lunes, 10 de diciembre de 2012

EL BESO

Retomo brevemente un tema que toqué hace unos días, en la entrada «El Capitán América contra Richard Nixon». ¿Qué es lo que representamos cuando no representamos algo? En aquella entrada planteaba que aquel cómic de 1974 se había beneficiado de la imposibilidad de mostrar al villano de la historia, Richard Nixon, y que su alusión elíptica enriquecía el resultado final. También decía que probablemente el guionista, Steve Englehart, habría preferido mostrar al propio Presidente de los Estados Unidos si hubiera tenido la posibilidad, pero los límites de las convenciones le forzaron a una solución retórica brillante.

Continuamente nos repetimos (y oímos decir) que ya no hay límites y que hoy vale todo, pero por supuesto que no es cierto, y sigue habiendo cosas que sólo se pueden representar no representándolas. La semana pasada se ha dado un ejemplo en Amazing Spider-Man, y ha provocado como consecuencia una discusión interesante con el telón de fondo de cómo funcionan los recursos narrativos en el cómic.

La página en cuestión:


Un poco de contexto: Amazing Spider-Man #699, segunda parte de una saga de tres episodios que concluye en el número 700, el cual a su vez dará cierre a la anciana colección del amistoso vecino arácnido. En la primera viñeta vemos el cuerpo del Doctor Octopus, antiguo enemigo de Spiderman que está viviendo sus últimas horas, con la salud muy deteriorada. Pero la mente de su interior no es la de Otto Octavius, sino la de Peter Parker. El diabólico Doctor ha conseguido intercambiar su personalidad con la de su archienemigo, y ahora ocupa el cuerpo del trepamuros, mientras que éste ha quedado atrapado en su moribunda figura. Buscando desesperadamente una salida a su situación, Spiderman (dentro del cuerpo de Octopus) accede a los recuerdos del villano, todavía almacenados en su cerebro físico. Las viñetas 2-5 muestran flashes de esos recuerdos, una especie de rápido recorrido por la historia de Octopus mediante fogonazos visuales vistos desde su punto de vista subjetivo. En la viñeta 2, vemos al padre de Otto, en la 3, la explosión que causó la fusión de los brazos mecánicos con el científico y por tanto el origen del supervillano, en la 4, a Spiderman golpeándole en su eterna batalla, y en la 5, y aquí viene el premio, a la tía May de Peter Parker vestida de novia y poniendo morritos a Octopus/Spiderman/nosotros los lectores. El incidente hace referencia a una vieja situación de los cómics de Spiderman de los años 70 en la que Octavius y May mantuvieron un romance, y estuvieron a punto de casarse. En esta página, la tía May le dice a Octopus que no sea tan sosainas y que «nadie va a saber que hemos hecho esto antes de la boda. Será nuestro secretito». En la viñeta 6 y última de la página, volvemos a la realidad de la viñeta 1, y vemos el exterior de la celda donde está encerrado Octopus/Spidey, de la cual sale el grito horrorizado de Peter Parker, obligado a revivir en el recuerdo de su enemigo una escena protagonizada por su tía que preferiría no haber conocido nunca, y mucho menos de primera mano. En la página siguiente, el monólogo interno de Parker continúa y remata la escena: «Eso no ha pasado nunca».

La cuestión, por supuesto, es: ¿Qué ha pasado?

Lo que yo interpreté al leer la escena creo que es lo que ha interpretado todo el mundo. En Bleeding Cool lo expresaban con mucha claridad: Cuando Peter Parker practicó el sexo con la tía May. La cuestión es que el tema saltó al foro de la página web del historietista John Byrne, antiguo dibujante de Spiderman, y provocó una respuesta por parte de Dan Slott, actual guionista de Spiderman y autor de la página que hemos comentado. Toda la discusión está resumida en este post de Bleeding Cool: Fanboy Rampage, John Byrne vs. Dan Slott. Slott planteaba que en la página en ningún momento se ve que la anciana May y Octopus/Peter Parker practiquen el sexo, y que todo queda a la imaginación del lector, de manera que si te imaginas que ha pasado algo más grave que un simple beso (como, según él, se imaginaría un niño de diez años), eso está únicamente en la mente del lector. Slott plantea por tanto que, gracias a la «magia de la elipsis» somos nosotros quienes proyectamos lo que queremos y que la morbosidad de la escena llega hasta donde llegue nuestra propia morbosidad individual.

