lunes, 31 de octubre de 2011

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 15: ¡ES BUENO PARA LOS NIÑOS!


(PARTE DEL CAPITULO SESENTA AÑOS DE TEBEOS)

¡ES BUENO PARA LOS NIÑOS!

El año decisivo para definir completamente el rostro del Batman que ahora conocemos será 1992. En ese año se acumulan acontecimientos fundamentales. El primero y más destacado, lógicamente, es el estreno de Batman Returns, la secuela de la primera película, la mejor de las cuatro y la que supuso un enfriamento del entusiasmo de Warner con su nuevo juguete, al mermar sus facultades recaudatorias. Ese mismo año se inicia la emisión de Batman: The Animated Series, producida por la Warner y emitida por el Fox Network. Contando con los talentos de Eric Radomski, Alan Burnett y Bruce Timm como productores y cabezas visibles de un grupo de profesionales extraordinarios, esta serie de animación marcará un nivel de calidad altísimo y pondrá otro escalón más en el camino hacia las nubes de Batman, cuya imagen se multiplica por momentos, con el añadido de que ofrece diversos perfiles según donde se proyecte. DC se animará a lanzar otros dos títulos al mercado protagonizados por el Señor de la Noche. Uno de ellos es una secuela de la serie de animación: The Batman Adventures, cuyo número 1 sale a la venta en octubre de 1992 y que no sólo imita perfectamente el estilo caricaturesco de los episodios televisivos, sino que no tardará mucho en demostrar niveles de calidad comparables al ofrecer guiones deliciosamente ingeniosos y divertidos y dibujos depurados, esenciales. En parte, no deja de ser un regreso provechoso a las fuentes clásicas de DC, esos limpios tebeos de los años 50 y 60 cargados de argumentos férreamente construidos y con caracterizaciones sencillas pero lúcidas. The Batman Adventures, siguiendo los pasos de su modelo televisivo, cerrará en el nº 36 (octubre 1995), para volver a la carga como Batman & Robin Adventures, que durará otros 25 números (1995-1997), hasta ser reemplazada por una miniserie (The Batman Adventures: The Lost Years) que sirve de prólogo a la tercera colección mensual, con inicio en abril de 1998. El motivo de estos cierres y posteriores inauguraciones está en el intento de reflejar las sucesivas temporadas y cambios de nombre de la serie televisiva. En sus distintas encarnaciones, este maravilloso tebeo ha visto pasar a profesionales de la televisión y algunos de los mejores talentos del comic book: Kelley Puckett, Ty Templeton, Rick Burchett, Paul Dini, Brandon Kruse... Lamentablemente, el dibujante habitual de la primera serie, Mike Parobeck, murió en 1996 a los 31 años como consecuencia de unas complicaciones diabéticas, viendo así cortada una prometedora carrera que precisamente empezaba a emerger gracias a este trabajo. Especialmente recomendables son los extras y “Annuals”, que suelen contener trabajos de algunos de los genios de la animación, como el guionista Paul Dini o los dibujantes Bruce Timm, Glen Murakami y Ronnie del Carmen. De hecho, el multipremiado especial Mad Love (1994) se distingue señaladamente como uno de los mejores tebeos de Batman de todos los tiempos. El éxito de esta versión aparentemente infantil del Hombre Murciélago ha sido aprovechado por DC para lanzar varios títulos en el mismo tono caricaturesco, como Superman Adventures, Adventures In The DC Universe, Young Heroes In Love, y por otras editoriales para probar suerte con proyectos semejantes (Marvel no ha tardado en imitar la fórmula) hasta el punto de que en la actualidad podemos hablar de una tendencia de comic books con estilo “cartoon” nacida a partir de Batman Adventures.

