INTRODUCCIÓN
14 de junio de 1997. En Nueva York, Sotheby’s celebra una subasta de comic books donde salen a la venta centenares de tebeos de los años 40 y 50, además de originales y parafernalia relacionada con el medio. Las pujas se suceden con la misma grave eficiencia que si se subastaran tallas medievales o arte contemporáneo; sin embargo, un escalofrío recorre la espalda de los postores cuando se anuncia el “Lote 122”.
Detective Comics nº 27, fecha de portada mayo 1939.
El precio de partida es de 40.000 dólares, pero sube a velocidad supersónica a medida que los postores se apresuran a levantar su tarjeta de identificación. En cuestión de minutos, el Lote 122 se ha vendido. El comprador, una vez añadida la tarifa de Sotheby’s, tendrá que desembolsar un total de 68.500 dólares. Más de diez millones de pesetas.
¿Qué puede impulsar a una persona a entregar semejante suma de dinero a cambio de un fajo de papeles impresos hace 58 años que en el momento de su publicación se vendía por 10 centavos, una cantidad módica incluso entonces ?
Responder a esta pregunta podría llevarnos a indagar en la brumosa psicología del comprador 407 y sus derrotados competidores, pero ese estéril ejercicio no acabaría de contarnos toda la verdad, a menos que nos detengamos un momento a examinar el Lote 122. ¿Qué es lo que hace que sea distinto de los demás comic books subastados ese día ?
Detective Comics 27 fue la primera aparición de Batman ante el público.
Se estima que existen unos 100 ejemplares de ese tebeo, en el cual se inició la publicación, ininterrumpida seis décadas después, de las aventuras del Hombre Murciélago, enmascarado justiciero de Gotham City.
Origen de miles de historietas, de series de televisión que revolucionaron el medio y marcaron a una generación, de escandalosos cuadros pop, de películas de más de 200 millones de dólares de presupuesto, de ventas ingentes por concepto de merchandising, Batman parece una criatura capaz de merecer semejante desembolso.
Y, sin embargo, lo más irónico es que Detective Comics 27 no es Batman, es sólo su germen, un mínimo fragmento del monstruoso tapiz tejido inconscientemente por centenares de profesionales de muchos medios trabajando en armonía sin mayor coordinación que una imagen que ya pertenece a la cultura común occidental.
Batman es arquetipo del héroe popular que vino a sustituir a los caducos héroes novelescos decimonónicos tras la II Guerra Mundial. Heredero de aventureros como la Sombra, Sherlock Holmes, Doc Savage y el Zorro, Batman los supera a todos ellos por su mayor capacidad de transformación y adaptación a nuevas formas, a nuevos medios, a nuevos tiempos.
El héroe novelesco también puede reproducirse en soportes nuevos. Pero cuando debatimos la mayor integridad del Sherlock Holmes interpretado por Basil Rathbone o por Peter Cushing, siempre sabemos que en última instancia podemos contrastar su autenticidad acudiendo a la fuente : las novelas de Arthur Conan Doyle.
Eso es precisamente lo que distingue a Batman de todos sus precedentes : no existe una sola fuente, no existe un modelo canónico. Habrá quien prefiera al pasmado instructor disciplinario de una azucarada Gotham City que interpretó Adam West junto a Burt Ward-Robin en la serie televisiva de 1966. Otros defenderán al neumático superhombre de goma concebido en las películas de Tim Burton, o incluso su lisérgica perversión en las de Joel Schumacher. También se puede elegir al estilizado vengador nocturno de la serie de animación de los años 90, agazapado sobre alguna gárgola art déco. Difícilmente alguien alabará las mostrencas versiones dadas por los seriales cinematográficos de los años 40, pero, en todo caso, ellas también existen. Incluso los muñecos articulados han desarrollado su propia visión del Murciélago, no exenta de cierto sentido narrativo.
Para zanjar la polémica queda el recurso a los comic books. Podemos afirmar : “El Batman auténtico es el Batman de los tebeos.” Pero ésta sería una afirmación precipitada. ¿De qué tebeos estamos hablando entonces ? ¿Alguien puede proponer sinceramente que es el mismo personaje el de Bob Kane en 1939 que el de Dick Sprang en 1955 ; el de Carmine Infantino en 1964 que el de Neal Adams en 1971 ; el de Marshall Rogers en 1977 que el de Frank Miller en 1986 ? ¿Alguien cree que el Batman que se publica en 1998 reúne todas las cualidades reconocidas por el Señor de la Noche a lo largo de sus diversas encarnaciones ? Eso es imposible, por la sencilla razón de que muchas de esas cualidades son irreconciliablemente contradictorias.
Ejemplo de obra que supera a sus múltiples y fugaces autores, Batman es como una pirámide impresa, una faraónica creación compuesta de rasgos tan simples y vértices tan afilados que no puede asociarse a una época concreta. Nacido en los abruptos y exigentes años 40, es igualmente actual en el caleidoscopio pop de los 60, la resaca hippie de los 70, el materialismo feroz de los 80 y el desorden referencial de los 90. Su coche cambia, se actualiza, pero él permanece inmutable, siempre nuevo, sin apenas necesidad ni siquiera de retocar su indumentaria característica.
En cada momento es muchas cosas simultáneamente, y hay que asomarse a todas ellas para intentar comprender el cuadro completo, que en gran medida es el cuadro de la sociedad urbana en el siglo XX. Puede ser, por ejemplo, un objeto de diez millones de pesetas en una subasta. Puede ser una obsesión en la vida de un coleccionista compulsivo. Puede ser, también, una más de tantas muletillas culturales con las que cojea nuestro saturado ocio contemporáneo. Michael Keaton, uno de los hombres que se ha calzado la capucha del Murciélago, opinaba lo siguiente : “Creo que nos tomamos el cine demasiado en serio, de verdad que lo creo así. Creo que somos demasiado conscientes del cine en demasiados niveles, y lo que me preocupa es la gente que es realmente fanática del cine, y más específicamente los fanáticos de la ciencia ficción y de Batman, a quienes durante el rodaje llamábamos los fundamentalistas de DC. Sé que pagan mucho para ver las películas, así que no me voy a burlar de ellos, pero no puedo simpatizar con esa actitud. No la entiendo. O sea, hay películas, hay tebeos, ¡y además está la vida !”
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