El argumento es realmente cínico, pero lo que a nosotros nos interesa aquí son las reglas de funcionamiento de los mecanismos narrativos. Unas reglas a las que, una vez que el autor se somete, ya no puede sustraerse. Aunque creamos que el autor es Dios y puede hacer lo que quiera con su obra, desde el momento en que está decidiendo cómo va a ser su obra, está limitando las posibilidades de lo que puede hacer con ella. O sea, desde el momento en que uno recurre a esta elipsis, ¿es razonable decir que lo que pasa queda a la imaginación del lector y yo no he dicho que hayan hecho algo más que darse un beso?

Byrne sabe que no es así, y lo explica con la mayor claridad: Si sólo es un beso... ¿por qué no mostrarlo?

Decir que la tía May y Octopus no follan (y Peter Parker lo vive en primera persona, en el recuerdo) en esa elipsis sería como decir que en la escena final de la saga del Imperio Secreto el Número Uno no es Richard Nixon, sino que lo dejamos a la imaginación. Podría ser Cráneo Rojo, por ejemplo.

Sí, claro. Y la tía May podría ser virgen.

CARAS OCULTAS

Curiosamente, Amazing Spider-Man es una colección con una tradición de imágenes escamoteadas que se remonta a Steve Ditko y sus orígenes. Hay dos casos muy notables que me vienen a la memoria. El primero, el Duende Verde:


Desde su primera aparición (Amazing #14, 1964), de la que reproduzco unas viñetas sobre estas líneas, el archienemigo de Spiderman se mostró como alguien que tenía una doble personalidad, pero cuya identidad secreta quedaba siempre oculta a los lectores, utilizando cualquier artificio que fuera necesario, como se puede ver en la ilustración.

El segundo caso fue Mary Jane Watson, la hija de la vecina de la tía May, Anna Watson, y futura esposa de Peter Parker:


Durante una serie de episodios, Anna y May se empeñan en que sus respectivos sobrinos se conozcan, pero Peter nunca tiene tiempo (ni interés) para que se celebre la demorada reunión, que se convierte en un gag recurrente. Las dos viñetas que he reproducido pertenecen a Amazing #25 (1965) que es donde por vez primera se ve físicamente a Mary Jane, aunque una flor estratégicamente situada nos priva de descubrir su rostro.

Steve Ditko mantendría estas dos subtramas de los personajes sin rostro -el Duende Verde y Mary Jane Watson- a lo largo de toda su estancia en Amazing Spider-Man, que abandonaría sin llegar a resolverlas. Nada más marcharse, Stan Lee no perdió tiempo en solucionarlas, y con la ayuda del nuevo dibujante John Romita les dio conclusión de inmediato. En primer lugar, descubrimos que el Duende Verde era en realidad Norman Osborn, el padre de Harry, el amigo de Peter Parker. E inmediatamente después, Mary Jane y Peter por fin se encontraban, y este descubría que la sobrina de su vecina a quien había estado evitando como si fuera la peste, era en realidad una preciosidad llena de vida y alegría.

Toda la subtrama de Mary Jane estaba montada como un larguísimo chiste: ¡el desgraciado de Peter se había pasado meses esquivando a un bombón! ¡Tonto! Lo curioso es que por aquel entonces la falta de comunicación entre Ditko y Lee era tan completa que éste no sabía por dónde iba a llevar aquél la serie, y dialogaba prácticamente a ciegas. De otra manera no se explica que en el mencionado Amazing #25 reviente con sus diálogos el chiste cuyo desenlace no va a contar hasta la última viñeta del #42. ¿Qué sentido tiene que en una viñeta nos oculten la apariencia de Mary Jane, si en la siguiente Betty dice que parece una estrella de cine?

