jueves, 5 de agosto de 2010

2000 AÑOS DEL CÓMIC DE LOS RICOS


Dice Jordi Costa en un curioso epílogo-confesión al final de 2000 años de cine (Glénat, 2010) que le gustaría que el tebeo que acaba de publicar junto a Darío Adanti se viese como un cruce entre una aventura larga de Mortadelo y Filemón con el profesor Bacterio y Perdidos. Y no, hombre, para nada. Lo de Perdidos no, pues, sencillamente, porque no, porque Perdidos es una mierda y 2000 años de cine es cualquier cosa menos eso. Y lo de Mortadelo y Filemón tampoco porque esto está en las antípodas de Ibáñez.

Mortadelo y Filemón siempre fue una serie tan deliberadamente desideologizada que era casi nihilista. Llegaba a ese punto cero de la cosmovisión a través de la insistencia en el slapstick y el gag visual heredado del cine mudo. Y bueno, el tebeo de Costadanti es cualquier cosa menos desideologizado, y cualquier cosa menos mudo. LA PALABRA rige esta aventura de Mostrenco y Che-Qué-Loco, la palabra torrencial y desbordada del crítico de cine que no puede dejar de ser crítico aunque sea guionista, y que tiene opiniones sobre todo, y probablemente nunca se ha sentido tan a gusto soltándolas de esta forma plenamente visceral. Porque ése es el poder del cómic, el poder de pintarte la cara de nata montada y salirse de rositas. El bufón tiene derecho a insultar, porque nadie tiene derecho a sentirse insultado por el bufón. Qué liberación.

Como digo, este ajuste de cuentas iracundo con un ser querido que practica Costadanti con el cine se basa en la palabra, y curiosamente remite menos al cómic que a la animación de series como South Park. Bueno, «curiosamente» no sé si es la palabra correcta, ya que South Park es una influencia declarada sobre la obra, pero sí quiero hacer notar cómo, en efecto, el tratamiento sintético de la imagen transmite ese estatismo propio de la animación limitada y plana. O tal vez sea el ritmo entrecortado de lectura al que obliga el desbocado texto, que demora tanto el paso de una viñeta a otra que uno ya se olvida de que está leyendo un cómic para creer que está revisando una colección de sellos.

Esa imagen texturizada se une en mi imaginario con el denso tratamiento que daba Will Elder a las páginas de Little Annie Fanny, aquella serie de erotismo satírico que realizó junto a su compinche Harvey Kurtzman en Playboy. Es una estética distinta de la que acostumbramos a ver en nuestros cómics, pero que demuestra que cuando saltas a otra plataforma (una revista no especializada en cómic) y te diriges a otro público, como hacían tanto Kurtzman-Elder entonces como ahora Costadanti, te conviene recorrer otros caminos.

En fin, veo que me voy por las ramas, creo que infectado por la propia obra, y no quiero dejar lugar a engaño. Este tebeo culterano y agobiante, intransigente con la vista y con la voz (porque hay que leerlo en voz alta, eso está claro) nos recuerda qué es lo que no podemos sacrificar en el altar de la novela gráfica. Necesitamos ahora, y en el futuro más que nunca, expresiones como «liendres avarientas». Espero que Costadanti esté ahí para proporcionárnoslas.

2 comentarios:

Peúbe dijo...

>>>Mortadelo y Filemón siempre fue una serie tan deliberadamente desideologizada que era casi nihilista>>>

Ideología tiene, lo que pasa es que no es reivindicativa, o moralizante. Es un mensaje de frustración, resentimiento, pesimismo, y la eterna lucha de clases.

Vaya, al menos tiene más ideología que un tebeo Marvel pasivo de los 60.

Santiago García dijo...

Hola, Peúbe.

Oye, ese concepto de "tebeo Marvel pasivo de los 60" me ha fascinado. ¿Podrías desarrollarlo?