Para la mayoría del público, Eddie Campbell es el dibujante de From Hell. Los más enterados mencionarán también Bacchus, y poco más. Y, sin embargo, este prolífico autor británico ha declarado en más de una ocasión que los tebeos por los que le gustaría ser recordado pertenecen a la serie Alec, una de sus obras más dispersas, irregulares y originales, y también una de las historietas más personales y libres que he tenido la oportunidad de leer jamás.
Alec MacGarry es, a simple vista, el sencillo alterego de Campbell. El autor se niega, sin embargo, a considerar “autobiográficas” las historias de Alec, ya que, por un lado, considera que un proceso de selección, elaboración y sublimación las convierte en obras de ficción y, por otro, incluye vivencias y experiencias ajenas, que le han sido relatadas o que ha conocido de segunda mano. Sin embargo, en Graffiti Kitchen la identificación entre autor y personaje es absoluta, y el intento de eliminar todos los retruécanos de la creación artística es tan consciente que llega a límites impresionantes. El mismo Campbell afirmaba haber buscado en Graffiti Kitchen romper con las barreras del estilo, ese conjunto de rasgos que hacen que inmediatamente reconozcamos un dibujo, una página de un autor, codificados en una huella que ya nos resulta familiar y cómoda. Para conseguirlo, reduce al mínimo el dibujo de Graffiti Kitchen, convertido en mero garabato nervioso despojado de todo el trabajo profesional de abocetamiento, dibujo a lápiz, entintado/pulido, etc. Conviene a la obra ese aire urgente, desmadejado y emotivo, pues así refleja mejor el tema tratado: una historia de amor. Una historia de amor real, veraz y dolorosa (Campbell tardó diez años en sentirse lo bastante distanciado como para poder sacársela del pecho) de las que, seamos sinceros, nadie hace nunca en la historieta. En el panorama del cómic, Alec se yergue como un arbusto raro, desconocido y de forma extraña, un tebeo tan verdaderamente “alternativo” que es como si procediera de una tierra paralela donde la historieta hubiera seguido un curso distinto del que ha seguido aquí. Es, simplemente, la expresión de una personalidad única e intensa, la de su autor. Dentro del corpus de Alec, Graffiti Kitchen también es singular. Se trata de una historia larga (48 páginas) en la que todos los temas habituales de la serie (la anécdota cotidiana, la observación psicológica, el relato tabernario, la apreciación del vino; la alegría de vivir, en suma) se subordinan a la historia de amor a través de mecanismos narrativos tan complejos que dan una desnuda sencillez a la obra. Puede que sea un gusto adquirido, pero con Campbell, la expresión “tebeo adulto” no produce sonrojo.
1 comentario:
nada que agradecer, hombre, a tí por ambos escritos en su día, como mucho :)
Publicar un comentario