El caso de la identidad del Duende Verde fue algo más complicado, y habitualmente se esgrime como uno de los motivos de discusión entre Lee y Ditko que acabaron motivando la salida de éste de la serie. Según parece, Ditko quería que el Duende Verde fuera alguien desconocido, anónimo, mientras que Lee estaba empeñado en que fuese algún personaje secundario ya presente en la serie y que fuera conocido por los lectores. Dejando de lado la discusión filosófica entre dos planteamientos completamente antagónicos que revelan estas posturas (Amazing Spider-Man como tratado moral vs. Amazing Spider-Man como culebrón), volvemos de nuevo a la ley de la narración: si el Duende Verde era alguien anónimo, ¿por qué no mostrar su rostro? Cada vez que Ditko estaba utilizando un artificio tan forzado como una portezuela interpuesta ante su cara, estaba diciéndoles a sus lectores que no podían ver su cara. ¿Se supone que los lectores no tienen que sacar de eso otra conclusión salvo que cada uno puede proyectar lo que quiera? No, la única conclusión que pueden sacar los lectores es que no pueden ver su cara porque si lo hacen, lo reconocerán, como reconocerían a Richard Nixon los lectores de Capitán América.

Cada regla es una cláusula del contrato narrativo que suscriben los lectores con el autor. Y el autor que se salta las cláusulas, acaba perdiendo la confianza de los lectores. Moraleja: Que se besen.

ENTRADAS RELACIONADAS:
El Capitán América contra Richard Nixon
Elipsis

9 comentarios:

Peúbe dijo...

Por lo que he leído, dice Ditko sobre el Duende Verde: "So I had to have some definite ideas: who he was, his profession and how he fit into the Spider-Man story world. I was even going to use an earlier, planted character associated with J. Jonah Jameson: he [was to] be [revealed as] the Green Goblin. It was like a subplot working its way until it was ready to play an active role."

En Starlog and Comics Scene present Spider-Man and other Comics Heroes. O en Wikipedia, que es donde lo he visto.

adrianbagogonzalez dijo...

Me parece fascinante la cuestión de mostrar o no los diversos acontecimientos en un proceso representativo. Como autor de historietas considero que la función primordial del mismo, o en general la de cualquier partícipe de la cultura, es la de pensar antes de dibujar, escribir o sencillamente hacer.
Leyendo estos artículos sobre inevidencias pienso en el caso de la película Kapo (G.Pontecorvo, 1961) y su famosísimo travelling que suscitó las iras de un idealista Jacques Rivette en su famosísimo artículo “De la Abyección” (Cahiers du Cinema nº120, 1961) en el que denunciaba la inmoralidad del autor al no plantearse las repercusiones éticas de mostrar el suicidio de un personaje por medio de un travelling. “La moral es una cuestión de travellings” (Jean-Luc Godard).
Ahora, saltando las obvias diferencias entre la ontología representativa del tebeo y la del cine (uno desde el dibujo, el otro desde la “realidad”) nos encontraríamos ante la problemática de qué es ético mostrar o no en la cultura posmoderna. Así los cineastas modernos, desde Rossellini a Cassavetes, se empeñaron en mostrar lo inmostrable, desde las atrocidades de la Italia ocupada a las noches de alcohol y drogas de una burguesía decadente, porque nadie lo hacía y consideraban un deber el hacerlo.
Pero en la posmodernidad donde todo vale, todo es arte, todo se registra y se muestra, desde ejecuciones en vivo, a violaciones y asesinatos, donde todo es espectáculo, desde la intimidad hasta la superficialidad, quizás habría que plantearse si la única postura ética que le queda al cineasta (y quizá al historietista) es la de no mostrar.
Sabiendo que los ejemplos dados en los artículos son productos de decisiones dramáticas (excepto la censura en el caso del Capitán América) y no éticas, estos textos participan de cuestiones generales en artes híbridas y es reconfortante encontrar una crítica seria y responsable de historieta, continuando la labor de gente como Jesús Cuadrado, quizás el André Bazin de la historieta.
De todas formas este rollo solo interesará a los que les ocurra que, como a mí, no se consideren partícipes de los postulados posmodernos de superación de ideologías y éticas y su obsesión por convertir la mirada en exceso, espectáculo.
Gracias, Santiago García por promover una crítica sana y necesaria
Adrián Bago González

Pepo Pérez dijo...