El otro título nuevo es Shadow of the Bat, que empieza en junio de 1992, y no plantea en principio ningún rasgo que lo distinga de Batman y Detective, excepto si nos fijamos en cuestiones superficiales, como son las portadas, pintadas por Brian Stelfreeze (hasta el nº 49) o cierto propósito original, que pronto se abandonó, de realizar sagas en 5 episodios al estilo de las de Legends of the Dark Knight, pero integradas en la continuidad regular del personaje. Con la partida de Norman Breyfogle tras el número 5, Shadow of the Bat ha visto ir y venir a un buen puñado de dibujantes, entre los que merece la pena destacar a Bret Blevins, que permaneció varios meses, y a Tim Sale y John Paul Leon, que han realizado intervenciones puntuales pero altamente apreciables. El más reciente y prolongado dibujante fijo de la serie es el más bien mediocre Dave Taylor, que inició su trabajo en el nº 50 (mayo 1996). Dado que ninguna excusa argumental dota a Shadow of the Bat de diferencias notables respecto a sus dos colecciones hermanas, cabe señalar que el elemento característico que ha ortorgado personalidad y unidad al título ha sido la presencia ininterrumpida de Alan Grant como guionista. A la hora de redactar estas líneas, Grant cumple 67 números consecutivos escritos en Shadow of the Bat, y nueve años y medio (desde febrero de 1988, cuando empezó en Detective Comics) dedicado al murciélago, lo que le convierte ya en uno de los guionistas históricos del personaje. Claro que tampoco parece que le cueste demasiado: “No me gusta decir esto, porque Batman es el personaje más importante en el que trabajo, pero es muy fácil escribirlo, porque me encanta -reconoce Grant.- Es mi ídolo desde que tenía 5 años. No es difícil hacerlo, porque no tiene que ser necesariamente el centro de las historias. Las historias tienen que hablar de Gotham City tanto como de él. Para mí, el único genio del cómic es Will Eisner. Cuando escribía The Spirit, sus guiones tenían resonancia, porque hablaba de la gente. Aunque no he crecido con él, el trabajo de Eisner me ha influido mucho.

Tan importante como el arranque de las dos nuevas cabeceras es el hecho de que en 1992 se establecerán los equipos creativos que cinco años después siguen al mando de Batman y Detective Comics. En la primera colección, regresa Doug Moench (a partir de Batman 481, julio 1992), que ya había escrito la serie durante una extensa etapa en la primera mitad de los ochenta, y tras compartir labores con el eterno Jim Aparo, pronto encontrará su media naranja artística. El extravagante Kelley Jones empieza a realizar las portadas en Batman 491 (abril 1993), y en Batman 515 (febrero 1995) amplía sus deberes también al interior. Su particular estilo parte hacia terrenos alejados del superhéroe convencional: “A mediados de los ochenta no había nadie que se tomara el terror en serio, con las excepciones de Steve Bissette y John Totleben, y en aquellos momentos ni tan siquiera ellos estaban haciendo gran cosa -observa Jones-. Me pareció que era un mercado con posibilidades, y que nadie sentía el más mínimo interés artístico hacia él. Bueno, yo siempre había querido trabajar en el terror. Todo el mundo se dedicaba a los mutantes o los superhéroes, cosa que entiendo porque es donde se puede ganar más dinero; pero yo siempre había estado convencido de que si podía demostrar que era capaz de hacer algo bueno con el terror existían muchas posibilidades que se podían explotar. Había un montón de personajes y títulos esperando ser dibujados y nadie quería explotar ese filón. Muchos guionistas se han labrado su reputación con el terror, pero aparte de mí no recuerdo a ningún otro dibujante que se haya hecho famoso gracias a esos títulos “raros”, lo cual me encanta, aunque no me limite al terror. Puedo dedicarme a la ciencia ficción y a los superhéroes, pero creo que sigue habiendo una falta de atención al terror. Moench y Jones habían producido un par de proyectos especiales de ambiente fantástico-mágico en los que combinaban elementos vampíricos y esotéricos con los personajes y motivos de Batman. Aunque Batman/Dracula: Red Rain, Bloodstorm y Dark Joker: The Wild son obras más efectistas que sustanciosas, gozaron de un éxito notable, y forjaron lazos creativos entre Moench, Jones y el entintador Beatty que el trío pronto quiso renovar. “En cuanto me enteré de que Lluvia Roja era un proyecto Elseworlds, pensé que podría cambiar algunos elementos del mundo de Batman que no me gustaban, como el Batmóvil. Me gusta que sea pequeño y redondeado, como un coche de carreras de los años 30; y en cuanto a la Batcueva, prefiero que sea más parecida a una caverna y que tenga montones de columnas enormes. Siempre me la había imaginado así, y descubrí que Doug Moench compartía mis ideas. Cuando recibí el guión, en seguida me di cuenta de que había una historia que encantaría a los fans de Batman, y vi también que había otros elementos que me atraían. Batman es un auténtico personaje de terror... no es un superhéroe. Si tiene que golpear a alguien, eso significa que no está haciendo bien su trabajo. Yo lo veo como un personaje puramente intimidatorio, y así lo dibujo. Lluvia Roja era una gran historia para Elseworlds, pero tenía el problema de que iba a venderse a un precio bastante alto, así que me esforcé al máximo para que nadie pudiera sentirse estafado. Cada vez que Batman hacía algo, tenía que procurar que resultara lo suficientemente espectacular. La duda de si Jones podría soportar el ritmo de entrega de 22 páginas mensuales, acostumbrado a recrearse en su recargado estilo cuando tiene tiempo de sobra para realizar proyectos fuera de serie, quedaría resuelta de manera gratamente sorprendente. Kelley Jones no sólo ha conseguido entregar puntualmente -obligando a DC en muy pocas ocasiones a recurrir a dibujantes de relleno que han resultado tan afortunados como Eduardo Barreto o J. H. Williams III-, sino que ha rendido a un nivel muy superior al de sus celebradas y lujosas obras “de biblioteca”. Irregular y proclive a que la narrativa sirva a sus propias obsesiones ilustrativas, Jones no obstante ha dotado a Batman de una imagen particular e inconfundible, en la que se asientan desordenada y furiosamente ecos de Michael Golden y Berni Wrightson barnizados con un toque único y original. Moench, en una demostración de clarividencia, ha insuflado viento en las velas de Jones ofreciéndole una colección de guiones que, aunque predecibles, juegan a recuperar los monstruosos archivillanos de Batman, que son reinterpretados en el carnaval macabro de una Gotham City a mitad de camino entre la pesadilla y el cuento de hadas.

