Wally Gropius (Fantagraphics, 2010) es la prueba más clara de que el cómic norteamericano contemporáneo no tira sólo de los referentes del underground y el alternativo. Más que asemejarse a una novela gráfica al uso, el libro de Tim Hensley, que recopila sus colaboraciones en Mome, se asemeja a un álbum de Franquin. Tampoco es el primer autor norteamericano que absorbe la línea clara europea clásica. Charles Burns lo hizo y lo sigue haciendo, y en parte el trabajo de Hensley tiene ciertas similitudes con el de Burns. No es que Hensley sea inquietante ni perturbador, ni menos todavía que se preocupe por los misterios de la carne. Pero al igual que las de Burns, sus historietas se mueven en el terreno del pop: representaciones subvertidas de otras historietas. Casi podríamos hablar de apropiacionismo, al menos estilístico.
Si bien la referencia a Franquin y el francobelga clásico la sugiere el mismo diseño del álbum, Hensley mezcla más cosas en su batidora: Chaland y el Jack Kirby de los collages, por ejemplo. A mí, a lo que más me recuerda finalmente es a algunas historietas que salían en unos viejos tomos de Películas de Disney que leía de pequeño. Hay en Hensley el mismo concepto sintético del espacio, que es quizá una de las cosas más disfrutables de su trabajo gráfico, esa capacidad para definir el campo a través de objetos que flotan en un vacío hecho de colores planos.
Confieso que tanta referencialidad me aturde, y me hace plantearme a dónde va este Wally Gropius, más allá de al lector microespecializado. El personaje protagonista es un jovencito multimillonario a quien todo el mundo confunde con el legendario fundador de la Bauhaus. Pero Wally es sólo un vividor superficial, frívolo y hedonista, interesado en las apariencias y en lo material, que vive una serie de absurdas peripecias seudoamorosas salpicadas de referencias a Iaccoca y Greenspan en tono absolutamente irónico, con la aparente intención de denunciar el consumismo o el capitalismo desbocado. Supongo. No me queda claro, porque tanto cinismo y tanto formalismo acaban por resultarme demasiado fríos, y me pierdo el chiste la mayoría de las veces. Es como si hubiera que pertenecer al club de antemano. Falta corazón.
No quiero decir con esto que Hensley no demuestre ser un historietista de envergadura, porque lo demuestra, pero este Wally Gropius se sitúa en un espacio contiguo al del Lloyd Llewellyn de Clowes, que es un espacio adolescente. La diferencia es que Clowes hizo Lloyd Llewellyn con veinte años y Hensley ya es un cuarentón. Habrá que ver si es capaz de recorrer otros territorios más originales en el futuro, como hizo Clowes.
3 comentarios:
A mí Hensley también me recuerda mucho a los tebeos de Harvey de los 50, sobre todo, por la ambientación y tal, a Richie Rich. Y un toquecito Archie también tiene. A mí me ha gustado mucho, especialmente por lo gráfico, porque ni he pillado todas las referencias ni me han hecho gracia todos los chistes. Pero me han flipado todas las viñetas. Lo uno por lo otro.
Sí, a mí me ha pasado un poco lo mismo que a ti. Me ha gustado y me ha frustrado, porque todo el tiempo pensaba que me gustaría que me hubiera gustado más. Qué cosas, ¿no? Y las referencias que citas están ahí, está claro. Pero en general el libro tiene sobre todo un aire a adaptación de dibujos animados al cómic, ¿no te parece? Es una cosa curiosa.
Sí, de dibujos animados de Hanna-Barbera, en concreto.
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