La misma gran pregunta que se hizo Spiegelman a la hora de representar según qué cosas en Maus, y cómo hacerlo sin banalizarlas.

A mí esta serie de posts me recuerda que se trata de uno de tus temas personales favoritos (Santiago, me refiero), y que también hablaste de esto a propósito de Seth.

http://santiagogarciablog.blogspot.com.es/2011/10/un-capricho.html

Santiago García dijo...

Gracias a todos por los comentarios, de verdad.

Muy oportuna la mención, Peúbe. A lo largo de los años se han dicho muchas cosas sobre el Duende Verde de Ditko (y sobre tantas otras leyendas de la Era Marvel original) que a estas alturas lo mejor que se podría hacer con todas ellas es una novela (gráfica).

Adrián, yo creo que, dejando de lado los casos del Spiderman de Ditko, en los demás (Capitán América, Goliat Negro y este Spiderman reciente) sí que hay una necesidad de superar la censura o la autocensura, de filtrarse a través de los límites de las convenciones que rodean a esos cómics concretos.

Pepo, qué oportuno que te hayas acordado de ese post de Seth, viene muy a cuento, es cierto. Y sí, creo que es uno de mis temas favoritos, o por lo menos eso parece por lo mucho que vuelvo a él.

Luigi dijo...

Me desconcierta la actitud de Dan Slott. Llegando a ser entendible que haya querido tirar la piedra y esconder la mano con dicha escena, o que ahora quizá se sienta señalado porque fue una broma que a algún lector le ha podido parecer excesiva (aunque a mi me pareció un golpe de humor bastante logrado cuando lo leí), ¿qué le lleva a reaccionar así? ¿Por qué entra en la discusion con Byrne, sabedor de que tiene las de perder en todos los campos (autoral, intelectual...) si recula como ha hecho?

Supongo que será cosa de egos o de rencillas pasadas (de ahí que aluda una y otra vez al vídeo para adultos entre Superman y Big Barda como si estuviera poniendo el dedo en una supuesta llaga byrneniana) pero aún así es curioso que no haga la vista gorda y entre a polemizar sin calibrar las consecuencias de cara al público comiquero(incluso aunque sea un cínico a más no poder).

Santiago García dijo...

No soy ningún experto en Slott, Luigi, así que no puedo opinar sobre su actitud concreta. Pero sí te diré que en términos generales, nunca he entendido a los profesionales que se meten en estos berenjenales en internet, y más cuando lo que se discuten no son datos o afirmaciones comprobables, sino simplemente opiniones sobre su obra. Sí tengo la impresión de que es una tendencia muy extendida en el mundillo del cómic americano, por lo menos desde que Bill Jemas y Joe Quesada decidieron tener una presencia fuerte en los foros como representantes del máximo nivel de Marvel. Quién sabe, quizás sea inevitable en el mundo en el que vivimos.

Anónimo dijo...

Es la primera vez que leo y escribo en su blog y, antes de pasar a opinar sobre el artículo en cuestión, que subscribo casi al mil por ciento, quería darle las gracias por trabajar sin descanso y con dedicación en un medio que le gusta, cosa que me parece la virtud más loable de cualquier ser humano consecuente con quien es y lo que hace por ello.