Mientras tanto, en Detective Comics, 1992 ve establecerse al equipo Chuck Dixon-Graham Nolan. Dixon, que había escrito un episodio unos meses antes, recibe el encargo mensual a partir del 644 (mayo 1992), y poco después se le une Nolan (Detective 650, septiembre 1992), que al mes siguiente empezará a ser entintado por Scott Hanna, su más frecuente colaborador. Dixon (1954) es un profesional en el más estricto sentido del término. Poco destacado como fabulador y escasamente introspectivo, Dixon produce guiones-fórmula de alto rendimiento comercial, convencionales y repletos de acción de principio a fin. El mismo Dixon, que es uno de los guionistas más prolíficos del comic book americano de los 90, describe así su estilo: “Siempre pongo tres escenas de acción. Siempre abro con acción, pongo algo de acción en el medio y cierro con acción. Nunca hay una, ni dos, ni cuatro. Tres.” Emparejado con el dibujante Graham Nolan (1962), parece haber dado lo mejor de sí mismo. Nolan, que suele ser entintado por Scott Hanna, es el sueño de cualquier editor de títulos batmanianos. Recoge el hilo de la “verdadera tradición Neal Adams” interpretada por Jim Aparo y cumple con la misma formalidad que éste. De hecho, Nolan es el relevo natural de Aparo, con el cual mantiene ciertos puntos de contacto que, no obstante, no ocultan su personalidad y sus propias y abundantes virtudes narrativas. Mientras que Moench-Jones se ocupan de explorar el lado más moroso de Gotham City y la vertiente enfermiza de sus archicriminales, Dixon-Nolan cubren la parcela de aventura hiperdinámica con un tono muy elogiable.

