar de la búsqueda de placebos como Novick y Aparo, es evidente que durante los setenta se va produciendo una lenta pero constante deriva desde la figura amenazadora y oscura del vigilante nocturno hacia otro personaje más superheroico que, nuevamente, se percibe como un fraude a ojos del aficionado de base. Pero, ¿acaso no es inevitable? La idiosincrasia de los años 70 afectó de forma muy particular a los superhéroes. Durante los setenta, los superhéroes convencionales, como Batman o los 4 Fantásticos, que habían marcado la pauta durante la década anterior, cedieron terreno ante los distintos intentos de diversificar el mercado por parte de Marvel y DC, intentos por lo general encaminados a explotar en los comics géneros y públicos que habían permanecido al margen recientemente. Los setenta, beneficiados de una mayor permisividad por parte del Comics Code, vieron aparecer los magazines en blanco y negro protagonizados por vampiros, hombres lobo, monstruos en general y, especialmente, bárbaros de espada en mano. Conan fue uno de los éxitos que marcó la década, y todo el mundo intentó imitarlo con desesperación. Además, se buscó el aprovechamiento de modas que en el cine resultaban rentables. Agarrada a los faldones de Bruce Lee y el apogeo de las artes marciales, Marvel presentó sus Sang-Chi y Puño de Hierro, y DC dio protagonismo a Karate Kid; a semejanza de la blaxploitation de películas como Shaft, empezamos a ver verdadera actividad por parte de héroes negros como Power Man, la Pantera Negra o Relámpago Negro; la liberación de la mujer vio nacer heroínas con personalidad como Ms. Marvel o la Wonder Woman sin poderes; la ciencia ficción ya estaba siendo recuperada por los grandes editores incluso antes del éxito de La Guerra de las Galaxias... En una época de tanteos, de experimentos, de ideas aparentemente absurdas y de poco respeto por la solemnidad de los héroes de siempre, Batman creció de manera un tanto circense, segregando personajes derivados, hasta encontrarnos en una situación muy parecida a la que provocó el giro en redondo del New Look, pero con la estética de los años dorados del horterismo. Robin y Batgirl vivían sus propias aventuras complementando Detective Comics, que en 1974 llegaría a tener 100 páginas por número, repletas con el Señor de la Noche, pero también con el Manhunter de Goodwin y Simonson, el Hombre Elástico, el Creeper y reediciones de la Edad Dorada. En una demostración clara de que lo extravagante y los “anti-héroes” se habían convertido en la norma, el mayor enemigo de Batman obtuvo su propio título. Joker, que apenas duró 9 números, se publicó entre mayo de 1975 y octubre de 1976. Dibujado por Irv Novick y Ernie Chua, Joker contaba con guiones de Denny O’Neil, pero las historias estaban castradas por las imposiciones editoriales: el Joker tenía que ser capturado al final de cada historia, y, al ser el personaje titular, no podía llenar las páginas de cadáveres y mutilados, como le pide, obviamente, su impulso natural. Pero Joker es sólo uno de los síntomas de lo que llegó a ser Batman en la segunda mitad de los 70. Más característico aún es Batman Family, que debutó en octubre de 1975 y duró 20 números, hasta noviembre de 1978. Batman Family era un tebeo de extensión doble que reunía aventuras de todos los que se habían convertido en... en eso, en la familia Batman. Aunque la premisa parezca espantosa, el editor Al Milgrom consiguió reclutar a algunos autores del máximo interés. Así, junto a historias de Batgirl y Robin escritas por el escasamente genial Bob Rozakis y dibujadas por el anquilosado Don Heck, en Batman Family se esconden joyas como las historias de Man-Bat o, ya al final, relatos del mismo Batman dibujados por Michael Golden y P. Craig Russell, Howard Chaykin, Marshall Rogers y Terry Austin. Otros personajes que aparecerían en esta colección serían el legendario Batmito (dibujado nada menos que por Golden) y Huntress, una especie de versión femenina de Batman que era hija de Bruce Wayne y Catwoman en la Tierra-2 del Universo DC, y que había debutado en All-Star Comics 69 (1977). En vista del panorama, se puede exclamar: ¡ya sólo faltan el Batsabueso, Batwoman y la Bat-girl original para que la fiesta sea completa! En realidad, no. Betty Kane, la primera Bat-girl, regresó para ingresar en los Teen Titans y transformarse en Flamebird, mientras que su tía Kathy, la única y genuina Batwoman, reapareció en Batman Family 10 (1977), quizás con el único objetivo de que Dennis O’Neil saciara su sed de sangre matándola sin demasiadas ceremonias en “The Vengeance Vow!” (Detective 485, 1979).

Era como si una fuerza invisible de origen desconocido tirase de Batman en dirección hacia el mundo de los superhéroes más estrafalarios, alejándole de las sugestivas brumas innatas a su temperamento.

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