Ahora sí, y volviendo al artículo en cuestión. Usted refería que en la estrategia narrativa que utlizaba Steve Ditko de cara al lector en el caso de El Duende Verde (no mostrar quién era bajo la máscara de villano) había una espécie de violación de la claúsula autor-lector por el hecho de que la lógica indica que cuando se utiliza este recurso, comunmente utilizado para que el lector se pregunte que personaje del "reparto" es y especule sobre ello al respecto, el fin de su utilización es precisamente ese.

Bajo mi punto de vista y discrepando (intentando ser lo más razonable que puedo, avíseme, se lo ruego, si me pierdo o voy por las ramas) creo que Ditko, un tipo que, aunque es diametralmente opuesto a toda ideología existencial que yo pueda subscribir, me parece de lo más sensato, coherente y racional en el arte de narrar historietas, era consciente de que ese recurso era utilizado con el fin que ya hemos mencionado y, especulo, claro, planeaba que la identidad del Duende Verde fuera un personaje anónimo para romper con esa dinámica narrativa y mostrar nuevas posibilidades al lector que nunca sabremos, porque nunca ocurrieron, pero me gustaría imaginar que quería llevar a Spiderman a un nivel más cercano a la realidad y menos a la estructura cerrada de la narrativa no serializada. Y me aventuro a preguntarme (meando fuera de tiesto pero intentado ajustarme a lo que intento explicar):

¿Si Paul McCartney, en lugar de Chapman, hubiese matado a John Lennon, la noticia hubiese tenido un efecto más resolutivo en la mente del receptor de la misma? Puede, pero lo que ocurrió de verdad provocó un impacto mayor debido al sinsentido de que alguien estaba obsesionado con el cantante y éste ni siquiera sabía que existía, por lo que no podría haberse enfrentado a ello de ninguna manera. Y eso fué una tragedia.

Anónimo dijo...

Particularmente creo que la idea de que tu mayor enemigo sea alguien al que no conoces y que por ello no puedas evitar enfrentarte a él hasta que sea demasiado tarde me parece enormemente aterradora.

Pero como digo, es solo un punto de vista como tantos. Conozco como funciona la narración (no como Joyce, pero algo me defiendo)y creo que ambas opciones son totalmente justas y honestas con el lector. La de Stan Lee porque su visión de la historia funcionaba dentro de esos parámetros (el origen del personaje es una evidencia absoluta) y como gran maestro de ceremonias y presentador de cabaret que era, su misión principal era divertir y entretener, no romper convencionalismos, aunque quizás sí evolucionarlos para el público al que se consagró (y por eso le metió un gran gol a DC). La de Ditko por su honestidad al ser consecuente con su modo de entender la vida como algo(que es la diferencia que nos puede ofrecer un autor respecto a otro ¿no?) y construir el relato que mes a mes nos contaba del modo que lo hacía, que era en muchas ocasiones, opuesto al habitual (por eso Ditko, es Ditko y no un anónimo e intercambiable autor).

Sea como fuere, y acabado, creo que las conclusiones debe sacarlas cada lector como individuo, no como etiqueta. Y él y sólo él (faltaría más, ha gastado una porción de sus recursos en el tebeo) decidirá, o no decidirá, como, cuando y que significa lo que ha leido. Guionistas, dibujantes, editores y vendedores digan lo que digan.

Saludos y perdone por hacerle perder el tiempo de esta manera.

PD: No sé hoy día, pero yo con diez años no hubiese entendido que tía May se acostaba con Octopus el día antes de la boda pero claro, antes la información no iba a tal velocidad. Pero me pregunto ¿Quedan niños que lean comic-books? Puede que Slott lo piense (y dios sabe que a mí me gustaría hacerlo) y peque de ingenuo, no le conozco pero, a riesgo de parecer un chino sabio y filósofo noctámbulo ¿Si lo crée, por qué lo hizo, si no lo crée, por qué lo hizo? En cuanto a Byrne...¿Por qué siempre esa actitud de "sé lo que os conviene a todos"?

Cuán innecesario y cansino resulta todo ello ¿No?

Santiago García dijo...

Gracias por tu extraordinario comentario, tú.