Mis tres hombres principales -dice O’Neil refiriéndose a Grant, Dixon y Moench-. Creo que son los tres mejores profesionales del negocio, y no es un accidente que estén trabajando para mí. Por encima de todo y antes que nada, son narradores que han elegido trabajar en este medio, en vez de personas que les gustan tanto los tebeos que tenían que dedicarse a ellos fuera como fuese. Comprenden la responsabilidad de ser un escritor profesional, y los tres son buenos en todos los elementos de Batman: atmósfera, acción, misterio y algunos elementos de trabajo detectivesco.

Responsables principales del destino del Cruzado Encapuchado durante los 90, estos profesionales no han acaparado sin embargo todo el producto batmaniano que DC ha puesto en el mercado durante la última década del siglo. Entre éste hay que contar un torrente de volúmenes “Prestige” y novelas gráficas dedicadas a versiones alternativas de Batman, los llamados “Elseworlds”, que no son sino las “historias imaginarias” de los años 50 con moldes actualizados, y que nos acercan a un Batman ambientado en el siglo XVIII, en el año 3000, y en una abundancia de escenarios imaginarios. También han menudeado los encuentros del Señor de la Noche con personajes de otras editoriales, en una práctica comercial repetida con profusión por las editoriales ante la monumental crisis de público que arrasa al comic book yanqui. Si en más de medio siglo Batman sólo se había permitido la frivolidad de encontrarse con un personaje de Marvel en una ocasión (Batman/Hulk, 1981), ahora ya se ha tropezado con Spider-Man, con el Punisher y con el Capitán América, en esta última ocasión beneficiándose de uno de los más disfrutables trabajos recientes del decaído John Byrne. También se ha encontrado con Spawn, la estrella de Image creada por el ex-dibujante de Detective Comics Todd McFarlane, con el superpolicía británico Juez Dredd y con los cinematográficos Predator y Aliens. Son las esclavitudes que imponen los tiempos.

DC ha extraído distintos frutos del árbol del murciélago, intensificando su política de explotación a partir de 1991, cuando se publicó la primera miniserie de Robin. Visto que Tim Drake funcionaba en el balance de fin de mes, el tercer Prodigio Juvenil volvió a la carga en otras dos miniseries hasta recibir su propio título mensual. Con guiones de Chuck Dixon y dibujos del eficaz Tom Grummett, el brillante Mike Wieringo y el deleznable Staz Johnson, Robin (1993) ha conseguido defenderse en el quiosco hasta el momento actual. Pronto le han seguido otros enmascarados de Gotham. Catwoman (1993), que había gozado de una miniserie en 1989 en la estela del Year One, se relanza como superladrona de alta tecnología en su propia colección, por la que han pasado guionistas consagrados como Doug Moench y Chuck Dixon, profesionales del montón como Jo Duffy y promesas de estrella como Devin K. Grayson, pero que se ha visto lastrada por los dibujos del insufrible Jim Balent, quien, a pesar de sus manifiestas deficiencias de todo orden, incomprensiblemente goza de cierto predicamento entre los fans adolescentes y filomamarios. Ahí no acabaría la cosa, Sword of Azrael (1992-93) sería la miniserie que, exquisitamente dibujada por Joe Quesada, presentaría al personaje que durante un año iba a calzarse la capucha de Batman. Retirado del oficio más duro de Gotham, Azrael (1994) recibió también su propia serie mensual. Ya en esta tesitura, resultaba clamoroso que precisamente Dick Grayson, el primer discípulo del Señor de la Noche, no gozase de su propia colección, injusticia que se remedia en 1996, cuando debuta el título mensual de Nightwing después de la conveniente miniserie de prueba. Gracias a un convincente trabajo de Chuck Dixon (otra vez) y a los pirotécnicos dibujos de Scott McDaniel, Nigthwing se ha convertido en un modesto éxito.

1 comentario:

Christian Osuna dijo...

Estupendo!!!
Escribe usted muy bien, Sr. García.
es una gozada leerle...
Y en el último programa le mencionamos, a tenor del I Congreso Internacional de Cómic y Novela Gráfica (en Alcalá de Henares)
Un abrazo!